Luchas obreras rescatadas del olvido:
Agenda
Bélgica -1960 ⁄ 1961-
Huelga general
La promulgación de una ley de austeridad por el gobierno de Gastón Eyskens fue el detonante de la huelga general que sacudió Bélgica a finales del año 1960. La conocida como Ley Única recogía un paquete de medidas destinado a desmantelar los servicios públicos, imponer el retraso de la edad de jubilación de los 60 a los 65 años y masacrar a los trabajadores con una subida de los impuestos. Las centrales sindicales intentaron un tímido amago de protesta (huelga de 24 horas, paros parciales, manifestaciones pacíficas, etc.) con el que la clase obrera demostró no estar de acuerdo; los trabajadores hicieron caso omiso a las proclamas de “control” y “serenidad”, llevando a cabo una huelga general indefinida que se expandió como la pólvora a todos los rincones del país.
Trabajadores de los servicios comunales, estibadores, metalúrgicos, ferroviarios, trabajadores de las empresas de electricidad y gas, carteros, maestros, trabajadores de autobuses y tranvías… ¡Todo se paralizaba completamente! El conflicto era especialmente agudo en el sur del país (Valonia), donde las fuerzas represivas apenas podían ya controlar el movimiento de masas. Los gendarmes asesinaron a varios obreros, pero eran incapaces de frenar un movimiento obrero de tal magnitud. La consigna que se extendía en todas las manifestaciones era la que más preocupaba al Estado y a sus esbirros reformistas y revisionistas: el pueblo al unísono quería “¡marchar sobre Bruselas!” con el objetivo de tomar los edificios de las principales instituciones. Al mismo tiempo se sucedían los enfrentamientos con la gendarmería y los sabotajes se contaban por miles: corte de líneas eléctricas, cemento en los raíles del tranvía, agujas ferroviarias bloqueadas, carreteras cortadas, vagones volcados… Por su parte, el Estado respondía clausurando periódicos, deteniendo a los líderes obreros y militarizando la represión.
La ausencia de una dirección política revolucionaria y la labor de zapa de las centrales sindicales y el Partido “Socialista” hicieron mella en la moral de los trabajadores y el movimiento se fue desvaneciendo poco a poco. Los traidores se pusieron definitivamente del lado del Estado y condenaron las pretensiones revolucionarias del movimiento obrero independiente, dando la estocada por la espalda a los trabajadores. Así, a finales de enero de 1961 la mayoría de sectores habían vuelto al trabajo, aunque el ambiente no era para nada el de una derrota total.
Muchos obreros volvieron a las fábricas y otros centros de trabajo en manifestación y cantando la Internacional, conscientes de su fuerza.