Cartas desde prisión:
Israel Clemente López
Mansilla de Las Mulas, 15 de julio de 2023.
En lo que respecta a la situación bélica en el conjunto de Ucrania y en los cuatro oblasts recientemente incorporados a la Federación Rusa, todo parece apuntar a que Rusia intentará poner fin exitosamente a la campaña con una amplia maniobra terrestre ofensiva que adquirirá un carácter decisivo. Estos 17 meses de guerra, limitada, pero guerra al fin y al cabo, no han pasado en balde ni para el régimen de Kiev ni para la propia Federación Rusa.
El castigo en pérdidas militares y materiales para Ucrania viene siendo muy intenso. Algún día se conocerá la cifra apabullante de sus bajas militares. A estas alturas los imperialistas han enviado armas y equipos a Ucrania como para equipar a un ejército el triple de grande del que Kiev tenía sobre las armas a comienzos de 2022. La inmensa mayoría de ese material ya ha ardido, junto con las dotaciones que lo manejaban.
Desde mayo pasado Rusia viene desplegando una ofensiva aérea continua y sostenida sobre objetivos militares ucranianos tanto en la profundidad de su retaguardia como en la proximidad de las líneas del frente. Ahora destruyen en una sola noche el mismo número de objetivos que antes les llevaban una semana de bombardeos. Esto no es algo casual y es sintomático, preparatorio, de la gran ofensiva terrestre por venir.
En unos momentos en los que la OTAN ha esquilmado por completo todos sus arsenales en Europa Oriental de armas de matriz soviética, cuando dos ejércitos y pico ucranianos han sido ya “desmilitarizados” a golpe de ataques aéreos y artilleros y desangrados en las prolongadas batallas urbanas de Mariúpol, Artiomovsk y Soledar, sus posibilidades y efectividad militar tienden a reducirse exponencialmente, mientras que el Ejército Ruso apenas ha comprometido ni empleado más que una muy reducida parte de todo su potencial.
El Ejército Ruso ha establecido un conjunto de sólidas posiciones defensivas escalonadas en varias líneas donde aplica una defensa activa, apoyada por aviación táctica y abundante artillería antes de pasar a potentes contraataques que acaban agotando los intentos ofensivos ucranianos. Los aventureros militares de Kiev finalmente lanzaron el pasado 5 de junio su tan publicitada “contraofensiva”, tan solo para estrellarse una y otra vez contra las líneas defensivas rusas en Zaporiyia y Donetsk. Por más que lo intento, no le encuentro ningún sentido militar. Parece que están echando toda la carne en el asador y ésta se empieza a desintegrar. Arden los Leopard, los Bradley, los Stryker y todo lo que mandan. Una autentica carnicería de la que no les salvan, ni pueden, las armas supuestamente “milagrosas”.
El sinsentido llega al extremo de pretender atravesar campos de minas sin unidades de ingenieros suficientes y debidamente pertrechadas, y tratar de avanzar en columnas blindadas motorizadas en zonas en las que la aviación de asalto rusa y de bombardeo táctico las puede atacar a placer sin obstáculo alguno, incluso con helicópteros de ataque. Son tácticas suicidas. No es de extrañar que incluso los propagandistas del imperialismo reconozcan que la “contraofensiva ucraniana” no obtiene los resultados esperados. Los portavoces de Kiev afirman haber recuperado ¡150 kilómetros cuadrados! en la contraofensiva. Aun si fuese cierto, supone un resultado muy pobre para tantos medios empleados y tantas expectativas mediáticas generadas.
Llegamos así a un escenario en que la contraofensiva ucraniana se agota gradualmente. Han perdido tanto material militar recientemente enviado por Occidente que ahora la infantería ucraniana encabeza los ataques en solitario, para minimizar las pérdidas de equipos, lo que tiende a aumentar las bajas. Mientras tanto, las líneas rusas resisten y no se derrumban, evidenciando la solidez y elasticidad de su sistema defensivo.
Nos acercamos a un punto que se asemeja al descrito en abril pasado por Dimitri Suslov, asesor del presidente ruso Vladimir Putin, en unas declaraciones al diario italiano Corriere Della Sera: “Si la contraofensiva de Kiev fracasara, Occidente se quedará sin armas y en ese momento Rusia podrá movilizar 400.000 hombres para el ataque final”. Ese momento se halla cada vez más cerca.
Se aproxima un punto de ruptura, un punto de inflexión decisivo en el enfrentamiento militar en Ucrania. Rusia ya ha amasado un gran ejército de maniobra cercano al teatro de operaciones, con una logística preparada para responder a las exigencias de una amplia operación ofensiva. Es más que dudoso que para asestar ese golpe decisivo, esa amplia maniobra operacional, se restrinja su escenario a los 4 oblasts incorporados recientemente a la Federación Rusa. Para dotar de profundidad operacional a su maniobra y tener la posibilidad de cercar grandes agrupaciones de tropas enemigas precisa de efectuar avances decisivos en la región de Jarkov, y en la de Nikolayev (avanzando desde Zaporiyia). A estas alturas, esto no puede ser un secreto para nadie.
En cuanto a la solidez y capacidad de resiliencia del régimen de Kiev está por ver que resista esta prueba. Los daños sufridos en año y medio de guerra deben haber producido efectos acumulativos severos en su grado de cohesión interna. Veremos si tiene lugar un salto cualitativo y se acaba produciendo un derrumbe total o parcial del Estado ucraniano. Mucha crisis económica, mucha corrupción, represión interna, y un vacío demográfico sacrificado en los campos de batalla para nada, pues los 4 oblasts incorporados a Rusia ya los pueden dar por perdidos.
En esta tesitura el régimen de Kiev puede incluso colapsar. Sus perspectivas son bastante sombrías. Quizás ello explique alguno de sus últimos movimientos militares que parecen absolutamente disparatados. Recurrirá a cualquier provocación desesperada para internacionalizar el conflicto y forzar una intervención militar directa de la OTAN. Zelensky y sus secuaces empiezan a ser conscientes de que para mantenerse en el poder necesitan una intervención directa de la OTAN. Si pueden, no dudarán en montar una verdadera provocación nuclear en la central de Zaporiyia. Esto empieza a asemejarse al “hundimiento” nazi en 1945, y los momentos de lucidez tienden a escasear en una dirigencia pagada de sí misma y que sobreactúa continuamente. Cuando se derrumbe el castillo de naipes habrá movimientos tectónicos y se reclamarán cabezas… Esta dirigencia ucraniana está incapacitada para negociar con Rusia, su destino está ligado a algún dorado exilio en Occidente.
Estos 17 meses de guerra tampoco han pasado en balde en lo que atañe a la propia Federación Rusa; tras corregir gradualmente algunos errores militares iniciales (que también los ha habido) y romper con algunas inercias como la prolongada reticencia gubernamental a decretar la tan necesaria movilización parcial de reservistas, los rusos han ido desempeñándose militarmente de un modo crecientemente satisfactorio y efectivo. Es cierto que han tenido muchas más bajas de lo que habían contemplado inicialmente, lo que es particularmente grave para un gran país con un serio problema demográfico y que necesita preservar sus valiosos recursos humanos para poder emplearlos en futuros conflictos aún más decisivos para la supervivencia de su Estado (no olvidemos que también se ve afectado por las turbulencias geopolíticas en Asia Oriental).
Así que a estas alturas, el pensamiento operacional ruso ya contempla la necesidad de rematar la campaña en Ucrania con una ofensiva decisiva, y todo ello a pesar del eufemístico corsé de una “operación militar especial” que cada vez responde menos a la realidad sobre el terreno. Los rusos son conscientes de los riesgos; por ejemplo, que los militares polacos entren en Ucrania Occidental y se estacionen en la región de Lvov aprovechando la ofensiva rusa al este y en el sur. Soy de la opinión que eso es precisamente lo que piensan hacer; aprovechar el colapso ucraniano para entrar en unos territorios que, al fin y al cabo, ellos consideran propios. De todas formas, la Federación Rusa no tiene ninguna intención de controlar militarmente Ucrania Occidental, en caso de que alguien no se haya percatado de ello. Así que lo podrían ver como un mal menor en comparación con la pésima alternativa de prolongar el actual escenario bélico varios años sin terminar de rematar, enfrentados con un continuo flujo de armamento proveniente de Occidente y el riesgo latente en cualquier momento de que pueda producirse una escalada incontrolada (esto dura ya demasiado tiempo).
Bueno, habrá que ver lo que queda de la actual Ucrania cuando esto termine. Polonia no es el único Estado de la OTAN con reivindicaciones territoriales y es dudoso que privada de su acceso al Mar Negro en su inmensa parte Ucrania pueda seguir siendo un Estado viable sin llegar a establecer algún tipo de compromiso con Rusia.
No podemos perder de vista que nada de lo que sucede hoy en día en el teatro de operaciones ucraniano puede llegar a entenderse cabalmente sin apreciar la compleja interrelación existente entre el conflicto actual allí y el futuro en gestación en Asia Oriental. Ambos escenarios, el ucraniano y el que tiene su epicentro en el estrecho de Taiwán y se irradia a todo el Mar de la China Meridional, se condicionan mutuamente. Esto explica cierto rumbo errático en la política exterior estadounidense con el telón de fondo de las disputas internas entre el Pentágono y el Departamento de Estado estadounidenses acerca de cuál debe ser considerado el escenario principal y cuál el secundario. No se trata de un contencioso entre “halcones” y “palomas”… sino entre dos partidos de la guerra, entre “realistas” e “irrealistas”, entre quienes consideran que hoy, a diferencia de en los momentos cumbre de su hegemonía imperialista, ya no tienen la capacidad de atender una guerra en dos frentes (dos conflictos al mismo tiempo) y los políticos que se niegan a aceptar estas limitaciones.
La cuestión a dilucidar es si de prolongarse en exceso la guerra en Ucrania no se puede acabar convirtiendo en una “distracción estratégica” para los propios EEUU que le lleven a postergar la plena implementación del giro hacia Asia (“Pivot to Asia”) y la “contención” del ascenso de China. Taiwán y Japón y los mismos EEUU reclaman grandes inversiones y suministros militares de primera magnitud de cara a su preparación para librar una previsible futura guerra aeronaval en la región que tenderá a adquirir una dimensión oceánica. Los astilleros chinos trabajan a destajo 24 horas al día, 7 días a la semana y le vienen ganando a los EEUU la carrera en la botadura de flamantes y modernos buques de guerra.
Y lo más importante, ¿quién es el “competidor estratégico” para los EEUU? ¿China o la Federación Rusa? ¿A quién apunta su doctrina militar como el único Estado con capacidad económica para cuestionar su hegemonía a nivel global? Todos estos son factores que apuntan a que el grado de implicación militar de Washington en su apoyo a Ucrania tiene límites objetivos. Ya hay analistas militares yanquis que afirman que su grado de implicación ha rebasado lo que pueden permitirse en estos momentos y que ha llegado la hora de irse desvinculando progresivamente.
Para ir concluyendo por hoy, quisiera comentar brevemente alguna cuestión al hilo de los recientes acontecimientos en el sur de Rusia con el putsch de parte del grupo Wagner liderado por Prigozhin. Independientemente del personaje, ejemplo arquetípico de la “lumpenburguesía” aupada con las privatizaciones y robos masivos característicos de la Rusia postsoviética de los años 90, y mimada continuamente por las nuevas élites rusas, pienso que todo este episodio no deja de ser un síntoma más del profundo malestar que la excesiva prolongación del conflicto en Ucrania ha generado en amplios sectores de la sociedad rusa. Todo ello, alimentado por los propios errores militares iniciales rusos que les permitieron a los imperialistas coger impulso en su apoyo militar al régimen de Kiev. Existe un gran malestar entre sectores nacionalistas, patrióticos y ultranacionalistas por lo que consideran excesiva tibieza de la clase dirigente rusa a la hora de conducir militarmente la intervención en Ucrania. Esto excede de lejos al núcleo dirigente de PMC Wagner. Ciertos sucesos en Rostov del Don no se pueden explicar sino es a partir de un grado de aquiescencia o benevolencia hacia los aventureros por parte de algunos mandos del Ejército.
Por otra parte, lo sucedido dice mucho acerca de las fortalezas y vulnerabilidades del actual modelo militar de la Federación Rusa, basado en un núcleo de militares profesionales (con contrato) en permanente expansión y el recurso creciente a compañías militares privadas como el Grupo Wagner. Recientemente, han autorizado la actividad de otras 30.
Este modelo tiene poco o nada que ver con las tradiciones del Ejército Soviético y tiende a asemejarse sospechosamente al de los imperialistas yanquis a partir de la invasión de Irak y Afganistán en la década de 2000. Ciertamente, para el poder ruso presenta toda una serie de ventajas: permite negar la implicación estatal en toda una serie de conflictos al tratarse de actores privados y las bajas se invisibilizan y quedan al margen de las estadísticas militares oficiales. Han llevado el peso en la batalla urbana de desgaste en Artiomovsk y Soledar, eliminando esa carga de los hombros del Ejército regular y evitándole así alcanzar un impopular nivel de bajas propias. Pero, al mismo tiempo, esto tiene sus riesgos: cacofonía de voces críticas, señor de la guerra que parece ir por libre, excesiva sobreactuación, distorsiones en la cadena de mando, etc.… así hasta culminar en el pronunciamiento del 23 de junio pasado. Veremos las consecuencias de todo ello, supongo que se irán dando gradualmente, incluso en la cúpula militar.
Cuando estoy acabando estas letras llega la noticia de que cinco comandantes del nazi Batallón Azov que estaban en Turquía han regresado a Ucrania incumpliendo el acuerdo de 2022 a tres bandas tras su canje entonces por Rusia a cambio de un oligarca ucraniano prorruso con lazos personales con Putin. Telegram y los blogs militares “turbopatrióticos” rusos deben de arder… La “desnazificación” queda convertida en un mal chiste… y esos cinco pájaros son auténticos criminales de guerra con rol de mando.
I.C.L.
*Versión corregida de la carta.