Recomendando lecturas:
-John Reed
Diez días que estremecieron el mundo.
Del Prefacio:
Este libro es un trozo condensado de historia tal como yo la vi. No pretende ser más que un detallado relato de la Revolución de Octubre en que los bolcheviques, al frente de los obreros y soldados, conquistaron el poder del Estado en Rusia y lo entregaron a los Soviets.
Naturalmente, una gran parte del libro está dedicada al «Petrogrado Rojo», capital y corazón del levantamiento. Pero que el lector tenga presente que todo lo sucedido en Petrogrado -con distinta intensidad y a intervalos diferentes- se repitió casi exactamente en toda Rusia.
En este libro, primero de la serie en que trabajo, tendré que limitarme a registrar los acontecimientos que yo vi y viví personalmente o que han sido confirmados por testimonios fidedignos; va precedido de dos capítulos que describen brevemente la situación y las causas de la Revolución. Comprendo que no será fácil leer estos capítulos, pero son verdaderamente esenciales para comprender lo siguiente.
Ante el lector, como es lógico, surgirán muchas preguntas. ¿Qué es el bolchevismo? ¿Qué tipo de estructura gubernamental crearon los bolcheviques? Si antes de la Revolución lucharon por la Asamblea Constituyente, ¿por qué luego la disolvieron por la fuerza de las armas? Y si la burguesía se oponía a la Asamblea Constituyente hasta que el peligro bolchevique se hizo evidente, ¿por qué más tarde se convirtió en su adalid? A estas y otras muchas preguntas no puede darse respuesta aquí. En otro volumen, De Kornílov a Brest-Litovsk, trazo el curso de la revolución hasta la conclusión de la paz con Alemania. Allí muestro el origen y las funciones de las organizaciones revolucionarias, la evolución de los sentimientos del pueblo, la disolución de la Asamblea Constituyente, la estructura del Estado soviético, el curso y los resultados de las negociaciones de Brest-Litovsk. Al examinar la creciente popularidad de los bolcheviques, es necesario comprender que el hundimiento de la vida económica y del Ejército ruso no se consumó el 7 de noviembre (25 de octubre) de 1917, sino muchos meses antes, como consecuencia inevitable y lógica del proceso iniciado ya en 1915.
Los reaccionarios venales, que tenían en sus manos la corte del zar, llevaban las cosas deliberadamente hacia la derrota de Rusia: con el fin de preparar una paz por separado con Alemania. Hoy sabemos que la escasez de armamento en el frente, que provocó la catastrófica retirada del verano de 1915, y la insuficiencia de víveres en el Ejército y en las grandes ciudades y el desbarajuste en la industria y el transporte en 1916 formaban parte de la gigantesca campaña de sabotaje interrumpida en el momento decisivo por la Revolución de Marzo.
En los primeros meses del nuevo régimen, tanto la situación interior del país como la capacidad combativa de su Ejército mejoró indudablemente, pese a la confusión propia de una gran revolución, que había dado inesperadamente la libertad a los ciento sesenta millones que formaban el pueblo más oprimido del mundo.
Pero la «luna de miel» duró poco. Las clases poseedoras querían una revolución política, que se limitase a despojar del poder al zar y entregárselo a ellas. Querían que Rusia fuese una república constitucional, como Francia o los Estados Unidos, o una monarquía constitucional, como Inglaterra. En cambio, las masas populares deseaban una auténtica democracia obrera y campesina.
En su libro Mensaje de Rusia (Russia’s Message), que es un ensayo sobre la Revolución del año 1905, William English Walling hace una magnífica descripción de la situación moral de los obreros rusos, que más tarde se pusieron casi unánimemente al lado del bolchevismo:
«Ellos (los obreros) veían que incluso con el Gobierno más libre, si se encontraba en manos de otras clases sociales, posiblemente tendrían que seguir sufriendo hambre… El obrero ruso es revolucionario, pero no es un bruto, no es un dogmático ni está privado de razón. Está dispuesto a pelear en las barricadas, pero las ha estudiado y -el único entre los obreros de todo el mundo- las ha estudiado en su propia experiencia. Está dispuesto y arde en deseos de luchar contra su opresor, la clase capitalista, hasta el fin. Pero no olvida la existencia de otras clases. Sólo exige de ellas que en el temible conflicto que se avecina se sitúen a uno u otro lado… Todos ellos (los obreros) coinciden en que nuestras instituciones políticas (norteamericanas) son preferibles a las suyas, pero no ansían de ningún modo cambiar a un déspota por otro (es decir, por la clase capitalista). Si los obreros de Rusia sufrieron fusilamientos y ejecuciones a centenares en Moscú, Riga y Odesa, reclusiones a millares en cada cárcel rusa y deportaciones a los desiertos y regiones árticas, no fue en aras de los dudosos privilegios de los obreros de Goldfields y Cripple Creek…»
He ahí por qué en Rusia, estando en su apogeo la guerra exterior, la revolución política se transformó en revolución social, que encontró su máxima culminación en el triunfo del bolchevismo…
*Descarga libro John Reed
–https://drive.google.com/file/d/1bQHpcj0AA7-kYTSJHiEVSR1nkdb-IG88/view?usp=sharing