Alientos de lucha
Agenda
La consagración de la primavera
Alejo Carpentier
(Cuba 1904 – Francia 1980)
“Pero como los adversarios, al fin y al cabo, siempre eran los mismos, volvían las fuerzas en pugna a ocupar sus posiciones, y el tiempo acababa siempre dando la razón a los que se hubiesen mostrado fieles a ciertos principios. Los que, por desconfiar, habían creído que los comunistas, pocos meses antes, hubiesen aflojado la mano, bajando la guardia, podían ver cómo ahora luchaba ya la Unión Soviética contra el régimen hitleriano. -Sí. Pero el Pacto que les costó a ustedes la defección de millares de militantes, no sirvió para nada, en fin de cuentas, porque los nazis están hoy en Leningrado. -Todavía no han tomado la ciudad. -No me vengas con un segundo ¡No pasarán!, que con uno tengo. -La perdimos en España porque las retaguardias estaban podridas por las disensiones, anarquismos y puñeterías. En la URSS la cosa será muy distinta. -Celebro tu optimismo… En cuanto a mí experiencia de España, el triste fin de la epopeya de las Brigadas, me han marcado demasiado. -A ti, tal vez. Pero los verdaderos revolucionarios aguantaron el batacazo y siguieron luchando. -¿Y tú crees que aquí, donde hasta los palillos de dientes vienen de los Estado Unidos, hay una lucha posible?. -En dondequiera, se debe luchar y donde menos se piensa salta la liebre. Lo que sé es que nuestros -digo: mis…- enemigos de clase son millones y millones pero, en realidad: uno solo. Porque siempre es el mismo. Alemán, italiano, franquista allá, yanqui aquí: estacas del mismo palo. Fascismo, colonialismo, tercera solución, monopolios, capitalismo, latifundistas, burgueses: el mismo perro con distintos collares. Y el perro con rabia, como se ha visto en España, a la hora de las represalias. Todo está en saber si estás con el perro o quieres acabar con el perro. Lo demás, es agua de jeringa. -Yo envidiaba, en este momento, la sólida fe de Gaspar en quien la gran desilusión recibida por otros en la guerra (desilusión que se advertía, incluso, en muchos republicanos españoles recién llegados a Cuba y a México) no había hecho mella. Perdida una partida, emprendía otra –acaso sin confiar mucho en una victoria próxima, pensaba yo, sino por hábito de lucha, apetencia de agon, anhelo de una militancia-. Sentí, de pronto, que su solidez me era necesaria, en lo humano, para liberarme de lacerantes cavilaciones. No compartía, desde luego, su visión harto simplificadora de los hechos. Pero su fortaleza de ánimo frente a los desastres lo acrecía en mi estimación. Y era yo ahora quien me agarraba de sus recuerdos de la guerra, para ver revivir el hombre que hubiese sido yo en la contienda -cuando me sintiera movido por una fe tan sólida como la suya-. Y le citaba los nombres de acciones en que ambos habíamos participado, para recibir la recompensa de oírle decir: “Aquel día te portaste como el primero”. Necesitado de su amistad quise asegurarme de ella largando una frase ambigua que acaso mal ocultara una vergonzante imploración: -Ahora debes creer que me he vuelto un cochino burgués. -Bueno. Digamos que eres un rico con vergüenza, cojones y alguna preocupación social. Por eso tarde o temprano, si no te malea tu gente, estarás con nosotros. Ya irás cayendo poquito a poco como cantaba un mexicano de Benicassim. ¿Te acuerdas?…
Sobre el autor:
Novelista, ensayista y musicólogo cubano; fue uno de los artífices de la renovación de la literatura latinoamericana. Trabajó como periodista y participó en movimientos políticos revolucionarios, por lo que fue encarcelado. Viajó por diferentes países latinoamericanos, llevando a cabo importantes investigaciones sobre la música popular, las revueltas de los esclavos del siglo XVII, etc. No volvió a Cuba hasta 1959, año del triunfo de la Revolución cubana. Entre sus novelas destacan El reino de este mundo, El siglo de las luces, El recurso del método y La consagración de la primavera.
Murió en París, en donde desempeñaba el cargo de embajador de Cuba.