Luchas, derrotas, victorias… Antifascistas
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Victorias y derrotas del antifascismo
Una vez finalizada la II Guerra Mundial, en los países de Europa del Este se proclamaron las Repúblicas Populares que se encaminaron hacia la construcción del socialismo. Por el contrario, en los países capitalistas occidentales se desató el furor anticomunista para borrar cualquier rastro que recordara que la resistencia fue llevada por hombres y mujeres, mayoritariamente de la clase obrera, por comunistas y antifascistas, mientras que sus gobernantes, capitalistas y oligarcas habían huido, en el mejor de los casos, y en el peor habían colaborado con el nazismo. En cuanto entraron en esos países los ejércitos regulares aliados, la primera medida fue desmovilizar y desarmar a la resistencia. Esto solo fue el principio; no pasaría mucho tiempo sin que comenzara una verdadera caza de brujas contra los verdaderos comunistas; la Guerra Fría había empezado cuando aún se seguía combatiendo en los frentes. La burguesía, en países como Francia o Italia en que no podía declarar ilegal al Partido Comunista (como habían hecho en la República Federal Alemana), comenzó a llevar una soterrada política contrarrevolucionaria que poco a poco ha ido derivando hacia una verdadera fascistización de las llamadas democracias burguesas. Ello no hubiera sido posible sin que en esos partidos comunistas no estuviera germinando ya el revisionismo. Cuando en 1956 se celebró el XX Congreso del PCUS, en el que se renegaba de la línea revolucionaria seguida por Lenin y Stalin y se abrazaban las tesis revisionistas, como la del “tránsito pacífico al socialismo”, los revisionistas incrustados en los partidos comunistas occidentales encontraron en esas tesis el respaldo necesario para abrazar abiertamente la línea de la colaboración con la burguesía, no dudando para ello en expulsar y calumniar a todos aquellos cuadros que mantenían y defendían proseguir la línea revolucionaria. De esa forma liquidaron a los partidos comunistas, aunque no renunciaran a su nombre. Recordemos la política de “Reconciliación Nacional” que Carrillo lanzó precisamente en esas fechas.
Han transcurrido muchas décadas desde entonces. Para el proletariado fabril, para los trabajadores de todo el mundo, para los verdaderos demócratas y antifascistas, toda esa experiencia, de victorias y de batallas a muerte contra el fascismo primero y de sucesivas derrotas posteriores, es un valioso bagaje para reemprender de nuevo el camino de la lucha decidida y organizada contra los regímenes cada día más reaccionarios, más sanguinarios y más explotadores de la burguesía monopolista.