Cartas desde prisión:
Ignacio Varela Gómez
A Lama, 13 de junio de 2023.
…/… Hoy no me enrollaré mucho… Resulta obvio que los acontecimientos me han atropellado. Llevaba tiempo con la idea de escribir algo sobre la matraca de la “política útil” que venía dando Yolanda Díaz, contando con que sería después del verano cuando empezaría la promoción mediática de su chiringuito. El “adelanto electoral” me pilló con el paso cambiado. “Qué cabrones, ahora me toca ponerme a escribir sí o sí” pensé ese lunes al poner las noticias.
EL DISCURSO DE LA POLÍTICA ÚTIL Y EL MOVIMIENTO POPULAR
La vocación por “mejorar la vida de la gente” es la excusa a la que se aferran todos esos partidos reformistas institucionales para tratar de justificar el abandono de aquellas reivindicaciones que de una u otra forma reflejan algunos de los objetivos del Movimiento Popular, y que hasta no hace mucho conformaban su discurso político. Tan brusco ha sido el viraje en el caso de alguna de esas formaciones que, para tratar de cubrir sus vergüenzas, abiertamente plantean que en política, mantener una coherente posición de principios es un lastre, un rasgo de dogmáticos trasnochados. Les sienta como un guante aquella caricatura de Groucho Marx hiciera de los políticos burgueses de su tiempo: “Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”. Con esa “vocación de servicio”, cuando defendían de manera el derecho de autodeterminación de Euskal Herria o Catalunya, en el caso de los nacionalistas, o llamaban a acabar con el “Régimen del 78” aquellos que buscaban capitalizar las movilizaciones del 15M, lo que pretendían era desmovilizar a las masas populares y llevarlas a la impotencia, a la resignación, cuando no por el camino de la colaboración con el régimen monarca-fascista.
Yolanda Díaz se muestra decidida a llevar todavía más lejos esa dinámica de renuncias y componendas, como fiel heredera de la línea conciliadora del carrillismo. Con su repetitivo discurso en favor de la “política útil” pretende convertirse en la referencia del pragmatismo más estéril, marcándole el paso a esa sopa de siglas reformista.
Entre los trabajadores existe un profundo hartazgo respecto a la política institucional del régimen y la cobertura que recibe desde los grandes medios de comunicación. Resulta sumamente embrutecedora y autorreferencial en las formas, y en el fondo, desconectada de sus necesidades y preocupaciones. Convertida en una suerte de reality show con el que distraer su atención, mientras la trascendencia real y el verdadero alcance de muchas de las leyes y medidas que aprueban, en contra de los intereses de las masas, se trata de manera superficial, o directamente se oculta. Esa autodenominada “clase política” y los mercenarios del periodismo que la complementan, son percibidos como una camarilla de la que conviene recelar.
De ese sentir popular pretende aprovecharse la señora Díaz al reivindicar esa defensa de la “política útil”, presentándose como ajena a ese circo. Sería encomiable, por tratarse de un caso único, que una de las integrantes del gobierno, de cualquiera de los que hemos padecido, se desmarcase del “consenso constitucional”, se decidiese a llamar a las cosas por su nombre y se afanase por poner el foco del debate mediático en las verdaderas necesidades de la clase obrera y los sectores populares, así como en las medidas estructurales necesarias para darles solución, que necesariamente tienen un carácter revolucionario. Pero puesto que la señora Díaz en realidad participa directamente de la misma dinámica de la que cínicamente pretende desmarcarse, y su labor práctica al frente del Ministerio de Trabajo así lo acredita, cabe preguntarse ¿en qué consiste entonces esa “política útil” de la que tanto habla?
Viene siendo habitual que aquellos “renovadores” de la política, empeñados en dar por superada la lucha de clases y en desdeñar al marxismo-leninismo como algo obsoleto, se limiten a recuperar una y otra vez las concepciones más atrasadas del oportunismo reformista, e incluso algunos postulados abiertamente reaccionarios, que ya fueron sobradamente refutadas tanto en el plano teórico como por la propia práctica histórica del Movimiento revolucionario. Sucede así, por ejemplo, con el nuevo “modelo vasco de empresa” propuesto recientemente por EH-BILDU, que copia las mismas premisas del “Betriebsgemeinschaft” (Comunidad de Gerentes y trabajadores dentro de la empresa) que promovían los nazis en la Alemania de los años 30 del siglo XX.
En el caso de Yolanda Díaz, decíamos, su discurso sobre la “política útil” recupera algunos aspectos del “economismo”, en su interés por hacer ver que las aspiraciones de las masas trabajadoras se reducen únicamente a aquellas cuestiones que supondrían una mejora inmediata de sus condiciones materiales de existencia, promoviendo que se desentiendan de la lucha política como algo ajeno a sus intereses. Para ello mete en el mismo saco las refriegas entre los partidos oligárquicos, y sus auxiliares, por acceder a mayores cuotas de poder institucional, y aquellas cuestiones que forman parte de un verdadero programa democrático-popular, o que deben estar presentes en el trabajo de propaganda y agitación entre las filas del Movimiento obrero para profundizar en su conciencia política. Hablar de esas cosas solo sirve para fomentar la “crispación” viene a decir.
Denunciar que, a pesar de todo su postureo seudoprogresista, la actuación del gobierno del PSOE y Unidas Podemos ha sido profundamente antiobrera y antipopular, y constatar que bajo su mandato las condiciones de vida de las masas trabajadoras lejos de mejorar han empeorado sustancialmente, resultando mucho más difícil cubrir sus necesidades más básicas, desde acceder a una vivienda y alimentarse, hasta garantizar el suministro eléctrico en sus hogares o recibir atención sanitaria, no resultaría “útil”; lo que corresponde, al parecer, es aceptarlo con resignación, bajo la amenaza de que con el PP la regresión sería más pronunciada.
No hablemos ya de plantear cuestiones de carácter estructural que afecten a la esencia misma del régimen. El cuestionamiento de la Monarquía; la defensa del derecho de autodeterminación; la reivindicación de la Amnistía; denunciar el carácter fascista de las estructuras del Estado español -judicatura, ejército, policía y guardia civil…- y abogar por su disolución; sostener la necesidad de quebrar el poder económico de los grandes monopolios, que es la base sobre la que se sustenta el poder político de la oligarquía, etc., suponen “hacer el juego a la ultraderecha” con asuntos que en realidad no preocupan “a la gente”.
Lo que, en definitiva, promueve la “política útil” de Yolanda Díaz es una mayor desideologización de la clase obrera y el Movimiento Popular que agudice su grado de alineación respecto de la ideología burguesa. Todo su discurso orbita en torno a los conceptos de la conciliación de los intereses de clase, supeditando los de los trabajadores a las “necesidades” del capitalismo: el diálogo social, la colaboración público-privada, identificar la inyección de dinero público a las empresas con la defensa de los puestos de trabajo… todos sus “grandes éxitos” tienen la misma melodía.
Sin duda se trata de una política que le resulta muy útil a la oligarquía. Yolanda Díaz ha comprendido a la perfección la función que ésta le adjudica. Porque lo que esperan de ella sus patrocinadores no es solo que legitime al régimen fascista y trabaje activamente por defender sus intereses, apoyando e impulsando todas esas medidas que incrementan los niveles de explotación, miseria y opresión que permiten seguir aumentando los beneficios de las grandes empresas. Su rol principal es maniobrar para desorientar, desorganizar, y desmoralizar al Movimiento obrero y popular, para que no esté en condiciones de hacer frente a esa progresiva precarización de la vida de las masas.
Caracterizar la farsa electoral que ha orquestado el régimen como una auténtica estafa política no es un mero recurso de propaganda. Cualquiera que sea el partido de la oligarquía que conforme el próximo gobierno se encargará de aplicar la política de recortes presupuestarios que reclama la UE, que inevitablemente irá acompañada de una nueva intensificación de la represión. El objetivo de estas elecciones es poder llevar a cabo esas políticas apelando a la pretendida legitimidad que les otorgaría haber obtenido el respaldo en las urnas. Sea el PSOE o el PP, no dudarán en hacer alarde de los votos recabados cuando arremetan contra los intereses y necesidades de las masas trabajadoras.
Para articular un Movimiento Popular capaz de arrinconar al régimen es necesario darle la espalda a las farsas electorales con las que busca legitimarse. Pero eso solo no basta. Tampoco es suficiente con echarse a la calle a protestar, sin más. Tenemos ejemplos más que sobrados de grandes movilizaciones populares que, debido a sus carencias político-organizativas, fueron contenidas por el Estado, sin llegar a variar sustancialmente sus planes, generando entre las masas una sensación de abatimiento y frustración debido a que todo su esfuerzo no dio el fruto esperado.
Resulta imprescindible que los trabajadores, empezando por aquellos políticamente más conscientes, se organicen de forma independiente en torno a su partido de vanguardia, creando esa estructura organizativa que permita sostener las luchas y, sobre la base del programa político democrático-popular, orientar y dar continuidad a esas movilizaciones más allá de cada escenario puntual, encauzándolas en una perspectiva revolucionaria. Aunque no deba renunciar a ese tipo de conquistas parciales, el objetivo de la clase obrera no puede ser únicamente frenar una u otra Ley que recorte sus derechos, o imponer alguna medida que los amplíe, sino crear las condiciones que permitan pasar, de una posición defensiva frente a las arremetidas de la oligarquía, a desarrollar una ofensiva que logre esa ruptura con el régimen del 39 que continúa pendiente.
Los comunistas no pretendemos ser muy “originales” en nuestras propuestas, ni sentimos esa obsesión por adherirse a todas y cada una de las tendencias de moda posmodernistas. Ni nuestra estrategia, ni nuestra táctica, pasa por emular a los políticos burgueses, postulándonos para ejercer de administradores de las miserias del capitalismo. Defendemos una línea política que ha demostrado ser justa, la única capaz de llevar a las fuerzas revolucionarias a conquistar el poder político y acabar con el sistema de explotación capitalista. Esta es la política verdaderamente útil para la clase obrera.
Nacho.