Biblioteca popular:
Memoria histórica obrera imprescindible.
Libro. “NUESTRA HUELGA. 30 Nov. 1966 – 15 Mayo 1967. 163 días de lucha obrera contra el capitalismo fascista del Estado Español”.
Extractos del libro “Nuestra Huelga”, escrito por los trabajadores de laminación de bandas Etxebarri en 1967 y editado en París en febrero de 1968 . Abajo, descarga del libro completo.
-HAREMOS POLÍTICA
En el terreno político –una vez que nos hemos convencido de que en la actualidad la política esta manejada por el capitalismo- nuestra misión será boicotear cuantos intentos realice el Régimen para aparentar que el pueblo participa auténticamente en la vida pública o que ejerce algún control sobre la conducta de las autoridades o sobre la elaboración de las leyes. Tenemos que aumentar cada día nuestra conciencia de enfrentamiento con un Gobierno que sabemos que obedece las órdenes de nuestros explotadores y caer en la cuenta de que luchando contra él estamos atacando al capitalismo en uno de sus instrumentos de opresión más eficaces. Esto es lo que hacen actualmente los obreros franceses que han organizado una huelga nacional política y otras numerosas acciones contra las medidas tomadas por el Gobierno para aumentar las cotizaciones de seguros sociales disminuyendo al mismo tiempo las cantidades a percibir en el caso de enfermedad, accidente, etc. Y lo mismo ocurre –de manera más clara aún – en América del Sur donde las guerrillas formadas por obreros, campesinos y estudiantes luchan heroicamente para tratar de derrocar a los Gobiernos títeres de sus naciones- totalmente vendidos al servicio del imperialismo yanqui- y constituir después un sistema en que sea la clase obrera y campesina la que posea el poder.
Es triste que muchos trabajadores –después de estos 30 años de constantes campañas dirigidas a deformar nuestras ideas –no acaben de comprender este problema. Así por ejemplo un compañero nuestro solía decir: -“A mí me da igual que haya un régimen u otro; lo que me importa es que se reconozcan nuestros derechos”- y otro le contestaba –“¿Pero no te das cuenta que el que se reconozcan esos derechos depende directamente de los que hacen las leyes? Lo que precisamente nos interesa a nosotros es tener un Gobierno que represente los intereses de los trabajadores y no los de los capitalistas”.
De todo lo anterior se deduce la necesidad de terminar con la distinción entre “asuntos laborales” y “asuntos políticos” como si a los obreros sólo nos correspondiesen los primeros. Por ejemplo ante problemas políticos como la farsa del Referéndum, organizada para sacar adelante la Ley Orgánica, o las no menos absurdas elecciones para elecciones para elegir representantes de los cabezas de familia, los trabajadores nos hemos visto coaccionados para votar y es muy triste que muchos lo hayan hecho. El obrero debe tratar de ofrecer, por todos los medios posibles, la mayor resistencia a los que en la empresa, en el municipio, en la provincia, o en los órganos centrales del Estado están atacando conjuntamente sus intereses de clase, resistencia que no ha de terminar hasta la conquista del poder político y económico para los trabajadores.
Es indudable, tendremos que hacer política hasta conseguir que esta palabra, limpia de tanta sangre y egoísmo como le han echado encima, recobre su verdadero sentido: El gobierno del pueblo por el pueblo. Como ya hemos dicho ellos, los que oprimen, quisieran vernos a los trabajadores lejos de ese terreno preocupados solamente de salarios, del seguro, de ganar unos días más de vacaciones. Todo eso serán capaces de permitirnos con tal de que dejemos en sus manos las grandes tareas de la economía, las leyes, la prensa, la política internacional y en general todos los órganos del poder desde los cuales podrán continuar su explotación indefinidamente.
-REFLEXIONES PARA UNIVERSITARIOS
No es corriente que un grupo de trabajadores escribamos un libro. Menos aún lo es el que sintamos la necesidad de dirigirnos al mundo de los estudiantes, a la Universidad.
Pero es cierto. Sentimos una verdadera urgencia de hacerlo; de tomar contacto; de dialogar; de exponer nuestro pensamiento. Otros lo han hecho antes, quizás sin demasiado fruto. Pero nosotros queremos volver a intentarlo.
Las razones son varias. Pero hay una, particular y al mismo tiempo general, de Bandas y de toda la clase obrera, que ocupa el primer lugar. Se trata del puesto que tenéis, del papel que estáis jugando en el combate entre explotadores y explotados.
Os vamos a hablar en un lenguaje que no es el vuestro. Es un lenguaje directo, basado en los hechos des cada día, en vuestra conducta y en la de los que os han precedido en las aulas.
Podréis sin duda rebatir nuestros argumentos. Vuestro mundo, el llamado de las ideas, es capaz de justificarlo todo, de relativizar los conceptos, de complicarlas verdades más sencillas, Porque la triste realidad es que sobre todo, sois un mundo de intereses, de ambiciones.
Sí, nuestros argumentos podréis rebatirlos, pero lo que no podéis negar son vuestros hechos, vuestra propia conducta que os traiciona y os pone en evidencia cada día.
Hablamos con la fuerza que nos concede el haber vivido una de las experiencias más aleccionadoras, más brutales, de lo que puede llegar a ser la traición de vuestro ambiente, la degradación de los que ponen su saber al servicio exclusivo del mejor postor. En el fondo el problema no tiene excesivas complicaciones; es simplemente un problema de situación.
Para la inmensa mayoría de vosotros la Humanidad termina en vosotros mismos y en vuestras familias. Eso es lo que se respira, lo que se inculca en el ambiente en que vivís. En realidad este individualismo, esta visión insolidaria y egoísta, responde a la esencia de la mentalidad burguesa en la que se cimienta el capitalismo.
Desde antes de elegir la carrera se os somete ya a un peligroso adoctrinamiento y todos los tópicos de la vida burguesa comienzan a funcionar. En estos años de la juventud, los más apropiados para la generosidad, se lanza sobre vosotros de forma invisible, y continúa como el aire que se respira, una compaña de seducción ofreciéndoos una posición cómoda y el triunfo personal como pago a vuestra docilidad y sumisión. Se os propone una ideología sin ideas y sin base que se llama “liberalismo”, “civilización occidental”, “mundo libre” y otra serie de conceptos vagos e irreales sobre los que se construye la explotación de los débiles en cada pueblo, en toda la Humanidad. Dentro de esta “civilización occidental” se os sitúa el “orden establecido” del Estado Español como algo natural, indiscutible e inevitable, sin que se desvele en ningún momento que se trata de una situación histórica impuesta por los intereses económico-sociales de la minoría dominante.
Pero como decíamos antes, no es problema de ideas sino de situación. No es la reflexión, el pensamiento o una visión desinteresada del mundo, lo que orienta vuestra vida, vuestra vocación. Es exactamente al revés, el deseo de “colocarse”, de “situarse” exige después una justificación a base de tópicos, de mitos que tranquilicen las pocas inquietudes, los pocos remordimientos.
Y en general os quedáis tranquilos. Degradados por esta ausencia de ideología, corrompidos por la ambición, satisfechos por la anestesia, por la droga del bienestar, pasáis a formar parte de esa legión de hombres y mujeres –la clase burguesa- caracterizados por el relativismo moral y la brutal superficialidad en los juicios, en las ideas, en el conocimiento real de los problemas. Y todo ello por oportunismo, para poder defender vuestra situación, sin querer caer en la cuenta de que esta realidad de las clases no desaparece con buena voluntad, orden, humildad, ni con las “virtudes individuales pasivas”: comprensión, misericordia, obras sociales; ni tampoco con la labor de los que dicen que lo que hay que cambiar son los hombres y no las estructuras (¡como si éstas no ejerciesen un condicionamiento decisivo sobre la persona humana!) o los que sostienen que todos somos hermanos e iguales mientras unos tienen y otros carecen; mientras unos mandan y otros sirven; desigualdades que no se han establecido y desarrollado individualmente sino a través de relaciones de explotación entre clases sociales y que solamente se pueden resolver con el triunfo de la clase oprimida. Otras veces hasta observamos en vosotros, futuros profesionales, el intento de aparecer neutrales, de no estar “ni con unos ni con otros”. En realidad no hay como el paso del tiempo para comprobar, con el lenguaje de los hechos, a qué bando deseáis pertenecer, a qué clase vais a defender. Porque la verdad clara y sencilla es que no hay neutralidad posible. Y en último extremo se trataría de un delito de omisión tan grave como los demás, en cuanto que implica una ventaja para el más fuerte. Pongamos un ejemplo: si al ir por la calle observamos que un desalmado está atropellando a una niña nos caben tres actitudes: defender a la niña, no intervenir, o defender al agresor que nos ofrece una cantidad a cambio. En la práctica las dos últimas encierran la misma malicia y responsabilidad, aunque el grado de participación sea distinto. Sólo la primera actitud es honrada y desde luego la única eficaz para salvar a la víctima. Se podrían añadir más elementos que asemejarían el caso a la situación de nuestra sociedad, por ejemplo, parentesco que nos une a la víctima: se trata de una hermana nuestra; la existencia de los que sin atacar al agresor ayudan después a la niña y le dicen que la violencia es siempre mala, que debe resignarse.
Lo cierto es que los profesionales aun siendo trabajadores, hombres que normalmente viven exclusivamente de un sueldo, no se sienten ligados al mundo obrero. Vitalmente, sentimentalmente, se insertan en el mundo patronal, adoptan sus costumbres, su forma de vida y tienen como meta el poder llegar a participar de la condición de propietario de accionista.
Poco a poco, a medida que se insertan en la estructura, los lazos se van estrechando, el compromiso se hace más grande, las ataduras más pesadas. Y llega un momento en que la identificación se hace total.
A partir de entonces no solo se negará la existencia de la injusticia capitalista sino que se estará dispuesto a perseguir y tratar de aplastar cualquier resistencia obrera.
Las justificaciones serán de cualquier orden: “las leyes establecidas”, “las consignas del exterior”, “la situación económica”, y llegado el caso, has la “defensa” de Dios o de la Patria y la guerra santa. Sí, hasta así son capaces de llegar los que intencionadamente plantean así el problema tratando de ocultar que –como dice el teólogo José Mª González Ruiz- “el mundo no está dividido entre creyentes y no creyentes, sino entre explotadores y explotados”. Hasta ahí hemos visto nosotros llegar a los Gondra, Hidalgo de Cisneros, Capelastegi, Filippini, López de Maturana, Calbacho y demás.
No conviene olvidar que estos hombres fueron en su día simples estudiantes, sin más fortuna que un título bajo el brazo. Pero el tiempo no pasa en balde. El monstruo marca con la fuerza de un troquel a todos los que se lanzan en sus brazos sin más consigna que enriquecerse, que medrar. Es cierto que pocos son ya capaces de desearlo, pero los que han querido dar marcha atrás han tenido que forcejear, con enormes dificultades, para poder librarse, para soltar las pesadas cadenas. Y muchos no tienen ya resortes morales, ni valor, ni nada. Por eso es necesario abrir los ojos antes. Después es ya demasiado tarde.
Un ejemplo para muestra. Uno de nosotros solía hablar con el perito de su departamento; el hombre veía la situación, las injusticias. En un momento determinado se vio obligado a enfrentarse con la Dirección… y no lo hizo. Ante la crítica del obrero su respuesta fue: -“Mire, Vd., yo tengo mujer e hijos”. Y el militante le contestó –“Sí, amigo, pero además de mujer y de hijos hay que tener vergüenza”. “¿Es que acaso los obreros no tenemos familia? ¿Es que yo gano más que Vd.? Pues mire, las cárceles están llenas de obreros y sus familias viven, porque entre nosotros hay solidaridad. Y si Vd. cree que no va a encontrar otro trabajo, también nos pasa a nosotros. Pero no se apure, que si de verdad Vd. se sintiera trabajador no le importaría tener que coger un pico y una pala, si no quedara otro remedio. Y además también contaría Vd. contra solidaridad”.
Pero no hay que engañarse; el problema es más hondo ¿Os sentís ligados al pueblo? ¿Tenéis alguna relación con él? ¿Qué pensáis de la sociedad burguesa, de las clases? ¿Planeáis vuestro futuro dentro del marco de una acción común al servicio de todos?
Muchos de los que os han precedido han sido lógicos con las tristes ideas que les sirven de tapadera. Han afirmado, sobre todo con sus hechos, que nada tienen que ver con el mundo del trabajo por el que sienten un profundo desprecio. Han identificado dignidad, categoría, triunfo, con la ocupación del puesto más alto posible en la escala burguesa, y fracaso, deshonra, humillación con la condición de los hombres que formamos el pueblo llano. No interesará para nada oírles, porque mentirán. Su desprecio por nosotros se descubre cada día en su innoble conducta en las fábricas, en los organismos públicos, en su dedicación total al servicio del capitalismo.
Y la mayor de todas las pruebas: el defender que ellos son la clase dirigente atribuyéndonos a los demás la categoría de siervos; el desprecio al trabajo manual como si no representase nuestro esfuerzo, nuestro sudor, la entrega más directa a la creación de la riqueza. Para probarlo ahí están las cifras de muertos, mutilados y heridos en accidentes laborales. El capitalismo, con su pretendido riesgo, se atribuye el fruto conseguido por el trabajo. Y nuestro riesgo real, nuestras vidas quemadas en el esfuerzo diario, sólo merecen pensiones de hambre. A otros les veremos defender que la cultura actual, la moral –dictadas por y al servicio de la burguesía- tienen una validez general y que sirven para todos igualmente por su carácter “objetivo” e “imparcial”.
Y para colmo de males en estos últimos años hemos visto surgir en nuestras fábricas una nueva generación de profesionales: los tecnócratas. De ellos no podemos esperar los trabajadores más que nuevos y refinados atropellos, escondidos detrás de las “últimas técnicas económicas» y de la “racionalización del trabajo”.
¿Cómo definiríamos al tecnócrata? En cuanto a vocación metas, relación con el pueblo, vale por supuesto todo lo dicho anteriormente. Pero nuevos elementos se añaden a todo ello: el engreimiento, la vanidad de los que “por real orden” se sienten llamados a encarnar la figura del empresario; figura casi mítica envuelta en ropajes de ciencia y de eficacia a la que corresponden, de pleno derecho, todos los honores y poderes. El culto a la técnica convierte a todos, máquinas y personas, en elementos de producción del mismo calibre. El hombre, su dignidad, sus derechos, es lenguaje sin sentido, incomprensible para seres deshumanizados conscientes de su superioridad y de su despótica misión. En realidad nada cambia y todo se agrava. El fin permanece: el lucro de unos pocos, el beneficio del capital. Los medios: una explotación más eficiente de nuestro trabajo al que se le sigue negando cualquier poder decisivo. De nosotros nada estiman sino nuestro sudor. Para comprobarlo no hay mejor que hablarles de una sociedad distinta en la que los hombres asuman la responsabilidad de forma colectiva, en la que la empresa sea dirigida por todos los que en ella trabajan a través de hombres elegidos democráticamente, en la que el riesgo y el producto se reparta igualitariamente, en la que se inculquen otras motivaciones más humanas que las que han convertido nuestro sistema en una selva, en una lucha de corsarios con patente.
Su respuesta será fría acaso tomada de un manual de economía capitalista. Nuestras afirmaciones le parecerán sentimentalismos carentes de sentido y sobre todo incapaces de ser comprendidas por mentes tan “científicas”, acostumbradas a pensar solamente en cifras.
Nuestras angustias, nuestras protestas se encontrarán con unas afirmaciones tan corrientes, tan superficiales, tan interesadas, que vienen a querer decir. ¿De qué os quejáis los pobres … con lo bien que vivimos los ricos?
Ciertamente desde nuestra vertiente obrera el panorama que nos ofrece vuestro ambiente es desolador. Muchas otras cosas, quizás más profundas, se podrían decir sobre el problema que tan graves consecuencias tiene para el éxito de nuestra causa.
Pero creemos que ya basta. El que quiera entender que entienda. Que esto es posible lo demuestran los hombres que, a título de excepción, se salvan de esta regla general de vuestra traición. Sí, no queremos ser injustos con ese puñado de hombres de diversas profesiones que en contra de la corriente, en todas las épocas, han permanecido fieles al pueblo entregados a su servicio y participado en la lucha por su liberación.
Ahora, en esta nueva era que ya comienza para los pueblos de la península con el fin de la dictadura fascista, se abren nuevas esperanzas, nuevos caminos.
Hoy la Universidad, al menos en sus minorías más conscientes y capaces, se acerca a realidades, profundiza en su misión y va descubriendo la gravedad de su responsabilidad en el pasado, en el presente y en futuro.
En nuestra huelga os habéis hecho presentes y no lo podemos olvidar. La carta de un grupo de ingenieros en la “Hoja del Lunes de Bilbao”, el escrito aprobado por las Cámaras libres de Bilbao y leído en nuestra reunión, las colectas, vuestra presencia en el juicio, en las manifestaciones de solidaridad, son signos inequívocos de un espíritu nuevo, de una voluntad decidida de romper con viejas ataduras y de revisar posiciones.
También es cierto que no conviene sobrevalorar la extensión y la profundidad de este movimiento de vuelta al pueblo. Para muchos la agitación de la Universidad sólo responde a unas exigencias superficiales referidas al derecho de libre sindicación, independencia del Gobierno, etc. Sin plantear de verdad la necesidad de una transformación profunda de las estructuras sociales y políticas.
Esta actitud superficial vendría a demostrar la veracidad de lo que algunos pensadores han afirmado sobre la imposibilidad de que otros grupos sociales –que no sea el proletariado- mantengan una hostilidad incondicional frente al absolutismo. Esta hostilidad se limitará a enfrentarse solamente contra lo que les afecta directamente sin desear una completa democratización del régimen político y social. Llegado el momento, estos grupo sociales como por ejemplo los intelectuales, otros grupos burgueses –asustados por las consecuencias que esa auténtica democratización tienen respecto a sus privilegios económicos- preferirán aliarse con las fuerzas más reaccionarias (las mismas que les niegan la libertad nacional, de pensamiento, de creación literarias) antes que apoyar la lucha de los trabajadores.
Nosotros no entramos aquí en esta materia. No es nuestra intención analizar toda la realidad de la vida universitaria. Solamente queremos haceros un sincero llamamiento para que os unáis a nosotros, sintiéndoos unos trabajadores más, para participar en la tarea común de luchar contra la opresión y crear después una sociedad de hermanos lo más justa posible.
Como veis nuestra petición encierra una gran esperanza. Es labor vuestra el defraudarla o el darle su pleno sentido. De ello sólo el tiempo será testigo. Queráis o no, en la lucha nos encontraremos. Lo importante es que no estéis una vez más en el bando contrario.
Nos dirigimos especialmente a los que aún estáis libres de compromisos concretos al servicio del capitalismo, a los que aún frecuentáis las aulas, a los que aun tenéis sin grabar a fuego las características exigidas por el sistema, a los que seáis capaces de buscar y seguir al pueblo aunque esto vaya en contra de unos intereses egoístas. No os llamamos para dirigir, sino para servir y si vuestra entrega es auténtica, el pueblo, como a otros más del mundo obrero os llevará a puestos de responsabilidad. Pero no vengáis como quien solo tiene que enseñar pues muchas veces lo tenéis todo por aprender, al menos lo que se refiere a la verdadera ciencia de la vida, tan distinta de vuestras técnicas. Esta idea aparece recogida magistralmente en el libro de Regis Debray “Revolución en la revolución”. Este intelectual –hoy condenado en Bolivia por su apoyo a las guerrillas y que ha sabido llevar hasta sus últimas consecuencias su pensamiento- recoge una cita de Cabral en la que se define la función del intelectual perteneciente a la burguesía: “Suicidarse como clase para resucitar como trabajador revolucionario que se identifica totalmente con las aspiraciones más profundas de su pueblo”.
Una vez resucitado como trabajador revolucionario, el intelectual puede ejercer diversas misiones para las cuales no tiene por qué renunciar a las posibilidades y exigencias auténticas del intelectual.
En todas las diferentes misiones a las que se pude sentir llamado deberá realizar una labor de análisis, de información, de denuncia. Una vez convertido al pueblo podrá incluso ayudar a la clase obrera a tomar conciencia de su condición y de su misión. Siempre ha de tener cuidado con los restos de su origen burgués que le pueden llevar a una utilización del pueblo, a la supervivencia de un sentimiento de superioridad. Estos y otros peligros deberán evitarse a través de un contacto constante con la base para lo cual deberá procurar un acercamiento lo mayor posible que implique la desaparición de sus injustos privilegios económicos y sociales. Sin una auténtica aceptación de eta renuncia, tarde o temprano se desemboca en la traición porque el oportunismo, la superficialidad, el relativismo moral, de tal forma están en el ambiente que penetran en las personas sin que éstas se den cuenta, a menos que se levante una sólida muralla, fácilmente encontrable en el seno del pueblo.
Solo a título de sugerencia queremos señalar algunos caminos a través de los cuales podéis realizar el encuentro. Las posibilidades son muchas y escapan a nuestro conocimiento por lo cual no pretendemos agotar el tema.
Como punto de partida nos parece evidente una cosa: Ha de existir en cada uno un mínimo de conciencia del problema y la honradez suficiente como para plantearse seriamente la necesidad de revisar su mentalidad y todo su futuro. Es decir, considerar que este planteamiento se refiere a lo que debe ser la misión más importante de su vida: trabajar junto con sus hermanos de clase por la liberación de su pueblo y de toda la Humanidad.
Supuesto todo lo anterior sugerimos los medios siguientes:
-Contacto directo con militantes obreros, con los hombres comprometidos en la lucha.
-adquisición del mayor número posible de conocimientos sobre nuestra realidad social y política mediante conversaciones, asistencia a cursillos, conferencias, lecturas de libros, publicaciones clandestinas y también con el trabajo manual en períodos que variarán según las posibilidades, vocación, etc.
-Integración progresiva en la acción de resistencia llevada por el pueblo tratando de dar la mayor coordinación posible a la lucha obrera y universitaria, considerándolas como frentes distintos de una misma causa.
-Paso a un compromiso concreto con la base, a través de la pertenencia a un grupo revolucionario.
-Planificación del futuro en función de esta actitud.
Se podría decir que hay un cierto orden, de menos a más, en los medios señalados, aunque por supuesto lo realmente importante es llegar a una incorporación vital a la lucha.
Pero como ya hemos señalado lo limitado de nuestra pretensión, vamos a desarrollar brevemente las líneas generales de lo que hemos queridos apuntar.
El problema real que se le presenta a cualquier universitario que se plantee el problema de su integración en el pueblo no es otro que el de abandonar su clase social opresora, para formar parte de la clase social oprimida. Por tanto habrá que proceder normalmente a una paulatina transformación de costumbres, medio ambiente, amistades, mentalidad, etc.
En muchos aspectos se trata de un verdadero “lavado de cerebro” puesto que implica el llegar a una concepción distinta de la vida: matrimonio, misión de la familia, postura en el trabajo, etc. Etc.
Lo verdaderamente importante es que se actúe, sin quedarse en posturas teóricas. Esta actuación implica, como es natural, la aceptación de un riesgo, a pesar de que se guarden las debidas precauciones. Por ejemplo, en el plano de la empresa será muy conveniente integrarse en la comisión de fábrica y de no ser esto posible mantener, al menos, contacto personal con los líderes obreros, prestando información y otros posibles servicios.
Hay profesionales que permiten una mayor movilidad e independencia, como por ejemplo despachos laborales, asesorías de diversos tipos, escuelas sociales, etc. Todas esta posibilidades presentan gran interés.
No queremos desarrollar más estos aspectos que pueden presentar facetas y opciones tan distintos. Lo que ciertamente queremos insistir, para terminar, es que todo esto implica un espíritu y una ideología totalmente contraria a la que hoy predica la burguesía con su separación del pueblo y su despiadada explotación.
En verdad, lo que os pedimos es que los que sois de familia no traicionéis los intereses de vuestra clase. Y los que sois de familia burguesa, los traicionéis.
-Epílogo
Hemos llegado al final de nuestro libro. A través de sus páginas hemos tratado de cumplir lo que afirmábamos antes de su comienzo, en el prólogo… “con pasión, con emoción, queremos dejar constancia de todos nuestros sentimientos, nuestras esperanzas y nuestros sufrimientos de estos 163 días inolvidables. Hemos intentado no faltar a la verdad, a nuestra verdad”…
Solamente quisiéramos ahora –en breve líneas- resumir todo nuestro pensamiento y nuestros objetivos. Es decir el motor que ha impulsado nuestra huelga y que ahora desea proyectarla al futuro como un llamamiento a todos los trabajadores.
Creemos haber dejado claro que no hemos luchado solamente para comer mejor. A los que –con no poca malicia- nos dicen que ahora vivimos mejor que antes, les contestamos “también las vacas comen ahora pienso, pero siguen siendo vacas”. No hemos luchado sólo por mejorar nuestra situación económica sino para tratar de construir una sociedad donde el pueblo gobierne de verdad en las fábricas, en los ayuntamientos y en todos los niveles de la vida política y social. De no ser así seguimos explotados de mil formas. Hoy tenemos el ejemplo de muchos trabajadores que a cambio de una nevera y un coche han dejado de luchar prácticamente contra el capitalismo. Aparentemente viven bien pero siguen siendo manejados por la minoría capitalista que controla la vida económica y, a través de ello, la prensa, las relaciones internacionales, la Universidad, la vida política.
Además nuestro movimiento es internacional y el olvidarlo es camino seguro a la traición. Los mineros norteamericanos ganan 4.000 dólares al mes, pero por haberse conformado con dinero, sin atacar en su raíz al capitalismo, sus propias empresas –de las que en el fondo se han hecho cómplices –explotan brutalmente a los mineros bolivianos y a todos los trabajadores de los países pobres, mucho más indefensos que ellos. Nuestra península, no es ajena a esta invasión yanqui que cada día controla con más fuerza nuestras fábricas, por ejemplo: altos Hornos de Bizkaia, General Eléctrica, Dow Unquinesa, Sefaritro, Industrias Metálicas Vizcaínas, Fundiciones Ituarte, Artiach y tantas otras.
Todo esto lo afirmamos a partir de unos hechos cuya fuerza evidente, que ha quedado recogida en cada página, nos ha llevado –sin posibles engaños- al conocimiento profundo de la sociedad burguesa-capitalista que controla íntegramente al Estado español. En síntesis podemos resumir así los rasgos principales que caracterizan a esta sociedad y que se han puesto una vez más de manifiesto en nuestra huelga:
-Apropiación de los medios de producción por una minoría, que rige –a partir de ese control de la vida económica- todos los destinos de nuestros pueblos.
-Estructuración en clases –explotadoras y explotadas- objetiva y profundamente enfrentadas.
-Total interdependencia –en el caso peninsular- entre el sistema económico capitalista y forma política dictatorial-fascista.
-Táctica de aniquilamiento de todas las formas de organización de los explotados y resistencia creciente por parte de estos.
-Degradación del desarrollo económico, -tremendamente desigual entre el campo y la ciudad, limitado a unos cuantos bienes de consumo: televisiones, neveras, etc. Y presentado demagógicamente por la oligarquía para crear un espejismo de “bienestar” y “justicia social”-así como del cultural y político.
Frente a estas estructuras totalitarias empieza ya a presentarse la “solución” de recambio neocapitalista, patrocinada por los tecnócratas del Opus Dei y asimilados, tras los cuales se intenta esconder –por cierto con escaso éxito- los intereses del capital monopolista. No tardarán en presentarnos, cuando no les quede otro remedio, un proyecto de “sociedad democrática” al estilo yanqui con la que distraer nuestras exigencias revolucionarias. Pero estamos atentos a la trampa y no caeremos en ella. Nuestra lucha ha de continuar hasta la consecución –pacífica o no- del poder político y económico para los trabajadores, única forma de dar fin a la explotación del capitalismo. En esta sociedad nueva que queremos crear habrá un lugar para todos, a condición de que nadie pretenda conservar situaciones de privilegio, cualquiera que sea su índole.
No sabemos cuánto tiempo ha de durar aún nuestra lucha, pero lo importante es no dejarla. Si cada uno respondemos en nuestro puesto, unidos a todos los demás, haremos posible y próximo el triunfo. Antes de nuestra huelga los de Bandas no comprendíamos lo que íbamos a ser capaces de hacer, pero con las armas de la unidad y del espíritu de lucha nuestra fuerza ha sido inmensa, despertando energías ignoradas dentro de nosotros mismos y en cientos de miles de trabajadores. Incluso muchas personas que aún no pertenecen totalmente al mundo obrero, han sentido la llamada de la dignidad y han participado en nuestra lucha prestando su valiosa colaboración. Esta lucha ha de desarrollarse a todo plano, a todo nivel, utilizando especialmente las armas más eficaces: la acción en cada fábrica, la coordinación de las fuerzas obreras –condición de trascendental importancia- y la incorporación a ellas de la Universidad, los intelectuales, etc. La huelga, la manifestación y en general todos aquellos medios que resulten eficaces para nuestro fin.
Empleando unas palabras del mensaje enviado por Ernesto “Che” Guevara –ejemplo revolucionario- a la Conferencia de la O.L.A.S. (Organización Latino-Americana de Solidaridad) celebrada este año en La Habana, nos dirigimos a todos los trabajadores y a cuantos se unan a nuestra lucha para expresar que “Lo definitivo es la decisión de lucha que madura día a día, la conciencia de la necesidad del cambio revolucionario y la certeza de su posibilidad”.
Si el inolvidable “Che” propone –como táctica de los pueblos sub-desarrollados para derrotar al capitalismo en su fase imperialista- el “crear dos, tres, muchos Vietnam” que obliguen a dividirse a las fuerzas opresoras, nosotros hacemos un llamamiento a todos los trabajadores de la península para que se creen dos, tres…¡cien Echevarri”! capaces de dar la batalla final al capitalismo fascista que nos oprime, colaborando con ello a la derrota mundial del imperialismo y del colonialismo.
El día que esto ocurra todos nuestros sufrimientos, nuestras persecuciones, nuestra lucha, habrán encontrado plenamente su razón de ser.
*Descarga del libro.
318 páginas:
–https://drive.google.com/file/d/1MDFf8avjXOSQT6-o9Bod6XWsPp5Ih42q/view