Luchas, derrotas, victorias… Antifascistas
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La insurrección de 1934 en Austria
Austria tuvo una historia paralela a la de Alemania.
Al igual que en Alemania se formaron bandas parapoliciales que estaban financiadas por los propietarios de la gran industria. Estaban bien armados y tenían un programa fascista claro. Frente a ellos se crearon el CRD (Cuerpo Republicano de Defensa) que era una formación de autodefensa compuesta de voluntarios antifascistas mal armados.
En marzo de 1933 el gobierno Dollfuss, al igual que había hecho el Partido Nazi en Alemania, cerró el Parlamento y gobernó durante más de un año con poderes especiales. En este tiempo se aprobaron 471 leyes. El CRD fue ilegalizado, en abril se prohibieron las huelgas y en verano de 1933 fue prohibido el Partido Comunista. Se aprobaron leyes contra la clase obrera (se suprimió la ley sobre la jornada laboral, se recortó el subsidio por desempleo y las huelgas prácticamente fueron prohibidas.
El 12 de febrero, cuando la policía intentó confiscar las armas al CRD de Linz, los trabajadores resistieron y comenzaron a luchar y a defenderse. La noticia de las luchas en Linz llegó a Viena. Los trabajadores en algunas fábricas se declararon en huelga; la socialdemocracia intentó calmar a los trabajadores, pero transcurridas unas horas, ante la determinación de la clase obrera, no les quedó más remedio que convocar la huelga general.
La lucha se extendió a otras ciudades industriales, pero carecían de armas porque estas ya habían sido incautadas en la mayoría de las ciudades. En algunos barrios de Viena los trabajadores lucharon durante tres días. El foco principal de la resistencia estaba en los edificios socializados de Viena (Floridsdorf) que fueron bombardeados por los soldados del ejército austriaco. Los fascistas no regatearon en medios para sofocar la insurrección. Todos los cuerpos represivos: gendarmes, policías, ejército, las formaciones armadas fascistas fueron lanzados con ferocidad contra los insurrectos, tampoco escatimaron en armamento: ametralladoras, tanques, cañones, trenes blindados, lanzaminas, todo fue utilizado para aplastar al proletariado insurrecto.
Las casas, las barriadas, las calles fueron defendidas y disputadas una a una. La represión fue atroz; mientras las cifras oficiales dadas por los asesinos hablaban de 500 insurrectos muertos, la prensa extranjera admitió que más de 1000 combatientes habían caído, sin contar los heridos y cuyas cifras oscilaron entre los cuatro y cinco mil. Los Tribunales militares se encargaron de completar la tarea de vengar a los ricos industriales, banqueros y terratenientes: condenaron y ejecutaron a decenas de obreros, entre los que se encontraban los líderes de la insurrección; las organizaciones y partidos obreros fueron prohibidos. Muchos militantes del PSDA (Partido Socialdemócrata de Austria) y de sus organizaciones de masas fueron enviados a campos de concentración.