Terrorismo de Estado:
La sombra de Franco en la Transición
Juan Carlos Delgado de Codes, una emboscada de Estado.
En pleno desarrollo de los grupos terroristas del Estado español (Batallón Vasco-Español y los GAL), la policía franquista asesinó al líder comunista.
Andreu García Ribera. El Otro País nº 105. Feb-Mar 2023.
Con 18 años Juan Carlos Delgado de Codes llegó a Cádiz desde Segovia para estudiar Náutica, para ganarse la vida se colocó como conserje en el Colegio de Médicos de Cádiz.
Pronto conoció a José María Sánchez Casas y a su grupo teatral “Quimera, Teatro Popular”, donde cada representación era un mitin antifranquista. En torno a este teatro más que comprometido, se articuló la Organización Marxista Leninista de España (OMLE) entrando a militar en esta organización en 1969 con 20 años de edad. Desarrollando, desde entonces, una intensa actividad política que puso a la policía política franquista tras su pista, por lo que tuvo que pasar a la clandestinidad a principios de 1974.
En junio de 1975 participó en el Congreso fundacional del PCE(r) siendo elegido para su comité central. El 26 de septiembre de 1976 fue detenido junto con su compañera Guadalupe Nuñez en Vigo y torturado durante 11 días en la comisaría de A Coruña. En una carta filtrada desde la prisión clandestinamente, describió esos días de terror, “yo sufría tres interrogatorios diarios a cargo de tres grupos diferentes de especialistas, de Madrid, Galicia y Bilbao. Las salvajadas que hicieron conmigo y con mi compañera no son fáciles de narrar. A mí me mantenían constantemente con las esposas fuertemente atadas y a la espalda; las sesiones de mañana (de 8 a 1) y de tarde (de 4 a 9) consistían en palizas que me dejaban desmayado, vomitaba y quedaba destrozado. Pero la sesión de noche (de 11 a 4 de la madrugada, aproximadamente), correspondía a las torturas, se encerraban conmigo en un archivo de los sótanos y comenzaban a apalearme con porras por todo el cuerpo pero sobre todo en las plantas de los pies (en una noche destrozaron dos porras en mis pies), me golpeaban con una regla en los testículos, me colgaban con las manos en la espalda, hasta que les pedía que me matasen”.
Cuando Juan Carlos ingresó en la cárcel estuvo mes y medio vendado con una costilla rota sin poder moverse. Dos forenses lo visitaron durante tres semanas y redactaron un informe que apreciaba “equimosis grave en toda la zona de los glúteos y en los muslos, en los testículos y en los pies y el tórax destrozado”.
No hacía falta ser un especialista en medicina para hallar las huellas de la tortura, tenía todo el cuerpo negro. Pese a las evidencias palpables y documentadas, no hubo ninguna investigación por torturas, ningún policía fue procesado.
Delgado de Codes, salió de prisión en octubre de 1977 por la aplicación de la Ley de Amnistía, la causa por la cual estuvo preso fue asociación ilícita y propaganda ilegal.
Nunca fue condenado por ningún tribunal, pese a las falsedades que se difundieron a raíz de su muerte. Tras la caída del comité central del PCE(r) en Benidorm el 9 de octubre de 1977, Juan Carlos fue elegido secretario general en funciones del partido.
PLANEAMIENTO DE LA CELADA
El 20 de abril de 1979 la Brigada de Información de la policía había montado una celada para acabar con la vida de Juan Carlos Delgado en la plaza de Lavapiés. Sobre las 4 de la tarde al cruzar dicha plaza Juan Carlos intuyó la presencia policial y rápidamente tomó un taxi aparcado en la esquina con la calle Olivar, bajando por la puerta contraria por la que había entrado e iniciando una huida que fue segada por un único disparo por la espalda.
A partir de este momento las mentiras policiales se desencadenaron como una tormenta. En su comparecencia ante el Juzgado de Instrucción nº 8 de Madrid, en las diligencias previas 1540/79, abiertas por querella presentada por la familia, declararon los policías que hallándose de vigilancia en el barrio de Lavapiés observaron a un individuo que reconocieron plenamente como Juan Carlos Delgado de Codes.
“Que éstos (los policías) dan repetidos gritos de alto a la policía, que son desobedecidos por el que huía a la carrera y que, volviendo repetidamente la cabeza, hace ademanes de coger un arma de la cintura, lo que obliga a los inspectores que le seguían a efectuar disparos de intimidación, viendo, segundos después, como el individuo se tambaleaba y caía seguidamente al suelo, posiblemente alcanzado por una bala de rebote”.
El informe de balística fue claro. Descartó que fuera una bala de rebote. Por su parte la autopsia concluyó que el proyectil entró en la cara posterior del hemitorax izquierdo, a la altura de la octava costilla, que “el disparo fue realizado desde un lugar situado detrás y a la izquierda de la víctima. El disparo se ha efectuado desde varios metros del lesionado. Y que la dirección oblicua hacia arriba, a la derecha y adelante, del trayecto descrito por el proyectil, indica que, o bien fue disparado desde plano inferior a la víctima, o bien ésta se hallaba muy inclinada hacia adelante en el momento del disparo”.
Por mucho que la policía dijo haber rastreado la plaza no se encontró el arma que dicen que intentó sacar Delgado de Codes, tampoco había más casquillos de bala. Sólo una bala en el cuerpo del secretario general del PCE(r).
*En síntesis:
-No hubo tiroteo.
-Solamente existió un disparo, no hubo disparos al aire.
-Juan Carlos iba desarmado.
-Dispararon por la espalda.
-El disparo se efectuó en posición de tiro desde un plano inferior, pues no es creíble que corriera inclinado hacia adelante.
-La policía no se encontraba casualmente en la plaza de Lavapiés, estaba organizado un dispositivo de caza -que no de captura-
A raíz de su muerte se desataron tensiones dentro de la propia policía. Los autores de la muerte de Delgado de Codes fueron los hombres del comisario Roberto Conesa adscritos a la brigada de información heredera de la brigada político- social, cuando según el diario “El País” le estaban haciendo un seguimiento desde la Jefatura Superior de Madrid dirigida por el comisario Francisco de Asís Pastor que no tenía los vínculos ultra fascistas de los anteriores. Fue algo más que una desconexión policial, se trató de una interferencia con el único objetivo de provocar su muerte.
Prueba de la incongruencia de la versión policial es que el diputado del PSOE Carlos Sanjuán de la Rocha formuló en el Congreso de los Diputados una pregunta al Ministro del Interior registrada en el Boletín Oficial de las Cortes Generales, en la que afirmaba: “Con independencia de las contradicciones y puntos oscuros existentes en las distintas versiones del suceso, de todas ellas puede deducirse que la operación de captura del presunto terrorista había sido planeada con la debida antelación. No se comprende, si este dato es cierto, cómo la actuación dela Policía ha podido conducir en esta ocasión a tan inútil resultado, desde la perspectiva del fortalecimiento del Estado de Derecho”.
Carlos Sanjuán fue Subsecretario del Interior de 1982 a 1984, con el primer gobierno del PSOE, siendo ministro José Barrionuevo, le sucedió en el cargo el corrupto cofundador del GAL Rafael Vera.
Con intención de esclarecer los puntos oscuros la familia interpuso querella criminal que correspondió por turno de reparto al Juzgado de Instrucción nº 8 de Madrid contra los inspectores actuantes; Juan Carlos Salgado Sández, José María García González y Juan Luis Abuin Sayo. El informe de balística, determinó que la bala homicida procedía del revólver marca ASTRA, calibre 38 especial serie nº 211.335, perteneciente al inspector Juan Carlos Salgado Sández con número de carné profesional 11.332.
El Juzgado de Instrucción dictó auto el 25 de junio de 1982 incoando el sumario 91/82, siendo presunto culpable de los hechos objeto de investigación el funcionario de la Seguridad del Estado Juan Carlos Salgado Sández.
Elevado el sumario, los magistrados de la Audiencia Provincial de Madrid Bienvenido Guevara Suárez (padre del controvertido magistrado de la Audiencia Nacional Félix Alfonso Guevara), Alberto Amunátegui Pavía y Virgilio Martín Rodríguez, dictaron auto de sobreseimiento provisional “por no resultar debidamente justificada la perpetración del delito que ha motivado la formación de la causa”.
Al ser un auto de sobreseimiento provisional no cupo recurso de casación ante el Tribunal Supremo que sólo admite este recurso en caso de sobreseimiento libre o definitivo.
Cerrada la vía judicial ordinaria sólo restaba promover recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional por vulneración de la tutela judicial efectiva al no garantizar el auto de la Audiencia de Madrid el derecho de defensa. Este Tribunal inadmitió la demanda de amparo a trámite mediante auto de 23 de noviembre de 1983.
Por cierto que el Secretario de la Sección 2ª de la Sala 1ª del TC en la notificación del auto a la Procuradora de los recurrentes, utilizó el anacrónico estereotipo “Dios guarde a Vd. Muchos años”. Por lo visto en 1983 el Tribunal Constitucional era tan riguroso en la aplicación de la aconfesionalidad del Estado como con la tutela del derecho de defensa.
La policía y los medios de comunicación debidamente lubricados por los fondos de reptiles lanzaron una tremenda campaña contra Juan Carlos Delgado de Codes, imputándole todo tipo de acciones. Campaña que llegó a ser grotesca pues fue acusado de participar en el atentado contra el general Juan Manuel Sánchez Ramos y el teniente coronel ayudante José Antonio Pérez Rodríguez el 21 de julio de 1978 en Madrid, esta acción armada había sido reivindicada por la organización ETA (m). También se difundió que había participado en el secuestro del presidente del Consejo de Estado Antonio María de Oriol y Urquijo, lo cual era imposible pues la detención del jerarca fascista se produjo el 11 de diciembre de 1976 y Delgado de Codes estaba en esos momentos en prisión. No salió en libertad hasta octubre de 1977.
Hasta el paradigma de torturador franquista José Antonio González Pacheco en una entrevista al diario “El Imparcial”, el 20 de julio de 1979 refirió una actitud de resistencia de Juan Carlos, ante los funcionarios que pretendían detenerle, la familia de Delgado solicitó que compareciera ante el juzgado que instruía la causa para que aportara los datos que avalaban esa supuesta resistencia. Naturalmente todo era propaganda policial y nunca compareció.
Lo objetivamente cierto es que el fallecido nunca fue condenado en virtud de una sentencia y tampoco consta que en el momento de su homicidio pendiera sobre él ninguna orden de busca y captura.
La impunidad fue el manto que cubrió todo el reguero de muertes a manos de la policía y las numerosas torturas infligidas durante el período de la llamada transición democrática. Los jueces que no vieron marcas de torturas en el cuerpo destrozado de Juan Carlos en octubre de 1976, tampoco apreciaron ningún indicio racional de criminalidad en la emboscada consumada en la plaza de Lavapiés en la primavera de 1979.
Hay que destacar que según investigaciones llevadas a cabo por EOP sobre la carrera profesional ulterior del inspector autor del homicidio, Juan Carlos Salgado Sández, ésta fue cuando menos problemática. En el BOE de 29 de marzo de 1995 aparece un edicto de la Dirección General de Policía por el que siendo inspector jefe con destino en Santa Cruz de Tenerife y en situación administrativa de suspensión temporal de funciones, se le cita a una comparecencia en la tramitación de un expediente disciplinario. En ese momento el policía se encontraba en paradero desconocido… ¿Un inspector de policía en paradero desconocido?
ANIMO DE MATAR E IMPUNIDAD APLAZADA
También se han cumplido 40 años del asesinato del dirigente de los GRAPO Juan Martín Luna ocurrida el 5 de diciembre de 1982 a manos de la policía en Barcelona en otra emboscada de Estado, la versión policial dijo que conociendo la existencia de una cita ese día a las 9 de la mañana montó un operativo la policía adscrita al Mando Único de la Lucha Antiterrorista, que le dieron el alto tras identificarse como policías y en ese momento Juan Martín Luna, “da un paso hacia atrás, y sacando una pistola del lado izquierdo de la cintura comienza a disparar, por lo que los inspectores actuantes se separan y extrayendo sus armas reglamentarias repelen la agresión, cayendo al suelo Martín Luna, si bien continua apuntando con su arma a los actuantes”.
El 28 de octubre de 1982 Felipe González había ganado las elecciones por una mayoría aplastante y todo el mundo -principalmente el pequeño grupo de policías que se había afiliado al PSOE- soñaban con la defenestración de los miembros de la Policía Político Social de Franco, pero éstos quisieron hacer una demostración de fuerza al día siguiente de la toma de posesión del primer gobierno de González y le pusieron el cadáver de Martín Luna sobre la mesa del Consejo de ministros.
En comparecencia parlamentaria el recién estrenado ministro del Interior del PSOE y futuro organizador de la banda asesina GAL, José Barrionuevo, calificó la acción de “meritoria y ejemplar”. La Brigada Político Social había ganado la partida y los defenestrados fueron los ‘policías demócratas’.
Eran los años en los que el Estado español había comenzado a desarrollar la “guerra sucia”, el terrorismo de Estado contra sus principales oponentes. Ya en tiempos de la UCD, Martín Villa, había planeado los ataques al líder canario, Antonio Cubillo, y el Batallón Vasco español había cometido ya sus primeros atentados en Francia contra dirigentes de ETA (y del PCE(r) -nota de PRESOS- )*, preludio de lo que fueron luego los GAL.
En esos momentos el Subsecretario de Interior era Carlos Sanjuán de la Rocha que tan acertadas preguntas había formulado en sede parlamentaria, cuando mataron a Delgado de Codes, al ministro del interior de UCD antiguo voluntario de la división azul y condecorado por los nazis con la cruz de caballero de la orden de hierro, Antonio Ibañez Freire. En diciembre de 1982 el ministro era su colega, antiguo carlista, José Barrionuevo y no tuvo ninguna duda sobre la legalidad del operativo mortal.
Tan ejemplar fue la acción policial, que tres años después la Audiencia Provincial de Barcelona condenó a los policías participantes en el operativo, David Juan León Romero, Ángel Luis Adamez Bernáldez y Valentín Martín Cabello a seis meses y un día de prisión menor por homicidio y la accesoria de suspensión de cargo público, además de indemnizar a la viuda con un millón de pesetas. La sentencia declara que los policías que descargaron siete balas en el cuerpo de Juan Martín Luna dispararon con animus necandi “(ánimo de matar)” y descarta que el fallecido tuviese tiempo de sacar el arma.
Si observamos la dinámica falsaria de la policía, fue la misma que en el caso de Juan Carlos Delgado, con la alusión a una inexistente resistencia que ponía en peligro la vida de los agentes, pero hay una diferencia sustancial en ambos sucesos. Quedó acreditado que Juan Carlos no portaba armas y pese a ello se sobreseyó la investigación, en el caso de Martín Luna aunque llevaba un arma no llegó a esgrimirla por lo que fueron condenados los policías por la desproporción de su actuación. En el primer caso la impunidad llegó “ab initio”, desde el principio.
La noticia de la condena a los policías que mataron a Martín Luna fue recogida ampliamente en prensa, lo que no fue noticia es que en el BOE de 4 de septiembre de 1989, los tres policías fueron indultados y conmutadas las penas de prisión e inhabilitación por multa de cien mil pesetas a cada uno. En este caso la impunidad llegó también pero aplazada en el tiempo.
Los compañeros de Juan Carlos Delgado en prisión, el mismo día 20 de abril le rindieron un homenaje y al mes siguiente ya estaba circulando un emotivo poema compuesto en la cárcel:
“Desde joven viviste perseguido, por hacer que la libertad, dejara de estar clandestina” El poema hace una alusión a la compañera también militante y al hijo del camarada que no pudo conocer a su padre pues tenía cuatro meses ese 20 de abril , “te echamos de menos/nos duele tu muerte./Nos duele la media cama fría/y la mejilla infantil sin tu beso/que habitan tu casa” y finaliza la última estrofa “Te faltaron años para ofrecer al pueblo, a nosotros nos faltarán para honrar tu memoria; pero a tu hijo, a tu hijo le prometemos que le sobrarán para ser feliz”.
Las paredes del metro de Madrid aparecieron el 21 de abril repletas de pintadas “Juan Carlos Delgado de Codes asesinado”.
*Se añade de nuestra parte la coletilla «y del PCE(r)» pues el B.V.E. asesinó a Francisco Javier Martín Eizagirre el 28 de junio de 1979 en París, siendo en ese momento el nuevo Secretario General en funciones tras el asesinato de Delgado de Codes en abril de ese mismo año. El S.G. del PCE(r) se encontraba en prisión desde 1977.
Quería recordar tal día como hoy hace en 1979 fue asesinado por la policía política Juan Carlos Delgado de Codes un dirigente ejemplar que como bien pone aquí fue a Cádiz a estudiar náutica y conoció al camarada Sánchez Casas y lo asesinaron fríamente como también a Juan Martín Luna y tantos otros luchadores,como Raul Calero, Mari Carmen López Sánchez, Cerdán Calixto, Collazo Araujo y tantos otros camaradas.
Pero por ser el aniversario quería recordar especialmente al camarada Herrera que fue un gran dirigente político nacido en Segovia en su entierro algún anónimo comentó que han matado a un cuadro importante en el movimiento obrero.
También quería recordar últimamente a todos los caídos en el Movimiento Político de Resistencia, que el destino parece que se está cebando.
Como Carmen López Anguita, la hija de Pepe Balmón, Arango Riego, Jose Luis Elipe, Ion Odriozola y tantos otros que han dado su vida por el comunismo y no se han dejado doblegar por el estado fascista.
Un recuerdo para todos ellos.
El futuro sera porque vosotros habeis sido
Comunismo o Barbarie
Venceremos.