Circo «Anastasini», Lodosa, 1936, de 12 a 14 artistas asesinados / 33 republicanos muertos en el campo de concentración franquista santa espina, Valladolid / La tragedia de Málaga, Ilya Ehrenburg, «Ayuda», 1937.

Foto. Carpa del Circo Anastasini.

Memoria histórica imprescindible:

-La desaparición del circo «Anastasini» en Lodosa, año 1936.

Artistas de circo asesinados.

Resumen: una troupé de artistas y trabajadores circenses estaba el 18 de julio en Lodosa, en torno a medio centenar. Un gran circo según bastantes de los más de 25 testimonios recabados en Lodosa por el colectivo larragués Maravillas Lamberto. Al parecer un circo procedente del norte de áfrica llamado «Circo Anastasini». De ellas y ellos unos 12 o 14 pudieron ser brutalmente asesinados en Larraga según el testimonio fiable de Eliseo («cabezas grandes y cabezas pequeñas», adultos y niños ¿enanos de aquel circo?. Quién lo sabe. Eliseo era un Larragués recientemente fallecido en el momento que se produce el programa de radio y que vió los cuerpos y señaló años después sin titubeos el paraje donde pudieron ser asesinados varios de los componentes del circo). Queda en el aire cuantos captaron y asesinaron en Larraga y si otros pudieron huir o fueron asesinados en otros lugares. los testimonios sitúan una niña amazona de corta edad, un niño negro, probablemente ceutí, como el origen de la «troupé». Otra de las anécdotas hablan de un elefante, corceles y todos los elementos del circo que quedó naufragado en los días del terror en Lodosa y toda la troupé «evaporada» en circunstancias terribles.

http://parquedelamemoria.org/?p=907

Foto. Monasterio de santa espina.

-Al menos 33 republicanos fueron víctimas mortales en el campo de concentración franquista santa espina (Valladolid).

El campo de concentración ubicado en el monasterio de la santa espina, en Castromonte, fue uno de los más de 300 campos que los franquistas instalaron por toda España.

Las bandas armadas franquistas ocuparon el edificio religioso, originario del siglo XII, en agosto de 1937 sin importarles que una parte del inmueble fuera la sede de un orfanato repleto de niños. Los propios documentos militares franquistas reconocían las limitaciones del recinto, “solo hay capacidad para unos 600 prisioneros”. Fue utilizado hasta noviembre de 1939.

Esa capacidad se sobrepasó en un 700%, ya que en su interior llegaron a hacinarse 4.300 cautivos, que padecieron enfermedades, malos tratos, mucho frío, y hambre, mucha hambre. Los responsables del campo utilizaron también los claustros inferiores del monasterio, donde los prisioneros no podían protegerse del frío, la lluvia y la nieve. Los ingenieros del ejército sublevado lo consideraban “inhabitables” durante los duros meses del invierno, recomendando el cierre del campo si no se tapiaban esos claustros.

Las enfermedades, los malos tratos y la parasitación de los prisioneros fueron otras de las consecuencias de la enorme masificación. La alimentación siempre fue insuficiente, la comida dejaba mucho que desear, un chusco de pan y caldo de huesos de caballo; algunos reclusos murieron de hambre. Los malos tratos eran costumbre, al salir al patio les pegaban con correas. El tifus exantemático, provocado por el piojo verde, se cebó con los forzados huéspedes del monasterio. La sarna y las enfermedades del aparato digestivo se propagaron debido a la mala alimentación y a las condiciones insalubres del agua. Además, la falta de asistencia sanitaria y la carencia de medicinas.

83 años después, Malena y Óscar, 2 voluntarios de la ARMH, recorrieron el cementerio del monasterio buscando alguna fosa. En el archivo y el registro civil de la localidad de Castromonte encontraron 33 nombres de prisioneros que habían perecido en el campo y fueron enterrados en ese cementerio. Fallecieron por enfermedades atribuibles a un trato ignominioso y cruel», señalan desde la ARMH. Entre las causas oficiales de sus muertes, un tercio de ellos murió de “bronconeumonía”. El resto, de entre 17 y 40 años de edad, fueron registrados como víctimas de “endocardiatis”, “paro cardiaco”, “conmoción cerebral”, “anemia cerebral”, “congestión pulmonar” o “insuficiencia cardiaca”, entre otras supuestas dolencias.

No aparece ninguna víctima en 1937, hubo 2 en 1938, el resto entre febrero y mayo de 1939. Pudo haber muchos más fallecidos que no fueron registrados, con la metodología del fascismo español nada es descartable. Hay serias dudas de que todos los fallecimientos hayan sido causados por las condiciones de higiene o las enfermedades. La congregación religiosa que gestionaba el monasterio, los hermanos de la Salle, no han colaborado para aclarar otras muertes aunque eran los propietarios de ese cementerio. Es imposible pensar que no hubiera un libro de defunciones y enterramientos.

Estos son los nombres, edades y localidad de origen de las víctimas documentadas del campo de concentración de la santa espina:

Marcos de la Vega Cruz, 28 años, natural de Aranda del Duero; Pedro Monuera Sánchez, 27, Águilas; Rafael Rodríguez; Diego Ferris Marcos, 27, Yecla; José ¿Planavella? ¿Casamoras?; Florencia Ruiz Mateo, 31; Pedro Gallardo Díaz, 27, Campanario; Enrique Lafer García, 24, Yecla; Francisco Pérez Durán, 20, Rabat; Jacinto Blancaflor Bosch, 37; Félix Laurel Castell, 36, Martorell; José Fabré Solé, 36, Tarradell; Jorge Lafuer del Hierro, 25, Casarrubios del Monte; José Flores García, 38, Mojácar; Tomás Vilella Fruel, 23, Roses; Miguel ¿? Lafer, 29, Brihuega; Juan Martín Silvent, 20, Hinojosa del ¿?; Salvador del Río Méndez, 40, Madrid; Antonio Pareja Campello, 18, Santa Pola; Juan Flores Flores, 22, Alcadazo; Fermín Mulla Hernández, 33, Alicante; Francisco Sánchez Poveda, 19, Lorca; Mariano Riba de la Cruz, 19, Caspe; José Aladero Albiol, 30, Badalona; Enrique Montreal Boada, 37, Barcelona; Francisco Ortega Fernández, 28, ¿La Iruela?; Manuel Fuentes García, 29, Felix; David García García, 21, Madrid; Miguel Lafer Cayuela, 29, Vélez Rubio; Gaspar Setar ¿Fores?, 19, San Lorenzo de la Muga; José Mulet Pascual, 18, Murla; Joaquín Armengol Bergante, 17, Figueres; Miguel Morales Reig, 24, Madrid; Antonio Rodríguez Blanco; José Flores García.

https://documentalismomemorialistayrepublicano.wordpress.com/2023/01/07/al-menos-33-republicanos-fueron-victimas-mortales-del-franquismo-en-el-campo-de-concentracion-de-la-santa-espina-valladolid/

Página del Ayuda nº 45.

-La tragedia de Málaga

AYUDA nº 45 06/03/1937

ILYA EHRENBURG.

En la primavera del año pasado Málaga se estremeció y despertó. Los hombres creyeron en una vida sin chozas, sin harapos, sin el llanto de niños hambrientos. Málaga envió comunistas a las Cortes. Los jornaleros, que habían cobrado siempre dos pesetas, empezaron a cobrar cinco. Comenzó a darse trabajo a los parados: la ciudad empezó a edificar escuelas, hogares de obreros. Los terratenientes y los guardias dejaron de beber Málaga: este nombre les parecía irresistible. Le añadieron la palabra “la Roja”. Con esto quisieron desprestigiar la ciudad. Pero los habitantes de Málaga, como todos los españoles, gustan del color rojo. Querían además la libertad y la vida. Y empezaron también a llamar a su ciudad “Málaga la Roja”.

Los reumáticos de Liverpool se marcharon: quizá temiesen al caluroso verano andaluz, o quizá a la “nueva vida” soñada por los habitantes de la extrema barriada del Norte.

En el mes de julio el general Queipo de Llano ordenó a los oficiales del 12º Regimiento, acuartelado en Málaga, que metieran en cintura a la desobediente ciudad. Los soldados engañaron al general: Málaga quedó roja. Seis meses ha luchado la ciudad. Independiente de los altos centros de mando del país, contra los ejércitos fascistas. En Málaga no había ni mando único ni ejército disciplinado. En el séptimo mes desembarcaron los italianos en Cádiz. Trajeron artillería y tanques. Los bandidos romanos soñaban con otra Abisinia. Los héroes de Kaporetto, a los que habían batido todos los ejércitos regulares del mundo y los que presumían por su victoria sobre los etíopes, descalzos y sin armas, se decidieron a dar la gran batalla a los descargadores y pescadores de Málaga. Pero además tuvieron un apoyo: los barcos alemanes navegaban cerca de la costa: aviones alemanes volaban sobre la ciudad. Los italianos enviaron por delante a los soldados marroquíes. Para tranquilizar al Comité de Londres, estaba en un tren de campaña el gobernador militar de Málaga, conde de Sevilla. Y dos secos falangistas sostenían la bandera de España monárquica. Cuando los italianos entraron en la ciudad colgaron al lado de la Virgen Santa su bandolera, cruzada por la esvástica negra de los aliados.

No se ha dejado entrar a los periodistas extranjeros. “Todavía se está haciendo allí una gran limpieza”. Les prepararon un magnífico palacio en las afueras de la ciudad. En el barco “Cánovas” los falangistas encontraron a sus amigos los presos fascistas. Los republicanos no mataron en su retirada a los presos. Seguramente por eso el general Queipo de Llano “ha ordenado castigar severamente a los asesinos rojos”. Pero ni los legionarios ni los italianos necesitan este consejo. Cantando la “Giovinezza”, los italianos pasaron por la Avenida del Marqués del Río. Los legionarios prefirieron las barriadas obreras. No cantaban un himno pomposo, sino que quemaban y rompían los muebles y utensilios, sacaban a los hombres a la calle para fusilarlos: los italianos habían traído balas de sobra. Apostaban para ver quién apuntaba mejor. El que ganaba cogía a la mujer o a la hija del fusilado. El río Guadalmolina rebosaba cadáveres. En Larios había que ir separando los cadáveres con el pie para poder andar por las calles. Después el conde de Sevilla ordenó barrer las calles principales: había entrado un crucero inglés en el puerto.

En la plaza de San Pedro los fascistas encendieron una inmensa hoguera, en donde quemaban apresuradamente los cadáveres. Inmediatamente se hicieron defensores de la justa condena: nada de fusilamientos sin juicio. En tres días apresaron a ocho mil personas.

Los luchadores se habían marchado de Málaga, con ellos cuarenta mil mujeres y niños. Los fascistas cogían al abuelo del secretario del Sindicato de Panaderos o a la sobrina de un miliciano muerto. Juzgaban hasta trescientas personas por día. No había tiempo para que los escribientes anotasen los nombres de los fusilados. En la primera sesión del Tribunal, una mujer, bañada en lágrimas, dijo: “Yo no tengo culpa de nada; yo estaba lavando ropa”.

Un viejo gritó: “¡Animales!” Los oficiales no discutieron: tenían prisa de fusilar. El presidente del Tribunal decía bostezando: “El siguiente”.

El corresponsal del Popolo d’Italia, señor Barzini, mandó el siguiente radiograma: “El Tribunal actúa de acuerdo con todos los principios humanos. No se aniquilará más que a los incitadores y criminales”.

Quizá se encontrase cuando iba a la oficina de Telégrafos a la lavandera Encarnación Jiménez, que llevaban a fusilar los falangistas por “incitadora y criminal”.

Entre las rocas se acumulaban los fugitivos. Iban mujeres, enfermos, viejos. Llevaban niños al brazo. Sobre los niños, muertos de terror, volaban los aeroplanos alemanes. Los aviadores del valiente general Faupel demostraron una valentía milagrosa: barrían a los niños. Estaban limpiando la España del pueblo español. De los niños pueden salir marxistas, y esto es molesto y peligroso…

El loco general Queipo de Llano decía por Radio: “Toda la población de Málaga nos recibió con entusiasmo. Las mujeres besaban las manos a sus bravos muchachos”.

Destacado Comité. Texto.

*El Comité mundial contra la Guerra y el Fascismo ha dirigido al presidente León Blum, a M. Baldwin, a M. Avenol, secretario general de la Sociedad de Naciones, el siguiente telegrama:

«Sentimos profunda emoción ante la intervención abierta en gran escala de los contingentes extranjeros en España y del asesinato de Millet, el republicano español de Málaga. Rogamos a vuestra excelencia la intervención para impedir inmediatamente que siga la matanza de los prisioneros y de la población civil.

Comité Mundial contra la Guerra y el Fascismo.»

Firman: Romain Rolland, profesor Paúl Langenvin, André Mabraux, Francis Jourdoin (Francia), Norman Angell (Inglaterra), senador Branting (Suecia), Isabelle Blume (Bélgica), profesor Nejdely (Checoslovaquia), Heinrich Mann (Alemania), Sherwood Anderson, John dos Passos, profesor Ward (Estados Unidos), Mac Leod (Canadá).

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