Memoria histórica imprescindible:
-La menorá libertaria. Escritores anarquistas judíos en la guerra civil española.
Clara Thalmann (1908-1987), Kati Horna (1902-2000), Rudolf Rocker (1873-1958) y Milly Witkop (1877-1955), Simón Radowitzky (1891-1956), Tristan Tzara (1896-1963), Louis Frank, Marie Langer (1910-1987), Clara Malraux (1897-1982), Simone Rachel Kahn (1887-1980), Mika Feldman (1902-1992) o Heinz Rosenstein (1904-1939).
El estudio de las personalidades, tanto nacionales como extranjeras, que intervinieron de alguna manera en la guerra civil española, es siempre una fuente inagotable de recursos investigativos. El solar ibérico se convirtió en el centro de operaciones de importantes escritores, artistas e idealistas varios de todo el mundo, que vieron en la contienda el lugar donde poner en práctica –o simplemente experimentar– sus inquietudes políticas, económicas o literarias.
Entre los diversos grupos que acudieron a la convocatoria de la España en guerra, llama poderosamente la atención la llegada de un numeroso contingente de personas de ascendencia judía que, de una u otra manera, participaron de los sucesos acontecidos, entre los años 1936 a 1939. Dentro del sector republicano, y sobre todo del campo libertario, destacó la presencia de periodistas y literatos judíos antifascistas que cultivaban el arte de la escritura o tenían en la literatura una forma de entender la vida. La escasez de estudios dedicados a la cuestión limita el análisis de su alcance. Este breve artículo pretende iniciar esa aproximación, a fin de solventar una laguna historiográfica sobre un tema apasionante y desconocido.
La coyuntura revolucionaria española, generada tras el triunfo popular contra el fascismo en las principales ciudades industriales, hizo que a partir de julio de 1936 se asentaran en España, sobre todo en Barcelona, multitud de militantes anarquistas judíos. La mayoría se pondría pronto al servicio de la organización obrera hegemónica, la CNT, colaborando en la gestión de las extensas zonas de la geografía republicana donde la central anarcosindicalista tuvo influencia, fundamentalmente durante la primera etapa de la guerra. Para ellos, la nueva Sefarad tendría por insignia la bandera roja y negra.
A los judíos que ya estaban en España al estallar la guerra, se deberán sumar las de aquellos que llegaron a la España republicana con posterioridad al golpe de Estado de julio de 1936. Seguramente, el listado sea mucho mayor, reflejando a continuación solo a los que han sido citados en otros estudios.
-Antisemitismo franquista en el Camp de la Bota: Heinz Rosenstein.
Marcan las 4:30 de la madrugada del 1 de agosto de 1939. Castillo Militar del Campo de la Bota, Barcelona.
Un hombre canturrea una canción antigua frente a un pelotón de fusilamiento. No está solo, lo acompañan dos desconocidos con los que siente una afinidad inmediata. Se llaman Ramon Duch y Joan Rovira. Al igual que el hombre han sido condenados a muerte por un consejo de guerra. Su delito, haberse enfrentado por las armas a unos militares golpistas. Nuestro hombre, devastado por los efectos de una tortura aún reciente, evita la mirada de sus verdugos. La vida, tal y como la había imaginado, se desvanece en un paraje extraño, exótico, salpicado por cañizos y barracas.
Atados de pies y manos, pegados los unos a los otros, los condenados sienten el último aliento de sus semejantes como una amenaza. Presos del pánico se dan la espalda, evitando de ese modo toparse con el miedo del otro, que es, en definitiva, el suyo propio. Un soldado, fusil en mano, los vigila, otro, sosteniendo un farol, proyecta su silueta sobre el paredón. Barcelona, la ciudad que les había regalado la revolución, estaba ahora a punto de arrebatarles la vida.
–https://mozaika.es/magazine/un-judio-fusilado-en-el-camp-de-la-bota-heinz-rosenstein/
-Memorial de Argelès-sur-Mer.
El Memorial del campo de concentración francés en cuya playa fueron recluidos más de 100.000 republicanos que huían de Franco trabaja contra el olvido de los exiliados, cuyos testimonios prueban su lucha pionera contra el nazismo.
“Es de noche, pero nos damos cuenta de que caminamos sobre la arena. ¿Dónde podemos estar? Antes de que nos acerquemos a unos edificios, el guardia dice: ‘Hemos llegado’, y se va. La decepción es grande. Caminar todo el día, quizá 40 kilómetros, sin apenas comer y, como colofón, dormir al aire libre y sobre la arena. ¿Qué vamos a hacer aquí? Ahora, somos refugiados a los que se nos ha acogido para arrojarnos en una playa y, además, conformarnos con lo que se nos da”.
Tan solo se trata de un pequeño fragmento del testimonio de Isidro Torres Vivens, uno de los centenares de miles de exiliados republicanos —se calcula que fueron cerca de medio millón— que tuvieron que dejar España entre febrero y marzo de 1939, cuando el general Francisco Franco estaba a las puertas de proclamar el fin de la Guerra Civil y el inicio de una dictadura fascista de cuatro décadas.
Son palabras recogidas junto a otro centenar de dramáticas declaraciones, custodiadas e investigadas por el Memorial del Campo de Argelès-sur-Mer, municipio del sureste francés en cuya playa fueron recluidos alrededor de 100.000 españoles que huían de las tropas franquistas.
No deja de ser paradójico que todo este valioso material -al que se suman fotografías, libros, obras de arte y objetos de todo tipo, donados o pertenecientes a archivos privado- se custodie fuera de las fronteras españolas. Aunque no por ello deja de ser accesible tanto a investigadores, como a los exiliados que sufrieron el infierno de arena y agua salada de Argelès o sus descendientes.
De hecho, el equipo que está detrás del Memorial trabaja desde hace un cuarto de siglo (el vigesimoquinto aniversario de esta labor tendrá lugar en 2024, cuando el centro, por su parte, cumplirá una década) en la divulgación del penoso exilio español o la Retirada, así, en mayúsculas, como denominan este capítulo histórico en el museo francés. Una especie de altavoz que sube el volumen de la tragedia casi un siglo después de que acontecieran los hechos y terminar así con el olvido de este gravísimo episodio, para sonrojo de franceses y españoles.
Los testimonios pertenecen a españoles, pero también a reclusos de otras nacionalidades, y son de carácter diverso, y una parte de ellos son accesibles “online”. “Son aportaciones del sentir, del vivir, de la experiencia directa de miles de personas cuyas vidas chocaron y fueron destrozadas por la barbarie del golpe de Estado del 36”, definen en el Memorial. En el centro explican que los archivos permiten calibrar “cómo los golpistas, ayudados por los nazis alemanes y los fascistas italianos, derrumban un Estado legítimo, borrando los derechos democráticos de sus ciudadanos, la libertad de opinión y de expresión o los avances sociales, y sumergen España en la oscuridad y la crueldad de una de las más largas y terribles dictaduras del mundo”, enfatiza Olga Arcos, hija de exiliados españoles y portavoz del Memorial del Campo de Argelès-sur-Mer. “Esta memoria de los vencidos tiene un valor inmenso, ya que fue aniquilada por el régimen de la dictadura franquista, callada por temor a la represión y la dificultad para muchos exiliados de expresar lo que sufrieron ante la voluntad de pasar página”…