Alientos de lucha
Agenda
Doble esplendor
Constancia de la Mora
(Madrid 1904 – Guatemala 1950)
“El 8 de marzo, los fascistas emprendieron su mayor ofensiva hasta entonces. El plan no era difícil de comprender. Franco no había podido tomar Madrid y ahora trataba de cortar las comunicaciones de la capital con Levante para que, una vez incomunicado y rodeado por todas partes, Madrid cayese como una breva madura en poder de los rebeldes. Con esta finalidad empezó el ataque sobre Guadalajara, por la carretera de Zaragoza.
Cuando se recibieron las primeras noticias de la ofensiva yo estaba, como de costumbre, en la Oficina de Prensa. (…)
El día 12 de marzo fui a la oficina con los ojos enrojecidos de no dormir; no podía contenerme los nervios cada vez que sonaba el teléfono. ¡Sin noticias de Guadalajara! (…)
Uno de mis compañeros me avisó: -La llaman a conferencia.
Con el jefe de las Fuerzas Aéreas. (…)
Su voz sonaba fortísima en el auricular…
-¡Hemos conseguido la primera victoria de la guerra! ¡Y contra los italianos!
Me entraron deseos de llorar. Llorar y reír.
-Hemos derrotado a las divisiones italianas. Ya puedes decírselo a los periodistas para que manden la noticia. Es completamente verídica. La victoria de hoy ha sido ¡nuestra victoria sobre los italianos! (…)
Una nueva ola de patriotismo y confianza recorrió España.
Nuestros milicianos, mal armados y con poco entrenamiento, pero combatiendo por primera vez bajo un mando unificado, habían conseguido una victoria resonante en el frente, contra el invasor extranjero. Nuestra pobre aviación, a pesar del reducido número de sus aviones (…) había, primero, impedido el avance y, más tarde, hecho retroceder en desbandada a las mejores divisiones italianas. ¡España no sería presa de los invasores!
Pocos días después de la batalla fueron traídas a nuestra oficina sacas enteras de documentos en italiano, capturados al enemigo. Eran órdenes y disposiciones militares, comunicaciones del Estado Mayor y de otras jefaturas y detalles para el establecimiento del servicio postal y otros del Ejército regular italiano en España. Nuestros traductores se pusieron inmediatamente a trabajar en la confección del Libro Blanco que el Gobierno de la República iba a presentar a la Sociedad de las Naciones en Ginebra, como prueba definitiva de la intervención italiana en España, que, por otra parte, era ya del dominio público. (…)
Sin embargo, aun después de esto, las oficinas matrices de Nueva York, París y Londres continuaron cablegrafiando a sus representantes en Madrid y Valencia: “Es necesario poder demostrar que existen tropas regulares italianas en España antes de continuar mencionándolas” o “Nos consta que no hay soldados del Ejército italiano en España. No se deje usted influir por la propaganda del Gobierno republicano”.
Las mejores pruebas de que disponíamos para “demostrar”que había en España unidades completas del Ejército de Mussolini eran los documentos capturados en los pueblos abandonados, precipitadamente, por el enemigo y, sobre todo, la gran cantidad de soldados italianos cogidos prisioneros en la batalla de Brihuega; campesinos que no hablaban más que su idioma natal y que declararon, sin excepción, que habían sido enviados a España con engaños y contra su voluntad.”
Sobre la autora:
Aristócrata que apoyó firmemente la causa de la República Popular durante la guerra civil revolucionaria. En 1936 ingresó en el PCE. Fue la directora de la Oficina de Prensa Extranjera de la República. Durante el último periodo de la guerra acompañó a las fuerzas republicanas en su retirada final hacia los Pirineos. Partió a EEUU para recabar ayuda para la República; allí publica su autobiografía, Doble esplendor, un vivo relato de su infancia y juventud “en la España tradicional” y de su despertar durante la República. A finales de 1939 se instaló en México.