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Los fusilamientos del 27 de septiembre: el inicio de una nueva etapa
Los fusilamientos del 27 de septiembre de 1975 son presentados a menudo por todos aquellos partidos y organizaciones que se integraron en el régimen como la última oleada represiva del fascismo; para otros fueron el aviso a todos aquellos que se propusieran continuar la denuncia y la lucha contra la continuación del régimen fascista que pretendían poner en marcha con la maniobra política de la “Transición”. Había que dejar las opciones que se presentaban al movimiento de resistencia de forma clara y contundente: o te integras o te eliminamos.
El viernes 26 de septiembre el Consejo de Ministros aprobó por unanimidad el fusilamiento de cinco prisioneros políticos de los once que en aquellos momentos habían sido condenados a muerte. Dos eran militantes de ETA y tres del FRAP.
En cuando se supo la noticia, en el País Vasco se llamó a la huelga general, que paralizó por completo al País Vasco. Se calcula que pararon más de 200.000 trabajadores, a pesar del estado de excepción a la que estaban sometidas Bizkaia y Gipúzkoa. La huelga se transformó en tres días de duros enfrentamientos con la policía. Los centenares de detenidos fueron encerrados en campos de fútbol. Mientras, en el resto del Estado las manifestaciones, paros y protestas se sucedieron en todas las ciudades. A nivel internacional también se extendió la protesta, en diversas capitales europeas los manifestantes asaltaron las embajadas españolas.
En la mañana del 27 de septiembre fueron fusilados, los tres miembros del FRAP en Madrid, en el cuartel de Hoyo de Manzanares; los dos militantes de ETA, en Burgos y Barcelona respectivamente. Los pelotones de fusilamiento estaban formados por voluntarios de la Policía Armada y de la Guardia Civil.