Memoria histórica imprescindible:
-Los 15 campos de concentración franquistas de Guadalajara albergaron a cerca de 19.000 presos republicanos.
Once de ellos se instalaron en la provincia y cuatro en la capital. Se trataba de centros de clasificación temporales en los que los prisioneros padecieron un trato infrahumano.
A finales de marzo de 1939 se produjo la ocupación militar de Guadalajara por parte de las tropas franquistas. Desde el minuto cero, miles de prisioneros de guerra fueron capturados y encerrados en campos de concentración, donde sufrieron terribles situaciones de hambre, hacinamiento, torturas y muerte. En toda España, se crearon cerca de 300 campos por los que pasaron entre 700.000 y un millón de españoles.
La provincia albergó quince de ellos, en los que permanecieron cerca de 19.000 prisioneros republicanos. Xulio García Bilbao, portavoz Foro por la Memoria de Guadalajara, puntualiza que, en el caso de Guadalajara, la mayor parte fueron efímeros y cerrados tras los primeros meses de uso. Eran lugares donde se concentraba a los presos para su clasificación y posterior envío a cárceles, batallones militares o batallones de trabajos forzados. Algunos de ellos, los menos, fueron puestos en libertad.
En concreto, los campos de concentración de la provincia se localizaron en Sigüenza, Espinosa de Henares, Villanueva de Argecilla, Armuña de Tajuña, Ruguilla, Gárgoles de Arriba, Maranchón y Miralrío, que se subdividió en otros cuatro campos en Cogolludo, Casas de San Galindo, Padilla de Hita y Jadraque. Cabe destacar que éste último, llamado la ‘Casa del Guarda’, fue objeto en 2022 de un proyecto de investigación por parte del CSIC, dirigido por Alfredo Ruibal, cuyo equipo lleva más de una década desarrollando estudios arqueológicos de espacios relacionados con la Guerra Civil española.
Según los datos que refleja el libro ‘Los campos de concentración del franquismo’, del periodista Carlos Hernández, por los centros instalados en Guadalajara pasaron alrededor de 12.000 miembros del ejército republicano, además de otras personas relacionadas de una u otra manera con la ideología de la República. A éstos 12.000 habría que sumar los 7.000 que albergaron los cuatro campos de concentración y clasificación que se crearon en la capital. Concretamente, en el antiguo Convento de las Monjas Bernardas -en el espacio que hoy ocupa la Escuela de Arte-, en la Plaza de Toros, en la fábrica de la Hispano Suiza y en el llamado Polígono, muy cerca del barrio de Los Manantiales.
Según explica Xulio García, una vez realizada la ocupación militar, el ejército franquista se encontró con miles prisioneros que debía de clasificar. Para ello, se creó la Comisión Central de Campos de Concentración que estableció una serie de normas que debían aplicarse en dicha clasificación. Se adjudicaba a cada preso una letra (A, B, C y D) según fuese su ‘peligrosidad’ para el incipiente nuevo régimen. “Cuando cae el frente republicano en 1939 y se rinden los soldados, el ejército franquista se encontró con miles de prisioneros en muchísimos lugares donde cayeron los frentes en la provincia”
Carlos Hernández relata en su libro cómo las comisiones clasificatorias eran las que determinaban el destino de los internados. “Se investigaba a cada uno de los prisioneros, principalmente mediante informes de alcaldes, curas y de los jefes de la Guardia Civil y la Falange de las localidades natales”.
Los declarados ‘afectos’ (A) eran puestos en libertad; los ‘desafectos leves’ y sin responsabilidades políticas (B) eran enviados a los batallones de trabajadores; los desafectos ‘graves’ (C) eran enviados a consejos de guerra para ser condenados a muerte o a largas penas de prisión. Según consta en la documentación del Archivo General Militar de Ávila, en esta lista ‘negra’, se incluía a los altos cargos y comisarios del ejército republicano. Los clasificados como delincuentes comunes (D) eran enviados también a la cárcel o permanecían en los campos permanentes.
Las mujeres civiles que fueron capturadas en un primer grupo fueron encerradas durante 48 horas en la iglesia de San Ginés. A través del testimonio de Aurora Arnaiz, una presa que dio a luz allí y perdió el bebé, autora de un libro sobre mujeres republicanas apresadas, conforme se iban haciendo más prisioneras y dado el hacinamiento, eran trasladadas a uno de los cuatro patios de la Prisión Central (hoy Prisión Provincial en desuso), donde permanecían un tiempo. Allí, Tomasa Cuevas, otra presa que relató estos hechos en uno de sus tres libros sobre la represión franquista, fue testigo de las torturas a las que eran sometidos los hombres presos, a los que desde el patio oían proferir gritos desgarradores. Cuando se empezó a detener y traer a más mujeres y el número fue excesivo, las llevaron al Colegio Sagrado Corazón, donde asegura que las mataban de sed y vivían en condiciones terribles. Todas ellas fueron clasificadas y enviadas a distintas prisiones de España y a la Prisión Militar de la calle Ángel Martín Puebla, posteriormente reconvertida en la Cárcel de Mujeres. Según la información proporcionada por Xulio García, más de 600 mujeres fueron apresadas y condenadas en Guadalajara…
-Muertos y más muertos en fosas.
Primera fase de exhumaciones y excavaciones del cementerio viejo de Formentera.
Impulsadas con el objetivo de hallar a un mínimo de 58 víctimas mortales que habrían fallecido en la colonia militar franquista entre 1940 y 1942.
De momento hay dos exterminados identificados.
*Francisco Solano Vera, natural de Murcia, panadero de profesión y padre de seis hijos. Habría muerto en la colonia militar franquista de Formentera el 7 de julio de 1942 por caquexia y tuberculosis pulmonar. Sus restos fueron entregados a su familia, después de ochenta años, el pasado mes de febrero.
*Isaac Rodríguez Lagar es la segunda víctima mortal de la colonia militar franquista de La Savina, en Formentera, que ha podido ser identificada en el cementerio de Sant Francesc Xavier. Era campesino, tenía 44 años y era padre de seis hijos. Vivía en la Parra, en Badajoz (Extremadura). El 22 de diciembre de 1939 pasó a la prisión de Zafra en Badajoz, donde fue juzgado en Consejo de Guerra y condenado a pena capital, más tarde conmutada por 30 años. El 18 de marzo de 1941 fue evacuado al penal de Formentera, donde murió.
-Cuelgamuros, un pasado que no pasa ni pasará.
Quien definió la guerra a la que abocó a España como una cruzada negó la condición de caídos a los infieles. La teoría de las dos ciudades aplicada al conflicto civil no dejaba lugar a la reconciliación.
“Un magno monumento destinado a perpetuar la memoria de los Caídos en la Cruzada de Liberación, para honra de quienes dieron sus vidas por Dios y por la Patria y para ejemplo de las generaciones venideras”
Del decreto-ley que instituyó la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos.
Una vez concluido, el mausoleo debía llenarse de reliquias. El 23 de mayo de 1958, el ministro de la Gobernación, Camilo Alonso Vega, dirigió una circular a los alcaldes de todos los municipios de España ordenando el envío de “una relación comprensiva de los enterramientos colectivos que existieren en ese término municipal, de caídos en los frentes de batalla o sacrificados por la Patria”. El objetivo era que aquellos cuyos nombres campeaban en las placas de iglesias y casas consistoriales, precedidos por José Antonio Primo de Rivera, tuvieran el día del juicio final la oportunidad de responder ¡presente! desde un puesto de guardia al lado del Caudillo. Pero, en algunos lugares, la disposición tuvo efectos inesperados. La web Todos los nombres recoge el caso de Torre Alháquime, un pequeño pueblo de la sierra de Cádiz en que el alcalde, en su relación de enterramientos existentes en el término municipal remitida al Gobierno Civil, consignó la existencia de no menos de veinticinco cuerpos en la fosa común del cementerio y de siete en distintos parajes de los alrededores. En total, ocho fosas para un término municipal con una extensión inferior a los dieciocho kilómetros cuadrados. Junto al de Torre Alháquime, otra media docena de regidores de la provincia interpretó erróneamente que la categoría “cuantos cayeron en nuestra Cruzada, sin distinción del campo en que combatieran” se refería a las víctimas de la represión que tan intensa y eficientemente habían efectuado los sublevados en la comarca. Sabían de lo que hablaban, allí y en otros lugares. En 1942, el jefe de puesto de la Guardia Civil de Valdeverdeja (Toledo), pueblo tomado por los rebeldes el 30 de agosto de 1936, informó con peculiar sintaxis cuartelera a los instructores de la Causa General: “A la terminación de la guerra, varios individuos y mujeres que venían de zona roja al pueblo de residencia saliendo al paso de ellos varios vecinos de esta villa y considerados como personas de orden, dieron muerte a los mismos a un kilómetro de [la] localidad del Torrico”.
A falta de gloriosos caídos, hubo pueblos que pensaron cumplir con el cupo remitiendo restos mortales de rojos. Este hecho y la inhumación de víctimas de la represión franquista en un lugar que nunca pretendió ser un emblema de reconciliación pone de relieve el hecho de que en regiones enteras de España no hubo guerra civil, sino golpe triunfante y aniquilación del adversario. En aquellos territorios donde no hubo resistencia o el contragolpe fue rápidamente aplastado cayeron asesinadas casi 88.000 personas…
*Los muertos del Valle de Cuelgamuros.
Quiénes fueron, qué impacto tuvo su desaparición en sus familias o a quiénes dejaron atrás son cuestiones que han permanecido enterradas en el ámbito de lo privado e incluso en el olvido para los suyos. Ha llegado la hora de ver la luz.
En el libro de registro que llevó Patrimonio Nacional entre 1958 y 1983, hay 33.846 esqueletos reinhumados en las criptas de la basílica, unos con nombre y apellido y otros sin identificar. Pero podrían ser más. Se extraen sin autorización restos de republicanos de fosas comunes. Familias adeptas al régimen aceptan el traslado de los suyos e incluso en muchas ocasiones lo solicitan expresamente. Evidentemente, el trato es desigual según la ideología de cada muerto…
Algunas de sus biografías: