Cartas desde prisión.
Recogida en “Los presos políticos nos escriben y opinan”, n.º 10, abril 2019
Israel Clemente López
C.P. Botafuegos. Enero 2019
(…) paso a copiarte unas reflexiones sobre cuestiones de actualidad que les hacía en mis últimas cartas a algunos jóvenes con los que me escribo:
“La irrupción de VOX está haciendo que los podemitas hablen ahora de un “frente antifascista” por “las libertades democráticas”. Evidentemente, el contenido del antifascismo y de las libertades democráticas son notablemente distintos para el movimiento de resistencia antifascista y para los socialdemócratas de Podemos. Estos elementos buscan relegitimarse políticamente ellos mismos y a las instituciones de su desgastado Estado, identificando exclusivamente el fascismo con la “extrema derecha”. Obviando el hecho de que el mensaje del PP cada día es más idéntico a los cantos a la “Reconquista” de los recién llegados de Vox, en mi opinión, hay que machacar insistentemente en la agitación y la propaganda que el problema aquí no se trata de un partido específico, sino que el conjunto del Estado es fascista (la Judicatura, la Jefatura del Estado, su Ejército, las fuerzas represivas, los monopolios de prensa, los sindicatos traidores y vendeobreros, los partidos del régimen, etc.); que aquí, en lo fundamental, seguimos bajo la bota (fuertemente claveteada) del régimen del 39; que no existió una verdadera “transición” política (sino cuatro reformas cosméticas); que sigue sin haber verdaderas libertades democráticas para el conjunto de los trabajadores; que el Partido de la clase obrera y otras organizaciones democráticas siguen ilegalizadas y perseguidas; que tampoco hay libertades nacionales (para el ejercicio de la autodeterminación de las nacionalidades oprimidas); etc.
Luego, claro está, viene la conclusión lógica que se desprende de todo lo anterior: el camino para forjar la verdadera unidad antifascista pasa por intensificar el aislamiento político y social del régimen y de sus instituciones en conjunto a través de la unidad combativa en torno al ya conocido programa mínimo democrático-popular (o de Unidad Popular), combinando todos los métodos de lucha y de organización, y manteniendo una lucha intransigente en cuestiones de principios contra los socialreformistas embellecedores del régimen que tratan de reconducir las luchas sectoriales hacia las vías muertas institucionales.
Es imposible construir la unidad antifascista relegitimando las instituciones estatales del régimen. Así solo se fortalece al fascismo. El cretinismo parlamentario de algunos resulta patético (y también criminal, por cuanto busca la desmovilización popular). Lamentablemente, los “floreros” en el Congreso (destinados a darle algún colorido) siguen jugando su papelón de contribuir al mantenimiento de la ficción pseudodemocrática y ocultar el estado casi terminal del paciente.
En lo tocante al PSOE y las expectativas que su gestión puede generar en ciertos sectores populares ya muy quemados por los recortes sociales y la larga duración del gobierno PPero, es necesario entender que las cosas llevan su tiempo. La mayoría de la gente necesita comprobar en la práctica dónde terminan sus ilusiones. El tiempo les irá colocando en su lugar. Hasta cierto punto es inevitable que se generen algunas ilusiones entre los sectores menos avanzados políticamente.
Esto no quiere decir que no haya que insistir en la propaganda acerca de todo ello. Los vaivenes continuos de los socialfascistas proporcionan abundante munición para denunciarles políticamente en lo que debe de constituir una campaña continua y sostenida en el tiempo.
(…)
Efectivamente, sí que percibo por parte de bastantes jóvenes hoy en día esa cierta idealización de la/las generaciones precedentes. En mi generación también predominó el conformismo (mezclado con el temor a la represión y una falta de perspectivas). Eran los años de la llamada “década de la infamia”, en los que el gobierno socialfascista de Felipe González se empleó a fondo para liquidar la resistencia del movimiento obrero a las reconversiones industriales, decapitar al Partido de la clase obrera y a la guerrilla antifascista y culminar el proceso de plena integración del régimen en las organizaciones supranacionales de la Europa imperialista (que ya habían iniciado durante la mal llamada “transición”). Llenaron de drogas duras los barrios obreros y populares, reprimieron a mansalva a quienes se oponían a sus planes, llevaron a cabo las reconversiones a tiros y con tanquetas cuando lo consideraron necesario, desarrollaron la guerra sucia para-policial (GAL), robaron a manos llenas y, al final, acabaron desembocando en una agudización total de la Crisis de Estado que culminó con su salida del gobierno y la llegada del PP como flamante relevo en la gestión del Estado.
Vamos, que lo sucedido con la moción de censura tiene sus precedentes (llegada del PP en 1996, salida de los peperos con el 11-M, etc.). Son distintas sacudidas de la Crisis de Estado crónica en las que un grupo oligárquico desplaza a otro en la gestión del Estado.
En aquellos finales de la larga década felipista también mucha gente respiró, inconscientemente, aliviada con el cambio; pues suponía su salida de buena parte de las instituciones a las que se habían incrustado como una lapa. Ello da una idea de hasta qué punto los socialfascistas habían decepcionado con sus promesas incumplidas a tantísima gente.
A éstos de ahora, en su momento, les sucederá lo mismo, pues carecen de un margen de maniobra real para emprender reformas de verdadero calado. Y mucho menos aun para “democratizar” España; no han venido a eso, sino a evitar que el tren del Estado acabe descarrilando fruto de las arremetidas represivas incendiarias del PP.
Llega un momento en que la extensión de la represión, en lugar de disuadir a la gente de organizarse y luchar por sus derechos, acaba actuando de estímulo o acicate en su contra y logrando que el número de los descontentos y revoltosos (más o menos organizados) aumente.
Este punto de inflexión (o crítico) estaban a punto de rebasarlo los peperos (con consecuencias difícilmente evaluables) debido a su actuación represiva en Catalunya. Por ello, el esperpento de Sánchez se llena tanto la boca de “diálogo político” con Catalunya. Su principal objetivo ahora es desactivar el movimiento independentista con gestos y promesas.
Al mismo tiempo, enmarcado en este contexto más amplio, se han dado cuenta de que también estaban apretando mucho el dogal con el tema de los procesos judiciales a cantantes, raperos, blogeros, colectivos antifascistas y otra gente individual en la Audiencia Nazi-onal por delitos de opinión. En consecuencia, han optado por levantar algo el pie del acelerador y echar el freno en parte a todo ello. Ahora mismo no les interesa tener a gente en la cárcel por unas canciones. También han generado sus frutos las diversas campañas de solidaridad desplegadas. Coinciden varios factores que empujan en la misma dirección.
Por todo ello, en mi opinión, habría que valorar la conveniencia de focalizar algunas de las reivindicaciones en el campo antirepresivo hacia la derogación de aquellos artículos de sus leyes especiales que les permiten enjuiciar y perseguir “delitos” de opinión y que coartan gravemente la libertad de expresión. Es un objetivo adecuado, ya que
pone el acento en los instrumentos que permiten al régimen seguir criminalizando opiniones cuando lo consideren necesario. Además, ayudará a desenmascarar a los socialdemócratas de nueva y vieja hornada que no estén dispuestos a ello. No basta con la inaplicación de determinados artículos del código penal o de la Ley Mordaza a casos específicos; hay que ir un paso más allá y hacer campaña por su derogación, como una herramienta más de denuncia política del régimen y de sus instituciones. Habrá que ver la forma de conjugar el que una particular incidencia en este aspecto, en este momento preciso, no vaya en detrimento de alguna campaña de excepcional importancia (y permanente) como la destinada a lograr la libertad de los presos políticos gravemente enfermos. Estoy convencido de que es posible conjugarlas.
A nadie se le escapa que otra intención que se esconde tras este retroceso parcial del rodillo represivo es la de quebrar la solidaridad entre los encausados, dividirlos y promover las salidas individuales. Por todo ello sigue siendo muy importante el que no decaiga la solidaridad en estos momentos ni tampoco se acabe dando una cierta desmovilización porque los objetivos ya hayan sido “conseguidos”. Nada más lejos de la realidad.
Tampoco se puede descartar el que, en su momento, combinen esta “desescalada” con alguna iniciativa ejemplarizante muy meditada y destinada a generar desconcierto, agravios comparativos, temor a la represión, etc. Hay que seguir vigilantes, especialmente en los casos en los que se acumulan varias sentencias condenatorias”.
Recibe un fuerte abrazo cargado de Resistencia.
¡Por el Comunismo! ¡Venceremos!
I.C.L.