Memoria histórica imprescindible:
-Fosas en Cantabria.
Exhumaciones en cuatro fosas comunes con víctimas del franquismo en Tama (Cillorigo de Liébana), Piélagos, Anievas y Cieza.
Las excavaciones que se prevén llevar a cabo este mismo año son las primeras que se efectuarán tras la aprobación de la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Cantabria en noviembre de 2021.
*El suelo de Cantabria alberga al menos 150 fosas de la Guerra Civil y la posguerra.
–https://www.briega.org/es/noticias/suelo-cantabria-alberga-menos-150-fosas-guerra-civil-posguerra
-Fosas en Valencia.
Creado un portal con un censo de víctimas, fosas y vestigios franquistas.
El 66% de las fosas comunes de la represión en territorio valenciano ya se han excavado y se han localizado los restos de 2.166 víctimas.
–https://participacio.gva.es/es/web/memoria
-Fosas en Mequinenza.
Si había alguna fosa común en el cementerio de la localidad aragonesa, está quedó sepultada bajo las aguas del pantano conocido como el ‘Mar de Aragón’, que ha finales de los años 60 inundó todo el pueblo.
Durante la Guerra Civil, Mequinenza, fué uno de los escenarios de los combates de la Batalla del Ebro dada la violencia de dichos combates no cabe duda que sus montes deben estar plagados de tumbas anónimas de los que cayeron en ellos.
Pero una de esas tumbas dejó de ser anónima en 2021, gracias al trabajo del historiador Jacinto Bonales.
Con motivo de un estudio sobre la Guerra Civil, localizó un mapa donde se señalizaba “Cementerio de Guerra”. La mayor parte del cementerio se encuentra en un terreno cultivado, en un llano conocido como Serra de Aubera.
En los combates de agosto del 38, se contabilizaron entre 600 y 800 soldados muertos entre las filas republicanas y mas de 900 desaparecidos.
El estado de conservación es pésimo, dado que el cultivo de terreno de secano provoca que los restos óseos salgan a la superficie.
-Ángel Fuertes Vidosa, Maestro de la República Española, Resistente antinazi en Francia y guerrillero antifranquista, asesinado por la guardia civil en Portell de Morella (Castellón) en 1948.
Ángel Fuertes Vidosa nació en 1912 en Agüero (Huesca), hijo de Carmen y Miguel, una familia católica que regentaba una tienda bazar. Tuvo 7 hermanos. A los 18 años acabó magisterio, fue nombrado maestro de Sádaba en 1930, donde daba clases de gratuitas a adultos fuera del horario de trabajo. Ese año participó en los comités de apoyo a la Sublevación de Galán y García en las Cinco Villas. En 1931-32 ejerció en la escuela de Torrellas (Zaragoza) y en los 2 siguientes en Alcalá de Gurrea (Huesca). Hasta julio del 36 ejerció en propiedad en Liesa (Huesca), abandonando el pueblo al producirse la sublevación militar.
Al estallar la guerra, Ángel, que ya era miembro del PCE, se alistó con los sublevados, para desertar y pasar a zona Republicana. En Barbastro se encuadró en la FETE, coincidiendo con otros maestros de la provincia altamente politizados. Fue nombrado comisario político del 518º Batallón de la 130ª Brigada de la 43ª División. En 1938 se desplazó al frente de Huesca, pero los Republicanos tuvieron que retirarse a Cataluña. Finalmente, acabó exiliado en un campo francés en Septfonds.
En 1943 fue nombrado Jefe de la Brigada guerrillera del Aude (Francia), y en 1944 se integró en el Estado Mayor de la Agrupación de Guerrilleros Españoles de la Unión Nacional Española (UNE) con el grado de comandante, combatiendo a los nazis. Tras la liberación fue condecorado con la Cruz de Guerra. En septiembre de ese año se internó en España para preparar la invasión guerrillera del valle de Arán. En junio de 1945 llegó con su grupo a la sierra de Santo Domingo creando una red de puntos de apoyo. Pasó por Zaragoza y su grupo organizó la instalación en las montañas de Javalambre (Teruel).
En 1946, Ángel pasó por Valencia y Bilbao, y en Zaragoza intentaron reorganizar la unificación de todos los grupos integrados por los restos de las unidades que procedentes de Francia habían entrado durante las operaciones del valle de Arán, y a los que se habían ido sumando antifascistas del interior, apoyándose en la base en Camarena de la Sierra (Teruel). En Julio, con 8 guerrilleros más, llevaron a cabo en el apeadero de Caudé (Teruel) un golpe económico para impulsar la creación de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA).
En 1946, reunido con otros compañeros en una cueva de Camarena de la Sierra (Teruel), participó en la fundación de la AGLA, formada por varias partidas que tuvieron en jaque a la guardia civil en diversos puntos de las geografías aragonesa, castellana, catalana y levantina hasta 1952. El nombramiento, en 1947, del coronel Manuel Pizarro Cenjor como gobernador civil de Teruel y jefe de la 5ª Región Militar, marcaría un punto de inflexión en las actuaciones de la AGLA. La represión de Pizarro se tradujo en detenciones arbitrarias, torturas y ejecuciones sumarísimas que mermaron la capacidad de acción de la guerrilla. La captura y ejecución de Vicente Galarza, jefe de la AGLA, obligó a Ángel Fuertes a asumir el mando de la agrupación. El 31 de octubre de 1947, Ángel informó a la Agrupación mediante un comunicado que terminaba así:
“Hemos de recalcar a los patriotas honrados con más tesón que nunca, nuestra vieja consigna de que el camino de la lucha es el único para salir triunfante contra el franquismo y la reacción, encubiertas hoy en falsos “salvadores” del pueblo español. Camaradas: Para cortar los sufrimientos del Pueblo Español, por La Restauración de nuestra Querida República: ¡Ni un momento de reposo! ¡Cada uno en nuestro puesto de combate por una España Libre y Democrática! ¡Guerra a Muerte contra el franquismo! ¡Viva la República! ¡Viva La Agrupación Guerrillera De Levante!”
Testimonios:
-Infierno
«(…) Lo primero que vimos cuando nos bajaron al sótano de la comisaría de Falange, fue a cinco hombres colgados por los ojos con ganchos de hierro.
El terror fue tan grande que algunos de los compañeros se mearon encima, entre las burlas de aquellos que se encargaban de gestionar el centro de exterminio de la calle Luis Antúnez de Las Palmas.
Vimos caras conocidas, no solo la del tabaquero Eufemiano Fuentes que parecía ser el capo de todo aquello, estaba también el conocido arbitro al que llamaban «Juan Pintona», el guardia civil Olegario Rodríguez de Gáldar y otros entregados a la tarea de la tortura salvaje.
Allí nos esperaban con sus cuchillas de afeitar en las manos dispuestos a descuartizarnos.
De frente me encontré entre golpes, patadas, latigazos y escupitajos con mi amigo Antonio Febles Padrón que se quedó muy sorprendido al verme:
-¿Qué coño haces aquí Pacuco?- me dijo, yo no podía articular palabra, solo me salían las lagrimas al ver aquel horror.
Toni iba vestido de Falange pero el uniforme aunque fuera azul estaba rojo por la sangre y los restos de las vísceras de los prisioneros.
Me cogió por el brazo y me llevó aparte y me dijo al oído:
-De aquí no sales vivo si no hago algo ¿Cómo coño te mezclaste con estos rojos hijos de puta?
Yo estaba paralizado, tenía 18 años y los dos jugábamos en los juveniles del Real Club Victoria.
Le dije balbuceando que no tenía derecho a que me salvara si mis compañeros se tenían que quedar allí:
-Ellos ya están muertos Pacuco, yo te saco, ya tu luego haces lo que te de la gana, pero si te vuelven a coger de esta no escapas- dijo.
Entonces me llevó al patio y con una manguera a presión me limpió la sangre, yo tenía el cuerpo todo cortado por los latigazos de la pinga de buey, por los golpes en la cabeza, el rostro desfigurado por los puñetazos, casi ciego del ojo derecho, que lo tenía hinchado y cerrado.
Yo creo que eran las cinco de la mañana, el me dio un sombrero negro, una gabardina y me dijo:
-Tira, camina pa tu casa y no mires patrás que aquí se queda el infierno-
Nunca olvidaré aquella noche, no volví a ver más a Febles, ni a mis compañeros asesinados y desaparecidos, dos meses después estaba en Caracas reunido con compañeros del exilio en la Casa de España, desde ese día decidí no volver más a mi tierra…»
Testimonio de Francisco Aguiar Morales, vecino de Arenales, Las Palmas, exiliado político en los tiempos del genocidio.
Entrevista publicada en en el libro de Pako González, “Fragmentos de rebelión” (2021).
*Imagen: Pintura del artista plástico trasandino Ernesto Deira.
-La albada de Santi.
“Los pastores le ayudaban cuando se encontraban entre la oscuridad de la alborada, la leche de cabra no faltaba y el gofito amasado, tampoco alguna vez el queso duro de flor y el pan de leña, la solidaridad surgía sin miedo entre los vigilantes del alba”.
Lucía Socorro Torres
«(…) A Santi lo seguían todos los perros por las montañas de Linagua, tenía algo especial con su pelo largo rubio y su barba negra, si no fuera por aquellos terribles años 40, ahora podría ser perfectamente un hippie, pero no era así, Santiago López Cazorla, iba huyendo de una muerte segura, estaba sentenciado por su pasado anarquista en las luchas obreras contra el caciquismo ancestral, se visibilizó demasiado como se dice ahora, era de los que se enfrentaban a los sicarios de los amos, no les tenía miedo, era siempre el primero en cada huelga, en cada acción, en cada asamblea en las haciendas donde nuestra gente trabajaba de sol a sol por una mierda de salario, esclavizados a los caprichos de los dueños de la isla.
Por eso Santi iba huyendo entre los pinares que tanto conocía, se le llegó a ver en el barranco de Tirma, entre las nieblas de Tamadaba, perdido con sus perros cerca del barranco de Guguy, protegido por el silencio y el refugio de la naturaleza.
Aquella noche que lo cogieron fue terrible, sonaron voladores en La Aldea de San Nicolás cuando lo traían amarrado desde Guayedra, se despertó todo el pueblo cuando todavía no había amanecido.
El problema fue aquel perro enfermo que no pudo abandonar, era muy pesado y grande, como son todos los Presas Canarios, se empeñó en cargarlo mientras lo perseguían, el perro no pudo más y murió en sus hombros, pero a Santi le acribillaron a balazos su espalda y sus piernas, el resto de los perros atacó en manada a los Guardias Civiles y falangistas de Agaete, pero todos fueron baleados, parecía una carnicería en el sendero de Faneque, los perros muertos y Santi en medio tratando de socorrerlos, arrastrándose entre un reguero de sangre.
Allí mismo lo metieron en uno de los coches del Conde, se lo llevaron mientras la gente salía de sus casas para acompañarlo en su inmensa soledad.
Santí sonreía y saludaba con su mano a las compañeras aparceras, el Condado no podía perdonarle su lucha, por eso ordenó que lo desaparecieran para siempre, que lo tiraran al mar con una piedra al cuello en la profundidad oceánica del Andén Verde…»
Testimonio de María Luisa Curbelo Sánchez, aparcera y compañera de lucha en la CNT de Santi.
Entrevista publicada en el libro de Pako González “Fragmentos de rebelión” (2021).
*Imagen: Pintura de Gali Stein «Sunset walk with a friend»