Mujeres en todos los frentes.
Flor Cernuda
Toledo 1918 – Madrid 2014
Nació en Quintanar de la Orden. Hija de sastres, de niña vivió en Villacañas y a los 17 años empezó a trabajar en el Socorro Rojo siendo enviada a Valencia. Comenzó a militar en las Juventudes Socialistas Unificadas para después incorporarse al PCE. Cuando en 1936 estalló la Guerra Nacional Revolucionaria se trasladó a Madrid, donde se incorporó al Comité Ejecutivo Nacional del Socorro Rojo.
Antes de acabar la guerra regresó a Villacañas, confiando en que Franco había asegurado que “a todo aquel que no tenga las manos manchadas de sangre, no le pasará nada”. Pero el 28 de marzo de 1939, Cernuda fue detenida y llevada a la cárcel del pueblo, donde le raparon la cabeza, la pegaron e insultaron. El 3 de abril fue sacada, junto al resto de detenidos, a la plaza del pueblo a oír misa con la intención de quemarles a continuación en una hoguera allí mismo. La compañía del Serrallo de África, que había entrado en el pueblo el día anterior, impidió que se llevara a cabo esa masacre.
De allí fue trasladada a la cárcel de Lillo, donde fueron llegando presos de toda la provincia de Toledo. En la prisión llegó un momento en que no cabían todos, y les fueron metiendo en casas particulares donde permanecieron hasta setenta y dos horas sin agua potable. En Lillo fue juzgada y condenada a 12 años de prisión. El 7 de noviembre de 1939 sufrió un simulacro de fusilamiento.
Su hermano, tres años menor que ella, había marchado al frente y desaparecido. En noviembre de 1939 falleció su madre por “afección moral”, según el certificado médico, incapaz de soportar la situación de sus hijos y la de ella misma que era golpeada en el pueblo. El 28 de diciembre de 1939 fue trasladada al penal de Ocaña. Allí permaneció tres meses, conviviendo con diez presas más en una celda individual que no tenía luz ni agua, tan solo un retrete en un rincón. Durante los tres meses que pasó allí solo fueron sacadas al patio en tres ocasiones.
En Ocaña, Cernuda contrajo una grave infección en las piernas. Un nuevo traslado la llevó a la prisión de Durango, en un largo viaje en tren donde tuvo que ir tumbada en el pasillo con las piernas abiertas a causa de las llagas que le producía su enfermedad. Un guardia civil tuvo que transportarla en brazos hasta una camilla para introducirla en la cárcel. La prisión era un antiguo convento que no disponía de servicio médico. El único medicamento que pudo tomar fue la luz del sol, así que sus compañeras la bajaban diariamente en brazos desde el tercer piso hasta el patio.
Al cerrar Durango como prisión, fue trasladada a la prisión de Orúe, en Bilbo, gestionada por monjas, donde pasó hambre y sufrió todo tipo de vejaciones. Con los primeros indultos salió en libertad, pero fue desterrada a Portugalete, donde pasó un año hasta que le levantaron el destierro y pudo regresar a casa de su padre, en 1943. A su regreso, en el pueblo fue perseguida y asediada y tuvo que marchar a Madrid. Su padre siguió sufriendo represalias en el pueblo, donde murió sin asistencia médica por negarse a comulgar y confesar.
En aquellos años, había mujeres que se carteaban con presos políticos. Este fue el caso de Cernuda. Conoció al que sería su marido estando este en la cárcel. Entablaron una relación epistolar que culminó en boda en 1949 cuando tenía treinta y un años.
Durante el franquismo, ambos militaron en el PCE clandestinamente. En 1962 fue detenida, llevada a Gobernación y torturada durante cuatro días. La última detención la sufrió ya fallecido Franco, en marzo de 1977, por participar en un acto a favor de la Amnistía de los presos políticos.
En 2010, en la residencia de ancianos madrileña donde llevaba diez años viviendo mantuvo firme su reivindicación de “roja” en cuanto tenía ocasión, puño en alto, sentada en su inseparable silla de ruedas.
Biografía en el libro «Mujeres en todos los frentes», disponible en el catálogo de materiales.