Mujeres en todos los frentes.
Libro
Margarita Nelken
Madrid 1894 – México 1968
Nació en el seno de una familia donde la procedencia alemana de su padre y la ciudadanía francesa de su madre, así como la ascendencia judía de ambos, constituyó un recurso constante contra su figura.
Gozó de una formación cultural extraordinaria. Desde niña aprendió varios idiomas y a los trece años sus padres la enviaron a París a estudiar pintura, que era su gran vocación. Allí trabó relación con intelectuales como Diego Rivera, Rodin o Manuel de Falla, y echó raíces en la que fue su dedicación fundamental en la vida: la crítica y divulgación de arte. En España, ya desde la juventud, se relacionaba con lo más granado de los círculos culturales. “La amistad que Ramón y Cajal y Pérez Galdós me dispensaban fueron mis grandes orgullos de jovencita”, relató años después.
En 1915 da a luz a su hija Magda, asumiendo la condición de madre soltera con orgullo y coraje. En 1920 nació su segundo hijo, fruto de la relación con el diplomático andaluz Martín de Paul, con el que no se casaría hasta 1933. Tener un hijo fuera del matrimonio, defender el divorcio… demasiada liberación para las socias del Lyceum Club, las feministas de aquella época… Durante esos años Europa era un hervidero de transformaciones. Ella despierta a la política contemplando de cerca la revolución alemana, la revolución bolchevique, las revueltas populares y la irrupción de las vanguardias artísticas.
En 1919 fundó la Casa de los Niños de España, para acoger a los hijos de las mujeres trabajadoras, casadas o solteras. Se trataba de la primera guardería laica de Madrid, que albergó a ochenta niños en el barrio de Ventas. Margarita defendió que en los hospitales, casas de acogida o guarderías se contratara a personal preparado y que se eliminara la dependencia respecto de las órdenes religiosas. El proyecto fracasó, la Casa de Niños se vio obligada a cerrar, pues les negaron las necesarias subvenciones por no aceptar que el centro pasara a ser regido por religiosas.
En ese mismo año, Nelken escribió un tratado pionero: La condición social de la mujer en España. Se trata de un escrito controvertido, que retrataba la dependencia de las mujeres y reivindicaba su igualdad social y sexual. Denunció cómo la opresión de la mujer, la “imposición metódica durante siglos y siglos, tradiciones y tradiciones” llega a presentarse con “la apariencia de segunda naturaleza”.
Defendió el divorcio y constató con valentía que “el cristianismo mal entendido es el factor más poderoso de atraso de la mujer española”. Arremetió contra la beneficencia en España, caracterizada por “el espíritu más antisocial que pueda darse”. “Se dan limosnas que exigen el agradecimiento, cuando no –y esto es lo más corriente– la pleitesía absoluta, en cuerpo y en alma”. Es desde ese análisis que ponderó la enorme influencia de la Iglesia y sus redes clientelares sobre las mujeres, desde donde puede entenderse la particular concepción sobre el derecho de sufragio que mantuvo tanto ella como la mayor parte de la izquierda española.
Nelken cifró sus esperanzas en el progresivo crecimiento de la lucha por la emancipación de las mujeres entre las trabajadoras. Con solo veintitrés años, estaba apuntando ya al nudo ideológico al que entregó su vida, a la indisoluble unión de la cuestión femenina y la causa obrera. Ella y millones de iguales en todo el mundo representan la nueva mujer de la que hablaba Alexandra Kollontai, “que trae sus propias exigencias en relación con la vida, que afirma su personalidad, que protesta contra la múltiple esclavitud de la mujer bajo el Estado, la familia, la sociedad, la mujer que ha roto las oxidadas cadenas de su sexo.” Pero, al tiempo, esa mujer nueva entiende, con Flora Tristán, que no es posible ninguna revolución auténtica si en ella no participan activamente las mujeres trabajadoras.
El advenimiento de la República el 14 de abril de 1931 lo cambió todo. Y la vida de Nelken, como la del país, giró radicalmente hacia la esperanza.
En la última década se convirtió en un referente cultural y político. Publicó artículos regularmente en algunos de los principales periódicos y revistas del país, como El Sol, El Socialista o Blanco y Negro. Se había implicado activamente en conflictos obreros, como la huelga de las cigarreras en Madrid y empezó a colaborar con el PSOE. La Agrupación Socialista de Badajoz apoyó su candidatura para la elección que tuvo lugar el 31 de octubre de 1931. De ese modo fue elegida diputada por Badajoz, cargo que mantuvo en las tres legislaturas republicanas.
Comenzó la etapa extremeña de Nelken y, también por esas fechas, comenzó la epopeya campesina de Extremadura. La flamante diputada contribuyó con decisión a que se abrieran las anchas alamedas de la reforma agraria. Se sumergió en el sufrimiento cotidiano de los jornaleros y denunció con su estilo “corrosivo e incendiario” las inhumanas condiciones del trabajo en los latifundios. “Pueblos sin rudimento de asistencia social, sin una maternidad, sin una guardería de niños, sin un dispensario, sin nada que revelara la menor preocupación de generosidad humana; pueblos que producían para el amo rentas que se cifraban por millones…”. Y frente a esto, el señorito sentado al atardecer en la acera del casino, y la empalizada de bonetes y tricornios.
Los abusos de la Guardia Civil eran el pan de cada día en el campo extremeño y en toda España. En Badajoz, la UGT había convocado una huelga de 48 horas para protestar contra ese maltrato y reclamar la dimisión del gobernador civil, connivente con la represión. El 31 de diciembre se produjeron los sucesos de Castilblanco. El día 30 una inmensa manifestación pacífica recorría las calles del pueblo y al día siguiente lo volvía a hacer en un ambiente de inmenso orgullo y alegría. Llegaron órdenes de arriba, la manifestación era ilegal y había que disolverla, llegaron los guardias armados por la calle del Calvario, las mujeres corrían en auxilio de sus maridos, de sus hijos, de sus hermanos. La Guardia Civil las golpeaba con las culatas y asesinó a Agripino, un jornalero que salió en su defensa. Cuatro guardias civiles murieron acuchillados por el pueblo iracundo. Los diputados de las derechas, los terratenientes y el general Sanjurjo, director de la Guardia Civil, pretendieron involucrar a Margarita Nelken en aquella tragedia, cuando la diputada no había llegado a pisar nunca aquel pueblo.
Poco tardó en llegar la represalia: en cuestión de una semana la venganza terrible de la Guardia Civil se cobró catorce muertos. Comenzaba así la leyenda negra de Margarita Nelken. Había escogido el bando de los humildes y a él se siguió entregando con denuedo. Se pateaba Badajoz pueblo a pueblo y llevaba al Congreso las esquirlas del dolor, los testimonios de la explotación. El 20 de octubre de 1932, en la tribuna del parlamento resonaron los innumerables nombres del hambre y de la infamia. Los patronos se saltaban las leyes y los pactos salariales, ni siquiera acudían a las reuniones que se les citaban. En Puebla del Maestre las tierras del ex conde estaban abandonadas y a los obreros que habían pretendido sembrarlas los habían metido en prisión. En Oliva de Mérida los propietarios desahuciaron a los campesinos, y en Fuente de Cantos la excondesa de Corte se avino a negociar con los jornaleros después de que estos, tras cinco días sin comer, se apoderaran de algunos cerdos…
Así, localidad a localidad, Nelken fue el oprobio, “la entronización sin freno y sin ley del amo”. En muchos pueblos de Badajoz las sirvientas ganaban salarios que oscilaban entre 5 y 10 pesetas y se les daba el pan el domingo para toda la semana; en Granja de Torrehermosa los campesinos habían tenido que ir “a ofrecerse en bloque a trabajar por un pan diario” y en Fregenal de la Sierra, los obreros para ser contratados habían tenido que darse previamente de baja en la Sociedad Obrera Socialista.
Nelken concluyó su alegato, riguroso y estremecedor, dirigiéndose a Gil Robles: “En Badajoz, morirse de hambre no es una frase, no es un eufemismo; allí han muerto de hambre tres obreros, dos en la capital y uno fuera, al pie de la tapia de la finca de un cristianísimo propietario. En Badajoz, los propietarios están acostumbrados a que la vida de un hombre valga menos que un puñado de bellotas”. “En Fuente de Cantos, lo único que pueden hacer los obreros que no se han dado de baja en nuestras filas es ir a la rebusca de la aceituna y la bellota; disputar esos desperdicios a los animales, y cuando van a la rebusca los apalea la Guardia Civil … ¡Los apalea la Guardia Civil! ¡Cualquiera diría que no saben sus señorías que la Guardia Civil apalea a los obreros! (25 de enero de 1934, Diario de Sesiones de las Cortes, Intervención de Margarita Nelken).
La Reforma Agraria fue el gran catalizador, la gran promesa que movilizó al mundo campesino en Extremadura, en Andalucía y en toda España. La cuestión agraria, día a día, fue convirtiéndose en un conflicto central, que no admitía ya dilaciones ni ambigüedades. Los representantes políticos del latifundio llamaban a detener “la riada de anarquismo”. “En la provincia de Badajoz, se ofrece no ya el intento de sedición, sino la puesta en marcha de un régimen soviético”, clamaba Díaz Ambrona.
Pero el anhelo de Reforma Agraria había madurado durante generaciones, había crecido pacientemente de la mano de centenares de sociedades obreras locales. La Federación de Trabajadores de la Tierra, junto a los núcleos libertarios y comunistas, constituían el epicentro del seísmo, de la pacífica revolución campesina. Nelken se integró en él con entusiasmo, poniendo el cuerpo, arriesgando la propia vida. En Aljucen, el 21 de noviembre de 1933, fue maltratada a punta de pistola por un grupo de matones de extrema derecha. En el Congreso, su voz amplificaba el clamor campesino. El 25 de enero de 1934, de sus labios, volvieron a sonar con fuerza las palabras hambre, esquiroles, rebusca y guardia civil. “Solo en Badajoz hay de40 a 45.000 obreros parados y el hambre se enseñorea entre los hijosde los trabajadores”; “Libremente pueden los patronos de Castilla yExtremadura traer obreros portugueses. Pueden decir ¡Tú no me convienes!.” Margarita seguía, tenaz, denunciando los abusos del poder. En Puebla de Sancho Pérez era la propia Guardia Civil la que escogía a los obreros que habían de ir a trabajar y en Zalamea un grupo de falangistas entró en el pueblo al grito de ¡Viva el fascio!, asesinando a otro jornalero.
El 5 de junio de 1934 estalló la huelga general en el campo. La huelga había sido convocada de forma prematura, sin la preparación necesaria y constituyó un notable fracaso. Los detenidos se contaban por miles, más de 600 campesinos extremeños fueron desplazados a las cárceles de fuera de Extremadura. Pero el movimiento aprendió de la derrota y preparó con paciencia el próximo envite. Tras la victoria del Frente Popular, el 25 de marzo de 1936 se produjo la gran ocupación masiva de fincas, la utopía de la reforma agraria se concretó en los bancales de Extremadura.
Entre octubre de 1934 y el triunfo del Frente Popular, Nelken sufrió la persecución y el exilio. Su apoyo al levantamiento minero motivó una orden judicial de detención por “delito de rebelión militarcometido en la plaza de Badajoz”. Tuvo que ocultarse durante algún tiempo. Consiguió escapar, disfrazada y gracias a la ayuda generosa de la entonces embajada cubana en Madrid. Solo pudo retornar a España tras la Amnistía, en febrero de 1936.
La oligarquía española comenzó a preparar el golpe militar contra la República la misma noche del Frente Popular. El 18 de julio, los militares consumaron la rebelión. La matanza de Badajoz ahogó en sangre la esperanza de la Reforma Agraria y miles de campesinos pagaron con su vida la resistencia frente al fascismo. Nelken se dirigió por radio el 27 de agosto a toda la población: “Es preciso subrayar la gesta incomparable, sin precedentes en la Historia, del pueblo español en lucha por su libertad y por la libertad del mundo, la epopeya de los campesinos, de los que en Extremadura, en Andalucía, en la Mancha, en Aragón, representan lo más desheredado del suelo patrio; y no teniendo nada que perder, se alzan con toda su miseria, marcada con las vejaciones y atropellos sufridos, a lo largo de generaciones y de siglos, para conquistar para todos, para sus hijos y para los hijos de los que no carecían de nada, un porvenir de dignidad ciudadana y de justicia social”.
Cuando el gobierno republicano abandonó Madrid a primeros de noviembre de 1936, Nelken decidió permanecer en la capital sitiada. En diciembre de 1938 se afilió al Partido Comunista de España, era la conclusión natural de su evolución ideológica y también el reconocimiento al papel que desempeñaba la organización en la defensa de Madrid y de la República. Después de la guerra, exiliada en México, se apagaría en cierto modo aquel volcán que tanta libertad había sembrado durante décadas. Se refugió en el trabajo, en sus críticas de arte para los diarios. “Cada cual se emborracha como puede. Embrutecerme de trabajo es el único modo de no dejarme arrastrar aldolor”. El 9 de marzo de 1968 falleció en México, a los setenta y ocho años.
Odiada, insultada, silenciada. Se había enfrentado a la marginación centenaria de las mujeres, al desprecio por los niños huérfanos o hijos de madres solteras, a la explotación de los obreros y campesinos, al papel tutelar sobre la educación o la asistencia social que desempeñaba la Iglesia Católica. Demasiados enemigos de envergadura en la España reaccionaria.
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