Memoria histórica imprescindible:
-José Díaz Ramos (1895-1942)
Breve esbozo biográfico
«Tres años de lucha». Editorial Templando el acero, 2023.
Prólogo de Manuel Pérez Martínez ‘Camarada Arenas’.
José Díaz nació en Sevilla el 3 de mayo de 1895 en el número 9 de la calle Huerto, del barrio de la Macarena, actualmente calle General Bohórquez. Su padre era panadero y su madre, cigarrera, trabajó toda su vida en la fábrica de tabaco. Como sus compañeras de trabajo, en el mismo lugar de trabajo era donde amamantaba a sus hijos. José fue el segundo de una descendencia de seis, de la que fallecieron dos hermanos.
Estaba acabando un siglo y entonces, como hoy, Sevilla era una ciudad de clases y, por tanto, de contrastes, espejo de las dos Españas de Machado, la de la abundancia y la pobreza, la de la alegría y la de la tristeza. Allí tenía su asiento la rancia aristocracia terrateniente andaluza que hacía ostentación de lujo y despilfarro y se divertía con las corridas de toros. Era también el centro comercial andaluz, un mercado permanente que desde el puerto del río Guadalquivir siempre había alcanzado hasta la lejana América. De ahí que la presencia de la burguesía fuera igualmente importante. Era y es una ciudad escaparate, la de las exposiciones universales, donde el mercado y el engaño conviven más hermanados que en ninguna otra parte.
Pero al otro lado de la acera se agolpaba un proletariado famélico y miserable que se hacinaba en chabolas y corrales donde la música y el baile tenían un recorrido tan corto como los miserables jornales que cobraban. Lo mismo que la educación: más de la mitad de la población era analfabeta. José fue de los que pudo estudiar de los seis a los once años de edad. En 1905, cuando tenía diez años, el mal tiempo arruinó las cosechas en Andalucía, apareciendo el paro y una hambruna terrible que asoló los hogares proletarios, llevándose a muchos de ellos al cementerio y a los demás, luto y lágrimas.
Cuando José Díaz apenas había cumplido los 11 años ya se le veía todas las madrugadas atravesar las calles de Sevilla camino de la tahona donde trabajaba. Aquellas jornadas de trabajo se hacían interminables, agotadoras, despertando en José, desde muy niño, un sentimiento de rebeldía cultivado por su propia sensibilidad revolucionaria. En la panadería de la calle Hombre de Piedra, conoció a su compañera Teresa, también obrera como él. Con 17 años ya había aprendido el oficio, que desempeñaría hasta 1932.
*El sindicato de panaderos La Aurora
Sobreponiéndose a la brutal represión de la época, los obreros se organizaban, pero repudiaban el reformismo de la UGT. La miseria obligaba a gritar en voz alta y eso es lo que el anarcosindicalismo dio entonces a los obreros sevillanos. Se acercaba la Semana Trágica de Barcelona, el acontecimiento histórico que marcó una época en el movimiento obrero español. Asesinaron a Francisco Ferrer, en Bizkaia estallaba una huelga general y se fundaba la CNT (1910).
A los 18 años José Díaz ya pertenecía a la dirección de la Sociedad de Panaderos Aurora que, al constituirse la CNT en Sevilla, ingresó en esta organización. Su actividad revolucionaria se fue ampliando y desarrollando, siendo el animador de muchos de los movimientos huelguísticos y revolucionarios que en la segunda decena del siglo tuvieron lugar en la capital andaluza y su provincia. Sus camaradas de lucha admiraban y respetaban los rasgos característicos del joven revolucionario: su serenidad, su firmeza, su inteligencia. Por muy difícil que fuese la situación en que se hallase -y hay que subrayar que las luchas del proletariado andaluz han sido uno de los episodios más heroicos de la historia revolucionaria de España- siempre infundía ánimos a quienes le rodeaban. Desde joven destacó entre los panaderos sevillanos. Su vivacidad y alegría, su inteligencia clara y su actitud enérgica, eran condiciones que muy pronto atrajeron el aprecio de los obreros, que vieron en él a uno de sus dirigentes naturales. Su primera escuela de lucha, donde aprendió las nociones elementales del combate contra la burguesía, fue en las sociedades de resistencia, muchas de las cuales se transformaron posteriormente, entre ellas la de panaderos, en sindicatos de oficios, armas rudimentarias de lucha, en las que comenzaban por aquel tiempo a agruparse los obreros. El sindicato formaba parte de la CNT y dentro de la confederación libertaria, José Díaz fue también contador y tesorero de la Federación Local. Él mismo reconoció que, además, formó parte de un grupo anarquista que practicaba la acción directa, participando en varios enfrentamientos a tiros con los pistoleros de la patronal que realzaron su prestigio entre la clase obrera. Cuando contaba 23 años de edad su actividad abarcaba ya todos los sectores obreros sindicales. En 1918 hubo 32 huelgas, siendo la lucha por el aumento de salarios el motivo más recurrente. Los gremios más conflictivos eran los panaderos, al que él pertenecía; los albañiles, metalúrgicos, aceituneros, hiladores y tejedores y obreros de las fábricas militares.
La lucha revolucionaria es contagiosa; no importa en dónde estalle ni a veces tampoco por qué, pero siempre acaba extendiéndose como una inundación. En Andalucía la ola de rebeldía llegó más tarde, con la Revolución rusa de 1917, pero también llegó inexorablemente. Comenzó el llamado trienio bolchevique, un periodo de lucha comprendido entre 1917 y 1920. Primero saltaron los jornaleros del campo. Como si fuera otra ley, la lucha revolucionaria siempre se inicia de una manera pacífica, pero acaba, como entonces en Andalucía, con incendios de las cosechas y, en ocasiones, de los aristocráticos cortijos.
En el Congreso de la CNT reunido en Madrid, en el teatro de la Comedia, en diciembre de 1919, asistieron 450 delegados que representaban a 700.000 obreros afiliados. Allí los obreros discutieron sobre la Revolución rusa y acordaron la adhesión de la CNT a la Internacional Comunista (IC). Aquel mismo mes de diciembre de 1919 la Federación de Juventudes Socialistas también acordó unirse sin demora a la IC y pocos meses después, en abril de 1920, se constituyeron como Partido Comunista de España (PCE).
*La huelga de panaderos de 1920
En Sevilla aquel fue el año más agitado. Solo en la capital, el total de huelgas contabilizadas fue de 43, incluyendo la huelga general de diciembre. Aparecieron los cierres patronales, las bombas y los disparos.
José Díaz no era solo el dirigente de los panaderos sevillanos, sino de todos los trabajadores de la capital andaluza. Su labor sindical se desarrollaba entre los más diversos oficios.
Entre la Alameda de Hércules y la Resolana, la calle Peral era entonces el centro del anarquismo sevillano, donde se hacinaban los obreros en corrales de vecinos y donde, conviviendo con el hambre, el trabajo agotador y la penuria, se aspiraba a conseguir logros revolucionarios que hacían soñar en una sociedad más justa para todos. Allí, en el número 1, se volvió a reunir el 27 de enero el sindicato de panaderos, presidido por José Díaz. Se acordó facultar a la dirección del sindicato para que continuara los trabajos emprendidos para convertir los trabajos nocturnos en diurnos. Finalmente encargaron a la dirección del sindicato que redactara un elenco de reivindicaciones, que fueron las siguientes:
– Reconocimiento del sindicato por los patronos. No elaborar pan falto de peso.
– No empezar el trabajo antes de las cinco de la mañana.
– Que el personal no asociado no pueda trabajar con el que no lo esté.
– Que los patronos no puedan despedir a ningún obrero sin el visto bueno del delegado del sindicato.
A continuación, especificaban las reivindicaciones salariales.
El sindicato acordó conceder un plazo de 48 horas a los patronos para contestar. Se preparaba una nueva huelga. Pero lo patronos trataron de rendir a los obreros mediante el hambre. Mantuvieron los hornos abiertos trayendo esquiroles procedentes de Cádiz. Por su parte, el sindicato vació la caja de resistencia para dar de comer a los obreros más necesitados.
Los huelguistas organizaron piquetes que se distribuyeron por todos los barrios de la ciudad, impidiendo el trabajo de los esquiroles, informando a los demás obreros, extendiendo la solidaridad y logrando parar todos los hornos. La policía también salió a la calle para detener a los obreros que formaban parte de los piquetes. Corrompidos hasta la médula, los políticos salieron en la prensa negando que existiera ninguna huelga. Sin embargo, ésta se extendió a otros sectores. Los patronos especularon con ella y con el precio de la harina para subir los precios del pan. Ante el fraude capitalista, se requisaron sacos de harina a los almacenistas. La ciudad estaba alarmada por la falta del alimento básico y, para muchas familias, único. La escasez provocaba colas enormes, asaltos a panaderías, acaparamiento y continuos incidentes.
En la reunión sindical del 5 de marzo tomó la palabra José Díaz. Su testimonio fue directo, duro, sin concesiones. No bastaba con declarar la huelga; había que pelear hasta el final por los derechos. Había que dar un paso al frente. Aconsejó a todos los obreros que seguían trabajando que se sumaran a la huelga, anunció que los obreros no acudirían a más reuniones con el gobernador civil y que, en lo sucesivo, se entenderían única y exclusivamente con los patronos. El acto terminó en un ambiente de euforia, dando todos vivas a la huelga.
Los capitalistas y su Estado represor también dieron un paso al frente. El gobernador impidió las reuniones sindicales y el ánimo de los obreros comenzó a decaer. Los patronos rechazaron algunas de las condiciones de los panaderos, pero la huelga acabó con un señalado triunfo para los trabajadores.
Desde entonces José Díaz acrecentó su prestigio y autoridad entre toda la clase obrera sevillana. Había demostrado sus dotes de dirigente obrero: combativo, audaz, firme y con una conciencia de clase a toda prueba. No se dejó embaucar ni sorprender en las discusiones con los patronos y el gobernador civil; hizo frente con aplomo a los provocadores y pistoleros a sueldo de los capitalistas, con los cuales se batió a tiros por las calles en más de una ocasión.
Pero toda victoria tiene su precio. Como es natural, comenzaron por aquellas fechas las persecuciones policiales contra el dirigente sindical, que tuvo que aprender el arte de la conspiración y de la clandestinidad.
*Guerra de clases a orillas del Guadalquivir
La huelga acabó de consumar la dicotomía de clases en la que vivía la sociedad sevillana. La policía clausuró los centros obreros. Pero se siguieron celebrando reuniones clandestinamente, sin la presencia del delegado gubernativo. A pesar de la represión, los obreros perdieron el miedo y la lucha sindical se transformó en una lucha de clases, política, reforzando las posturas más radicales y las acciones directas. Hubo represalias contra los esquiroles, peleas, disparos, heridos y muertos. Las huelgas obreras no remitían en la ciudad: en octubre estaban en huelga los obreros de las tres fábricas militares, los carpinteros, los cocheros, los barberos y los plateros. La lucha continuaba sin miedo a las consecuencias de la represión.
El 3 de septiembre de 1920 se logró la unidad de acción entre UGT y CNT, lo que en Sevilla se tradujo en una huelga general. La ciudad se paralizó y hubo varias acciones armadas.
Herido en la espalda por varios disparos, el 12 de diciembre falleció un capitalista del corcho. El 21 de enero murió el policía Espejo cuando intentaba cachear a un sindicalista que le disparó a bocajarro. Ese mismo día varios policías persiguieron al presidente de uno de los sindicatos, hasta que fue asesinado bajo el mostrador de una farmacia. Otros tres sindicalistas fueron asesinados a tiros por la policía y otro más herido.
Detenidos 64 cenetistas barceloneses por Martínez Anido, se clamaba por la huelga general en toda España en su apoyo, y la respuesta obrera sevillana no se hizo esperar. Fue el sindicato del metal el que concretó las peticiones: que fuera reconocido el sindicato único con sus delegados de fábrica, obras y talleres; solución de todos los conflictos de forma satisfactoria para los obreros; abolición del trabajo a destajo y extensión de la jornada de ocho horas a todos los trabajadores.
A partir de 1921 la guerra entre las clases era total. Arreciaba la represión de la policía contra los obreros: detenciones, cierres y disparos de los soldados contra los piquetes. Se cerraron imprentas que trabajaban para los sindicatos, detuvieron a sindicalistas que seguían cobrando cuotas clandestinamente. El 9 de febrero había en la cárcel del Pópulo, un total de 482 presos de los que 205 eran sindicalistas. Algunos sindicalistas que eran llevados camino de la cárcel por policías o por la guardia civil, aparecieron asesinados por la espalda. José Díaz abandonó Sevilla y vivió en Granada, Madrid y Barcelona.
Fue detenido cuando en 1922 volvió a Sevilla, pasando diez meses en la cárcel. Ésta era un antro espantoso, de lo peor que pueda imaginarse. En las noches de lluvia, los presos tenían que permanecer de pie en la celda porque el agua penetraba a cántaros.
*El atentado contra el reyezuelo
En septiembre de 1923 la vida de José Díaz comenzaba a dar un importante giro. España conoció uno de esos acontecimientos históricos que realzan la singularidad de su podrida casta dominante: un golpe de Estado que en realidad era un autogolpe patrocinado por la propia monarquía, entre otras cosas para tapar la sangría colonial en Marruecos y frenar el ascenso de la lucha obrera. Una vez más la oligarquía lanzaba sus perros contra los sindicatos, la prensa, los locales, los derechos y, sobre todo, contra los proletarios más destacados.
Ante esta situación, fueron muchos los que, presa del pánico, echaron a correr para escapar del país. Siempre dispuestos a arrodillarse, los reformistas tragan con todo lo que les echen y, especialmente, la UGT y el PSOE colaboraron a jornada completa con la reacción: Largo Caballero fue nombrado Consejero de Estado. Como es costumbre, la CNT no mantuvo una postura única; la actividad sindical se paralizó e incluso hubo quien, como el periódico Solidaridad Obrera, también siguió la senda reformista propugnando la inhibición frente al golpe militar si los militares no atacaban a la clase obrera.
No obstante, también hubo quienes, como José Díaz, se prepararon para hacerle frente con todas las armas a su alcance. En aquel momento José Díaz era un destacado dirigente de la CNT y del movimiento obrero en Sevilla. No estuvo de acuerdo con escapar al extranjero, como tantos otros hicieron. Criticó sin hacer concesiones a los que huyeron sin causa justificada, como también con los que se quedaban tranquilamente en su casa, dejando a la clase obrera abandonada, o que ésta se amparara en la UGT, plagada de orientaciones reformistas, de colaboración plena con la dictadura. Su opinión fue la de quedarse en España, al pie del cañón, para continuar la lucha poniéndose al frente de la clase obrera sevillana, cuyas conquistas peligraban. Fustigó con energía a los que se escondieron con la excusa de que con la dictadura no se podía aplicar la táctica de la acción directa, y que no quedaba otro camino que el del colaboracionismo. Como otros muchos militantes cenetistas, propugnó que, no obstante la liquidación de las libertades de la clase obrera por los militares reaccionarios, debía aprovecharse la más mínima coyuntura propicia para organizar a los obreros y, desde su organización y mediante la lucha, no abandonar sus conquistas. Sostenía el punto de vista de que había que pelear por cada reivindicación por pequeña que fuera.
Para José Díaz, el sindicalismo era un instrumento de lucha y combate de la clase obrera para la defensa y la mejora de sus condiciones de vida y la conquista de sus reivindicaciones inmediatas. Durante los seis años de dictadura de Primo de Rivera, de 1923 a 1931, la actividad política y sindical de José Díaz se manifestó allí donde había un motivo de enfrentamiento con la dictadura y la monarquía. Organizó en Sevilla la distribución de propaganda antimonárquica y él mismo contribuyó a difundirla, porque de esta forma se incorporaban a la lucha otros sectores sociales. Participó en la organización de varias huelgas de su gremio, los obreros panaderos, por mejoras de salario que resultaron triunfantes. También intervino en la organización de la huelga de los obreros portuarios sevillanos, que lograron obtener un gran triunfo.
José Díaz estuvo a punto de ser asesinado en más de una ocasión a manos de las bandas de pistoleros organizadas por la gran burguesía y la policía le buscaba por su actividad sindical y solidaria, así que se tuvo que refugiar en un pueblo en las cercanías de Sevilla. En 1925 se trasladó a Madrid junto con otros militantes anarquistas para preparar un operativo espectacular: la ejecución del rey Alfonso XIII. Era una mañana de sol en Madrid. Por las calles de un barrio popular pasaba un muchacho con un cesto al brazo, voceando roscos sevillanos. Era José Díaz. Para poder comer, por un lado, y disimular su actividad, por el otro, él mismo los fabricaba y los vendía.
La policía le detuvo, junto a otro compañero. Fueron torturados durante tres días y conducidos a las afueras de Madrid. Entonces el gobernador civil era el general Arlegui bajo cuyo mandato se practicaba impunemente la ley de fugas, de la que estuvo a punto de ser víctima. Pero la policía no consiguió arrancarles ninguna confesión.
Las condiciones de vida en la cárcel eran tan precarias y tan duras que allí contrajo la grave enfermedad que le martirizó el resto de sus días y lo llevó a la tumba siendo aún muy joven.
Permaneció diez meses encarcelado sin llegar a ser procesado por falta de pruebas. Los largos periodos de inactividad hacen de la cárcel un medio idóneo para la reflexión, de modo que mientras estuvo preso, José Díaz comenzó a analizar los puntos débiles del anarquismo, reflexionó sobre el derroche de energías de muchos dirigentes de la CNT y obreros anarquistas. Sus largas reflexiones le llevaron a la conclusión de que el anarcosindicalismo no disponía de una teoría revolucionaria ni la CNT tenía una política para organizar a las masas como fuerza capaz de conducir a los trabajadores al triunfo de la revolución. Se hizo consciente de que los métodos de lucha anarquista podían ser muy heroicos, pero no conducían al fin perseguido por los trabajadores. Para derrocar la dictadura era necesaria la acción de las masas trabajadoras, uniendo la lucha política a la defensa de las reivindicaciones de los obreros.
La cárcel es también un inmejorable punto de contacto para los revolucionarios que se encuentran en ella. En el tiempo que estuvo recluido en la Modelo de Madrid, el Socorro Rojo Internacional (SRI) se ocupó de él y de su familia, gesto solidario que, en una situación tan precaria, impactó a aquel obrero anarcosindicalista. A través del SRI José Díaz entró en contacto con los comunistas y, a partir de ese momento, comenzó a operarse en él una transformación profunda.
La solidaridad genera solidaridad. Cuando en agosto de 1926 salió en libertad, volvió a Sevilla, ingresó en el SRI junto con otros militantes sevillanos de la CNT, preocupándose por la represión y por los presos políticos, llegando a ser dirigente regional de la organización solidaria.
Por medio del SRI, José Díaz trabó relación con la dirección del PCE, que entonces residía en Bilbao. Por aquellas fechas fue detenido el responsable del Comité Regional del PCE. En aquella época en Sevilla había unos 15 ó 20 comunistas. José Díaz contactó con ellos e ingresó en el PCE. No fue un caso aislado. Los elementos más sanos y queridos de los obreros de Sevilla que procedían del anarcosindicalismo, pasaron a las filas del comunismo. En Sevilla fueron muchos los anarcosindicalistas que en 1924 se negaron a autodisolver sus sindicatos, que mantuvieron o rehicieron en forma autónoma, Gracias a su trabajo y a sus grandes dotes organizativas, José Díaz consiguió que la organización sevillana fuera una de las más importantes del PCE. En la capital andaluza se produjo la simbiosis del movimiento obrero y sindical con el comunismo.
El primer trabajo de José Díaz fue escribir a los pueblos de los cuales tenía direcciones para tratar de reconstruir un Comité Regional provisional del PCE con nuevos militantes. En el Comité introdujo a varios sindicalistas que pertenecían al SRI y que por afinidad le seguían. Al poco tiempo, cuando ya reanudó la relación con algunas ciudades y pueblos de Andalucía, se celebró un pleno del Partido para nombrar nueva dirección. En la nueva dirección regional que se nombró, José Díaz fue designado Secretario Político.
Hacia 1928 José Díaz seguía siendo máximo dirigente del SRI y, además, participaba en la dirección del Comité Regional del PCE en Andalucía.
Como máximo responsable político comunista en Andalucía, José Díaz siguió dando muestras de su entrega a la causa revolucionaria. Gracias a su labor, la reorganización del PCE en Andalucía experimentó un gran salto y el movimiento sindical pronto pasó en su mayoría a ser dirigido por los militantes comunistas. José Díaz se mantuvo durante todo el año 1928 en la lucha obrera, participando en la huelga de otoño por la subida salarial y organizando la huelga general en Sevilla cuando se iba a inaugurar allí la Exposición Ibero-Americana con una visita de Primo de Rivera, el dictador en persona.
El prestigio de José Díaz estaba cimentado en una lucha obrera y sindical ininterrumpida desde 1918. Llevaba diez duros años en ella y era mucha la experiencia acumulada. Su trabajo era el mismo porque la situación para los suyos no había mejorado, sin embargo, actuaba de otra forma y dirigía una nueva organización obrera. No ocupó ningún puesto en el sindicato, pero aparecía invariablemente en el momento duro de la lucha.
En agosto de 1929 celebró el PCE su III Congreso en París. El partido en esa fecha era insignificante en toda España y los acuerdos fueron muy radicales y sin viabilidad alguna, de ahí que los resultados del Congreso no tuvieran la menor eficacia. Se mantuvo el criterio de que había que potenciar la revolución democrático-burguesa y formar un gobierno obrero y campesino.
En el mes de marzo del año 1930, el PCE celebró la llamada Conferencia de Pamplona aunque tuvo lugar en Bilbao. José Bullejos, su Secretario General, la orientó contra el sistema capitalista que estaba en crisis y sobre la perspectiva de que, de inmediato, se iba a producir la revolución socialista.
Durante el año 1930 la actividad obrera se acrecentó en Sevilla y se extendió por la provincia la influencia del sindicato panadero La Aurora y la de otros sindicatos que ya estaban dentro de la influencia comunista. Ese mismo año, José Díaz partió hacia la Unión Soviética, donde permaneció nueve meses estudiando en el Instituto Lenin, formándose como dirigente comunista. Allí le sorprendió la llegada de la República en 1931.
Su actividad revolucionaria le llevó de nuevo a la cárcel y mientras estuvo en prisión se celebró el IV Congreso del PCE en Sevilla, en marzo de 1932, en el que fue elegido miembro del Comité Central. “Debido en gran parte al buen trabajo de Díaz, la sección andaluza se convirtió rápidamente en la más fuerte de todo el Partido Comunista de España. Pero Pepe Díaz no solo luchaba contra la brutal represión semifeudal de Andalucía, luchaba también implacablemente contra el sectarismo del grupo Bullejos que entonces detentaba la dirección central del Partido Comunista. Luchaba contra la dirección sectaria de este grupo, que impedía que el Partido se desarrollara, que las masas trabajadoras acudieran a él, y luchaba también contra la falsa caracterización política del momento revolucionario”. (1)
“Tras la expulsión de Bullejos y compañía fue elegido como secretario general José Díaz… que en ese momento se encontraba en prisión. Su elección no cabe duda que estuvo determinada por el destacado papel que venía desarrollando al frente de la organización del Partido en Sevilla y Andalucía. Junto a él, Hurtado, Mije, Jesús Hernández, Dolores Ibarruri, Vicente Uribe y Pedro Checa fueron, entre otros, los que se hicieron cargo de las principales responsabilidades.
Comienza así, bajo su dirección, una nueva etapa en la vida del PCE y su verdadera actuación comunista. Con ello se puede decir que culmina el período inicial de su construcción -once años en total-, durante el cual se echaron las bases ideológicas, políticas y orgánicas, se establecieron vínculos con las masas, se difundió el marxismo-leninismo y la idea de la necesidad de un partido obrero revolucionario entre el proletariado y se forjaron en las dificultades de la lucha los cuadros que ahora tomaban en sus manos las riendas del Partido”. (2)
Cambian radicalmente la orientación y los métodos de trabajo del Partido. Se liquida el sectarismo y, como consecuencia, el Partido se desarrolla extraordinariamente, ingresando en él masas de trabajadores y pequeños partidos y grupos que hasta entonces habían chocado con la actitud intransigente y sectaria del grupo Bullejos.
“La política de organizar el Partido que practicaba José Díaz dio un impulso magnifico al desarrollo del mismo. Díaz amaba profundamente al Partido y a sus hombres. Con gran sentido proletario seleccionaba los cuadros del Partido, los colocaba en los lugares que mejor podían desempeñar, se cuidaba de ellos, procuraba, cuando el trabajo era superior a su capacidad, retirarlos a tiempo para que no fracasaran, descubría y educaba a los dirigentes con audacia, construía, en suma, el Partido Comunista como solo puede construirlo un jefe obrero íntimamente ligado a las masas y querido por ellas”. (3)
“Bajo la dirección de José Díaz y del nuevo Comité Central, el PCE corrigió su línea política y empezó a trabajar activamente por la unidad del proletariado. En septiembre de 1.934 el Partido celebró un Pleno extraordinario en el que se decidió el ingreso del Partido en las Alianzas Obreras, que habían organizado los socialistas -a pesar de que estas Alianzas no eran ni mucho menos la expresión acabada de frente único-, con el fin de convertirlas en verdaderas organizaciones de frente único de los obreros y campesinos. En aquel Pleno dijo Pepe Díaz, hablando de la amenaza fascista: «El problema no es de meses sino de días». Y en efecto, días después, en los primeros días de octubre, se formó un Gobierno con tres ministros fascistas y los obreros se lanzaron a la calle, declarándose la huelga general revolucionaria en gran parte de España, huelga que, en Asturias se convirtió en insurrección armada, en la que los mineros escribieron páginas gloriosas”. (4)
El PCE tuvo una destacada participación en el movimiento revolucionario de Asturias, tras la que el gobierno desató una fuerte represión que llevó a numerosos militantes a la cárcel. A pesar de no haber convocado el levantamiento, José Díaz asumió en nombre del Partido toda la responsabilidad:
En julio-agosto de 1935 se celebró el VII Congreso de la IC en el que Jorge Dimitrov presentó el Informe central y se aprobó la política de alianzas de la clase obrera con todos los sectores y partidos populares y democráticos susceptibles de unirse en un frente antifascista. La delegación española en el Congreso estuvo presidida por José Díaz y Dolores Ibarruri.
El 15 de enero de 1936 se firmó en España el pacto del Frente Popular. En su condición de Secretario General del PCE, José Díaz se convirtió en uno de los principales artífices de la victoria del Frente Popular en febrero de 1936 y un dirigente querido y respetado por todos los antifascistas. En las listas del Frente, el PCE obtuvo 17 diputados y José Díaz fue elegido diputado por Madrid. Desempeñó asimismo un decisivo papel en la movilización y organización de las fuerzas populares y de las milicias armadas contra el levantamiento fascista del 18 de julio de 1936.
Durante la guerra el papel político y militar del PCE fue decisivo. Su número de militantes pasó de 12.000 en 1932 a cerca de 300.000, de los que, según los datos presentados por José Díaz, 131.600 estaban en los frentes de batalla. El PCE se convirtió en un verdadero partido comunista, vanguardia de la lucha armada contra el fascismo y ejemplo heroico para todo el pueblo.
A lo largo de los tres años de lucha contra el fascismo José Díaz defendió la unidad de la clase obrera y de las fuerzas populares de la ciudad y del campo y fue un incansable organizador de la lucha (política y armada) contra el fascismo y sus cómplices.
Entre los escritos de guerra de José Díaz destacan los informes presentados a los Plenos del Comité Central del 5 al 8 de marzo de 1937 y del 13 al 16 de noviembre del mismo año, ambos celebrados en Valencia. “Desde la casa de Valencia semiderruida por las bombas fascistas, donde se celebró el Pleno, la voz de su secretario general salía firme y segura y se difundía por los frentes, por la retaguardia laboriosa, inyectando en el pueblo fe inquebrantable en el triunfo; orientando a las masas trabajadoras, educándolas, recordando a los comunistas que la situación actual exigía de ellos una tensión máxima de todas sus fuerzas, de toda su capacidad política y de trabajo, de toda su voluntad de resistencia y de lucha». (5)
También son muy importantes por su agudo y excelente análisis de la sociedad española de aquella época, el discurso pronunciado en el Salón María Guerrero de Madrid el 9 de febrero de 1936, con el título de La España revolucionaria, así como la conferencia pronunciada en Barcelona desde la tribuna de la Unión Iberoamericana el 29 de noviembre de 1938, con el titulo Lo que España enseña a Europa y a América.
Pese a su decisiva participación en la victoria del Frente Popular y en la denuncia y desenmascaramiento de las fuerzas de derecha que conspiraban para implantar el fascismo en nuestro país, pese al destacado papel que desempeñó a lo largo de toda la guerra, los discursos y escritos políticos de José Díaz son completamente ignorados.
En el segundo de los Plenos citados se analiza, entre otros temas las causas y consecuencias de la pérdida del Norte a manos de las tropas franquistas en el verano de 1937 y en él figura la crítica a Astigarrabia, secretario del Partido Comunista de Euskadi, que se había dejado arrastrar hacia posiciones de subordinación a los nacionalistas vascos del PNV.
Al Pleno del Comité Central de mayo de 1938 ya no pudo asistir debido a su estado de salud, que se agravaba con celeridad. A principios de enero de 1939 se trasladó a la Unión Soviética, donde fue operado y donde permanecerá ya hasta su muerte. En la URSS y durante cierto tiempo continuó su labor en la IC, responsable de los partidos comunistas de España, Sudamérica e India.
Escribió un importante trabajo de análisis autocrítico titulado Las enseñanzas de Stalin, guía luminoso para los comunistas españoles. En este trabajo, publicado en abril de 1940, José Díaz analiza la situación concreta en que se desarrolló la lucha de nuestro pueblo contra las fuerzas fascistas internas y extranjeras, así como la táctica de los comunistas durante la guerra.
Tuvo que ser intervenido quirúrgicamente dos veces más y a partir de junio de 1941 hubo de retirarse de la actividad política y permaneció, primero en Pushkin, y luego en Tiflis, capital de Georgia, en compañía de su familia. Murió en esta última ciudad, el 21 de marzo de 1942.
Notas:
1) Publicado en el número extraordinario dedicado a España de la revista Correspondencia Internacional, 1938
2) Colectivo Martín Eizaguirre: Aproximación a la historia del PCE. Editorial Templando el acero, 2012
3) Publicado en el número extraordinario dedicado a España de la revista Correspondencia Internacional, 1938
4) Ibidem
5) Ibidem