Alientos de lucha
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El honor perdido de Katharina Blum
Heinrich Böll
(Alemania 1917-1985)
“Cuando más tarde criticaron a Beizmenne por haber dejado libre durante casi cuarenta y ocho horas a Götten, de cuya presencia en la villa de Strübleder ya estaba informado desde las 23,30 del jueves, y por haber arriesgado una nueva fuga del delincuente, el comisario se rió y dijo que a partir de la medianoche del jueves Götten ya no tuvo ninguna posibilidad de escapar. La casa se encontraba en el bosque, pero estaba rodeada de candelechos “a manera de atalayas”, según se informó al ministerio de Interior, quien estuvo de acuerdo con todas las medidas tomadas. En un helicóptero que, por supuesto, aterrizó a suficiente distancia para no ser oído, llegó una tropa especial que se repartió en los candelechos. A la mañana siguiente, la policía local se reforzó en secreto con dos docenas de funcionarios. Lo más importante fue observar los intentos de contacto de Götten, y el éxito justificó el riesgo. Se pudieron descubrir cinco contactos. Y, naturalmente, hubo que localizar y detener a esas cinco personas antes de apresar al propio Götten, al que no arrestaron hasta el momento en que se sintió tan seguro que le pudieron observar desde fuera. Algunos extremos importantes los debía Beizmenne a los reporteros del PERIODICO, a la empresa editora de éste y a los órganos relacionados con ella, que empleaban métodos ligeros y no siempre convencionales, para enterarse de detalles que las pesquisas oficiales no lograban descubrir. Por ejemplo, de esta manera se llegó a saber que no solo el pasado de la señora Blorna, sino también el de la señora Woltersheim dejaban bastante que desear. La segunda, en efecto, había nacido en 1930, hija ilegítima de una obrera de Kuir. La madre vivía aún. ¿Y saben dónde?, en la RDA, y no por obligación sino voluntariamente. En varias ocasiones, por vez primera en 1945, de nuevo en 1952 y por último en 1961, poco antes de la construcción del muro de la vergüenza, se le ofreció volver a Kuir, donde posee una pequeña casa y algo de tierra. Pero ella se negó expresamente en las tres ocasiones. Todavía más interesante era el padre de la Woltersheim, un tal Lumm, asimismo obrero y miembro del Partido Comunista cuando nació su hija. En 1932 emigró a la Unión Soviética y allí, según dicen, desapareció. Beizmenne suponía que este tipo de desapariciones eran bien distintas de las que figuraban en las listas del Ejército alemán.”
Sobre el autor:
Böll no fue un revolucionario ni pretendió serlo nunca; pero sí fue un escritor demócrata, que se ganó el título de “simpatizante de los terroristas”. En 1972 se le concedió el premio Nobel de Literatura. En ese año, cuando su conciencia le impulsó a criticar la represión y exterminio que el Estado alemán estaba llevando a cabo con los militantes de la RAF (Fracción del Ejército Rojo), no dudó en desenmascarar públicamente a una de las más importantes cadenas periodísticas alemanas, la Springer, denunciando el servilismo de este tipo de prensa con el aparato jurídico-policial del Estado. En 1974 escribe El honor perdido de Katharina Blum donde plasma dicha experiencia.
En 1977 en una campaña de contrainsurgencia sin precedentes, la policía alemana llevó a cabo numerosas detenciones de militantes de la RAF, y puso en práctica un sistema de “peinados” de barrios, registros domiciliarios, etc… del más puro estilo nazi. A esta situación se enfrentó Böll con sus artículos periodísticos abogando por mayores libertades, contra la militarización de la vida del país, por juicios justos para los detenidos, condenando la tortura y el régimen de exterminio de las cárceles, etc. En 1979 publicó Asedio preventivo que constituye una crítica mordaz y transparente al Estado policiaco en que se había ido convirtiendo paulatinamente la República Federal de Alemania. Otras novelas suyas son: Casa sin amo, Billar a las nueve y media, Opiniones de un payaso.