Recuperando documentos:
Repasando la historia de la evolución, uso y control de la tecnología y las redes.
-La señorita Found en una máquina del tiempo abandonada.
Fragmentos del relato publicado en 1973 por Robert Silverberg, escritor de Ciencia Ficción norteamericano de los años 60 del siglo pasado.
Si la vida vale la pena vivirla de algún modo, tenemos que poseer al menos la ilusión de que somos capaces de efectuar cambios profundos en el mundo en que vivimos. Y digo: al menos la ilusión. Evidentemente, sería preferible la verdadera capacidad para efectuar los cambios, pero no todos nosotros podemos llegar a ese nivel, e incluso la ilusión del poder ofrece esperanza, y la esperanza sustenta la vida. La cuestión es no ser una marioneta, no ser un algo juguetón y pasivo de karma. Supongo que todos estarán de acuerdo en que se deben introducir profundos cambios en la sociedad. ¿Y quién los hará sino usted y yo? Si nos decimos a nosotros mismos que nos encontramos desamparados, que toda reforma significativa resulta imposible, que el status que existente es para mantenerse, entonces lo mismo podríamos dejar de preocuparnos por seguir viviendo, ¿no cree? Quiero decir si el autobús está resbalando y el conductor está perdiendo la guía, y todas las puertas están atascadas, es mucho más frío tomar el cianuro que esperar el inevitable destrozo. Pero, naturalmente, no queremos creer que nos encontremos indefensos. Queremos creer que seremos capaces de agarrar el volante y enderezar el autobús en su ruta, y conducirlo con seguridad al taller de reparaciones. ¿No en así? Correcto. Eso es lo que deseamos pensar. Aún cuando solo se trato de una ilusión. Porque a veces -¿quién sabe?- puede uno mantener firme una ilusión y convertirla en algo real (…)
Se ha hecho todo con la ayuda de un montón de instrumentos de ciencia ficción. No voy a pedir disculpas por lo que se refiere a esa parte. Las disculpas no son necesarias. Si se necesitan artilugios para salir y librarse, pues se utilizan artilugios; los superficiales no pasan a considerar en momento alguno cómo lograste llegar adonde deseabas llegar procedente desde donde estás. El objetivo consiste en erradicar los bien conocidos males de nuestra sociedad y si tenemos que llegar a eso por medio de máquinas del tiempo, por bandas mentales de amplificación del pensamiento, por rayos anti-impermeables, por haces moleculares interpenetradores, por barras de levitación superheterodinas y por medio de todo el resto de brillantes instrumentos de tebeo, que sea así. Son los resultados los que cuentan.
Tal y como digo, tomen por ejemplo el día que le volé la mente al presidente. ¿Creen que podría haberío hecho sin disponer de Todos esos artilugios? Escuchen: el simple hecho de entrar en la Casa Blanca ya es todo un problema. No puede uno prescindir de un mapa de toda confianza del interior de la Casa Blanca, de esa parte que no se permite ver a los turistas; los mapas que existen son falsos y, en realidad, ellos están cambiando continuamente las habitaciones, de modo que los agentes de espionaje y los asesinos no encuentren el camino que deben seguir. Lo que hace un mes era un dormitorio, se ha convertido al mes siguiente en un despacho y en una sala de conexiones al otro mes. Algunas habitaciones pueden ser recogidas y cambiadas al mismo tiempo y en un instante. Todo cambia frenéticamente. Así es que instalamos nuestra pantalla ultrasónica de intercavitación en el Parque Lafayette y obtuvimos una representación holográfica digna de toda confianza del interior del edificio. Esta información me permitió saber dónde me encontraba y qué camino debía seguir una vez allí. Pero también necesitaba encontrar al presidente con rapidez. Nuestro método consistió en colocarle un diminuto emisor-receptor bip en su cuerpo. Y así lo hicimos, cogiendo al jefe ensaladero de la Casa Blanca, envolviéndole en aromas narcolépticos y programándole para que ocultara la diminuta pieza, en el interior de un tomate. El presidente se comió el tomate en la cena y, a partir de este momento, pudimos seguir sus pasos con facilidad. El modelo de interferencia comunicado por el emisor-receptor también nos indicaba si había alguien con él.
Así es que esperé que estuviera solo una noche, en la Sala Malva, repasando su archivo de fotografías autógrafas de estrellas de fútbol, y levité entonces hacia un punto situado justo a treinta metros por encima de aquella habitación, utilizando nuestro desintetizador de flujo de neutrinos para eliminar el escudo de seguridad electrónica de la Casa Blanca. A continuación, descendí directamente por medio del haz interpenetrador. Aterricé justo delante de él. Pueden creerme una cosa: ni siquiera empezó a gritar. Se retiró un poco hacia atrás y empezó a mover una mano hacia una especie de botón de alarma, pero yo le dije:
-Déjelo, señor presidente. No va a sufrir usted ningún daño. Sólo quiero hablar. ¿Puede dedicarme cinco minutos para mantener una pequeña charla? -y le lancé el rayo conceptutrón para relajarle y hacerle receptivo a mis deseos-. ¿De acuerdo, jefe?
-Puedes hablar, hijo -replicó-. Siento verdadera ansiedad por escuchar la voz del público y me siento particularmente preocupado por ser responsable de las necesidades y problemas de nuestra generación más joven. Nuestra galante gente joven que…
-Con calma, Dick. Muy bien: escucha bien esto. El país se está desmoronando, ¿de acuerdo? La ecología se deteriora; las ciudades se desmoronan, los negros se levantan en armas, la ultraderecha está almacenando napalm, los jóvenes están siendo diezmados en una loca guerra extranjera tras otra, las prisiones no hacen más que crear criminales en lugar de rehabilitarlos, los códigos sexuales victorianos están transformando a millones de seres humanos potencialmente hermosos un enfermos mentales, las leyes contra la droga no tienen ningún sentido, las mujeres siguen realizando un papel de madre-chófer-cocinera-criada, mientras que los hombres cumplen un papel de borrachos-huevudos-fulaneros, la población sigue aumentando y llenando los limpios espacios abiertos, la estructura económica es de naturaleza autodestructora puesto que el capital y la mano de obra actúan de acuerdo para atornillar al consumidor, y así sucesivamente. Estoy seguro de que conoce usted los problemas puesto que es el presidente y lee un montón de periódicos. Muy bien. ¿Cómo nos hemos metido en este embrollo? ¿Por accidente? No. ¿A través de un mal karma? Realmente, no lo creo así. ¿A través de fuerzas deterministas a las que no podemos escapar? ¡Qué tontería! Nos hemos metido en todo esto por estupidez, avaricia e inercia. Somos tan avariciosos que ni siquiera nos damos cuenta de que nos estamos robando a nosotros mismos. Pero todo eso se puede arreglar, Dick, ¡se puede arreglar! ¡Sólo tenemos que despertarnos! Y tú eres el hombre que puede hacerlo. ¿No quieres pasar a la historia como el hombre que ayudó a este gran país a recuperarse a sí mismo? Tú y treinta congresistas con influencia y cinco miembros de la Corte Suprema podéis hacerlo. Todo lo que debéis hacer es empezar a reformar la conciencia nacional a través de algunas directrices ejecutivas apoyadas por la acción del Congreso. Vamos, hombre, empieza a trabajar y dile a tu mayoría silenciosa que comience o adquirir forma Proclama el reino del amor. Nada de más guerras, ¿me oyes’? Es pasado mañana. Nada de más crecimiento económico: simplemente, nos arreglamos con lo que tenemos y empezamos a limpiar los ríos, los lagos y los bosques. Nada de más niños para utilizarlos como símbolos de status y pacificadores para aburridas amas de casa; a partir de ahora, la gente sólo tendrá niños por el placer de traer al mundo a sanos y nuevos seres humanos, con un máximo de dos o tres por pareja. En cuanto a mañana mismo, abolimos todas las leyes que vayan en contra de la gente, de lo que hace la gente sin causar daño alguno a otra gente. Y así sucesivamente. Proclamamos una nueva Carta de Derechos, garantizando a cada individuo el derecho a llevar una vida plena y productiva, de acuerdo con su propio estilo. ¿Harás todo eso?
-Bueno…
-Déjame que te aclare perfectamente una cosa -le dije-. Vas a hacerlo. Vas a decretar un final a todos los desperdicios que se están produciendo en este país. ¿Y sabes cómo sé yo que lo vas a hacer? Porque tengo en mi mano este pequeñito tubo de metal que emite vibraciones que son una cosa realmente fuerte, vibraciones que te van a poner la cabeza en su sitio en cuanto apriete este botón. Así es que, preparado o no, allá voy… Uno, dos, tres… zap.
-Muy bien muchacho -dijo el presidente. El resto, ya es historia.
¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh, Dios! ¡Si pudiera ser así de fácil! Uno, dos, tres… zap. Pero no funciona así. No poseo ninguna varita mágica. ¿Qué te hizo pensar que la poseía? ¿Cómo fui capaz de engañarte y pasar a una suspensión de incredulidad? Me dirijo a ti, lector, sentado ahí, sobre tu trasero, ¿qué te crees que soy realmente? ¿Un hombre milagroso? ¿Alguna clase de superser procedente de la Galaxia Diez? Te voy a decir quién soy realmente, yo, Thomas C…, soy un montón de símbolos sobre un trozo de papel. Sólo soy algo abstracto atrapado en una simple ficción. Un «héroe» en una «historia». Desamparado, corpóreo, irreal. ¡IRREAL! Mientras que tú, ahí… tú tienes ojos, pulmones, pies, brazos, un cerebro, una boca y todo eso. Tú puedes funcionar. Tú puedes moverte. Tú puedes actuar. ¡Trabajar para la revolución! ¡Esforzarte por el cambio! Tú estás actuando en el mundo real; ¡tú eres el único que puede hacerlo, si es que alguien puede! Esfuérzate para avanzar hacia… ¡eh! ¿qué es esto?… ¡Eh! Aparte sus sucias manos de encima… ¡Poder para el pueblo! ¡Abajo los cerdos fascistas!… ¡Eh! ¡Suélteme!… ¡Socorro!… ¡SOCORRO!
Publicado en la revista Antorcha, n.º 7. Febrero de 2000.
-La dialéctica digital
R. Andreu, en la revista “Antorcha”, nº 9. Octubre de 2000.
Si aún viviera Engels no se sorprendería en absoluto; más bien se limitaría a añadir un nuevo capitulo a su «Dialéctica de la naturaleza» para contarnos cómo también en las telecomunicaciones no hay más que dialéctica, contradicción entre opuestos.
Todo nace en el siglo XIX cuando el matemático Boole desarrolla un nuevo Álgebra, partiendo de la siguiente premisa: si el libro más complejo se compone a base de frases y éstas se componen de palabras y todas las palabras se reducen a las 24 letras del alfabeto, si todos los números también se componen con sólo diez caracteres, es posible reducir y simplificar aún más todo eso y conseguir que todo se componga con combinaciones de sólo dos elementos contrarios.
Todo sería más complicado: las palabras serían muy largas y los números también. Incluso sería mucho más difícil manejados, el trabajo resultaría más lento y complicado.
Aquel Álgebra inventado por Boole no parecía tener más que una ventaja: que permitía reducir a pares dialécticos no sólo los números y las palabras, sino también las imágenes y los sonidos. Por lo demás, no había posibilidad alguna de manejar un sistema tan complejo, hasta que aparecieron las computadoras, capaces de almacenar gran cantidad de información, operar con ella a gran velocidad y transmitirla a la velocidad de la luz a cualquier punto.
Entonces se pudo codificar cualquier clase de información y convergieron en la misma tecnología áreas que antes estaban totalmente separadas: informática, telecomunicaciones y cultura, sobre la base del mismo código binario, el más simple que existe. Resulta que cuando se acusaba a la dialéctica de «simplismo», de reducirlo todo a pares de elementos opuestos, la «revolución digital» no sólo lo ha demostrado, sino que lo ha llevado a la práctica. La voz, la música, la pintura o la literatura se graban digitalmente, se almacenan en el mismo sistema binario y se transmiten al instante por todo el planeta.
Lo digital se opone a lo analógico; cuando el hilo del teléfono o las ondas de radio transmiten la voz, lo hacen materialmente, lo mismo que una postal del Museo del Prado no es más que una copia reducida del cuadro original que allí se expone. Pero la versión digital es otra cosa bien distinta: ya no es una copia, sino una composición algebraica binaria que las máquinas elaboran, transmiten y luego finalmente se vuelve a componer en el formato que se desee: voz, color, texto o notas musicales.
Y así como la versión analógica pierde calidad con respecto al original, como si se tratara de una fotocopia, la digital puede superar al mismo original. En la radio, la señal originaria que sale del estudio de grabación se digitaliza y se le quitan los ruidos de fondo. Formas culturales que antes estaban separadas, ahora aparecen estrechamente unidas por la nueva tecnología. No solamente en el tratamiento de su instrumento de trabajo (voz, texto, notas musicales, color), sino en el destinatario final, que es una computadora que recompone un código binario. Antes en la casa existía una radio, un tocadiscos con sus álbumes de música, una televisión, los cuadros colgados en la pared y un armario con libros. Hoy tenemos un ordenador que nos visualiza en la pantalla «La familia de Carlos IV» de Goya y, si queremos, la imprimimos en papel; escuchamos «The Wall» de Pink Floyd, lo grabamos y lo manipulamos a placer; también podemos traer a nuestro ordenador «El Don apacible» de Mijail Sholojov, leer el capítulo III, guardarlo, borrarlo o imprimirlo.
La posición del destinatario de toda esa información ha cambiado radicalmente: ya no es un mero sujeto pasivo, sino que tiene que adoptar una posición activa. Se dice que los medios digitales son interactivos: yo me introduzco en cualquier página web y no me limito a leer lo que pone, a ver sus fotos o escuchar su música, sino que les puedo escribir un mensaje, participar en sus foros de discusión, conversar con ellos, etc.
Ya no leo el periódico de mi pueblo; los leo todos en cuanto se publican y, como muchas veces no me da tiempo, busco la información que me interesa. Voy a la edición digital de El Clarín de Buenos Aires, por ejemplo, y busco información sobre el reciente motín de los presos en las cárceles argentinas, sobre la última insurrección en Bolivia, etc. Ya no me llegan las noticias de segunda mano a través de agencias y periódicos que las mutilan y las deforman. Es como si pudiera ir hasta La Paz y hablar con los movimientos populares que han intervenido en la revuelta. Ahora la información la busco yo mismo e investigo en las fuentes de noticias que me interesan.
Pero no sólo los grandes medios de comunicación se exhiben en Internet: cualquiera puede abrir su propio escaparate para exponer sus inquietudes; todo completamente gratis. Eso ha convertido Internet en un zoco inagotable, donde uno se encuentra desde las grandes multinacionales, hasta las páginas individuales. Entre toda esa maraña lo difícil ahora es seleccionar lo verdaderamente interesante.
¿Cómo es esto posible? ¿Vuelve la democracia? ¿Vuelve la libertad de expresión? Yo creo que no, pero de momento aprovecharemos este instante dulce y placentero.
Hay varias razones que lo explican. Por un lado, el desarrollo de las fuerzas productivas ha evolucionado muy rápidamente y ha pillado por sorpresa a los Estados imperialistas, que aún no han sido capaces de reaccionar. Ese mismo desarrollo está enfrentando a unos Estados con otros y a los grupos monopolistas entre sí, incapaces de ponerse de acuerdo y preocupados primordialmente por no quedarse rezagados, por acumular beneficios más que por controlar.
Ciertamente comienzan a escucharse voces que claman por el control y por la censura, tratando de poner freno a la riada. En España, por ejemplo, Juan Luis Cebrián, otrora factótum de la libertad de expresión, se viene pronunciando repetidamente por la «regulación» para evitar este desparrame. En Francia, el Consejo Superior Audiovisual pretende que todo el que abra una página en Internet deposite una declaración previa de intenciones ante la Fiscalía General del Estado. Ya se sabe: en Internet no hay más que pederastas en busca de carne fresca, piratas que destruyen los ordenadores de la policía y narcotraficantes que se comunican tranquilamente de un océano al otro sin que nadie pueda impedírselo.
Ciertamente han perdido el control; algo se les va de las manos. Una vez más nos acordamos de Engels al comprobar cómo el avance incontenible de las fuerzas productivas destruye a martillazos las relaciones de producción establecidas. Hemos de confesar también que nos divierten los intentos desesperados de los monopolistas por enjuagar esa contradicción y todas las demás contradicciones que les corroen por dentro, como cadáveres podridos que son.
Así leemos todos los días que las grandes compañías discográficas tienen declarada una guerra contra la piratería. Los derechos de autor, lo que llaman «propiedad intelectual», que es el colmo de la propiedad privada, ha caído por los suelos y no saben cómo ponerla de nuevo en pie. Las nuevas tecnologías están acabando con ella. No se pueden pedir 3.000 pesetas por un disco compacto que uno puede escuchar y grabar gratis en Internet. Y, lo que sucede con los discos, sucede también con las películas y los libros.
En fin, mientras ellos se pelean y se esfuerzan por vigilar y censurar, tendremos unas pequeñas posibilidades de actuación en el ciberespacio. Pero sería equivocado complacernos y pensar que, por sí mismo, el desarrollo de las fuerzas productivas nos va a abrir el camino. Sólo la lucha revolucionarla va a desbrozar esas nuevas vías que la tecnología permite actualmente. Y conviene no perder de vista que las telecomunicaciones son exactamente eso: comunicaciones a distancia que no pueden suplir en absoluto el contacto directo, físico y personal entre las personas.
En ese contacto inmediato, el imperialismo no puede ganarnos jamás; eso no lo pueden impedir, ni censurar, ni controlar. La cultura oral, el boca a boca, la discusión viva, es nuestra arma más poderosa. Por eso tenemos que seguir en la calle, en contacto con las masas. En la era de las telecomunicaciones conviene no perder esto de vista.
-Ante los antagonismos, represión
En las últimas 2 décadas, cerradas miles de páginas de internet, por diferentes excusas represivas.
No pasa día sin que algún gobierno, poder policial y jurídico, o plataforma monopolista cierre páginas web, perfiles, blog, lleve a juicio por opiniones en redes…