Mujeres luchadoras y sabias.
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Nadezhda Krúpskaya
Rusia 1869 – Unión Soviética 1939
Los frecuentes destinos del padre de Krúpskaya hicieron que desde muy niña tuviera la oportunidad de convivir tanto con los mujik como con los obreros fabriles, lo que fue despertando en ella la conciencia de la explotación que sufrían todos ellos. Otro tanto sucedió, cuando la familia se trasladó a Polonia, país que por aquel entonces pertenecía al imperio zarista. Según cuenta ella misma en su autobiografía, allí “aprendí a odiar el yugo nacional” y más tarde“a defender el derecho de autodeterminación de las naciones oprimidas”.
Estudiante en San Petersburgo, formó parte del Círculo Marxista, en el que estudiaban tanto El Capital como otras obras que analizaban la situación económica y social del imperio ruso. En 1894 conoció a Lenin; ambos fueron arrestados y desterrados. En esa época escribió su primer libro La mujer trabajadora. Más tarde, Lenin y Krúpskaya se exiliaron, viviendo en Alemania, Gran Bretaña y Suiza, desde donde trabajaban en la redacción de los periódicos Iskra y Vperyod. En 1905 regresaron a Rusia, donde Krúpskaya ocupó el puesto de Secretaria del Comité Central del Partido Bolchevique. En 1907 tuvieron que emprender de nuevo el camino del exilio; a Krúpskaya le interesaba de manera particular todo lo relacionado con la educación, por lo que en Suiza formó parte de la Sociedad Pedagógica Pestalozzi; fue entonces cuando escribió una de sus mejores obras: Gente, Educación y Democracia. Además, según cuenta ella misma, durante esos años de exilio: “mi labor consistió fundamentalmente en mantener el contacto con Rusia”.
Tras la toma del poder por la clase obrera de Rusia en 1917, Krúpskaya fue nombrada Comisaria de Educación, responsabilidad desde la que realizó una ardua labor, elaborando las nuevas leyes educativas, luchando contra el analfabetismo, organizando el sistema de escuelas soviético, tomando parte en la organización de la red de bibliotecas, etc. Según el modelo elaborado por la propia Krúpskaya y sus colaboradores, las bibliotecas debían tener una función cultural-pedagógica. En ellas el bibliotecario habría de actuar como tutor de sus usuarios. Las bibliotecas debían contener especialmente obras de carácter social, además de las dedicadas a la economía y la cultura, teniendo siempre en cuenta el carácter internacionalista del nuevo poder, razón por la que ese modelo tendría una amplia influencia en el resto de países socialistas. Sus propias palabras resumen la labor que llevó a cabo: “Mi trabajo en el terreno de la instrucción pública está estrechamente unido a la labor de propaganda y agitación del Partido”.
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