Cartas desde prisión:
Israel Clemente López
Algeciras, 11 de enero de 2020
Con Sello de “Intervenida”
Espero que cuando recibas estas letras te encuentres bien y hayas empezado el nuevo año con buen pie. Te confirmo que recibí tu carta del 13 de diciembre, así como una postal.
Entrando en materia, respecto a lo que comentas de Colombia poca información puedo añadir. De los muros para acá se padece una cierta penuria informativa; lo que es, en buena medida, inevitable. Me quedo con tu caracterización de los dos movimientos político-militares que aspiran a retomar la bandera de lo que fueron históricamente las FARC. Me parece acertada en gran medida.
Sin embargo, como suele decirse, “el diablo está en los detalles”… tanto en lo tocante a las posibilidades de convergencia futura en su accionar, como de una hipotética “unidad”. Seguramente, lo primero puede resultar más sencillo que lo segundo. Y es que, por lo que avanzas, parece que el sector “Segunda Marquetalia” dista mucho de haberse desembarazado de numerosas concepciones que acabaron conduciendo, en su momento, a la desmovilización de la guerrilla y a la cuasi plena integración de los promotores de la misma en el sistema político colombiano a través de un partido de corte socialdemócrata y una práctica electoral – institucional que viene a legitimarlo.
Para ser capaces de corregir las desviaciones políticas que dieron campo libre al liquidacionismo es preciso partir de una seria autocrítica colectiva que desmenuce analíticamente todo el proceso acontecido a diferentes niveles. Es un trabajo de aclaración arduo, pero imprescindible, de cara a avanzar política y organizadamente por la senda de la Resistencia popular. No es tarea sencilla, pues deberían desprenderse de no pocos lastres. Si esto no se aborda en profundidad, ese sector, independientemente de sus buenas intenciones, se verá abocado a repetir toda una serie de errores que le llevaron a ceder la iniciativa político-militar al Estado de la oligarquía colombiana. Es decir, y perdóname por la obviedad, con la voluntad sola no basta. Hacen falta análisis y rectificaciones colectivas que echen raíces con la lucha política y social de la clase obrera colombiana y otros sectores populares y oprimidos de la población.
Mientras no se depuren y corrijan toda una serie de concepciones que se alejan del terreno firme del marxismo será como marchar a través de un campo de minas, esperando que no exploten bajo sus pies a cada paso. No creas que es una exageración, en absoluto.
Tampoco es probable, debido a su heterogeneidad, que ese otro sector al que los medios llaman “Disidencias de las FARC” se halle completamente libre de todo lastre político e ideológico, si bien, por lo que cuentas, parece que han recorrido hacia la rectificación una mayor parte de camino, lo que les habrá servido para identificar con mayor precisión y certeza un mayor número de concepciones erróneas de su pasado.
En estas condiciones, donde forzosamente debe de existir aun una gran confusión política e ideológica, cabe preguntarse hasta qué punto hay condiciones reales para una confluencia o futura unidad entre ambos grupos y, sobre todo, bajo qué premisas sería conveniente que se diese.
He leído algunas reflexiones en el sentido de que los de “Segunda Marquetalia” serían en buena parte ideólogos (hasta un cierto punto de su desarrollo) del proceso político que desembocó en la desmovilización unilateral. Cabe suponer que, de ser así, las concepciones erróneas disten mucho de haber sido extirpadas de raíz, lógicamente. Sería un tanto idealista suponer que sin un análisis autocrítico colectivo que se remonte en el tiempo pudiera darse un cambio tan drástico.
Ello, en mi opinión, explicaría en buena medida algunos pronunciamientos públicos que no dejan de sorprendernos como esa insistencia en un ‘Gran Acuerdo Nacional’ que no hace pie en la realidad del país (y de su régimen político). Imagínate, en un ejemplo de política ficción (o quizás no tanto) lo que podía suponer en la práctica que una parte de los antiguos ideólogos del Secretariado fariano volviesen a ejercer de tales marcando el camino a los abundantes cuadros medios de las ‘disidencias’. Es decir, ¿hasta qué punto volverían a aparecer los viejos errores y desviaciones si no han sido plenamente identificados y combatidos en el plano político e ideológico?
Máxime si la confrontación político-militar sube de grados e intensidad espoleando a los viejos caballos del militarismo, el coyunturalismo y las acuciantes y urgentes necesidades y tareas que impone una lucha a muerte de ese tipo contra un Estado capitaneado por una oligarquía terrorista y genocida como la colombiana. Arrastrados de nuevo a la vorágine sin haber conformado plenamente una potente plataforma política e ideológica que permita una rectificación en profundidad de todo lo necesario.
Por ello me parece que no se pueden hacer valoraciones a la ligera, dado que las condiciones ahora mismo allí son extraordinariamente complejas (y algunas adversas). Unidad, ¿para qué y con quién? ¿Se ha avanzado lo suficiente en la aclaración colectiva como para haber sentado las bases necesarias para ello?
Para terminar con estos comentarios al hilo de tus reflexiones sobre Colombia y las perspectivas allí para el movimiento guerrillero, me parece importante poner el foco en la necesidad de una correcta valoración de lo que ha supuesto el mal llamado “proceso de paz” con las FARC y las desmesuradas expectativas que generaron las negociaciones en Cuba.
Cabe preguntarse, igualmente, si, aparte de la utilización de las “negociaciones” como un arma más de su arsenal contrainsurgente, la oligarquía colombiana tenía la más mínima intención de que éstas desembocasen en algún tipo de “proceso democratizador”. A mí me parece evidente que no era así. Y no lo digo porque esté afectado de algún prejuicio o posición de principios a ese respecto, sino porque ni el marco internacional ni el específico estatal se prestaban a ello. No había condiciones.
La campaña de terrorismo de Estado desatada allí desde 2016 así lo viene a poner en evidencia. Lo único que ha cambiado respecto a los “años de plomo” contra la Unión Patriótica en los 80 es que la oligarquía no desea un exterminio masivo a corto plazo de oponentes políticos y sociales para que el acuerdo con las FARC no quede desacreditado nacional e internacionalmente. Han optado por una matanza sostenido a medio plazo, semana a semana, mes a mes, pero que suma igualmente nuevas víctimas de forma imparable. Habrá que ver lo que suman esas muertes pasada una década.
En tu tierra, Euskal Herria, estas cuestiones tienen mucho eco, debido a la versión interesada y edulcorada que la izquierda abertzale oficial transmite a través de sus medios de opinión. No es casual que hayan hecho causa común en su visión del mundo con la dirección socialdemócrata del partido “FARC” que vegeta en el parlamento colombiano.
Tal y como me dices, esa necesidad de hacer balance, autocrítica y análisis colectivo también la tienen las organizaciones populares desgajadas de lo que fue el MLNV. No será un proceso sencillo ni rápido, pues a veces dudo acerca de si, en su mayor parte, son conscientes de esta necesidad de asentar unas mínimas bases. Me da la impresión, que de forma más o menos espontánea, estos sectores tienden hacia el activismo.
(…) Recibe un fuerte abrazo cargado de Resistencia.
Por el comunismo. Venceremos.
*A ver si me podéis mandar algún recorte de artículo o análisis sobre la agravación de las tensiones entre EE.UU e Irán y lo que respecta a Oriente Medio.