Muro de solidaridad y denuncias:
-Paca Villalba: 20 años después, siempre con nosotros
27 de julio 2002-2022
Josefina García Aramburu.
Septiembre 2002. Estábamos en la prisión de Fresnes (París). Nos habían detenido el 18 de julio. Me llaman a abogados y, grata sorpresa, había ido a visitarnos Andreu García Ribera, uno de nuestros abogados. Era mi primer contacto con alguien nuestro en medio de aquel brutal aislamiento, que nos prohibía hasta hablar con los camaradas detenidos en el 2000, aunque ni siquiera compartíamos sumario.
Empezamos a contarnos cosas atropelladamente y, al poco, le pregunté por Paca Villalba. Sabíamos que tenía leucemia, pero que le estaba plantando cara. ¿No lo sabes?, me dijo. Claro, no podéis saberlo, ya estabais detenidos. Paca ha muerto: en julio, poco después de vuestra detención.
Se me puso un nudo en la garganta y me empezaban a asomar unas lágrimas silenciosas a las que intentaba no dejar salir. Llora –me dijo Andreu–, no te cortes, yo también lloré. Y siguió hablando de Paca. Sus últimas palabras antes de morir fueron para avisarles de que, a los detenidos en Madrid, la policía les había hecho tocar diferentes objetos con los ojos vendados. E insistió en que tenían que tener mucho cuidado con eso, porque lo consideraba una maniobra para implicar al Partido en acciones de los GRAPO. Así era Paca y me siguió contando que él sentía que se había quedado huérfano.
Así era Paca, sí. Comunista desde muy joven y entregada en todo lo que se comprometía. Siempre defendiendo a los obreros frente a los tejemanejes de los empresarios en los despidos, en las condiciones laborales… Aprovechaba su condición de abogada y el conocimiento de las leyes fascistas para tratar siempre de ganar esas pequeñas batallas “jurídicas”.
En la defensa de los presos políticos, en nuestras defensas, además de plantar cara en las salas de la fascista Audiencia Nacional, se recorría las cárceles del Estado cada poco tiempo para que nunca nos sintiéramos solos. No importaba que no tuviéramos sumarios pendientes; hablábamos de la situación política, de la situación del resto de los camaradas, de sus viajes… Hablábamos de todo.
¡Y cómo no iba a sentirse huérfano! Paca fue siempre su referente, la persona que marcaba la dirección correcta. Y lo hacía de una forma natural, porque así lo sentía, porque era su forma de vida. Seriedad, firmeza, honradez, honestidad y entrega. Por eso se ganó el respeto de todos sus compañeros: en el Grupo de Abogados Jóvenes de Madrid, en la Asociación Libre de Abogados o en la Comisión contra la Tortura. Y, por eso, muchos de ellos, como Andreu, se han considerado hijos de Paca, herederos de su legado de compromiso en ese campo de batalla de la abogacía.
No recuerdo cuando la conocí, pero seguro que fue en una de las visitas a prisión. Sí que tuve la enorme suerte de compartir con ella, en el año 2000, algunas experiencias y vivencias. Recién salida de la cárcel, fui a visitarla a su despacho y me comentó que tenía unos amigos cerca de Ávila, que habían formado un comité de apoyo a Euskal Herria y que querían dar una charla. Me propuso que fuéramos y que diera yo la charla.
De camino, me explicó las características de esas personas y la necesidad de ser flexibles, porque de lo que se trataba era de ganarlos. Y, a pesar de que había un revisionista que quiso reventar la charla de forma muy sibilina, todo fue sobre ruedas. Hasta tal punto quedó aislado este elemento que, viéndose solo, quiso sacarle los colores a Paca. ¿Y tú, por qué estás aquí?, le preguntó. Ni siquiera eres de la zona y no has venido a dar la charla. Estoy aquí, le contestó Paca, porque soy su abogada y lo que está diciendo, que son verdades como puños, puede llevarle a la cárcel.
De vuelta, las dos estábamos muy contentas. Y Paca me contó que era hija de un currela, un albañil con conciencia de clase; que eran tres hermanas y que, de pequeñas, lo habían pasado mal. Su madre, siempre con una sonrisa en situaciones muy difíciles, trataba de acostarlas antes de que llegara la hora de la cena, porque no había nada que cenar y las tapaba con papel de periódico para amortiguar el frío, porque tampoco tenían calefacción o estufa.
Con su padre discutía mucho de política; daba la sensación de que no estaban de acuerdo. Pero cuando estaba a punto de morirse, con los suyos alrededor, les dijo: “Haced caso a Paca, tiene razón; siempre ha tenido razón en todo lo que ha defendido, ese es el camino correcto”. No podía sentirse más orgullosa. Su padre le pasaba el testigo de la resistencia.
Cuando en su propio despacho le dieron un número de un libelo que atacaba al Partido, llamó a quien se lo había entregado y le dijo que en ese despacho no iba a consentir que se difundiera esa basura. Cuando le dijeron que si supiera de quien era, igual cambiaba de opinión, contestó tajantemente que no sabía de quien era ni le importaba, porque lo poco que había leído le había sido más que suficiente, y que en el Partido no se trata de personas concretas sino de la Línea Política, del Programa y ahí solo veía basura.
En noviembre de 2000 detuvieron a “los siete de París”. Rápidamente se puso en marcha para conseguir un grupo de abogados que se hiciera cargo de su defensa, Convocó una reunión y nos pidió a dos militantes del Partido que también fuéramos para marcar la línea política de defensa.
Antes de comenzar la reunión, alguno de los abogados nos preguntó por qué estábamos allí. Contestó Paca: “Están aquí porque les he dicho yo que vinieran. Ellos representan a los presos y, en este caso concreto, a los ‘Siete de París’ y nosotros tenemos que trabajar según los criterios de defensa que marquen ellos”.
De esa reunión, recuerdo particularmente un comentario de Andreu. Tras explicar nuestro planteamiento, el que nos habían transmitido los camaradas, Andreu dijo: “Vamos, que no estáis dispuestos a pagar peaje para conseguir una posible absolución”. Tal cual, fue nuestra respuesta, porque nosotros defendemos y defenderemos el derecho a la resistencia de los pueblos oprimidos por el Estado fascista español. Y Paca remató diciendo que si alguien no estaba de acuerdo en el planteamiento que se acababa de hacer podía marcharse sin ningún tipo de problema.
Hace cosa de un mes hablé con Andreu García Ribera por teléfono y me invitó a escribir unas líneas para el 20 aniversario. Son retazos, pequeñas pinceladas… esas que siempre nos acompañan porque nos han dejado una huella muy profunda. Por eso Paca, y con ella todos nuestros caídos, siempre viven en nosotros y nos acompañan en esta andadura hasta el día de la victoria. Y después también, porque quienes sobrevivan y lleguen a vivir la revolución, tendrán que seguir haciendo camino.
Artículo editado en El Otro País, nº 104.
-Libro «Mujeres en todos los frentes». Una imprescindible: Paca Villalba, abogada popular y militante comunista. Madrid 1950-2002.