Repasando la historia:
La propaganda, los anuncios, control económico y político
Un breve análisis de la historia de la publicidad (II de II)
En la 2ª guerra mundial, la propaganda se vuelve belicista. Y no hay empresa que no colabore con su nación en contra de las otras. Anuncios de cigarrillos portados por un mata-alemanes. Anuncio de aire acondicionado diciendo que ellos colaboran contra los japoneses porque la mira de los submarinos estaba hecha en sus fábricas. Anuncio de joyas para que las mujeres alemanas no vistieran como ‘las vulgares rojas’. El ‘coche del pueblo’, producto de la mercadotecnia nazi. Y así hasta el vómito.
Termina la guerra. Florece la TV y ahí descubrieron la gran bicoca. Manejar los deseos y las motivaciones de las personas y crearles necesidades de bienes innecesarios, superfluos; con imagen, sonido y presencia en todos los hogares en el salón principal. Convertirlos en señas de identidad, la clase media no fue sino un invento de los publicistas. Vendían alegría, alejamiento de las penurias. Por eso, millones de familias con vivienda en hipoteca, un utilitario, frigorífico y aspirador se empezaron a pensar clase media. Ningún anuncio les contó que la plusvalía y la pertenencia a una clase u otra no funcionan de esa manera. Se da sobre todo en EE.UU., la gran ganadora económica de la guerra. Pero también en las ciudades europeas reconstruidas. Pedían dinero para obras sociales y anunciaban casinos o el último grito en lavadoras. Ya sabéis ‘es el mercado, amigo’.
La superproducción de materiales y productos ocupó todos los años 50. Tantos productos, que tuvieron que sacar al mercado varias estrategias nuevas. Había que vender de todo. Produzcos congelados, miles de ‘alimentos’ nuevos, dietas nuevas y ‘sanas’, electrodomésticos, lujo. ‘Como la XR1 pero mejorada, ahora te deja el coche brillante’ ‘Producto para adelgazar’ ‘Producto activado, milagroso’. Y nació la obsolescencia, que dicta que un producto tiene fecha de fin de funcionamiento. Nada de lo construido en los 50 funciona ya. Numerosos artículos de consumo soviéticos, sin embargo, duraron muchos más años de vida útil.
La competencia en el mercado y en la publicidad es terrible, y las empresas contratan en sus equipos a científicos sociales, estadistas, psicólogos. Comienzan los ‘bancos de pruebas’ de experimentar físicamente con los compradores los gustos del mercado. Trataban de buscar el estilo, la motivación de la compra, cuando es un ejercicio inducido, con claros resultados previsibles. Así que nacieron los ‘sellos’ descuento, las promociones, los concursos en radio y TV. Hablamos de millones de microdescuentos, de dos x uno, premios por responder preguntas sobre detergentes, aspiradores o ‘el gusto de moda’.
Hablamos de que la influencia propangandista hundió productos para sacar otros. Por ejemplo, la guerra contra las bebidas sin alcohol, a favor de brebajes ‘light’ por una parte y refrescos con azucar de multinacionales por otra; o la realizada contra las constumbres de una dieta normal para meter dietas especializadas, bajas en calorías, con tanto y tanto componente añadido ‘para su salud’. En 1955 había aumentado por 300 la venta de bebidas bajas en calorías. En 1958 las emplesas de dentríficos multiplicaron sus ventas de años anteriores. Añadían fluor, antienzimas, clorofila, ‘nuestro producto secreto’…
Todo a base de millones en anuncios, campañas y publicidad. Ni que decir tiene que muchos de los productos milagros resultaron estafas o peor, dañinos para la salud. Todo era reparable. Que la campaña anti-tabaco era fuerte, se saca el cigarro con filtro, con menos alquitrán o en cajitas de colores. Para ello, miles de anuncios de la personalidad propia que alguien tiene al fumar. Los laboratorios de pruebas, al servicio también de las marcas, decían que sí, que ese cigarro era mejor que el anterior. Del cáncer de pulmón, ni un solo anuncio de las tabacaleras.
Dichas campañas eran además potenciadas por noticias o editoriales en prensa y radio. Nombramos un anuncio de los 50 del siglo pasado en prensa yanqui: “¿Teme usted la contaminación de la Bomba-A? Cuando ocurra un ataque, elimine la contaminación con Flobar”.
La publicidad y la política siguen de la mano en esa década. En la campaña presidencial en EE.UU. en 1956, ya se habían gastado 2 millones en anuncios en años anteriores. Contaron con supervisores de apariciones televisivas, radiofónicas y en prensa. Los demócratas gastaron 8 millones en propaganda, pero la tuvo que llevar un agencia menor, pues 37 agencias se habían posicionado por los republicanos. El anuncio hizo el voto, no al revés. Desde los 50, la publicidad es el pilar fundamental de la política yanqui. Trump no ha inventado nada, le inventaron a él.
Pero la gran carga de la propaganda en la década de los 60, sin dejar la prensa y la radio, pasa a la TV.
Sus estudios decían que los programas sesudos, profundos, apartaban a la gente de la publicidad, al estar en los anuncios hablando del tema y no prestando atención a la carísima propaganda. Así que nacen los programas magacines, de entretenimiento y de ‘ocio’ a todas horas (no es un invento en España ni de TV5). La publicidad monta el programa, no al revés. Los anunciantes, negándose a comprar publicidad en ciertos programas, los quitaban de parrilla, para colocar los adecuados a sus patrocinadores.
Los relaciones públicas crecieron en multitud y descarne contra la objetividad. Sólo en EE.UU. en 1960 había 100.000 rr.pp.. Él es quien a través de los anuncios, los bombardeos de publicidad, dicta lo que es conveniente para la TV.
Convierten la imagen, el logo de empresa, en algo tan importante como el producto mismo. Millones en convertir un logo en famoso, luego vende él solo. Y gente que paga por lucir el logo, sea en un coche, en un bolso o en un refresco.
En un estudio de los 60, definen así al asesor publicitario de altos vuelos, igual si era inglés, alemán o estadounidense: Hombre, blanco, conservador, capitalista, entre 40 y 65 años, y con enorme influencia en los media.
En los 70 la influencia de la publicidad da un nuevo salto en acaparar lugares donde expandir sus anuncios. En EE.UU. en 1972 se gastaron 23.000 millones de dólares en anuncios colocados, además de en los media, en asociaciones, iglesias, sindicatos, escuelas, en carreteras… Según un estudio, un día se publicaron 5.600 millones de mensajes de anuncios, en 1.800 periódicos, 8.150 semanarios, 2.000 revistas, 3.900 radios de AM y 1.350 de FM y 770 canales de TV, en un millón de autobuses, trenes y metros, y en 300.000 carteleras en la calle. Aparte, los 52 millones de anuncios mandados por correo y los cientos de miles de artículos promocionales.
La gran mayoría, de grandes multinacionales, emporios, empresas de comunicación…
Enmarcan en fuego mentiras legadas hasta ahora. “El 100% de sabor natural”, “no encontrará nada mejor” “el lujo te hará excepcional”…
En 1975, sólo 10 multinacionales gastaron en publicidad 1.200 millones de dólares.
Mientras, en 1973 la multinacional ITT apoya el golpe fascista en Chile, y como contra réplica por las críticas, gasta millones de dólares en publicidad “Las mejores ideas son las que mejor ayudan a la gente”. La agencia de publicidad Thompson, con 6.000 agentes en 26 países, fue contratada en 1974 por el Chile fascista para limpiar su imagen de cara al exterior. Impartió charlas, clases y simposium a ejecutivos para que éstos después intercedieran en la prensa, congresos internacionales, etc.
En la década de los 70, la CIA puso en circulación 36 periódicos en 29 lenguas. Todos tenían sus anuncios, crónicas comerciales, etc. Como propósito, publicitar y promocionar la versión USA del “estilo de vida norteamericano”. Puso en antena La Voz de América, con 2.300 personas trabajando en 36 idiomas. Y produjeron 1.000 películas, documentales y espectáculos para proyectar en 2.000 televisiones de 97 países. Los anuncios, consejos comercionales, etc, acompañaban la campaña anticomunista a nivel mundial.
Cómo olvidar España, donde el PSOE recibió millones de marcos de la socialdemocracia alemana que fueron invertidos en millones de anuncios, carteles, pegatinas, compra de espacios. Era una de las apuestas contra el PCE, que les salió de maravilla.
Para 1980, incluso los analistas económicos lo tuvieron que reconocer “Lejos de ser un aspecto poco importante dentro del sistema, la publicidad ha avanzado hasta ser uno de sus centros más decisivos. Sólamente superada por el militarismo”.
En 1990 y con la caída de los países socialistas, el mercado de la publicidad se multiplica a niveles insospechados. Incluso en las guerras, la competencia capitalista llevada a la publicidad está en primera plana: Qué camión llega antes a la Irak arrasada, el de la Pepsi o el de la Coca-Cola.
Desde entonces aquí, lo conocido. Invasión de la publicidad, tanto de la económica mercantil como de la política. Contagio a las nuevas redes sociales, internet, que las han convertido en una auténtica jungla.
Nada nuevo sino a peor. Cachitos de película entre anuncio y anuncio. Propaganda interesada, dada hasta en los funerales.
Atentos pues, la felicidad está en la barricada, no en el centro comercial.
“La publicidad vende cosas que la gente ni necesita ni quiere. Impone una suerte de uniformidad sobre el pueblo. Genera la proliferación insensata de mercancías y servicios. Tiene como consecuencia el aumento de los precios. Es falsa y engañosa. La mayor parte de ella es irrelevante. Patrocina el mal gusto o lo exhibe. Es intrusa en demasía. La publicidad controla la discusión de los temas públicos con su control de los medios de difusión de noticias”
K.A. Longman