Juan Carlos I y el círculo vicioso de corrupción de la monarquía
Rebeca Quintáns
Lo peor no es que Juan Carlos I se nos vaya a morir en la cama, como Billy el Niño, como Franco… Porque todo parece indicar que, con todo lo que ha tardado en llegar a los juzgados una ínfima parte de sus delitos, tendría que agradecer un milagro ya si la naturaleza de su decrépito estado actual le da margen para cumplir con los dilatados plazos de la justicia.
Es la justicia Suiza -no la española, por supuesto-, la que se prevé que, una vez termine su investigación, siente en el banquillo a Juan Carlos de Borbón y Battenberg, “Juanito” en la intimidad, también conocido como “El Campechano” entre los cortesanos. Y será con la acusación de blanqueo de capitales, que es una forma de evasión de impuestos, en realidad. Es decir, como el capo di cappi Al Capone, al que nunca pudieron juzgar por sus asesinatos, pero acabó en la cárcel por no pagar a Hacienda.
A Juan Carlos nunca se le ha podido juzgar, ni investigar, a lo largo de sus casi 40 años de reinado… Es que ni siquiera se le pudo llamar como testigo en el juicio del 23F, para que contestara a las declaraciones de los encausados que lo señalaban como organizador y autoridad en la sombra del golpe.
Hoy el sumario y las transcripciones del juicio oral, un espectáculo a cargo de un tribunal militar que decidió pasar por alto todo lo sustancial, son todavía secreto de Estado y no se pueden consultar. Y si lo del 23F, que ya hace 40 años, está así, qué decir de casos más recientes como el cobro de comisiones ilegales en la contrata del AVE de Desierto.
Somos unos cuantos locos los que hacemos seguimiento de las actividades delictivas de los Borbones. El tema da para una dedicación profesional en exclusiva, y sin tiempo para detenerte en historias del pasado, si la actualidad manda e intentas cubrirlo todo. Desgraciadamente la prensa española, casi siempre vasalla, no suele interesarse, y se limita a hacerse eco de lo que publican The Telegraph o Le Monde, sólo cuando no le queda más remedio, echando balones fuera para no tener que asumir la responsabilidad de la información, con un miedo español endémico paralizante en lo que a la monarquía respecta.
Y mucho menos se atreven los políticos, que en cuanto traspasan las puertas parlamentarias se callan y aplauden a la monarquía como si no hubiera un mañana republicano ni allá en el horizonte más lejano. Esperar en este contexto algo de una justicia secuestrada por el conservadurismo político más rancio sería peor que una quimera.
No. La justicia española podría argumentar que la inmunidad constitucional del rey se refiere sólo a sus actos institucionales, refrendados por el gobierno, pero no a sus delitos privados. Sin embargo, en lugar de eso lleva cuatro décadas no aceptando a trámite denuncias, demandas y recursos, por cuestiones tan privadas como una demanda de paternidad, por poner un ejemplo muy real.
Sí,
con tantos cuidados y contemplaciones se nos va a morir en la cama, y
lo digo también metafóricamente, porque aún tendremos que aguantar
panegíricos y hagiografías desde los principales periódicos y si
no al tiempo. Ya me imagino a la Sexta Columna haciendo su ejercicio
de equidistancia, dando un poquito de cal y un poquito de arena,
colaborando a la construcción de eso que ahora llaman post-verdad y
que no es más que lo que siempre llamamos, con llaneza, una sarta de
solemnes mentiras.
Pero lo peor, decía al principio, no es
esto. Lo verdaderamente siniestro reside en el círculo vicioso en el
que nos tienen atrapados. Con Juan Carlos, tardamos más de 20 años
en comenzar a reconocer que, como Jefe de Estado de la democracia,
estaba más desnudo que el emperador del cuento; y 20 más en
conseguir que sus escándalos salieran a luz hasta poner en jaque a
la propia institución monárquica y forzarle a abdicar… Pero desde
entonces fue reemplazado por Felipe de Borbón y Grecia, “Flip”
en la intimidad, también conocido como “El Preparao” entre sus
súbditos. Y todo vuelve a empezar.
Ya hace 7 años que goza de
la misma impunidad de su padre, no sólo judicial, sino también en
los medios de comunicación. Y el gobierno de progreso formado por
PSOE y Unidas Podemos ya ha dado sobradas muestras de que se lo va
dejar pasar todo sin ni siquiera detenerse a mirar por si acaso.
Dentro de unos años, aparecerá otra Patricia Sverlo que haga
balance de cuántos títulos universitarios ha conseguido sin sprobar
ni un solo examen oficial, cuántos amigos y ‘compiyoguis’ lleva ya
condenados por corrupción, en cuántos millones de euros se calcula
su fortuna offshore y cuánto puede tardar en ser investigado y
procesado fuera de las protectoras fronteras del reino español.
Luego
será cuestión de ir dilatando plazos, de que aguante la silla 20
añitos más, hasta el siguiente reemplazo, que a ser muy campechana
y estar muy preparada sumará el ser mujer, lo que sin duda será un
aliciente a tener muy en cuenta para la izquierda progre… Y vuelta
a empezar.
–https://laultimahora.es/juan-carlos-i-y-el-circulo-vicioso-de-corrupcion-de-la-monarquia/
Rebeca Quintáns: Autora de las biografías no autorizadas de Juan Carlos I Un rey golpe a golpe (editorial Ardi Beltza, 2000); y Juan Carlos I, la biografía sin silencios (editorial Akal, 2016).