Repasando la historia
De: Eduardo Galeano
-El engranaje
Los batallones alemanes barrieron Polonia, aldea por aldea, exterminando judíos a la luz del sol o a la luz de los faros de los camiones.
Los soldados, casi todos civiles, funcionarios, obreros, estudiantes, eran actores de una tragedia escrita de antemano. Iban a convertirse en verdugos, y podían sufrir vómitos o diarreas. Pero cuando se abría el telón y entraban en escena, actuaban.
En el pueblo de Josefów, en julio del 42, el Batallón Policial de Reserva 101 tuvo su bautismo de fuego contra mil quinientos viejos, mujeres y niños que no ofrecieron la menor resistencia.
El comandante reunió a los soldados, novatos en estas lides, y les dijo que si alguno no se sentía en condiciones de realizar esta tarea, podía no hacerla. Bastaba con que diera un paso al frente. El comandante lo dijo, y esperó. Muy pocos dieron el paso.
Las víctimas esperaron la muerte desnudos, acostados boca abajo.
Los soldados les clavaron las bayonetas entre los omóplatos y dispararon todos a la vez.
-Prohibido ser ineficiente
El hogar estaba pegado a la fábrica. Desde la ventana del dormitorio, se veían las chimeneas.
El director regresaba a casa cada mediodía, se sentaba junto a su mujer y sus cinco hijos, rezaba el Padrenuestro, almorzaba y después recorría el jardín, los árboles, las flores, las gallinas y los pájaros cantores, pero ni por un instante perdía de vista la buena marcha de la producción industrial.
Era el primero en llegar a la fábrica y el último en irse. Respetado y temido, aparecía a cualquier hora, sin aviso, en cualquier parte.
No soportaba el desperdicio de recursos. Los costos altos y la productividad baja le amargaban la vida. Le daban náuseas la falta de higiene y el desorden. Podía perdonar cualquier pecado. La ineficiencia, no.
Fue él quien sustituyó el ácido sulfúrico y el monóxido de carbono por el fulminante gas Zyklon B, fue él quien creó hornos crematorios diez veces más productivos que los hornos de Treblinka, fue él quien logró producir la mayor cantidad de muerte en el menor tiempo y fue él quien creó el mejor centro de exterminio de toda la historia de la humanidad.
En 1947, Rudolf Höss fue ahorcado en Auschwitz, el campo de concentración que él había construido y dirigido, entre los árboles en flor a los que había dedicado algunos poemas.
-Quiéreme mucho
Los amigos de Adolf Hitler tienen mala memoria, pero la aventura nazi no hubiera sido posible sin la ayuda que de ellos recibió.
Como sus colegas Mussolini y Franco, Hitler contó con el temprano beneplácito de la Iglesia Católica.
Hugo Boss vistió su ejército.
Bertelsmann publicó las obras que instruyeron a sus oficiales.
Sus aviones volaban gracias al combustible de la Standard Oil y sus soldados viajaban en camiones y jeeps marca Ford. Henry Ford, autor de esos vehículos y del libro ‘El judío internacional’, fue su musa inspiradora. Hitler se lo agradeció condecorándolo.
También condecoró al presidente de la IBM, la empresa que hizo posible la identificación de los judíos.
La Rockefeller Foundation financió investigaciones raciales y racistas de la medicina nazi.
Joe Kennedy, padre del presidente, era embajador de los Estados Unidos en Londres, pero más parecía embajador de Alemania. Y Prescott Bush, padre y abuelo de presidentes, fue colaborador de Fritz Thyssen, quien puso su fortuna al servicio de Hitler.
El Deutsche Bank financió la construcción del campo de concentración de Auschwitz.
El consorcio IGFarben, el gigante de la industria química alemana, que después pasó a llamarse Bayer, Basf o Hoechst, usaba como conejillos de Indias a los prisioneros de los campos, y además los usaba de mano de obra. Estos obreros esclavos producían de todo, incluyendo el gas que iba a matarlos.
Los prisioneros trabajaban también para otras empresas, como Krupp, Thyssen, Siemens, Varta, Bosch, Daimler Benz, Volkswagen y BMW, que eran la base económica de los delirios nazis.
Los bancos suizos ganaron dinerales comprando a Hitler el oro de sus víctimas: sus alhajas y sus dientes. El oro entraba en Suiza con asombrosa facilidad, mientras la frontera estaba cerrada a cal y canto para los fugitivos de carne y hueso.
Coca-Cola inventó la Fanta para el mercado alemán en plena guerra. En ese período, también Unilever, Westinghouse y General Electric multiplicaron allí sus inversiones y sus ganancias. Cuando la guerra terminó, la empresa ITT recibió una millonaria indemnización porque los bombardeos aliados habían dañado sus fábricas en Alemania.