Recuperando materiales:
Jose María Sánchez Casas. Relatos para obritas de teatro.
Escrito en prisión.
El petróleo
(Bolsas de basura por todos lados. Es el basurero del barrio. Entran dos jóvenes. Vienen discutiendo.)
Uno.-… el viejo decía cosas muy raras, no sé si me entiendes.
Dos.– Tú, y la tonta manía esa del “no sé si me entiendes”…
Uno.- Es una forma de decir, no me…
Dos.- Pues, sí se te entiende. Y el viejo no decía nada raro, soltaba verdades que a veces ni nosotros queríamos entender. Y aquí sí que vendría bien ese “no sé si me entiendes”. ¿Te enteras? ¿Te acuerdas cuando nos contó aquello de las buenas personas?
Uno.- ¡Pues claro que me acuerdo, joder, si hasta pensé que lo decía por nosotros!
Dos.- Pues… es posible, porque el viejo tenía una retranca de mucho cuidado y te las soltaba sin que te enteraras de qué iba la vaina.
Uno.- Sí, nos dijo que hay muchas buenas personas dispuestas a morir por la revolución…
Dos.- Pero pocas dispuestas a ma…
Uno.- ¡Chitss! Achanta la mui que las paredes oyen, y vivimos unos tiempos…
Dos.- (Mira a todos lados) Si no nos oye nadie. Y además aquí, en medio de este estercolero quién nos va a ver.
Uno.- Bueno tú, ¿vamos preparando eso?.
Dos.- Vale. (Sacan de un macuto unas bolsas de plástico, se sientan en unas sillas rotas o es un viejo sofá que alguien tiró, y manipulan con las manos dentro de las bolsas mientras siguen charlando.) ¿Tienes ahí lo que escribió sobre las buenas personas?. Anda léemelo mientras yo las pongo a punto.
Uno.- (Saca del macuto un cuaderno y Iee)
«Ha habido en el país buenas personas dispuestas a morir por la revolución. Pero la revolución en todas partes necesita personas que no sólo están dispuestas a morir sino también dispuestas a matar por ella. (mira a todos lados) De aquellas buenas personas el Che decía: «Son capaces de morir en las cámaras de tortura sin soltar una palabra, pero son incapaces de tomar por asalto un nido de ametralladoras». Y es sabido que el enemigo de clase para defender la explotación no sólo emplea las cámaras de tortura sino también nidos de ametralladoras y muchísimas cosas más por el estilo. En resumidas cuentas: sólo aquellos que estén dispuestos a morir y matar llegarán hasta el final siendo buenas personas para la revolución. Porque será por ellas que habrá revolución. Aunque la revolución termine por ser para todas las buenas personas.» ¡Joder, esto es duro!, no me digas que no. Lo sueltas hoy en la calle y te se cae la democracia encima.
Dos – Bueno, son versos de un poeta.
Uno.- Los poetas hablan de las golondrinas que volverán y esto…
Dos.- Escucha (le quita la libreta de las manos y busca). Sigue tú con eso. Mira lo que dice uno de esos poetas: «No confundir, somos poetas que escribimos desde la clandestinidad en que vivimos. No somos, pues. cómodos e impunes poetas anónimos. De cara estamos contra el enemigo y cabalgamos muy cerca de él, en la misma pista. Y al sistema y a los hombres que atacamos desde nuestra poesía, con nuestra vida les damos la oportunidad de que se cobren, día tras día.»
«Érase que se era una vez un poeta de aquí, de este país, de cuyo nombre no quiero acordarme. No era ni bello ni malo como Satanás, como él soñaba que era, sino tan sólo feíto, bajito y requetebuena gente que a puro esfuerzo sacaba tiempo para escribir entre sus estudios de «Memorias artificiales de décima generación» y su trabajo en los Juzgados. El poeta provinciano amaba a la justicia y a las muchachas (tal vez un poquito más a las muchachas que a la Justicia, pero no se lo podemos afear, ¿verdad?, sobre todo si uno conoce bien el talle y la catadura que tiene la justicia en este país). Y sábado tras sábado hacía sonetos al pueblo y al futuro que vendrá y a la libertad para tirios y troyanos, todo ello con la mirada llameante después de haber llamado pan al maíz, y vino al aguachirle. Así era su vida y su obra, de las que se hablaban en las tertulias de los cafés y hasta llegaron a despertar un comentario benevolente, aunque con algo de guasa, del crítico literario local del único y carca, aunque democrático periódico de la ciudad. Un día resultó que el papel, por aquello de los países productores y la mala leche musulmana (no por la avaricia y maldad de los yanquis go home, que como todos sabemos son los guardianes de la paz y democracia mundial), pues que subió el precio del papel hasta las nubes. Y tanto en los Juzgados como en la Facultad donde estudiaba le racionaron implacablemente los folios al poeta para que no los desperdiciara en nada que no fuera su tétrico trabajo judicial y su aprendizaje estudiantil. El poeta vio clarito que en el fondo de todo aquel contubernio petrolífero-mercantil-capitalista lo que había era un atentado contra la poesía, contra su persona y que ni se podía ni se iba a quedar así por mucho que el gobierno quisiera echarle la culpa a los moritos. Fue entonces que comenzó a escribir en los muros y paredes y en los grandes cartelones de propagandas sobre las jetas de los estúpidamente sonrientes candidatos electorales. No le fue fácil el cambio, muy al contrario. Al principio cayó en profundas crisis de concepción creadora. Y es que en las tapias y sucios paredones no lucían bien los sonetos y frases que antes le embriagaban como “¡oh sándalo abismal. miel de los musgos», se veían fuera de lugar en las paredes descascarilladas. Además los locales (la policía, claro), los civiles, la Guardia Nacional, los Seguratas y hasta los serenos… si lo pillaban en plena euforia poética lo perseguían a matar, lo aporreaban y machacaban llamándolo gamberro y afeándole que a su edad hiciera aquellas cosas propias de la kaleborroka-terrorismo-de-baja-intensidad-ya-alta. Y todo ello aunque lo que pintara en los muros fueran versos como «fulge lámpara pálida, tu rostro entre mis brazos» o «yo te libé la luz de tu mejilla» o «no hay Dios ni hijo de Dios sin desarrollo». De ahí que el poeta echara agallas de una vez y se metiera de hoz y coz en la guerrilla urbana (Sección de Agitación y Propaganda. Agipró para los colegas), para quien ahora pinta en los muros y paredes cuestiones como éstas. «VIVA LA GUERRILLA» «LUCHA ARMADA HOY – SOCIALISMO MAÑANA», y si alguien dice que esta historia es esquemática, sectaria o planfetaria y que el poema que la cuenta es una tremenda chapuza ya que falla «precisamente en la magnificación de las motivaciones» que vaya y coma mierda porque la historia y el poema no dicen más que la mismísima y jodida verdad».
Uno.- La verdad es que se las subía todas… más una. Ya nos advirtió de la que se nos venía encima. Decía: estos son tan fascistas o más que aquellos de mi juventud, en cuanto que se les rasca un poco aparece la costra fascistona. Aunque a veces pienso que se le iba la olla, sobre todo cuando se ponía a hablar de los presos. ¡Joder!, daba miedo.
Dos.- Había perdido a más de un amigo allí dentro y sabía las que estaban pasando los que quedaban, ¿cómo quieres que se pusiera?. ¿Recuerdas lo que nos leyó el día que asesinaron a Julio? (Saca un papel y lee) «Hoy, cuando se mueren los amigos, solo mueren sus nombres. ¿Cómo podemos aspirar, desde el fondo del pozo, abarcar más que las tipografías y negros titulares, tiznajos sobre la íntima memoria?. Sólo quien vive fuera de las cárceles puede honrar los cadáveres, lavarse del dolor de los muertos con abrazos, rascar con uña, rabia y lágrima las lápidas. Los presos no: solamente aporreamos los portones del encierro para que el trueno acalle la noticia, mientras seguimos resistiendo con la certeza de que sigue entre nosotros.»
Uno.- Lo escribió él?
Dos.- El nos lo dio… ¿qué más da quien lo escribiera? (Hace un movimiento brusco y la bolsa casi se cae)
Uno.- (Salta asustado) ¡Oye! ¡maldita sea, ten cuidado con lo que haces!
Dos.- (Se ríe), Mira que eres cagón.
Uno. Una gracia tuya, ¿no?. Y de cagón nada. ¿entiendes?
Dos.- Entiendo, entiendo. Bueno a ver si vamos terminando que es la hora.
Uno.- Ya está. Será a su memoria. (Saca dos cócteles molotov) Estoy seguro que sabía el muy zorrón que al final entenderíamos sus indirectas literarias. Y eso que ha subido la gasofa.
Dos.- ¡A la salud de un buen comunista!.
Uno.- ¡Por el viejo!. (salen).