Cartas desde prisión:
Ignacio Varela Gómez
En el Puerto, a 15 de septiembre de 2021.
… En lo que se refiere al incremento de votos en favor de esa Díaz Ayuso a la que solo le falta desfilar con el brazo en alto, la responsabilidad debe adjuntársele principalmente a toda esa banda de reformistas y oportunistas que con tanto ahínco viene trabajando para desorganizar y desmoralizar a las masas obreras; al tiempo que se desviven por legitimar las instituciones del régimen. Todo ello empezando por el mismísimo lema de campaña que abanderó el PP. Si se atreven a esgrimir un lema tan marcadamente fascista y reaccionario como es “socialcomunismo o libertad”, en una región con una tradición obrera y antifascista tan arraigada, sin miedo a que se vuelva en su contra, es gracias a esa intensa campaña permanente de calumnias y criminalización que realiza el reformismo de la experiencia histórica de la construcción del socialismo y de la ideología comunista. Sin esa matraca anticomunista difundida entre las filas de la clase obrera, Díaz Ayuso y sus asesores no podrían haber hecho algo así sin que de forma inmediata se hiciesen virales los memes en los que apareciesen vestidos con los uniformes nazis y falangistas. Estos nuevos “influencers” del reformismo, siguiendo la estela de sus mentores, no pierden ocasión para deslegitimar el comunismo y denigrar los símbolos del proletariado revolucionario internacional.
Evidentemente, nosotros no vamos a exigir que reivindiquen la justeza del comunismo y defiendan la ideología marxista-leninista quienes no comparten sus postulados. Es más, agradeceríamos enormemente que dejasen de reivindicarse como tales personajes que no lo son en absoluto, piénsese en Alberto Garzón y compañía. Pero sí nos asiste el derecho, por no decir la obligación, de caracterizar como una fuerza auxiliar del fascismo a quienes, desde posiciones pretendidamente populares, se dedican a difundir de forma tendenciosa las patrañas de la propaganda anticomunista y los lugares comunes de la ideología burguesa, buscando legitimar ante las masas obreras al régimen, fomentando la resignación y el conformismo frente a las condiciones de explotación y opresión que padecen. Baste ver que en su “regreso” Pablo Iglesias viene a decir, básicamente, que a la clase obrera y los populares no les queda otra que apoyar al PSOE para evitar un gobierno del PP y Vox, tanto paripé y golpe de efecto mediático para plantear que el “cambio” era eso: lo mismo que viene diciendo IU en las últimas décadas, desde Frutos a Alberto Garzón, pasando por Llamazares y Cayo Lara (y lo mismo, por cierto, que lleva años propugnando Iñigo Errejón); luego, los dogmáticos somos nosotros, por llamar a las cosas por su nombre.
Se vienen retratando de forma tan descarada como unos auténticos charlatanes-incapaces de mantener ninguno de los compromisos que decían asumir en relación a las reivindicaciones populares de las que hicieron bandera de forma demagógica, que es lógico que muchos de los que les dieron crédito se sientan estafados y rebotados. Comentábamos hace algún tiempo lo significativo que resultaba que en los propios medios afines al gobierno del hambre, afirmando que se sentían abandonados a su suerte a pesar de los discursos oficiales sobre el “escudo social” y las promesas de “no dejar a nadie atrás”.
Como, además, se han pasado los últimos años insistiendo hasta el hartazgo de que acudir a las urnas trampeadas del régimen es la única vía que tienen las masas obreras de incidir en la política, han conseguido que ese desencanto que se traducía en posiciones abstencionistas, esta vez se manifestase en un voto de castigo en su contra. Pueden estar orgullosos, han creado las condiciones para que el régimen pueda tratar de canalizar parte de esa desafección popular por medio de la demagogia fascista más desacomplejada; simplemente limitándose a señalar las incoherencias y las sucesivas renuncias que han ido protagonizando. En lo único que se han mostrado inflexibles es en apresurarse a disfrutar de las prebendas que les corresponden como correveidiles de la oligarquía.
Cuando se produjo el cambio de gobierno, apuntamos que el margen de maniobra del que disponía el régimen para mejorar las condiciones de vida de las masas era muy limitado, y que su papel, por el contrario, sería el de acometer esas nuevas “reformas estructurales” que reclaman los monopolios, teniendo que limitarse a medidas de carácter cosmético y a grandes dosis de marketing político (“postureo, mucho postureo” decía un camarada). Por desgracia, ejemplos de ello los tenemos a paladas, la “seguridad jurídica” es el fetiche al que recurren últimamente para defender el saqueo al que someten a las familias obreras la oligarquía con sus maniobras especulativas. Ya sea en el terreno de la vivienda, en el del suministro eléctrico -“vamos a acabar con la pobreza energética” decían-, el sector bancario y sus comisiones o las telecomunicaciones.
Pero una cosa sí hay que reconocerle al gobiernodecoaliciónmásprogresistadelahistoria, está cumpliendo con el principal mandato para el que fue aupado por la oligarquía: poner sordina a la crisis política del régimen en lo que se refiere a su enfrentamiento con las masas obreras. Sirviéndose de la conmoción que ha provocado la pandemia, cuyos efectos se han cuidado de amplificar al máximo, han conseguido dejar al movimiento popular a la expectativa. Hasta el punto de que, de forma engañosa, el aspecto principal de dicha crisis política, crónica, parezca ser el enfrentamiento entre los distintos sectores del régimen, que se pelean entre ellos a cara de perro para no ceder las cuotas de poder político y económico que vienen ostentando.
Es innegable que los trucos de prestidigitación que caracterizan al gobierno de Pedro Sánchez surten cierto efecto. No hay más que ver cómo están presentando como algo “progresista” ese programa de “fondos para la recuperación” de la UE, que no pasa de ser una reedición actualizada del “rescate bancario” del gobierno de Rajoy. El dinero que entonces supuso un trasvase mil millonario de dinero público al sector bancario para paliar los efectos de la especulación inmobiliaria y sus derivaciones financieras, ahora está destinado a las grandes empresas -energéticas, automovilísticas…- para que puedan acometer las inversiones que precisan los sectores industriales europeos para resultar competitivos en los mercados internacionales -todo ello, igual que entonces, a cambio de “reformas estructurales”, en el sistema de pensiones, en la legislación laboral…- supervisadas de cerca por las “Instituciones europeas”, que harán recaer el costo de esas “ayudas” sobre los hombros de la clase obrera y los sectores populares. A pesar de que el esquema fundamental es el mismo, no oiremos a Unidas Podemos, Más País, Compromís, ERC o BILDU criticar las imposiciones de la troika, o hablar de la “deuda ilegítima” y de la necesidad de acometer una auditoria de la deuda pública del Estado.
Pero a pesar de todos los servicios que prestan esos vendedores de humo para dotar de estabilidad al régimen y anestesiar el Movimiento Popular, no cabe duda que esta situación de tensa calma no habrá de durar mucho. A medida que se continúe desvaneciendo el espejismo del “compromiso social” del gobierno, el malestar volverá a hacerse oír en las calles. Sin ir más lejos, ya se están produciendo numerosas luchas obreras de carácter sindical, que el régimen se cuida de mantener fuera del foco mediático.
El descrédito que está cosechando el gobierno de Pedro Sánchez, que difícilmente puede aspirar a entusiasmar a las masas, limitándose a presentarse como la opción menos mala, supone un grave problema para el Estado. Tendrán serias dificultades para poder prolongar su estancia en la Moncloa más allá de lo que dure la legislatura. Por mucho que los sectores más rancios hiperventilen y pronostiquen el advenimiento del apocalipsis rojosseparatistas, combinando fobias patológicas con el temor de verse desplazados de sus esferas de poder frente a otros que se encuentran mejor posicionados para gestionar el reparto del pastel -acaban de amenazar a las grandes constructoras que en las últimas décadas hicieron pingües negocios con los gobiernos del PP con ser apartadas de cualquier contrato de obra pública durante los próximos años- los estrategas del régimen son conscientes de que un gobierno del PSOE, apoyado por ese conglomerado de reformistas y oportunistas, es la opción que mejor se ajusta a sus intereses por cuanto mantiene las contradicciones con las masas en unos niveles manejables.
Con una crisis económica crónica, que a medio plazo va a agudizarse, y sin haber llegado a reconducir la situación con la burguesía nacionalista catalana, un gobierno del PP engorilado, supondría agudizar las contradicciones al máximo en todos los frentes.
Descartada la posibilidad de consolidar un gobierno de “izquierdas”, con las medidas de alivio económico para las masas que ello requiere junto con la flexibilización del marco ultrarepresivo que han ido implementando, no les queda más opción que agotar el espantajo de Vox. Como dice Balmón, es la versión 2.0 de aquel “ruido de sables” con el que en los años 80 chantajeaban a las masas para que aceptasen el arsenal de medidas antiobreras y contrarrevolucionarias que implementaron, bajo la amenaza de un pronunciamiento militar que provocase una regresión más reaccionaria aún.
… Esa falsa disyuntiva que plantean entre sufrir al PSOE o padecer al PP es un callejón sin salida al que quieren conducir a las masas para desarmarlas políticamente. La única alternativa que permitirá a la clase obrera y a los sectores populares mejorar sus condiciones de vida y recuperar los derechos políticos y sociales que les están arrebatando es organizarse al margen de las instituciones y tinglados del régimen y luchar de forma independiente por sus intereses de clase. No hay otra y la evolución de los acontecimientos empujará cada vez más en esa dirección.
Claro que, ese cambio de perspectiva no va a producirse por sí solo. La maduración de las condiciones objetivas favorecerá que se produzca un mayor grado de concienciación política de las masas. Pero para que ello cristalice en un potente movimiento organizado capaz de poner al régimen contra las cuerdas es imprescindible nuestra participación directa en ese proceso. En la medida de nuestras posibilidades tenemos que estar presentes en las luchas obreras y populares que se están produciendo, y en las que vendrán. Darles la espalda o denostarles porque no estén al nivel que a nosotros nos gustaría supone hacer dejación de nuestras responsabilidades y, a mi juicio, evidencia una errónea comprensión del proceso de desarrollo dialéctico de la lucha de clases y el papel que le corresponde a la vanguardia política de la clase obrera.
Hemos señalado en numerosas ocasiones que las masas necesitan acumular sus propias experiencias por medio de la práctica, y no vamos a profundizar ahora en la importancia que tiene ese factor en el proceso de desarrollo del conocimiento. Por lo tanto, si como venimos señalando la conciencia política de las masas en términos generales está por madurar, resulta inevitable que el movimiento popular atraviese una etapa que esté caracterizada por la preponderancia de las luchas de tipo espontáneo o semiespontáneo, será en el transcurso de las mismas y sobre la base de esa experiencia que irán atesorando cuando consigan conformar su conciencia de clase, y entiendan la necesidad de avanzar en el terreno organizativo y nos corresponde a nosotros, además, encontrar el modo de conectar con la gente, conseguir hacerles llegar nuestra línea política de un modo que resulte accesible. No se trata de vulgarizar o rebajar nuestras concepciones político-ideológicas pero sí de esforzarnos en adoptar una actitud y un lenguaje que permita su divulgación.
… En otro orden de cosas, la espantá yanqui de Afganistán está haciendo correr ríos de tinta. No es para menos dada la multitud de “capas de análisis” que pueden hacerse de la misma. Ejemplifica de forma muy gráfica la derrota que ha sufrido allí el imperialismo. No solo el de EE.UU., que al ser el actor principal es el que peor parado sale evidenciando que a pesar de su tan publicitado poderío militar ha sido incapaz de ganar ninguna de las guerras que ha desencadenado en las últimas décadas, también el resto de países de la OTAN y sus aliados han quedado retratados, por más que traten de eludir sus responsabilidades echándole la culpa del fiasco a los yanquis.
Se demuestra en la práctica, una vez más, que el imperialismo no es capaz de construir nada. Ni siquiera en beneficio de sus intereses mezquinos y egoístas. En términos de desarrollo histórico y progreso de la humanidad, hace más de un siglo que no aporta más que barbarie y sufrimiento, todas esas guerras de agresión que han iniciado, en Afganistán, Irak, Libia, Siria, Yemen, Mali, Ucrania… lejos de servirles para apuntalar o reforzar sus posiciones, están acelerando su decadencia. Conservan todavía, eso sí, una enorme capacidad de causar daño y desestabilizar; y esa baza es la que están dispuestos a seguir jugando en defensa de sus intereses “o te sometes o te reviento” vienen a decir.
Después de los sucesivos varapalos que han cosechado en sus aventuras militares, EEUU anuncia, una vez más, el fin de sus campañas de invasión. En su lugar se dedicarán a las agresiones desde el exterior -bombardeos, sabotajes, etc…- y a fomentar las guerras por delegación. Claro que una cosa son las intenciones iniciales, y otra muy distinta la forma en que luego evolucionan los conflictos una vez se desatan las hostilidades. Y esa atropellada salida de Afganistán hará que sus aliados y demás países sometidos a su influencia se lo piensen dos veces antes de prestarse a servir como carne de cañón en sus correrías. Porque esta es otra de las cuestiones en las que incide ese descalabro y que da la medida de la importancia estratégica que tiene. No han transcurrido siquiera tres meses desde que Biden realizase aquella gira por Europa con la que buscaba escenificar un acercamiento con el imperialismo europeo y tratase de sumar a Alemania y Francia a sus planes de confrontación con China, y el primer mensaje que han transmitido los representantes de la UE, tras la huida de Afganistán, es la necesidad de reforzar su autonomía estratégica respecto a EEUU, redoblando los llamamientos a crear esa fuerza de intervención militar europea al margen de las estructuras de la OTAN. Se agudizan las contradicciones entre las potencias imperialistas.
Si embarcarse en una dinámica de confrontación con China ya resultaba contraproducente para los intereses económicos de los monopolios alemanes -que cifran en 200.000 millones de euros las exportaciones que dirigen al mercado chino- la experiencia de Afganistán ha puesto de relieve, una vez más, que EEUU no es un socio fiable que tome en consideración las propuestas e intereses de sus aliados a la hora de trazar sus planes y el balance de estas dos décadas de invasiones y campañas de agresiones genera serias dudas sobre las capacidades reales de llegar a someter a un rival de la envergadura de China, que cuenta además con una sólida red de alianzas internacionales, en especial con Rusia. La última vez que el imperialismo Alemán se aventuró a guerrear con un rival que se le atragantó, las cosas no acabaron bien para Berlín.
En cuanto a Rusia y China, a pesar de que la retirada de EEUU y de los demás países de la OTAN de Afganistán no significa que los imperialistas renuncien a tratar de interferir en la situación de ese país y someterlo a sus intereses –simplemente tratarán de hacerlo por otros medios y en esto se está haciendo notar la divergencia de criterios entre yanquis y europeos- es evidente que su posición se ve reforzada, aunque solo sea porque EEUU se ve privado de esas enormes bases militares que había instalado en el centro mismo de Asia y que de haberse consolidado le permitiría proyectar su radio de acción en la mismísima frontera con China, amenazando toda su red de infraestructuras que proyecta dentro del marco de las “nuevas rutas de la seda” para interconectar la región y potenciar los intercambios comerciales.
Más allá de las repercusiones geopolíticas que tiene ese escenario afgano, pienso que existe otro factor que hay que remarcar, por cuanto su importancia trasciende al estrecho marco de lo particular y tiene una validez universal. Todos los charlatanes paniaguados al servicio del régimen -“analistas” y “especialistas”- hablan de la derrota estadounidense pero escamotean cualquier referencia a cómo y por qué han sido derrotados. A lo sumo repiten la misma monserga que los estrategas de la Alemania nazi, que alegaban que todo fue consecuencia de los errores propios y le errática dirección de sus líderes.
No me voy a detener a valorar los aspectos militares de la táctica o la estrategia que hayan empleado, ni de las diferencias ideológicas, antagónicas, que nos separan de quienes han ejercido como fuerza política hegemónica dentro de la resistencia nacional contra la ocupación imperialista. Señalar, eso sí, que si un movimiento tan reaccionario en sus concepciones como es el de los talibanes ha jugado un papel progresista en el contexto de la ocupación de Afganistán, dirigiendo y cohesionando a las fuerzas de la resistencia, demuestra hasta qué punto el imperialismo es un orden caduco y obsoleto.
Pero la lección que me parece importante destacar del ejemplo de la insurgencia afgana es otro, enlaza con algo que venimos señalando insistentemente: la importancia que tiene mantener alta la bandera de la dignidad y la defensa firme de nuestros principios, especialmente en un contexto de correlación de fuerzas adverso, mientras que la claudicación, la sumisión y la renuncia de las posiciones que se vienen sosteniendo hipotecan la posibilidad de una reconfiguración de fuerzas futura que permita revertir la situación. Todas las victorias populares que se han dado a lo largo de la historia han tenido como premisa básica esta circunstancia. Del destino de los renegados, los traidores y los colaboracionistas al servicio del opresor de turno, también dan cuenta los libros de historia.
Va un abrazo, bien apretao y tamaño XXL.
Nacho
Muy de acuerdo con tu análisis, estimado Nacho. Te ha contestado una señora de UP con el consabido del «mal menor», esta falsedad mina la ya escasa combatividad de los mas atrasados, es una puñalada trapera, aunque cada vez cala menos.
Tengo esperanza en esos jóvenes del Movimiento Antirrepresivo, algunos de ellos en Madrid ya mostraron que la lucha pasa por SEÑALAR en la maloliente fiesta del PcE a las asquerosas garrapatas de UP.
Un fuerte abrazo y sigue con ese ánimo; supongo tienes acceso a internet. Pablo Hasel no lo tiene, es un ejemplo para el mencionado Movimiento Antirrepresivo que precisamente el aparato judicial-policial-carcelario de la Clase Dominante considera peligroso y no se equivocan, es una «Primera Línea» que puede tirar del resto de oprimidos.
Ni Pablo Hasel, ni ningún preso político tiene acceso a internet… por no tener no tienen ni derecho a tener una máquina de escribir. Para contrarestar el aislamiento al que les someten, hay que escribir a los presos políticos y mandarles información, contarles lo que pasa en la calle, que no tengan solo la TV como fuente de información es importante para ellos y para nosotros pues ya vemos lo acertado de sus análisis.