Movimiento obrero. Sus luchas. Su situación:
-Los mecanismos de reproducción de la ideología dominante
Juan Manuel Olarieta
La
ideología burguesa es dominante por el monopolio de los medios de
información, que no son sólo las grandes cadenas de comunicación,
sino también otras instituciones, como la universidad, las redes
sociales, el cine, la publicidad o las editoriales. Del mismo modo
que el Estado acapara el monopolio de la violencia para la burguesía,
los medios acaparan la difusión de su ideología de clase y una (la
violencia) es tan decisivo como la otra (la ideología).
El
monopolio ideológico burgués no es importante, como a veces suponen
algunos, porque alcanza a una audiencia multitudinaria sino porque
repite un mismo mensaje constantemente. Un contenido es ideológico
porque es reproductivo y, en consecuencia, exactamente igual a otro
anterior. A veces llega a ser abrumador, intoxicador. Cuando un mismo
mensaje prolifera y lo escuchamos repetido muchas veces, es porque
forma parte de la ideología dominante. Lo mismo ocurre cuando
escuchamos el mismo mensaje en medios diferentes o en boca de muchas
personas diferentes.
La comunicación es una industria que se
autofinancia porque gana dinero. Por eso en la actualidad la mayor
parte de las cadenas son privadas.
Es un negocio que emplea a legiones de personas cuyo medio de vida es
la reproducción de los mismos contenidos. Son profesionales de ello
y las noticias son mercancías que se venden a los consumidores.
Cuantos más consumidores tenga un mensaje, mayor es el negocio; el
medio gana más dinero y el mensaje llega más lejos. Por eso las
mercancías son difíciles de diferenciar de sus respectivas marcas
comerciales y a veces decimos la marca (Dodotis) en lugar de la
mercancía (pañal). Por eso los programas de televisión y la radio
no son más que publicidad encubierta.
Una ideología es tanto
más dominante cuanto más funcional resulta el mensaje para la
burguesía que lo patrocina. La ideología dominante circula sin
rozamiento y por eso puede tener un recorrido tan largo. Por eso la
ideología dominante está en todos y en todas partes, a diferencia
de la ciencia.
La ideología dominante no necesita demostrar
nada. Por eso sus mensajes son tan simples. Se limitan a repetir algo
que todos conocen de antemano y que han oído muchas veces. Una
ideología es lo más parecido a un acto de fe. De ahí que las
religiones sean el uno de los mejores ejemplos de ideología, capaces
de llegar a millones de personas a lo largo de muchos siglos.
La
ideología dominante no sólo tiene un contenido intelectual sino
emocional. Especialmente las religiones crean poderosos vínculos
afectivos entre sus fieles apelando a sus sentimientos, el más
importante de los cuales es el miedo y, sobre todo, el miedo a la
libertad.
La dominación ideológica invierte la carga de la
prueba. A quien se opone a la ideología dominante se le exigen
pruebas y argumentos. Por ejemplo, son los ateos los que deben
demostrar que dios no existe. Eso convierte a la crítica de la
ideología dominante en un acto complejo, que supone la realización
de un esfuerzo, no sólo por parte del que expone sino también por
parte del que escucha. El trabajo crítico es doble; consiste en
negar primero la tesis para sustituirla luego por otra superior, más
acabada. Por eso la elaboración crítica es una única creativa,
innovadora.
La ideología dominante pone las etiquetas (es el
sujeto); la crítica es etiquetada (es el objeto). A un crítico se
le tacha de ser la oveja negra, un bicho raro, un personaje polémico,
singular. Por el contrario, el que se limita a reproducir la
ideología dominante es intercambiable por cualquier otro. Un medio
cambia de redactor lo mismo que una radio cambia de micrófono. El
mensaje no depende del medio, ni de la agencia de noticias, ni del
periodista. A diferencia de ellos, los críticos son insustituibles.
Hay informaciones que sólo se pueden leer en determinados medios o a
determinados pensadores. Un mensaje crítico aparece muy vinculado a
su origen, al que lo elaboró. Eso facilita la agresión dominante.
Permite atacar al mensajero además de atacar al mensaje. Basta matar
al mensajero para matar su mensaje. A veces basta desacreditar al
mensajero para desacreditar al mensaje.
La ideología dominante
se sostiene sobre las apariencias; la crítica sobre las esencias. A
veces se dice que una determinada información burguesa no llega a la
raíz de los acontecimientos. Los medios dominantes se llenan así de
anécdotas, curiosidades y vulgaridades que no alcanzan para nada al
fondo de asunto. La burguesía es superficial. Cuando un medio o un
reportaje se rellena con anécdotas es porque quiere ocultar las
raíces. La esencia explica las apariencias y éstas ocultan a la
anterior.
Un libro repleto de anécdotas muestra una realidad
fragmentada; una explicación esencial suministra un marco mucho más
coherente de ella y de sus causas. Como escribió Aristóteles, el
único conocimiento realmente científico es el que pone las causas
encima de la mesa y, por lo tanto, descubre su esencia.
Las
apariencias entran por los sentidos, mientras que la esencia requiere
un esfuerzo intelectual, que se añade al anterior. Por eso la prensa
se llena de fotos y por eso una imagen vale más que mil
palabras.
Las apariencias y las imágenes fabrican consumidores
pasivos, agarrotados por la ley del mínimo esfuerzo y la rutina. La
crítica necesita indagadores, personajes inquietos que no se
conformen con los decorados.
Para la burguesía escribir es un
medio de vida; para el proletariado es una necesidad: la de
sobrevivir.
–¿Dónde está vuestra españolidad y vuestros banderones?
Las multinacionales españolas que más ganan son las que menos impuestos pagan.
27 grandes grupos, que en 2016 sumaron 25.000 millones de beneficios, tributaron el 0,3 por ciento. 65 millones.
-Derecho a la insurrección
“Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es para el pueblo, y para cada porción del pueblo, el más sagrado de sus derechos y el más indispensable de sus deberes”
Artículo 35. Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, 1793.