Guerra sucia:
Jon Anza Ortúñez, 11 años de su asesinato
El 18 de abril de 2009, Jon Anza Ortúñez se montó a las 7:00 en la estación de Baiona en el tren que llega desde Hendaia a Toulouse, donde tenía una cita. Se despidió de su compañera Maixo con la intención de volver dos días después pero ya no apareció. Maixo se preocupó pero a la vez pensó que igual prolongaba su visita algo más, para estar con amigos que hacía tiempo no veía. Jon, gravemente enfermo de un tumor en la cabeza, debía estar de vuelta como muy tarde para el día 24 de abril, tenía una cita importante con su médico. El 15 de mayo, casi un mes después, la familia convocó a los medios de comunicación tras empezar a investigar y llamar a diferentes hospitales sin ningún resultado. Cuatro días más tarde, en un comunicado, ETA alertaba de su desaparición, lo reconocía como miembro de su organización y explicaba que tenía la certeza de que había sido detenido y hecho desaparecer por miembros de las cloacas de los Estados español y francés. La organización armada explicaba que Jon no había aparecido ni a su primera cita ni a las dos posteriores de seguridad y que llevaba consigo una importantísima cantidad de dinero. Para finalizar; el comunicado afirmaba que La Policía conocía su militancia después de encontrar una de sus huellas en un zulo con material informático.
Después de constatar la información dada por ETA, familia, amigos y amigas, junto con diferentes voluntarios, se volcaron en encontrar al desaparecido, buscando por las estaciones del trayecto, hablando con los pasajeros habituales de la Línea y sembrando de carteles con su cara los apeaderos, ciudades, parques y cualquier lugar concurrido. El diario Gara informó que le habían matado y enterrado en Iparralde. Aparecieron también varios cadáveres que crearon cierta incertidumbre en la familia. Pero ninguno era él. A la par, el ministro del Interior español Pérez Rubalcaba hablaba de un montaje de ETA; se comentó en medios de fuera de Euskal Herria que Jon había huido con el dinero; mientras que el colectivo de refugiados se temía lo peor. La fiscal Anne Kayanakis dijo que se estudiaría el caso y que todas las líneas de investigación estaban abiertas, mientras la Izquierda Abertzale hablaba de guerra sucia y convocaba manifestaciones. Todo eran conjeturas y habladurías pero Jon seguía sin aparecer.
No hubo noticias de él hasta el 11 de marzo de 2010, 10 meses y 21 días después, cuando se daba cuenta de que su cadáver se hallaba en la morgue del hospital Purpan de Toulouse. Un trabajador comentó a un amigo policía que el cuerpo de un desconocido llevaba un tiempo allí y nadie se había hecho cargo de él. A partir de la verificación de que se trataba del refugiado político vasco, diferentes medios de comunicación filtraron informaciones que, junto con las declaraciones de la Policía y las de la dirección del hospital que lo atendió hasta su fallecimiento, aclararon algunos aspectos del caso.
Jon apareció desplomado e inconsciente en las jardineras del restaurante Hippopotamus el día 29 de abril de 2009. Sangraba por la boca y parecía haber sufrido un infarto. Fue conducido a la UCI del hospital y no recuperó la consciencia en ningún momento: Falleció el 11 de mayo. Esa era toda la verdad que se supo. Nadie, aunque las autoridades francesas volvieron que investigarían el caso, sabe qué hizo y dónde estuvo el refugiado vasco los 11 días que estuvo desaparecido, desde el día 18 al 29.
Lo que sí se sabe es la versión de la fiscal, que compareció ante los medios de comunicación resoplando ante el complejo caso que tenía entre manos. Quiso explicar algo que difícilmente podía ser verosímil: todo era un fallo, un gran error, la coordinación había fallado, las comunicaciones entre el hospital y la Policía no se habían producido. La dirección del hospital afirmó, sin embargo, que cumplió el protocolo y dio aviso antes de la muerte de la presencia de un hombre indocumentado al que estaban atendiendo en sus instalaciones y que, después de fallecer, comunicó hasta en tres ocasiones la permanencia de un cadáver sin identificar en su morgue. Se sabe, también, que miembros de la Guardia Civil estaban en un hotel de Toulouse los días de la desaparición y que huyeron precipitadamente, olvidando una pistola, y se conoce, por medio de su gerente, que Jon no estuvo hospedado el primer día en Toulouse en el hotel Le Cloce de Rodez como afirmó un periódico francés.
Después del hallazgo de su cuerpo en descomposición, se le hizo una autopsia denegando a un médico de confianza de la familia el estar presente en la misma. El resultado fue de muerte por fallo multiorgánico y parada neuro-cardio-pulmonar, en el lenguaje de la calle: muerte natural. La familia tampoco tuvo acceso al informe médico del centro mientras Jon estuvo vivo y consideró el examen del cadáver incompleto, además de añadir que el estado del cuerpo no permitía realizar pruebas decisivas.
Quedan muchas preguntas sin responder para dar a la versión oficial algo de credibilidad. ¿Por qué teniendo Jon un billete de ida y vuelta de Baiona a Toulouse en su poder nadie se fijó en ello? ¿Es creíble que ningún policía se acercase a investigar un cadáver desconocido? ¿Por qué no se le hizo una prueba de ADN o simplemente se cotejó su huella dactilar con la Policía del Estado español que la tenía en sus fichas policiales? ¿Dónde está el dinero que llevaba? ¿Por qué apareció con una ropa diferente a la que llevaba? ¿Cómo es posible que esa ropa se perdiese en el hospital? ¿Por qué la familia no pudo tener acceso a la autopsia y a los partes médicos? ¿Dónde están las medicinas que llevaba? ¿Por qué el pasaporte que estaba en la oficina de objetos perdidos no fue llevado a una comisaría?
La familia de Jon tiene claro que lo hicieron desaparecer y, de una u otra forma, lo torturaron abandonándole cuando ya no había posibilidades de recuperación.
«Simplemente evitando que Jon tomara su medicación pudieron hacer que mi hermano entrara en un estado irreversible», dice Anabel Anza. «Estaba muy delicado de salud pero sus ganas de ayudar y su compromiso lo llevaron a Toulouse. Tenía un gran amor propio. Tengo la certeza de que lo maltrataron antes de dejarlo tirado»
Maixo, su compañera, lo recuerda como una persona muy positiva «Teníamos planes para el futuro, el primero vencer entre los dos a la enfermedad. Los médicos estaban maravillados de un paciente con tanta entereza. Yo creo, intuyo, que Jon no llegó a Toulouse. No tengo ninguna prueba, es algo que siempre he pensado. Aunque todos esperábamos la mala noticia, yo soñaba que algún día entraría por la puerta de casa. Primero cerraba la puerta pero no dejaba la llave puesta para que él pudiese entrar, después dejaba la llave en la mitad de la cerradura para que si venía pudiese desplazada con la suya. Y así fui perdiendo la esperanza. Al final, Jon jamás volvió».
El caso de Jon Anza Ortúñez es tan oscuro, tan extraño, tan inverosímil, que el escritor de novela negra francés Mari Ledun se inspiró en él para crear una de sus obras, L’homme quia vu l’homme.
Del libro “Nombres para recordar”, Euskal Memoria. 2017.
Si algun@s «héroes/heroínas» más modern@s, incluso actuales…, son capaces de ver cómo, y por arte de magia, desaparecen informes, incluso de autopsias, y hasta evolutivos clínicos, ¿cómo no va a poder pensar un@ que tiempo atrás no pudieran suceder cosas como las que obviamente le «acontecieron», digo le hicieron «acontecer» a Jon Anza? Un médico.