Luchas obreras rescatadas del olvido
Agenda
Japón -1918-
La Revuelta del Arroz
Se conoce como “la revuelta del arroz” los disturbios populares que tuvieron lugar en Japón en 1918. De julio a septiembre de ese año, el país fue escenario de una oleada de revueltas que recorrieron desde pueblos pesqueros y rurales hasta los grandes centros industriales y minas de carbón.
La revuelta fue una respuesta a la inanición en tiempos de guerra, los bajos salarios y la especulación con los productos de primera necesidad. El precio del arroz se había quintuplicado, mientras que los salarios se habían mantenido muy bajos. Al mismo tiempo que Japón colonizaba Corea y Manchuria y se encontraba en medio de una guerra mundial, el gobierno compraba existencias de arroz para alimentar a los soldados japoneses, lo que aumentaba continuamente los precios.
La protesta inicial tuvo lugar en el pequeño pueblo pesquero de Uozu, en julio de 1918. Las mujeres que trabajaban en el puerto como cargadoras, precisamente de los sacos de arroz, se reunieron en asamblea y acordaron dirigirse a las oficinas municipales y a las casas de los ricos. Así comenzaron las revueltas que se extendieron a otros pueblos de pescadores y campesinos, a algunas ciudades y, finalmente a las minas.
Tras lo sucedido en Uozu y en otros pueblos pesqueros, en los que los motines eran cada vez más radicales, las revueltas llegaron a las ciudades. En Nagoya las reuniones populares acababan en un choque abierto con las fuerzas militares y la policía a caballo. En Kyoto, alrededor de ochocientas personas, armadas con barras de hierro asaltaron los grandes almacenes de arroz. Luego atacaron los edificios municipales, pararon los trenes y cortaron los cables de electricidad. Otro tanto sucedió en Osaka.
En Kobe, uno de los puertos más importantes de Japón, las masas populares atacaron los almacenes, la residencia y las oficinas del “nuevo rico Suzuki”, el principal especulador de arroz del país. Al mismo tiempo, quinientos obreros de la compañía Mitsubishi, constructora de barcos, comenzaron una serie de sabotajes en demanda de mayores salarios, lo que consiguieron inmediatamente.
A finales de agosto las revueltas llegaron a las minas. Allí las luchas se convirtieron en motines en los que a la demanda del arroz se añadieron otras como la subida salarial, la libertad de poder comprar en tiendas que no fueran de la empresa, etc. Cuando llegaron las tropas, los mineros se defendieron empleando la dinamita y refugiándose en los túneles de las minas.
En total, en 1918 hubo unas quinientas acciones violentas en las que participaron casi 100.000 trabajadores.
La represión fue brutal. Cerca de 25.000 personas fueron detenidas y unas 8.000 condenadas, algunas a trabajos forzados y otras a la pena de muerte. El Ministerio del Interior había prohibido a la prensa dar información alguna sobre las revueltas y, lógicamente, sobre la represión que se abatió sobre los que participaron en ellas.
Las “revueltas del arroz” fueron completamente espontáneas. No participó en ellas organización alguna, aunque en las ciudades el liderazgo lo asumió la clase obrera. Un trabajador escribió:
“Compañeros, ¿qué tal les parecieron los disturbios del otro día? Los tipos que gozan la vida normalmente por ser ricos o ‘nuevos ricos’ temblaron atemorizados. Escuchen: los obreros somos pacíficos, sin embargo, una vez enfurecidos hacemos cosas horribles como en aquella ocasión. ¿Tienen miedo? Entonces, nos deben tratar mejor”.