Internacional:
EE.UU.
-Manifestantes exigen la liberación de Leonard Peltier, militante indígena estadounidense 47 años preso.
Partidarios de Leonard Peltier, un activista por los derechos de los pueblos indígenas, de 78 años de edad, se manifestaron el 6 de febrero en diversas ciudades y localidades de Estados Unidos y de todo el mundo para pedir su liberación.
Las protestas se produjeron el día que Peltier cumplió 48 años tras las rejas por un delito que afirma no haber cometido. Peltier fue condenado en 1977 por su presunta participación en el asesinato de dos agentes del FBI que tuvo lugar durante un tiroteo que se produjo en la reserva indígena de Pine Ridge. El juicio estuvo plagado de irregularidades y mala praxis de la fiscalía. El mes pasado, la ex agente especial del FBI Coleen Rowley le dijo al periódico The Guardian que en la década de 1990 ayudó a redactar un artículo de opinión en el que se argumentaba en contra de la liberación de Peltier. Rowley afirmó que durante varios años se “adoctrinó” a los nuevos agentes del FBI contra Peltier. Estas fueron las palabras expresadas por Christina Castro, una activista indígena del estado de Nuevo México, durante una movilización a favor de Leonard Peltier que se llevó a cabo este lunes en la ciudad de Santa Fe.
Christina Castro: “Ahora el Gobierno está admitiendo que no saben quién disparó contra estos agentes del FBI, pero no le darán [a Peltier] la posibilidad de un nuevo juicio ni le otorgarán clemencia o una liberación compasiva, basándose en un acto de pura venganza y en una agenda sistémica de racismo”.
-Catástrofe de tren en Ohio.
Qué sabemos realmente sobre el «Chernóbil químico» de Estados Unidos.
El viernes 3 de febrero, un tren de Norfolk Southern, uno de los grandes operadores ferroviarios de Estados Unidos, descarriló y explotó cerca de la línea que separa Ohio y Pensilvania. Más de 50 vagones, la mitad de la longitud del tren, quedaron destrozados creando un enorme incendio. Y, sin embargo, el problema no es ese. El problema, según la misma Norfolk Southern, es que una quinta parte de los vagones transportaban materiales peligrosos.
«Chernóbil». Pese a la gravedad medioambiental del incidente y que los medios lo cubrieron en el momento, el accidente ha pasado bastante desapercibido. Hasta que el 8 de febrero un periodista, Evan Lambert, fue detenido mientras investigaba el alcance de la catástrofe y las dudas legítimas (y las teorías de la conspiración) se adueñaron del asunto. ¿De verdad estamos ante un «Chernóbil químico»? ¿Por qué hay tan poca información sobre el asunto? ¿Qué sabemos sobre lo que ha pasado exactamente en Ohio?
«Una masa destrozada y carbonizada de vagones en llamas». Con esas palabras lo definió la Associated Press. No obstante, las fotos que han ido trascendiendo de las afueras de East Palestine, el pueblo (de unas 5.000 personas) donde se han producido los hechos son terribles. Pese a ellas, no se evacuaron las cercanías de la vía hasta el domingo 5 por la tarde.
El gobernador no fue muy conciliador: «Existe la posibilidad de una falla catastrófica del camión cisterna que podría causar una explosión con una metralla mortal en un radio de una milla». El motivo aparente es que los equipos de extinción no estaban siendo capaces de controlar el fuego y empezaba a acercarse a 14 vagones cisterna llenos de cloruro de vinilo.
¿Cloruro de vinilo? Aunque no es muy conocido, se trata de una de las sustancias químicas que se utilizan en la fabricación del PVC (que, de hecho, este es una polimerización de aquel). El problema es que, a diferencia de su derivado plástico, el cloruro de vinilo es inflamable, tóxico y cancerígeno (al menos, para el cerebro, los pulmones, la sangre y el hígado). Tener 14 contenedores de esta sustancia al fuego era una bomba de relojería.
El problema es que no había forma de sacarlo de allí. El cloruro de vinilo es un líquido tremendamente volátil y, como rápidamente explicaron los expertos, ni siquiera era seguro pasarlo a otros tanques. Así que las autoridades decidieron quemarlo de forma controlada. Era la única idea viable, pero tenía consecuencias: la más evidente es que iba a producir una nube de humo relativamente tóxico e intensas lluvias ácidas por toda la comarca.
Y mientras tanto… las autoridades estaban tratando de solucionar el problema del cloruro de vinilo, el tren llevaba muchas más sustancias peligrosas que de facto se estaban vertiendo al entorno. La Agencia de Protección Ambiental (EPA) reconoció que muchas de esas sustancias se estaban filtrando hacia las vías fluviales cercanas y muchos peces murieron casi de inmediato.
La Agencia explicó que, aunque se habían «tomado medidas para minimizar» este impacto, los esfuerzos se habían centrado en la «protección» del agua potable. Agua que, siempre según la Agencia, no se había visto afectada. A finales de la semana pasada, de hecho, la EPA anunció que el resto de los marcadores de contaminación habían recuperado la normalidad.
Inseguridad sobre el terreno. Como es razonable ante un accidente tan espectacular como este, los residentes tienen dudas. Dudas que no han hecho más que crecer tras la detención de Evan Lambert (y su puesta en libertad ante «la falta de caso» que avalara la detención).
Si tenemos en cuenta que hay testimonios que llegan a decir que “podías olerlo y saborearlo, y me dolía la cabeza” y las declaraciones en las que se dice que llegaron a “temer por sus vidas”, cabe preguntarse el porqué de que no se está hablando más sobre el accidente.
¿Por qué no estamos hablando de esto? La respuesta más obvia es que, en menos de dos días, la National Transportation Safety Board identificó un problema mecánico como el responsable del accidente y la EPA declaró que el daño ambiental era (dentro de la magnitud del incidente) limitado. Esto apagaba la historia del «Chernóbil químico» y la orientaba a algo más corporativo: el relato de cómo la misma Norfolk Southern había ‘hecho lobby’ para retirar la obligatoriedad de los mecanismos que hubieran impedido el accidente. Exitosamente.
Y ahí entra en juego el contexto. El accidente coincide con una de las grandes polémicas de los últimos años: el conflicto abierto en los ferrocarriles norteamericanos que, ante la amenaza de una huelga general a finales de 2022, llevó al Congreso a aprobar una ley para impedirla. Es decir, viene a ocurrir en un momento en el que Gobierno, legisladores, empresas y sindicatos mantienen un pulso a todos los niveles que incrementa las sobras sobre la gestión del accidente.
¿Cuál es la dimensión real del problema? Lamentablemente, hoy por hoy, no tenemos muchos más datos que los oficiales y, con estos en la mano, hablar de un «Chernóbil químico» es claramente precipitado. Es cierto que podemos rastrear noticias sobre ganado muerto y casos extraños; pero, por el momento, es material de tabloide y está poco contrastado.
No se puede descartar que los efectos a medio plazo sean enormes, pero (más allá de imágenes espectaculares y testimonios de parte), lo que sabemos es esto: que el accidente ha sido tremendamente espectacular, pero que sus consecuencias están aún por determinar.
Chile
-Pablo Neruda murió envenenado, según el informe forense.
A casi 50 años de su muerte, un panel de expertos internacionales reveló que el poeta chileno, que murió al inicio de la dictadura militar liderada por Augusto Pinochet, tenía restos de la bacteria responsable del botulismo, que alguien tuvo que inyectarle.
“Sabemos ahora que el ‘clostridium botulinum’ no tendría por qué haber estado en la osamenta de Neruda. ¿Qué quiere decir esto? Que Neruda fue asesinado, hubo intervención en el año 1973 por agentes del Estado”, ha asegurado Rodolfo Reyes, sobrino del poeta.
Ayer como hoy:
-La CIA y la guerra fría cultural.
Libro
Frances Stonor Saunders
La CIA y la guerra fría cultural’, de Frances Stonor Saunders, es una obra imprescindible para conocer algunas de las sofisticadas formas utilizadas por los servicios de Inteligencia de los EE.UU. para conquistar las mentes de las masas.
-https://canarias-semanal.org/art/33921/la-cia-y-la-guerra-fria-cultural-un-libro-imprescindible-y-gratuito-pdf-para-descargar
Durante los momentos culminantes de la guerra fría, el Gobierno de Estados Unidos invirtió enormes recursos en un programa secreto de propaganda cultural en Europa occidental.
Un rasgo fundamental de este programa era que no se supiese de su existencia. Fue llevado a cabo con gran secreto por la organización de espionaje de Estados Unidos, la Agencia Central de Inteligencia. El acto central de esta campaña encubierta fue el Congreso por la Libertad Cultural, organizado por el agente de la CIA, Michael Josselson, entre 1950 y 1967.
Sus logros fueron considerables y su propia duración no fue el menor de ellos. En su momento álgido, el Congreso por la Libertad Cultural tuvo oficinas en 35 países, contó con docenas de personas contratadas, publicó artículos en más de veinte revistas de prestigio, organizó exposiciones de arte, contaba con su propio servicio de noticias y de artículos de opinión, organizó conferencias internacionales del más alto nivel y recompensó a los músicos y a otros artistas con premios y actuaciones públicas. Su misión consistía en apartar sutilmente a la intelectualidad de Europa occidental de su prolongada fascinación por el marxismo y el comunismo, a favor de una forma de ver el mundo más de acuerdo con «el concepto americano».
Recurriendo a una extensa y enormemente influyente red, integrada por personal del servicio de inteligencia, estrategas políticos, los grandes magnates y antiguos alumnos de las universidades de la Ivy Lcague, la incipiente CIA comenzó, a partir de 1947, a construir un «Consorcio» cuya doble tarea era vacunar al mundo contra el contagio del comunismo y facilitar la consecución de los intereses de la política exterior estadounidense en el extranjero. El resultado fue una red de personas, notablemente compenetrada, que trabajó codo con codo con la Agencia para promover una idea: que el mundo precisaba una pax americana, una nueva época ilustrada, a la que se bautizaría como «el Siglo Americano».
El consorcio que construyó la CIA —consistente en lo que Henry Kissinger calificó como «aristocracia dedicada al servicio de esta nación en nombre de unos principios que están más allá de los enfrentamientos entre los partidos»— fue el arma secreta con la que lucharían los Estados Unidos durante la guerra fría, un arma que, en el campo cultural, tuvo un enorme radio de acción. Tanto si les gustaba como si no, si lo sabían como si no, hubo pocos escritores, poetas, artistas, historiadores, científicos o críticos en la Europa de posguerra cuyos nombres no estuvieran, de una u otra manera, vinculados con esta empresa encubierta. Sin sentirse amenazado por nadie y sin ser detectado durante más de veinte años, el espionaje estadounidense creó un frente cultural complejo y extraordinariamente dotado económicamente, en Occidente, para Occidente, en nombre de la libertad de expresión. A la vez que definía la guerra fría como «batalla por la conquista de las mentes humanas», fue acumulando un inmenso arsenal de armas culturales: periódicos, libros, conferencias, seminarios, exposiciones, conciertos, premios.
Contenido:
- Cadáver exquisito. 10
- Elegidos del destino. 30
- Marxistas en el Waldorf. 41
- El Deminform de la democracia. 50
- Cruzada es la idea. 63
- «Operación Congreso». 73
- Caramelo. 89
- Cette fête américaine. 95
- El Consorcio. 107
- La Campaña por la Verdad. 121
- El nuevo consenso. 130
- La revista «X». 136
- Pazguatos y mojigatos. 156
- Música y verdad, ma non troppo. 175
- Los muchachos de Ransom. 198
- Garabatos yanquis (Yanqui Doodles). 212
- Las furias guardianas. 234
- Cuando las gambas aprendan a silbar. 254
- El talón de Aquiles. 263
- La OTAN cultural. 272
- César de Argentina. 287
- PEN. 299
- La bahía de Cochinos literaria. 307
- Vista desde las murallas. 317
- Ese sentimiento de hundimiento. 325
- Mal negocio. 338
- Epílogo. Fuentes consultadas. Bibliografía.
- Autora. 362
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