Tortura:
Relato recogido en el libro “Dentro y fuera resistencia”
Escrito por presos comunistas y antifascistas. Editorial Contra Canto. 1987
El Bueno
Siéntate. Qué pasa, hombre, ¿Sabes?, tu hija se ha metido en el bolsillo a toda la brigada. Ayer tarde bajaron al Corte Inglés a comprarle una muñeca. Se pasa todo el tiempo jugando con el teléfono. Es una joya de niña. No me explico cómo, teniendo una hija así, andas metido en estos líos… ¿Quieres algo? ¿Una cerveza, un café…?
NO.
¿Un cigarro?
BUENO.
¿Abajo no te dan?
COMO SI NO LO SUPIERAS.
Es porque quemando los filtros se cristalizan y algunos se han cortado las venas.
NO SE ME CUIDA TANTO AQUI ARRIBA.
Mira, a mí me repugnan los malos tratos, eso no va conmigo. Me parecen innecesarios. Hay otros métodos que dan iguales y hasta mejores resultados, de eso estoy convencido. Hacer que se confiesen los delitos no siempre se consigue a golpes. Yo jamás le toqué un pelo a nadie y no pienso tocárselo, si no es en defensa propia; y te puedo asegurar que gente dura con la que me he tenido que ver las caras, hablando solamente con ellas, han confesado. Es natura!. Cuando alguien se siente acorralado, se convence de que ha jugado y ha perdido, sólo es cuestión de hacerle ver que no tiene escapatoria; llegado a este punto, también se comprende que beneficia más tener una actitud de colaboración. ¿De verdad que no quieres tomar nada?
NO.
Está bien, yo tampoco pediré. Ah, se me había olvidado decirte que ha llamado tu suegra desde Madrid y ya está en camino para recoger a la niña. Menos mal. Anoche se quedaron aquí arriba, en el sofá de un despacho, pero eso no todos lo ven bien y no podría durar. Para estos casos la solución que hay, si nadie se hace cargo, es entregar la niña a una inclusa, y puestos a malas hasta os la pueden quitar. Por cierto que tu mujer también es cabezota y está poniendo nervioso al personal. Hasta ahora ninguno la ha tocado, pero si sigue tomándonos por idiotas, seguro que alguno va a perder los estribos. Contra ella no hay nada, pero, ya te digo, tampoco es cuestión de que nos tome el pelo haciéndose la tonta, o la lista, según se mire, y negándonos la evidencia. Volviendo a lo de los malos tratos. Aquí el deber que tenemos es hacer que se cumplan las leyes, y el que no, que sufra su castigo correspondiente. Pero hay formas y formas. Yo apuesto por la inteligencia, ya te lo he dicho; la brutalidad me da náuseas. Te voy a contar algo que seguro que no sabes. Cuando la otra vez les diste el pego a todos, yo no estaba. Coincidió que me habían operado de apendicitis. No quiero con esto decir que a mi no me la hubieras dado. Hay que reconocer que te lo montaste muy bien, aunque es cierto que te favorecieron unas circunstancias muy especiales. Había un desbarajuste completo entre los jueces y nosotros. No sabíamos con certeza a qué atenernos. Era una soberana tontería ir a detener gente a las manifestaciones junto al sindicato cuando conocíamos a todos los jefecillos de comisiones y el pecé que las convocaban. Por eso tu detención fue un poco para cubrir el expediente; o sea, que lo tuviste fácil. Desde luego, el carnet estaba bien hecho, muy bien; lo único que los apellidos de Bollo Panadero parecían un recochineo. Cuando localizamos al verdadero, menudo susto se llevó el pobre. Con este carnet de ahora no se la hubieras dado ni al de la puerta. Así vais vendidos, menuda chapuza. A quién se le ocurre poner un número de equipo que no existe, si eso es para que se dé cuenta hasta un policía de escuela. A veces, con todas las barbaridades que hacéis, es como para pensar que Dios os protege. Pero me estoy alejando del tema. A lo que iba. Cuando me reintegré al servicio me enteré de tu jugada, que se había hecho famosa en esta casa; así que coloqué tu foto en el salpicadero del coche, junto a las de mi mujer y mis hijos, como si fueras uno más de la familia. No es que tuviera muchas esperanzas, pero como lo tuyo era un asunto rarillo, despertaba la curiosidad profesional. Y, mira por dónde, la cosa resultó. Aquel día te delató el remolino; te reconocí por el remolino de la coronilla. Aquí donde me ves, fui el que se pegó el carretón detrás tuya en el Polígono de San Pablo. Ahora ya no viene a cuento, pero ¿a que habla otro contigo? El tío se hizo el despistado entre la gente de la parada; al volver de perseguirte ya no estaba. Si te lo puse tan fácil para escapar fue porque no te conocía más que por la foto y tuve que acercar el coche despacio para poder verte bien. De todas formas, sólo estando como estáis, siempre con la mosca detrás de ¡a oreja, te pudiste dar cuenta. No es tan fácil olernos en un coche camuflado. También te ayudó que no estaba de servicio; iba con mi mujer y no tenía el cuerpo para fregados. Pero aquí viene el quid del asunto al que quería llegar y que a ti se te pasó por alto, pues seguiste viviendo en aquella casa hasta hace unos días; entonces sospeché que vivías muy cerquita de la parada del autobús. Te voy a decir porqué. Era fácil ver que acababas de ducharte y de vestirte de limpio. Con el calor que hacía tenías el pelo mojado, y la raya del pantalón estaba impecable. Así que imaginarás que con aquella certeza no me hubiera costado mucho dar con tu casa; simplemente tenía que ir preguntando con tu foto en un radio no muy grande a partir de la parada. Sabes que hubiera dado con tu casa. Te preguntarás por lo hice; aquí viene a cuento lo de la inteligencia que te decía antes. Te podía haber localizado y detenido, pero de poco hubiera servido. No sabíamos de ti más que pasaste por comisaría y por la cárcel con un carnet falso y que eras prófugo de la mili. Se es prófugo y se usa carnet falso por algo. ¿Qué era ese algo?, Dios lo sabía; así que poco se podría haber adelantado deteniéndote. Policialmente, lo principal era lo que te traías entre manos, no lo del carnet o la mili. Sin ninguna convicción, o aunque fuera sospecha, sobre los asuntos en que estabas metido, nuestra fuerza moral para acorralarte y conseguir que confesaras tus actividades era nula. Por eso me dije: vale, que se vaya, todos los caminos llevan a Roma. La experiencia de veinte años me ha dado el convencimiento de que todo el que va contra la ley, de que todo el que la hace, tarde o temprano la paga. Y bien, qué me dices a todo lo que te acabo de contar…
QUE VOY A DECIR.
Cojones, cómo pasa el tiempo. Habrá que ir a lo nuestro, que tú sabes que no es que te esté contando historias. Fuma, no te cortes, ahí tienes el paquete, cuando se acabe se trae más. Como cada quisqui, para poder llevar la papilla a los niños tengo que cumplir. Mira, ya va siendo hora de que te apees del burro; con esa tozudez sólo vas a conseguir que terminen lisiándote del todo. Da repelús mirarte las muñecas. Te aflojaría las esposas pero ya ves que no quedan más dientes y quitártelas no puedo porque con eso sí me juego el puesto, aunque sea una tontería, porque en el estado en que te encuentras no te puedes ni tener en pie, y qué ibas a poder hacer… Es lo de siempre, donde manda patrón no manda marinero, y con cantidad de cosas, por más absurdas que parezcan, a uno le toca ver, oír y callar. Por cierto, lo que seguro no sabes es que el invento de la barra es de los rusos, de ellos se ha copiado aquí. Seguramente eres de los que te crees que allí de eso de torturar nada, y no veas lo equivocado que estás. Lo que te digo, que te dejes de heroísmos y empieces a ser un poco sensato. Tienes todo en contra, no hay escapatoria para ti. Has jugado y has perdido; eso tienes que planteártelo y asumirlo de una vez. Lo mejor es que confieses todo y se terminan para ti los suplicios. Diez días son muchos días, y apenas llevas dos. Hasta te pueden hacer alguna jugada con el juez y que éste te devuelva para atrás alargándote el tiempo que tienes que estar aquí. Además, están tu mujer y tu hija, y aquí hay gente muy salvaje… No tiene sentido pasar por todo esto; yo, desde luego, no pasaría, no conduce a nada. Mira, personajes muy importantes se han derrotado aquí con sólo darles una bofetada. Te diré más, son los más fáciles, lo cantan todo por peteneras. Comprendo que quieras tener una justificación, tener la coartada de que fue la tortura la que te hizo hablar, pero ya la tienes, y de qué manera, no necesitas pasar más por lo que estás pasando. Ten en cuenta que al final te lo sacan, a jirones de piel pero te lo sacan, es con todos igual. Tienes en contra las declaraciones de los otros, ellos lo cantaron todo y han firmado.
COMO EL DE ESTA MAÑANA.
No me hables de eso que estoy quemao. Aquí también hay idiotas, y muy grandes. Sólo a uno de éstos se le ocurre hacer un careo ahora. Es la mejor manera de echarlo todo a perder, de descubriros nuestras bazas. Ese chaval se echa la culpa él y te las echa a ti de algo que no habéis hecho, y con eso se ponen eufóricos. Así ha pasado, que por querer correr, lo que se ha hecho es ¡r para atrás. Tú que te las sabes todas les has desmontado el chollo. Además, el otro te ha visto, sabe que tú sigues erre que erre y eso también hace su efecto en contra. Esas cosas lo joden todo. No tienen ni pizca de psicología, todo lo quieren resolver por las bravas. A mí es que me ponen malo. Pero bueno, el asunto no cambia nada por eso. Sabes que hay otras declaraciones firmadas con cosas bien gordas y que son verdad, y las pruebas son tan contundentes que eso no lo vas a poder desmontar. Es mejor que no hagas más el tonto. No te voy a pedir que te hagas un colaborador nuestro ni un chivato; me precio de captar enseguida el carácter de la gente y estoy convencido de que tienes ideales fuertes, diría que fanáticos. No voy a entrar en si son justos o no, respeto las ideas de todos. Sólo trato de que hagas una declaración espontánea, eso te ayudará mucho ante los jueces. Te diré más, yo podría poner algo de mi parte. No te rías, es cierto que lo podemos hacer. Y no me dirás que no te lo estoy poniendo chupado; no te pido que me des el nombre de nadie; es de cajón que a estas alturas todos los que pudieras comprometer habrán volado, cualquiera les echa el guante. También es legítimo, no te vayas a creer que no lo comprendo, que no quieras que otros se vean en tu misma situación. Todo eso lo puedo comprender y lo apruebo. Mira, con que me firmes lo de las bombas, el asalto a la armería y el robo de las multicopistas, automáticamente todo se acaba para ti, inmediatamente te vas para el juez. Comprenderás que no vamos a dejar que te vayas de rositas, como la otra vez, y más estando convencidos como estamos de que has tomado parte en todas estas cosas. En realidad, ya es lo único que nos interesa de ti. No somos tontos y sabemos que os hemos dejado en pelotas, que no ha quedado ni un gato suelto; sólo ese Rojo que ya caerá. Venga, hombre, decídete, no perdamos más tiempo. Ten en cuenta que los he tenido que convencer para que me dejaran a mí, me han dado un plazo y si se acaba sin presentarles nada, no quiero ni pensar en cómo se van a echar sobre ti. Y cada vez es peor. No es lo mismo aguantar la primera andanada que las que vienen luego, eso ya lo sabes.
YA HE DICHO TODO LO QUE TENIA QUE DECIR.
No me vuelvas a lo mismo. Es que eres cabezota como tú solo. Esos cuentos tuyos no se los traga ni un niño de párvulos. Sí ya nos conocemos vuestros trucos… que si alto, moreno, delgado, que se llama Juan… cuando decís todo eso, nosotros pensamos en todo lo contrario y nunca nos equivocamos. Luego está la triquiñuela esa de que eres un agente propagandista libre. Ya ves, eso tengo que reconocer que sí es nuevo, pero no deja de ser tan burdo como todo lo demás. Al menos no nos tomes por gilipollas. ¿No te das cuenta que si te hago repetir la película que has contado no eres capaz de hacer coincidir ni tres palabras? Seguro que estás pensando que no obro de buena fe, que trato de conseguir que sueltes algo para que luego vengan los otros y te estrujen… Ese catecismo que os meten de que hay policías, pasmas, como vosotros decís, buenos y malos; que unos te engatusan para que después los otros te machaquen, no es más que otro de los tantos cuentos que se dicen sobre nosotros. Yo estoy cumpliendo con mi obligación, y lo hago a mi manera, inteligentemente. No estoy poniéndote ningún cepo para atraparte. Te voy a dar otra prueba más de que voy por lo legal, de que no hago ningún paripé. Conste que lo hago por mi cuenta y riesgo y que me juego el bigote, aunque no llevo. Pero bueno, esta tarde que estoy a cargo de esto y que por ser domingo no hay mucha gente por aquí, no creo que trascienda. Si quieres, te traigo a tu hija… ¿Te alegras? ¿La quieres ver?…
SI…
La espera le llenó de nerviosismo. Impulsado por un resorte ajeno, sin decir nada, cogió otro cigarro, pero inmediatamente lo volvió a dejar para ocultar las manos hinchadas y esposadas entre las piernas. Por la puerta entreabierta llegó una voz alegre y cantarina: «Mamá, voy a ver a papá, voy a ver a papá». Era el mismo gorjeo que siempre le alegraba la vuelta a casa. Pero ahora resonaba como un eco lejano e irreal, como algo oído en una pesadilla. Adelantó la silla para ocultar bajo la mesa el desgarrón del pantalón por el que asomaba la mancha sucia de la rodilla. La niña apareció en la puerta, miró y emitió un alarido de terror. Al salir huyendo sus torpes piernecillas se trabaron y a punto estuvo de caer al suelo. Lleno de estupor, no podía imaginar lo que había sucedido. La niña le había mirado y… ¡su cara! Alertado por el dolor agudo de sus muñecas y sus píes había olvidado su cara deforme por los golpes, que no le dolía apenas. ¡Cómo debía de tenerla! Aquel grito de pánico de su hija le repercutió en el cerebro como si le hubiera caído sobre la masa gris una gota de mercurio. Fuertes jipidos empezaron a convulsionar su cuerpo. Dos gotas cristalinas rodaron por las mejillas amoratadas y tensas por la contracción de las mandíbulas, haciéndole cosquillas y deteniéndose en la comisura de los labios resecos y apostillados, que recibieron el sabor del mar. Los ojos del BUENO brillaron de victoria, de orgullo profesional. Vio aflojadas las defensas de su presa y se apresuró a hacerse con el trofeo…
Esto es la rehostia. Uno no sabe cómo acertar; contaba con hacerte un bien y ya ves. Pero qué te ha pasado, hombre, cómo te has puesto así…
NADA, NO ME HA PASADO NADA.
Estás muy nervioso, creo que será mejor que te tomes algo ahora y te tranquilices; ¿mando al bar a por algo? NO. Mira, sí, que así pasas el mal trago… y mientras, nosotros seguimos charlando o, mejor, te ahorras seguir aguantándome y te bajas abajo a descansar… No tienes nada más que firmarme estos papeles y acabamos de una vez con toda esta mierda…
NO TENGO NADA QUE FIRMAR, ¡NO TENGO NADA QUE DECLARAR!