Muro de solidaridad y denuncias:
Guerra sucia:
Los asesinatos de Martín Eizaguirre y Fernández Cario a manos de Cherid.
Publicado en El Otro País nº 106 de mayo-junio 2023
Por Andreu García Ribera.
Una historia de mercenarios policías y pistoleros del bolígrafo dedicados a la guerra sucia durante los gobiernos de Suárez y González.
El 20 de abril de 1979 la policía abrió la espita del exterminio de los militantes del PCE(r) con el asesinato de Juan Carlos Delgado de Codes. Dos meses después, el 28 de junio, los sicarios a sueldo de la policía española Jean Pierre Cherid y Mohamed Talbi asesinaron de cinco tiros por la espalda a Francisco Javier Martín Eizaguirre en París, mientras comía en un restaurante vietnamita.
Martín Eizaguirre había sido uno de los fundadores de la OMLE en Bruselas en 1968, siete años después participó en la fundación del PCE(r), siendo responsable de la comisión de relaciones internacionales.
En octubre de 1977 fue detenido en Benidorm en la caída del comité central del Partido, operación dirigida por Roberto Conesa. Al tratar de huir saltó por una ventana, rompiéndose una pierna y permaneció tirado en el suelo de la comisaría de Alicante 5 horas sin recibir asistencia médica, no fue escayolado hasta pasadas 18 horas. Tras quedar en libertad provisional, el 9 de diciembre de 1977, siguió hospitalizado en Madrid hasta junio de 1978, cuando le notificaron que estaba amnistiado en la causa que tenía abierta. Se trasladó a París donde fue operado varias veces para salvarle la pierna de la amputación. En todo momento vivió en situación de legalidad con su verdadera identidad.
Un mes antes de su muerte el periodista, medalla al mérito policial, Alfredo Semprún urdió un artículo por cuenta de sus patrones policiales en la revista Blanco y Negro, acusando a Eizaguirre de ser el coordinador de una inventada cumbre terrorista europea celebrada del 2 al 7 de abril del 79 entre París y Marsella. Mientras con el artículo se fabricaba un pretexto para su muerte, paralelamente la policía daba instrucciones a su mercenario de cabecera Jean Pierre Cherid para la ejecución del crimen.
Consciente de la amenaza que significaba el artículo de Alfredo Semprún, Martín Eizaguirre fechó el 29 de mayo una carta que fue publicada en la revista “Punto y Hora” de Euskal Herria, desmontando las elucubraciones de Semprún a quien calificó como “pistolero del bolígrafo”, la prueba primera e irrefutable de la falsedad del montaje periodístico policial, según escribió Martín Eizaguirre es que del 2 al 7 de abril se encontraba en su onceavo mes de hospitalización. En el momento de escribir la carta necesitaba caminar todavía con dos bastones.
La imaginación venal de Alfredo Semprún fantaseó de forma criminal sobre una supuesta compra de armas checas, una lista fantasma de 30 periodistas objetivo de los GRAPO o desvergonzadas calumnias contra el asesinado Delgado de Codes.
Semprún, el mismo mes de abril se entrevistó en Perpiñan con Fernando Lerdo de Tejada uno de los asesinos de Atocha, después de fugarse aprovechando un permiso otorgado por el juez fascista Gómez Chaparro. Tenía que haber regresado a la prisión de Ciudad Real el 17 de abril, las autoridades ocultaron la fuga y no se emitió la orden de busca y captura hasta el 24 de abril.
En estos 7 días preparó la huida y “casualmente” Semprún se encontró con él en Perpiñán. El “periodista” seguramente cooperó en la fuga y justificó su presencia en Francia en el seguimiento de la inexistente “cumbre terrorista”. Todo un verdadero experto en la fabricación de mentiras, fue quien en 1969 pergeñó desde las páginas del ABC la mentira del suicidio del estudiante Enrique Ruano, mientras estaba en manos de 3 miembros de la policía política del franquismo.
Individuos como Alfredo Semprún seguramente inspiraron a nuestro amigo Manolo Blanco Chivite, cuando escribió el aforismo:
“Hay perros policías.
Hay periodistas policías.
No deben confundirse.
Los perros no tienen la culpa”
Nunca han faltado periodistas que abrevando en el fondo de reptiles o simplemente escribiendo a favor de la corriente que fluye del Poder, se han prestado a la mentira y la difamación. ¿Cuántos alzaron su voz hace 20 años contra la falsedad de las armas de destrucción masiva de Irak? ¿cuántos escriben ahora fuera del guión propagandístico de la OTAN sobre Ucrania y Rusia?. No sólo no se salen del redil, sino que aíslan, silencian y criminalizan a los que buscan otros ángulos informativos, ayer lo hicieron con Pepe Rei hoy con Pablo González, 14 meses preso en Polonia por orden de la OTAN. Pascual Serrano ha definido acertadamente a esta pléyade de escritores a la orden como “fontaneros del engaño”. Colocada la diana en la cabeza de Martín Eizaguirre, la ejecución de su muerte fue encargada al antiguo miembro de la OAS, Jean Pierre Cherid, fichado por los servicios secretos españoles desde principios de los 70 y principal conductor de la guerra sucia, primero como Batallón Vasco Español y luego bajo las siglas del GAL. Mercenario de las cloacas del Estado con Franco, con la UCD y con el PSOE.
Al día siguiente, los mismos sicarios asesinaron al militante del PCE(r) Aurelio Fernández Cario, tiroteado en la puerta de su domicilio. Aurelio había sido beneficiado por la Ley de Amnistía, acababa de obtener el pasaporte y tenía planeado su regreso al Estado español en el siguiente mes de agosto. Seguramente la vigilancia parapolicial estrechada en torno a Martín Eizaguirre, detectó frecuentes visitas de Aurelio al hospital donde convalecía y el seguimiento culminó con el atentado mortal. Ambos crímenes fueron reivindicados por el Batallón Vasco Español.
Jean Pierre Cherid y Mohamed Talbi llegaron a París procedentes del País Vasco francés, donde 3 días antes, el 25 de junio, habían asesinado en Baiona al refugiado vasco Enrique Álvarez Gómez Korta. Ese verano prosiguieron su orgía de sangre por cuenta y a cuenta del Estado español y el 2 de agosto en Anglet mataron a Jon Lopategi Carrasco Pantu e hirieron gravemente al hermano de Txomin, Ángel Iturbe Abasolo.
Aparte de los crímenes perpetrados en ese verano de 1979, Jean Pierre Cherid participó directamente en el asesinato de José Miguel Beñarán Ordeñana, Argala, por el que cobró 20 millones de pesetas, en el de Joaquín Etxebarria y Esperanza Arana, pareja que dirigía el comité de ayuda a los refugiados vascos en Venezuela, ametrallados el 14 de noviembre de 1980 en su domicilio por el fascista italiano Mario Ricci, el argentino José María Boccardo y Jean Pierre Cherid, una verdadera internacional negra al servicio de la “democracia española”. También colocó el artefacto explosivo que acabó el 30 de diciembre de 1980 con la vida de José Martín Sagardia Usurbil.
Cherid siempre fue un matón altamente valorado en su mundo de hampones, primero como paracaidista del ejército ocupante francés en Argelia, luego terrorista de la OAS, mercenario en Biafra y con este currículum fichado por los servicios secretos españoles. El 21 de agosto de 1980 la Brigada Central de Información llegó incluso a formalizar un salvoconducto.
Tal y como narra su viuda, Teresa Rilo, en el libro “Un sicario en las cloacas del Estado» (El Garaje Ediciones), escrito con Ana María Pascual, en el Día del padre de 1984, Cherid acudió a hacer uno de sus últimos trabajos para el Estado español antes de partir a continuar su causa ultraderechista en Sudáfrica. La Guardia Civil le había encargado recoger un coche en Biarritz que él mismo había aparcado cargado de explosivos. Le pedían que regresara a España con el automóvil. Sin embargo, según cuenta la viuda, cuando Cherid fue a abrir la puerta saltó por los aires. En mil pedazos.