Testimonios de torturas:
Javier Ros
Cárcel de Carabanchel
Enero de 1985.
Fui detenido el día 30 de noviembre de 1984 en plena calle de Madrid, sobre las 10 de la noche. Se abalanzaron sobre mi 5 ó 6 hombres y una muer con sus pistolas en la mano. Fui golpeado y tirado dentro de un coche en posición de cacheo mientras a gritos me amenazaban que si me movía me iban a matar. Varias pistolas me apuntaban; el cañón de una de ellas la sentía en la nuca. Me cachearon buscando la pistola que yo supuestamente debía llevar, según ellos, como guerrillero de los GRAPO. Fui introducido en un coche normal. Hasta entonces no se habían identificado como policías. En su interior había un joven al que estaban golpeando. A empujones me hicieron sentar junto a él y me golpearon dándome puñetazos en el pecho y en la cara; me cogían por los pelos y me preguntaban si conocía al joven que estaba a mi lado. Yo gritaba que no le conocía de nada. Por primera vez, los que me supuse eran de la policía política me llamaron por mi apellido. Seguían los golpes. Me seguían preguntando a gritos que quién era era el joven que tenía a mi lado. A él también a golpes y a gritos le preguntaban cómo se llamaba. Con los nervios y los golpes el joven a penas podía articular palabra y tan sólo gritaba que no me conocía de nada. Le seguían golpeando. Vino otro policía: a gritos me pregunta que quién era la mujer que venía conmigo, que estaba también detenida y que la estaban torturando en otro coche. Yo le grité que iba sólo, que conmigo no venía nadie, que esos dos nada tenían que ver conmigo ni con los GRAPO.
No se lo creían y a golpes seguían preguntando lo mismo. Al parecer habíán detenido a jóvenes que caminaban a mi lado creyendo que se trataba también de guerrilleros de los GRAPO. Días más tarde, en la DGS, supe que en lo que va de año habían detenido a unos 60 jóvenes que se parecían a mí: su único delito era parecerse a mí físicamente; los detenían y los torturaban hasta que comprobaban su error.
En el coche seguían golpeándonos. En la calle se había formado un gran revuelo. Arrancaron los coches y se dirigieron a la DGS. Por el camino consiguieron informarse por radio de que el joven que me acompañaba no tenía nada que ver en el asunto. Aún así se lo llevaron también a la DGS. A mí me preguntaban mientras me golpeaban para que les dijera dónde vivía. Yo no les decía nada. Me agarraban los testículos y me los apretaban y retorcían.
Llegamos a la calle Correo, en el lateral de la DGS. Sacaron al chaval que venía conmigo y lo subieron a la DGS. Me preguntan si voy a hablar. Les digo que no. Pensaba que me iban a subir también, pero me llevan en el coche a la Casa de Campo donde me amenazan con pegarme dos tiros y decir luego que habia sido un enfrentamiento ya que la detención no constaba en ninguna parte.
En la Casa de Campo me bajan del coche y comienzan, a golpearme entre varios: puñetazos en el estómago y patadas en los testículos. Ante mis gritos de torturadores y asesinos me dan un empujón y caigo al suelo. Varios sacan sus pistolas: me dicen que todo se iba a acabar, que iban a acabar conmigo como con Juanini * unos meses antes en Coruña. Sonó el primer disparo y noté la bala incrustarse muy cerca de mí. Estaba convencido de que me iban a matar. Suena un segundo disparo que me roza hasta el extremo de pensar que me habían alcanzado. Me dio un shock y comencé a gritarles de todo. Unos cuantos se me acercaron y me dieron patadas por todo el cuerpo.
De nuevo me meten en el coche: yo atontado y semi-inconsciente. Allí dentro siguen los golpes. Llegamos al casco viejo madrileño y buscan una callejuela estrecha y Solitaria. Serían las cuatro de la madrugada. Me amenazan con pegarme unos navajazos y dejarme allí muerto. De pronto aparece una pareja de novios. Me meten otra vez en el coche y esta vez me llevan a la DGS.
Allí nada más llegar me hicieron «la rueda” obligándome a pasar entre un grupo de 10 a 15 policías, todos pegándome puñetazos, patadas y porrazos hasta que se cansaron. Luego, ante mi insistencia en no hablar, fui colgado de la barra «la democrática», como ellos la llaman. Separan dos mesas de oficina y colocan en sus bordes tres guías telefónicas en cada una de ellas, sacan una barra de hierro que hay bajo el radiador y aquello se convierte en una sala de tortura. Me vendan las muñecas, me esposan y la barra me la introducen entre los brazos y las piernas. Acto seguido me cuelgan. Me habían quitado los zapatos y los calcetines y con un trozo de cable grueso comienzan a golpearme en las planteas de los pies.
En el transcurso de los diez días con sus largas noches seguí siendo torturado, colgándome en la barra, haciéndome el quirófano, golpeándome con una guía telefónica en la cabeza, patadas y puñetazos en todo el cuerpo, etc. Se preocuparon de golpearme en el estómago, pues sabían que tengo úlcera duodenal como consecuencia de las huelgas de hambre llevadas a cabo en nuestra lucha, de resistencia en las cárceles de exterminio, más concretamente en la cárcel de Zamora, donde estuve tres años.
Más o menos todos los días eran iguales: me despertaban sobre las 8 de la mañana. Eran policías distintos a los de la noche anterior. Yo había dormido una o dos horas. Empezaba de nuevo el interrogatorio: golpes, patadas, interrogatorio, barra, interrogatorio, golpe tras golpe, hora tras hora. Tortura física, tortura psicológica: decían que me iban a matar allí mismo y luego no tendrían problemas diciendo que había tratado de arrebatarles el arma a uno de ellos y que tuvieron que defenderse. Así hasta las 6 o las 7 de la mañana. Una hora después comenzaba un nuevo día de palizas en la misma oficina, de la que no salí nunca. Ni siquiera visité los calabozos.
Cuando tenía que venir el abogado de oficio para tomarme declaración, cuidaban mucho de que yo estuviera presentable. Me dieron la noche anterior pomada anti-inflamatoria en los pies y muñecas. Me torturaban menos. Me impidieron hablar con el abogado y si éste se atrevía a preguntar algo inmediatamente lo sacaban de allí y le recordaban que ellos ya me habían informado de mis derechos constitucionales. Cuando el abogado entraba de nuevo tenía aún más miedo que yo. En estos casos el abogado no pinta nada, aunque con ello dan sensación de legalidad.
Se preocuparon mucho cuando iba a salir después de 10 días de que no tuviera señales ni marcas en el Cuerpo. Hay que reconocer que sobre esto han aprendido un montón. Pero los dolores internos en los riñones, en los pies, en las muñecas, en el estómago y demás, siguen ahí.
Me amenazaron de muerte si denunciaba las torturas al juez y a la opinión púbica. Me comentaban que ahora tenían al mejor ministro del Interior, el Sr. Barrionuevo. Apoyaban descaradamente al GAL, insinuando que eran ellos mismos.
*Juanini: Juan García Rueda. Militante de los GRAPO asesinado el 5 de septiembre de 1984 en La Coruña. Resulta herido muy grave el militante Leoncio Calcerrada.