Entrevista a Manuel Pérez Martínez, Camarada Arenas
Publicada en el periódico ‘El Otro País’ n.º 91, septiembre 2019
Manuel Pérez Martínez es el secretario general del Partido Comunista de España (reconstituido), un partido fundado en 1975 en su mayoría por ex militantes del PCE de Santiago Carrillo y de la OMLE (Organización Marxista Leninista). Fue una de las organizaciones que más se opuso a la transición política iniciada en 1977 por considerar que no rompía con el franquismo. De sus filas salieron también los fundadores de los GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre) por lo que los tribunales suelen condenar a los miembros del PCE(r) por terrorismo aunque no hayan cometido atentados, como le ha ocurrido al propio Arenas. Detenido en París en el año 2000 fue entregado a las autoridades españolas y la Audiencia Nacional le condenó a siete años de cárcel por el secuestro del empresario Publio Cordón, y posteriormente a 17 años más por un atentado contra una empresa de trabajo temporal en Madrid en 1998, actos en los que no participó. El preso político contesta a un cuestionario desde la cárcel de Albocàsser (Castellón), donde cumple su condena íntegramente sin ningún beneficio penitenciario a pesar de estar enfermo.
P.- ¿Cómo fue su proceso personal de incorporación a la causa de los trabajadores y a la lucha por el comunismo?
R.- Ese proceso fue determinado por numerosos factores. Mi padre era obrero de la construcción y mi madre también era de origen proletario. Naturalmente me querían muchísimo, pero como yo fui un pionero de la “cultura contra-escolar”, decidieron, con todo el dolor de sus corazones, que debía ponerme a trabajar para ayudarles a sacar adelante su numerosa prole. Yo acababa de cumplir siete años, así que desde muy temprana edad, bien tiernito, tuve la oportunidad de conocer la esclavitud asalariada, las penurias y las penalidades de mi condición de clase. Esto contribuyó a que se fuera gestando en mi mente un sentimiento de vapuleado que se fue desarrollando a lo largo del tiempo.
La emigración de mi familia desde Tetuán (Marruecos) a Madrid en 1956 y mi inmediata incorporación al trabajo de la construcción (en el gremio de la escayola), aceleró ese proceso de “concienciación”. El trabajo a destajo era entonces tan bestial como lo es ahora, pero como se pagaba por pieza y por metros y los precios eran tan bajos, teníamos que matarnos trabajando para conseguir un salario de hambre y sin ningún derecho. Esto, unido a las condiciones infrahumanas en las que nos veíamos obligados a malvivir en la barriada de chabolas de El Pozo del Tío Raimundo (eran los años del “milagro económico español”), me ayudaron a entender la naturaleza canibalesca del capitalismo y la necesidad de la lucha para acabar con él.
Finalmente, la relación con estudiantes que frecuentaban la “capilla” del cura Llanos me facilitó algunas lecturas de libros que estaban prohibidos, así como el contacto con el PCE. Milité en las juventudes de dicho partido hasta que rompí con el carrillismo en 1967.
P.- ¿Qué valoración hace del proceso desarrollado en España tras la muerte de Franco desde la actual perspectiva?
R.- Hoy no resulta difícil hacer ese tipo de valoraciones. Quiero decir que a la vista de los resultados, no es raro encontrar a personas serias que consideren que hemos sido víctimas de una estafa política monumental, con todo lo que eso supone a efectos económicos, sociales, culturales, etc. Pero ¿qué podíamos esperar de una reforma política realizada directamente por los detentadores del poder del Estado nacido de la sublevación militar-fascista contra la República?
Comenzando por el 23-F que recortó las conquistas políticas y forzó la entrada en la OTAN; pasando por las reconversiones que desmantelaron la industria y arrasaron con los derechos laborales y sociales conseguidos por los obreros en decenas de años de enconadas luchas contra la patronal y el Estado fascista; hasta la implantación de las leyes y los tribunales especiales de represión política y la llamada Ley de Partidos, que de hecho han mantenido el país bajo un permanente estado de excepción. Esto por no entrar en detalles sobre el ingreso en la Europa imperialista, que ha convertido a nuestro país en lo más parecido a una semi-colonia.
Este proceso no hubiera sido posible sin el terrorismo de Estado y la guerra sucia que han mantenido permanentemente contra los partidos y movimientos sociales que desde el primer momento denunciamos y nos opusimos, de la única manera que se podía hacer, a la maniobra política continuista del régimen. ¿Qué hubiera sido de la reforma sin las leyes y tribunales especiales de represión que le han servido de escudo y sin la corrupción generalizada con la que la oligarquía financiera, su principal beneficiaria, ha estimulado el celo de sus servidores y lacayos? Ahora estamos observando, como anticipamos hace tiempo que iba a suceder, que todo ese aparato de la Audiencia Nacional y de las cloacas del Estado se está volviendo contra sus propios patrocinadores. Esto revela el fracaso de la reforma y el callejón sin salida en que se encuentra el régimen. De manera que no solo tiene que continuar la guerra sucia y extenderla a cada vez más amplios sectores de las masas populares; también se ven obligados a mantener una guerra intestina empleando los mismos instrumentos que han creado para aniquilarnos a nosotros.
Prometieron hacer un viraje al “centro”, y al principio dieron algunos pasos tímidos en esa dirección, pero cuando se agravó la crisis y comenzaron a verse desbordados por el movimiento de masas, les entró el pánico y decidieron dar marcha atrás. Al no haberse producido la ruptura, éste era un recurso que les quedaba en “la reserva”. Con lo que se demuestra que, en realidad, nunca habían abandonado sus posiciones. Ha sucedido, simplemente, que la tragicomedia que han estado representando, hace ya algún tiempo que había terminado y se ha venido abajo el telón de fondo “democrático” que recubría el escenario. Con lo cual ha quedado al descubierto toda la tramoya de los intereses financieros monopolistas y el correspondiente tinglado político, judicial y mediático mafioso que lo ha sostenido… Como digo, todo esto se ha puesto últimamente de manifiesto mucho más claramente que nunca antes.
P.- En su opinión ¿cuáles fueron las causas que impidieron la ruptura con el fascismo?
R.- La causa principal fue, bajo mi punto de vista, la debilidad del movimiento obrero y comunista, que era para lo que habían estado trabajando durante muchos años los traidores carrillistas, basados en su política de reconciliación y pacto con los sectores “evolucionistas” del régimen. Además hay que tener en cuenta que nuestro partido, el PCE(r), acababa de nacer y se encontraba en mantillas. Esta y otras circunstancias, como las ansias de libertad de las masas populares, fueron aprovechadas por la burguesía y sus lacayos para sembrar la confusión y crear falsas ilusiones entre los trabajadores, al tiempo que el gobierno de la UCD desataba contra nosotros una feroz represión que fue acompañada de una infame campaña de intoxicación, de mentiras y calumnias. Más tarde, como es bien sabido, dichas campañas represivas han sido continuadas por los GALosos y, posteriormente, por los peperos, en lo que ha recibido el nombre de “guerra sucia”.
La camarilla carrillista ha estado participando muy activamente en esas campañas de guerra sucia dirigidas contra nuestro Partido y contra el conjunto del movimiento de resistencia antifascista, particularmente con su soplonería, ya que eran los que mejor nos conocían. Además, entre otros motivos para hacerlo, se encuentra el hecho de que nosotros les poníamos al descubierto en su rastrero colaboracionismo. Esto deberá ser anotado en la larga lista de traiciones cometidas por el revisionismo y la socialdemocracia en contra del movimiento obrero y comunista en España.
El hecho claro y clamoroso es que, gracias a esa traición de los carrillistas y los GALosos, así como a su “pacto” con los sectores “evolucionistas” del régimen, éstos pudieron evitar la ruptura y garantizar su continuidad con algunas reformas. Franco sabía lo que decía cuando dictó en su testamento político que lo dejaba todo “atado y bien atado”. Por eso no me parece nada exagerada la afirmación que hizo recientemente su nieto mayor en el sentido de que el caudillo genocida fue el verdadero “inspirador” del proceso político de la reforma llevada a cabo después de su muerte, así como de la Constitución monarco-fascista que nos mantiene atados y amordazados.
P.- Sin la colaboración del PCE de Carrillo ¿Habría sido posible otro escenario?
R.- Creo que sí, aunque hoy no podemos ni imaginar cómo se habría podido montar ese otro escenario ni quienes habrían sido sus principales actores. No podemos hablar seriamente de lo que “pudo haber sido”, sino de lo que realmente ocurrió. Y lo que desde luego puedo asegurar es que nuestro joven movimiento político, con un programa apenas esbozado, ni estaba preparado ni se propuso representar otro papel distinto al que realmente representó en aquel escenario y a todo lo largo de la crisis del régimen. Pues nosotros, los militantes del PCE(r), a pesar de los ramalazos de subjetivismo que entonces padecíamos, éramos conscientes de nuestras debilidades y grandes li-mitaciones… En realidad éste era un problema que el movimiento obrero revolucionario de nuestro país venía (y viene) arrastrando desde hace mucho tiempo, el cual se originó con la degeneración ideológica y política del movimiento comunista a partir de los años 50 del siglo pasado. Y como se puede comprender, un problema de esta naturaleza no podía tener una solución inmediata a la altura que demandaba la crisis política y social por la que atravesábamos.
Esta situación no había pasado desapercibida para los jerifaltes fascistas. Es más, se puede asegurar que éstos y su policía política no escatimaron esfuerzos en la represión de los verdaderos comunistas, ni la ayuda política necesaria a la labor de zapa de la banda carrillista encaminada a desarticular, confundir y desmoralizar al movimiento obrero y popular. De tal manera que cuando, finalmente, se aceleraron los acontecimientos políticos y sobrevino la crisis, tan solo quedaban una de estas dos alternativas: subirse al vagón de cola de la reforma del régimen (como hicieron todos los grupos oportunistas de “izquierda”) o bien hacer hasta lo imposible para que la tal reforma descarrilara y se iniciara cuanto antes un nuevo proceso político realmente democrático.
Como digo, entonces no existía, ni ha existido posteriormente, ninguna otra alternativa que no pasara por el acatamiento de las leyes fascistas y la colaboración con el régimen. Así que nosotros decidimos llamar a los trabajadores a resistir y nos pusimos a la cabeza del movimiento. Por lo demás, casi no hace falta decir que aunque no se consiguiera hacer “descarrilar” la máquina del Estado fascista español durante su maniobra política destinada a perpetuarse, sólo el hecho de intentarlo serviría de ejemplo para el futuro y permitiría –tal como ha sucedido- mantener de forma permanente la denuncia política del fascismo y la bandera en alto de la lucha de resistencia contra él. Creo firmemente que esto, al menos, lo hemos conseguido, a la vez que hemos puesto al descubierto todas las trapacerías políticas y las canalladas de la banda carrillista.
P.- ¿Cuál es la caracterización política que hace del Estado español en la actualidad?
R.- En mi opinión creo que el carácter político del Estado español es el mismo ahora que el de 1975 y el de 1939. O sea, que en lo esencial (de esto se trata cuando se habla del “carácter”) el Estado español no ha cambiado su carácter fascista en los más de 80 años de su existencia. Este sangriento anacronismo se explica por las peculiaridades que ha tenido el desarrollo del capitalismo y de la lucha de clases en España.
J. Dimitrov definió el fascismo como “la dictadura terrorista abierta de los sectores más reaccionarios, chovinistas y patrioteros del capitalismo financiero”. Dimitrov incluyó en esta definición a regímenes políticos supuestamente fundados en la existencia legal de algunos partidos burgueses y lo que llamó “una falsificación del parlamentarismo”. Esta definición exacta, rigurosamente científica, marxista, que hizo Dimitrov en su informe al VII Congreso de la Internacional Comunista se ajusta milimétricamente al Estado español.
Es cierto que desde 1975, y más aún desde la fecha ya tan lejana de 1939, se han producido en España numerosas e importantes transformaciones económicas y sociales que han generado nuevos hábitos de consumo, nuevas costumbres y la aparición de diversas tendencias estéticas y culturales. También es verdad que el desarrollo de la lucha de la clase obrera y de los movimientos de liberación de las naciones oprimidas por el Estado imperialista español, han conseguido arrancar al Estado numerosas concesiones y han ganado algunos espacios para la actuación política democrática. No obstante, todo esto no ha supuesto un cambio en la estructura ni ha removido los pilares económicos, sociales y políticos sobre los que se asienta el Estado; es decir, no ha modificado su carácter político fascista ni su naturaleza de clase monopolista-financiera; es más, en no pocos aspectos los ha reforzado.
La España de 2018, obviamente, se parece muy poco a la de 1939. Pero todos esos cambios que se han producido en lo que podríamos denominar “la base económico-social”, es lo que precisamente viene chocando todos los días, y de manera frontal, con la superestructura política, jurídica e ideológica puesta enteramente al servicio de los intereses de la oligarquía dominante. Esto explica el agravamiento de todas las contradicciones de la sociedad española, en particular la que enfrenta al proletariado y otros muchos trabajadores a la burguesía, así como la crisis política permanente en la que se encuentra sumido el país. Explica también el hecho, tantas veces demostrado, de que la clase dominante española no esté interesada y torpedee todo intento, por tímido y limitado que sea, de cambio político democrático que ponga fin a las crisis; y que se haya “instalado” en ella.
En realidad, la crisis política y su enfrentamiento permanente con las masas populares forman parte inseparable del régimen. Se podría decir que la crisis política es su elemento, pues nació de su propia debilidad y de ella se nutre continuamente. En la crisis se siente segura la oligarquía, por absurdo que esto parezca, ya que eso le permite legitimar el empleo sistemático de la violencia terrorista del Estado y no tener que hacer verdaderas concesiones económicas y políticas a los trabajadores, que la debilitarían aún más y pondrían en serio peligro su dominación. Esto es algo endémico. De ahí que nada esencial haya cambiado dentro del régimen y que éste no pueda cambiar por sí mismo. Lo impiden las leyes, los tribunales, el ejército, la policía y los demás instrumentos de que se ha dotado para impedir que cambie o sea modificado sustancialmente de forma legal, pacífica y parlamentaria. Este es el sentido del “atado y bien atado” que Franco dejó sentado en su testamento político.
P.- ¿Qué análisis hace del proceso soberanista catalán?
R.- No voy a entrar aquí en los avatares de la lucha política diaria, entre otros motivos porque mi situación no me lo permite ya que, como es sabido, me encuentro “fuera de juego”. En esta situación solo puedo atenerme a los principios que, tanto en ésta como en todas las demás cuestiones políticas e ideológicas, siempre hemos defendido.
Así que vaya por delante que nosotros, los comunistas, no somos partidarios de la separación de las naciones para formar pequeños Estados que debilitarían la lucha del proletariado frente a la burguesía y el imperialismo y haría mucho más difícil y costosa la construcción de la nueva sociedad socialista. Claro que esto no quiere decir en modo alguno que pretendamos crear un Estado unitario sobre la base de la opresión de las naciones, la desigualdad y la explotación. Todo lo contrario: lo que proponemos no es otra cosa que acabar con tal situación. Por eso defendemos el derecho a la autodeterminación y a la independencia de las naciones oprimidas por el Estado imperialista y fascista español. Cuando ese derecho es negado, como sucede en España, y el pueblo que lo defiende de forma democrática y pacífica es brutalmente reprimido y sus representantes encarcelados, la lucha por la independencia no sólo es totalmente legítima, sino que se convierte automáticamente en el único recurso que le queda a ese pueblo para liberarse de las pesadas cadenas que le oprimen. Y nosotros, los comunistas, en nombre de la clase obrera, tenemos el deber político y moral de apoyarle. Es más, considero que es nuestro propio interés como clase explotada y oprimida, el que nos dicta prestar apoyo político y toda nuestra solidaridad al proceso soberanista catalán (lo mismo que se lo prestamos al pueblo vasco y gallego), y hacer todo lo que podamos para que dicho proceso independentista y la proclamada república catalana prosigan y culminen con la formación de un nuevo Estado soberano.
Ante esta perspectiva ha de quedar claro que, como escribió el dirigente comunista catalán Joan Comorera, “España es un concepto de Estado”; es decir, que si prescindimos de ese concepto abstracto, España no existe como nación. Existe la nación castellana, la nación vasca, la nación catalana y la nación gallega; y existe el Estado fascista e imperialista español con sus policías, sus tribunales, su ejército, sus cárceles y sus recaudadores de impuestos, un Estado que oprime a todas estas naciones. Pues bien, el pueblo español, en particular la clase obrera, no tiene ningún interés en defender la existencia de este Estado, entre otros motivos porque, como ya está sobradamente demostrado, como dijo Marx, “un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre”.
Por la misma razón, casi no hace falta decir que la proclamación de la república catalana, su defensa en la calle, en los centros de trabajo, en las universidades, etc., así como la continuación del proceso independentista, brinda un magnífico ejemplo a seguir por los otros pueblos. Esto por no extenderme en más consideraciones sobre el agravamiento de todas las contradicciones y los enfrentamientos que han resultado de la aplicación del 155, que ha actuado como un torpedo en la línea de flotación del Estado español.
P.- ¿Es posible una segunda Transición que acicale el andamiaje del 78?
R.- Hace años que en los mentideros se viene especulando con la posibilidad de una segunda transición política, pero nadie sabe decirnos hacia dónde y cómo habría de efectuarse. Lo que sí se deja entrever son los supuestos “fallos” o insuficiencias de la primera. Por ahí podrían encontrar las “soluciones” que andan buscando para “estabilizar” el sistema y no incomodar a los que mandan y tienen bien agarrada la sartén por el mango.
Yo no encuentro en ninguna parte dentro del régimen y de los partidos políticos -incluidos los pretendidos partidos de “izquierda” que se han integrado en el sistema y lo defienden- las ideas o los “programas” para otra cosa que no sea dar algunos retoques más a la fachada del régimen del 39. Porque de ruptura nadie habla. De manera que tan solo habría que hacer algunas enmiendas a la Constitución monarco-fascista para que puedan ajustar mejor las autonomías y las llamadas burguesías nacionales se puedan encontrar de nuevo cómodas en el marco del “Estado de la nación”. Eso y poco más, como, por ejemplo, una nueva consagración de la monarquía en la figura femenina heredera de la corona Juan-carlista.
Se trataría, pues, de una segunda edición calcada de la llamada “Transición del 78” con pequeñas correcciones que no cuestionarían la primera ni pondrían en riego sus esplendidos resultados. Y es verdad, como hemos visto, que desde el mismo régimen no se puede hacer ni se quiere hacer otra cosa que repetir la jugada del 78, consistente en cambiar algunos detalles de decorado para que los cimientos, los pilares y los muros de contención del edificio del Estado fascista continúen igual. Incluso no faltan quienes, ante la gravedad que ha alcanzado la crisis, proponen como solución a la misma dar marcha atrás en la reforma, hasta hacerla desaparecer. Claro que esta “contrarreforma” o “reforma de la reforma” no tiene muchas posibilidades de prosperar.
La cuestión es que, para que podamos tomar en serio la posibilidad, no de una segunda, sino de la única y verdadera transición a la democracia que todavía no se ha producido y que demanda la grave crisis, ya crónica, que padece desde hace tiempo nuestro país, hay que romper con el régimen del 39 promoviendo la desobediencia civil, exigir la Amnistía general y sin condiciones de todos los presos políticos, represaliados y exiliados políticos independentistas, comunistas y antifascistas; la derogación de la legislación especial, de la Ley de partidos y la Ley mordaza; el respeto del ejercicio pleno de las libertades de expresión, reunión y manifestación, así como el derecho de los pueblos oprimidos por el Estado a decidir libremente su destino. Y como con todo esto no será suficiente para que se produzca un cambio real en las condiciones de vida y de trabajo y para asegurar a las masas populares un futuro de paz, libertad y dignidad, es absolutamente necesario forjar la unidad más estrecha y más firme de todos los trabajadores, partidos, sindicatos y movimientos sociales que estén dispuestos a luchar por la formación de un Gobierno Provisional democrático-revolucionario que deponga a los fascistas; derogue las leyes injustas, haga pagar sus culpas a los fascistas, corruptos y torturadores; nacionalice los monopolios y el capital financiero y, finalmente, convoque elecciones libres, verdaderamente democráticas, a una Asamblea Popular Constituyente.
Buenísima y necesaria
Comentario en Insurgente.org
Aúnque no es mi palabra preferida: gracias,
gracias por darnos a conocer a éste perínclito
y excelso luchador por la JUSTICIA.
“El Estado español no ha cambiado su carácter fascista
en los más de 80 años de su existencia”
Esta AXIOMATICA verdad regenera y alegra
nuestra alma dolorida y amordazada
en éste Valle de los Caídos dónde,
como en aquel siniestro parte de guerra,
«cautivo y desarmado» sigue el pueblo español,
y en ésto Manuel Llevas Toda la Razón.
Porque éste fue el único país europeo
donde Hitler no perdió, por eso aún
sigue el nieto del Sapo Iscariote
(como llamaba León Felipe a Franco)
de rey, jefe de estado y bobón,
y los torturadores silbando por la calle
con medallas y triple pensión.
¿COMO ES POSIBLE?
Esto sólo ha podido pasar
en un país TRAUMATIZADO por el terror
que aún, «cautivo y desarmado»,
no encuentra su camino liberador.
La definición que da Dimitrov de fascismo
es demasiado larga. Nosotros tenemos
una más corta y expresiva:
ÇAPITALISMO AL DESNUDO.
Manuel, un Abrazo.
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