Muro de solidaridad y denuncias:
-Juan Carlos I, la biografía sin silencios, de Rebeca Quintans
Rebeca Quintáns nació en Arzúa, La Coruña, en 1964.Licenciada en filología hispánica por la universidad de Santiago de Compostela con posterior doctorado en periodismo por la universidad Complutense de Madrid, precisamente su tesis doctoral estuvo construida sobre el discurso de Juan Carlos I, lo que supuso una recolección ingente de datos sobre esta figura. Ejerce como periodista y profesora de enseñanza secundaria y asociada de universidad, colaborando con numerosos medios. A principios de este siglo XXI apareció un libro titulado «Un rey golpe a golpe» cuya autora, Patricia Sverlo, era un pseudónimo. En 2016 apareció una edición ampliada y actualizada del mismo libro bajo el título «Juan Carlos I, la biografía sin silencios» y ya firmado por su autora real. Tiene otro libro publicado en el año 2000 junto a Andrés Sánchez Díaz titulado «Gran Hermano: el precio de la dignidad».
«Había tanto contraste entre la verdad de la figura de Juan Carlos y la imagen creada en los medios de comunicación durante la Transición que yo estaba deseando contar todo eso».
Según la Constitución Española, «La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad.». Por ello, no hay duda de que a lo largo de muchos años los medios mantuvieron una cortina de silencio en torno a los asuntos de la monarquía. Muchos directores y políticos callaban, y por tanto otorgaban, ante determinados actos y actitudes que conocían haciendo oídos sordos y soportando cuestiones que al menos en consideraciones éticas no tenían cabida en un estado moderno. En el libro se detallan de forma intensa y exhaustiva los sucesos a lo largo de toda la vida del Rey hasta 2016 con información ampliada de personas y empresas relacionadas que ejercieron sus influencias y se aprovecharon de su amistad para todo tipo de acciones y/o negocios.
En mayo de 2014 se publicó la entrada en este blog correspondiente al libro original firmado por Patricia Sverlo, accesible desde este enlace.
En los primeros momentos de esta versión ampliada y actualizada se refiere con detalle cómo se gestó y se llevó a cabo la publicación del libro inicial bajo pseudónimo. La vida de Juan Carlos I, ya rey emérito tras su abdicación en 2014, se relata con numerosísimos detalles que denotan una ingente labor de documentación por la autora. Mucha de la información recogida no ha aparecido en los medios convencionales que, durante muchos años, siguieron un pacto de no publicación de determinados sucesos ocurridos en la Casa Real Española. Este libro puede ser un buen complemento a otros muchos en los que aparecen relatados episodios de la vida de Juan Carlos I. Escrito en un tono realista y por momentos crítico e incisivo, el lector asistirá a sus primeros días, su formación, su vida y reinado, sus negocios millonarios, sus círculos de amistades, su ajetreada vida sentimental y su participación en algunos de los hechos (todavía) oscuros de nuestra historia reciente, con lo que se podrá formar una opinión más exacta de cuestiones que en estos días de 2020 están de rabiosa actualidad, como la eterna diatriba entre Monarquía Parlamentaria y República o la retirada del nombre de Juan Carlos I y otros miembros de la familia real de espacios o edificios públicos. Revelador, interesante e incómodo, los hechos nos hablan por sí solos, sin tendencias ni signos políticos, con lo que se enriquecerán, sin duda, los puntos de vista del lector sobre un tema escabroso en relación a una institución como la Monarquía, quizá anacrónica en estos días.
Una divulgadora muy conocida decía en uno de sus tuits recientes (8 de agosto de 2020) «Estas cosas se han publicado infinidad de veces y están recogidas en libros y artículos, pero el español medio es más de gritar viva el rey que de saber quién es el rey. Si ese español medio venera sotanas y coronas es solo culpa de su propia ignorancia».
–https://alqs2d.blogspot.com/2020/08/juan-carlos-i-la-biografia-sin.html?m=1
-El crimen de Feria: la Transición del miedo en Extremadura
Se llamaba Joaquín Mendoza Ladera. El 24 de agosto de 1980, un disparo de fusil hecho a bocajarro por un G.C. le atravesó el corazón. Tenía solo 17 años.
Joaquín vive con su familia en Hospitalet de Llobregat y ha venido a pasar unos días de vacaciones en el pueblo. Han venido solo él y su madre, dado que el padre -que trabaja en la SEAT- no ha podido acompañarles por motivos laborales. Feria, como tantas localidades de Extremadura, ha sufrido la hemorragia de la emigración. “Francia, Cataluña, el País Vasco, Madrid, Valencia… hay gente de Feria por todos sitios. El que conseguía trabajo tiraba de la familia y esta, a su vez, de otra. El pueblo se quedó vacío”. Quien lo cuenta es Lázaro Portero, un vecino al que le tocó irse a Alemania. En 1950 la población contaba con 4.450 habitantes; a día de hoy, el número de residentes se ha reducido casi a una cuarta parte, no alcanza siquiera los 1.200.
La noche de la tragedia Joaquín está con dos de sus mejores amigos, Paco Becerra y Francisco Ramírez, también, como él, menores de edad. Los tres han dejado la escuela al llegar a los 14 años y han empezado a “despertar al tiempo y al amor”, como cantará por aquellas fechas Triana, la banda sevillana de rock. Forman parte de la generación de la transición, los hijos del agobio, los curriquis de barrio o de pueblo, la juventud temida y odiada por el poder, que se encargará de mancillarla sistemáticamente, tildándola como pasota, primero, y después como quincallera y yonki.
Son las fiestas del pueblo y prácticamente todo el mundo está en la verbena, en el baile de la plaza. A las once de la noche, los tres colegas se desplazan a unos barrancos cercanos al cuartel de la Guardia Civil para hacer sus necesidades, a hacer de vientre -la forma más común y púdica de decirlo por entonces. “Por allí iban y van muchos chavales y parejinas. Cosas de críos”. Ahora es José María Cordero, el dueño de un bar en la calle Atrás, muy cercano a donde ocurren los hechos, quien habla subrayando con la sonrisa la ausencia de malicia de los jóvenes.
Y entonces es cuando se comete el homicidio, el brutal y absurdo asesinato. “Por entonces yo tenía la casa donde fue a parar uno de los disparos, escasamente a 25 metros del cuartel. Había estado allí cinco minutos antes, sentado en el umbral con mi hija. Pero coincidió que en ese momento había ido a comprar unos helados con ella. Cuando volvía a la casa me encontré a dos de los chavales corriendo la calle abajo. Y, después, mi suegra me dijo ‘ahí parece que han tirado unos cohetes’, pero claro, estábamos en fiestas, y nunca sospeché lo que había ocurrido, ni que habíamos estado a cinco o seis metros de donde murió el muchacho. Me enteré de la desgracia por la mañana. Y fue cuando vi los casquillos de las balas, la sangre y las heces”. Quien lo recuerda es Claudio Martínez, un maestro de Feria, jubilado ya, que por entonces daba clases en Canarias y pasaba en el pueblo las vacaciones.
Joaquín se ha puesto a defecar separándose un poco de los dos amigos. «¡Vámonos, Joaquín!», le dicen estos cuando terminan. Esperad un segundo, voy enseguida. Y en ese momento, emerge una sombra de un pequeño bancal. ¿Quién anda por ahí?, preguntan los chavales. Una sombra verde, un alma de charol, está a punto de consumar la canallada. Suena un primer disparo, la tierra de la pared donde impacta les cae sobre las cabezas, los amigos salen corriendo hacia la plaza. Medio minuto después silba de nuevo el presagio de la muerte. El tiro, a diez metros escasos de distancia, barrena el cuerpo de Joaquín. “Sangre resbalada gime muda canción de serpiente” (Lorca).
Joaquín ha muerto pero, salvo el homicida, nadie lo sabe. La barahúnda de las fiestas ha permitido que no se hayan escuchado y distinguido los disparos.
Los amigos del fallecido han salido huyendo e ignoran qué ha ocurrido después. Han vuelto a las inmediaciones del cuartel en busca del compañero en dos ocasiones, al cuarto de hora y a la media hora, le han llamado a voces, pero no contesta. En la segunda ocasión se encuentran con dos guardias que pasan armados con fusiles. Abandonan, se encaminan a sus casas y a primera hora de la mañana se van a coger almendras, ya que la campaña de recolección está en marcha. Será más tarde cuando se enteren del desenlace mortal. La madre de Joaquín tampoco se ha extrañado de la ausencia de su hijo porque durante los últimos días éste se ha quedado indistintamente en la casa de la familia o en la de sus tíos, los padres de Paco Becerra.
Mientras tanto, la maquinaria de disuasión y ocultación se ha puesto en marcha. Esa misma noche, empiezan a llegar guardias desde los pueblos aledaños y desde Badajoz en prevención de posibles incidentes. A algunos vecinos les resulta extraño, se extiende el rumor de que ha habido un muerto pero se ignoran la identidad y las circunstancias. “Ha sido un accidente, un accidente de tráfico en el cruce de la Fuente del Maestre”. Esa es la versión que dará el alcalde a las tres de la mañana a quienes le preguntan. El juez de paz no ha sido avisado hasta las dos de la madrugada, casi tres horas después de la muerte y a la médica del pueblo no se la informará hasta las 5.20h de la mañana. La noche transcurre sin que la población se alarme.
El cuerpo de Joaquín ha sido levantado antes de que llegara la médica, contraviniendo así la ley, extremo que la facultativa se niega a encubrir y que le costará serios disgustos. “Al final cayó mala y terminó por irse del pueblo”. El cadáver lo llevan a una cuadra, situada en un callejón cercano al cuartel. Allí transportó el ataúd Paulino Rodríguez, el carpintero encargado de esas faenas en la localidad. Y el cadáver no se llevó al cementerio hasta por la tarde. Al día siguiente se realizó el entierro, con la presencia de un gran número de policías. El hecho de que Joaquín no fuese un chaval que viviera en el pueblo y la confusión originada por la versión oficial desalentaron la protesta. “De aquí no se movió prácticamente nadie. Sólo algunos de Santa Marta, que vinieron al entierro, se cagaron en todo y se liaron a voces”, recuerda Paulino con pesadumbre.
En los días siguientes al crimen, la Guardia Civil emite hasta tres comunicados que contienen contradicciones palmarias y motivan la indignación social y política. El primero se difunde en la mañana del 25 de agosto y en él se asegura que el cuartel ha sido “intensamente apedreado” y que el guardia de puerta salió al exterior “haciendo dos disparos de intimidación con su arma reglamentaria pensando que serían terroristas”. En esta primera comunicación se afirma que “al salir una patrulla para reconocer las alturas desde las que se realizó la agresión encontró el cadáver de un joven”. Horas más tarde, la Benemérita aporta una nueva versión que enmienda la primera, afirmando que tras el apedreamiento el guardia se acercó al grupo atacante, dio el alto y efectuó un disparo de intimidación, deteniendo después a “un joven que se había quedado retrasado y agazapado en el suelo”, que opuso resistencia y mantuvo un forcejeo con el agente, a quien “se le disparó el arma y alcanzó al joven en el pecho”.
El tercer comunicado, firmado por el jefe de la 221 Comandancia, se publica una semana después de los hechos, en respuesta a las declaraciones e iniciativas de los parlamentarios socialistas, que han presentado en el Congreso diez preguntas sobre la muerte del joven extremeño. Del escrito del teniente coronel emana un aire de amenaza contenida: “las circunstancias reclaman que las cosas queden en su debido lugar para bien de todos”. En el comunicado se sostiene que “el joven ya había hecho sus necesidades y cayó a unos metros de allí”. Tendrán que pasar 11 años, hasta que en 1991 se reconozca que Joaquín Ladera falleció justo al lado de donde hacía de vientre y que fue abatido prácticamente a quemarropa. “El tiro se pudo hacer a unos nueve o diez metros de distancia del muchacho”, recuerda Valentín Portero que, en su condición de policía municipal de Feria, estuvo presente en la reconstrucción del suceso.
La versión oficial resultaba inverosímil para todo el mundo. Nadie podía creerse que tras haber “apedreado intensamente” el cuartel los jóvenes se pusieran a evacuar tan tranquilamente en las cercanías del mismo. Aún más disparatada era la tesis del posible ataque terrorista. ¿Terrorismo con piedras? Hacía apenas un mes, el 26 de julio, ETA había robado 7.000 kilos de goma2 en un polvorín de Santander. ¿Quién podía creerse la interpretación de un asalto terrorista con piedras a un cuartel de la guardia civil?
La Guardia Civil no tenía razones pero tenía la fuerza. Y con ella impuso su explicación delirante y la impunidad. Comenzó el calvario para la familia. Para empezar, la jurisdicción militar reclamó para sí el caso y, de ese modo, el juez ordinario de Zafra denegó la tramitación de la querella de los familiares. El consejo de guerra celebrado el 6 de noviembre de 1981, sin la asistencia de acusación particular ni testigos, declaró la absolución del guardia civil Juan Martínez Píriz. Tendrán que pasar cinco años para que el Tribunal Constitucional, en sentencia dictada el 29 de julio de 1985, admita la posibilidad de que la familia puede personarse en el caso. Y once años después del crimen se acordará una indemnización. Mientras tanto, el guardia civil en cuestión no ha asumido responsabilidad ni pena alguna, permaneciendo destinado en cuarteles de la provincia de Badajoz...
–https://www.elsaltodiario.com/saltamos-extremadura/el-crimen-de-feria-la-transicion-del-miedo
Guerra sucia:
-Un alto cargo del Gobierno de Moreno Bonilla vendió a los autores de la guerra sucia contra Podemos y PSOE la empresa para cobrar del PP
El gerente del Centro de Estudios Andaluces, Tristán Pertíñez, traspasó durante la campaña de noviembre de 2018 su empresa Publyck Worldwide a Josep Lanuza, que la utilizó para cobrar 411.400 euros del PP, meses antes de contratar los anuncios para desmovilizar a votantes de PSOE y Podemos.
-Solidaridad represaliados en Vallekas
«Todo el apoyo y solidaridad con los jóvenes detenidos en Llallekas. Contra cada golpe represivo del Estado, debemos responder todos»
MAR Madrid.
Convocatorias:
-Bilbo. Sábado 26. Moyua. 18,30 h.
Manifestación. Iñaki Bilbao Goikoetxea, preso político vasco, en huelga de hambre y comunicaciones desde hace 17 días. Por la independencia y el socialismo.
AAM.