-Drogas, Fuerza de Trabajo y Productividad
Joaquín Lucena
En la revista El Otro País n.º 108.
Y es que no “pueo” con mi
cuerpo
no tengo ganas de “na”
necesito una pastilla
“pa” ponerme a funcionar.
-Estoy mala- (Martirio)
Mucho se ha dicho y escrito sobre el mundo de las drogas, sus causas y sus consecuencias, pero muy poco en relación a como afecta todo esto al mundo del trabajo y casi nada sobre la concordancia que guardan el consumo de drogas y la productividad, más concretamente sobre la estimulación del rendimiento productivo bajo el dominio del Capital. Es un error partir de la base de que el consumo abusivo de drogas afecta sólo a sectores marginales de la sociedad, todo lo contrario, es un problema que afecta y de manera creciente al mundo laboral activo.
Este artículo no tiene como fin hacer una condena moral de la drogadicción, ni de la libertad individual, colectiva o social de su uso, sino de poner blanco sobre negro la hipocresía de un Sistema Social que, mientras por un lado criminaliza, persigue y condena el uso de las drogas; por el reverso, fomenta, investiga, suministra y hasta, en algunos casos, obliga a su consumo a fines de aumentar las ganancias, el lucro y, de esa manera, obtener unos beneficios extraordinarios asentando los privilegios de una pequeña parte de la sociedad –los capitalistas- a costa de la salud y hasta de la vida de la mayoría social –la clase obrera-.
(Para que esta afirmación cobre sentido basta con recordar la guerra del Opio en donde China estaba obligada a aceptar el opio como medio de pago en sus transacciones con el Imperio Británico.)
A lo largo de la historia los seres humanos han hecho uso de determinadas sustancias con fines lúdico-recreativos, mágico-religioso, evasivos, estimulantes, creativos o simplemente como forma de aliviar dolores, ya sean éstos del espíritu o del cuerpo, pero el problema es que algunas de estas sustancias tienen la cualidad de generar adicción a ellas mismas. Y llegados hasta aquí, cabe hacerse la pregunta,
¿Qué es la adicción?. Es una intoxicación periódica o crónica producida por el consumo repetido de una droga natural o sintética que provoca una patología que afecta tanto al comportamiento de los individuos como al cuerpo de éstos, sobre todo al cerebro, por tanto tiene una alteración psicológica, neurológica y psiquiátrica. La adicción se produce cuando se entra en un círculo vicioso de llevar a cabo la experiencia adictiva por un lado y, por otro, cuando se sufre malestar por llevar un tiempo sin experimentar esa vivencia saciante. Los trastornos adictivos conforman una de las patologías con mayor capacidad de acortar la vida de las personas y aunque presenta distintas variantes, las más severas dañan irreversiblemente a las personas en cuestión de poco tiempo.
Uno de los aspectos de la alienación bajo el capitalismo que padecen los trabajadores en general consiste en que los individuos se ven expropiados de su potencial humano viéndose reducidos a simples bestias de carga o a máquinas para producir plusvalor.
(Frederick Taylor, creador del Taylorismo, consideraba que al obrero se le debería convertir en un “gorila amaestrado”, apenas fuerza bruta “sabiamente” dirigida y vigilada por técnicos y capataces.)
Bajo esta situación la conciencia humana de los obreros se ve entumecida y, por tanto, más proclives a someterse sumisamente a la explotación del Capital, ni que decir tiene que la adicción allana el camino para conseguir este objetivo.
La adicción genera una dependencia alienante y, ya se sabe, cuanto más alienado está un individuo más enajenado, más desprovisto de personalidad propia, en definitiva, se puede decir plenamente que la adicción crea zombies sociales a merced del sector dominante en las relaciones sociales –los capitalistas-. Al Capitalismo en general y al capitalista en particular le trae sin cuidado el presente y el porvenir de una masa ingente de trabajadores ya usados y amortizados en su propio beneficio, de ahí que cuando dejan de ser “útiles” se convierten en desperdicios sociales de los que se puede prescindir sin alterar lo más mínimo el Orden Social.
A diferencia de las sociedades esclavistas clásicas en donde se cuidaba relativamente al esclavo para que durara lo más posible, en el capitalismo maduro donde el ejercito de reserva es inmenso apareciendo ante los ojos de el Capital como inagotable y sumado a que en estos momentos concretos donde la práctica del “usar y tirar” se ha impuesto en todos los ordenes de la vida, el remplazo de un obrero por otro se ha simplificado hasta niveles inimaginables hace no mucho tiempo. El capitalista individual tiende a exprimir al máximo al obrero aunque con ello acorte la vida de éste obrero particular.
Conviene aquí hacer la distinción entre el capitalista individual y el capitalista colectivo que está aglutinado y conformando al Estado.
No hay ningún Estado que permita o legitime a través de su legislación la drogadicción en el ámbito laboral, al menos formalmente (otra cosa es que mire para otro lado respecto al uso y abuso de determinadas sustancias, como por ej. la cafeína y los medicamentos).
Y ello es así por varios motivos:
1º el capitalista colectivo es la salvaguardia de los intereses del Capital en su conjunto, es decir, del Capital Total y, por tanto, tiene que crear un escenario legal donde las condiciones de explotación de mano de obra asalariada sea parecida o igual para todos los capitalistas, es decir, tiende a eliminar la competencia desleal entre capitalistas de un mismo Estado.
2º como capitalista colectivo que es tiene que poner su mirada en el mediano y largo plazo, de ahí que integre y asuma la salud de los “ciudadanos” como cosa propia.
3º tiene, además, que proyectar la imagen de estar situado por encima de las contradicciones entre el Capital y la Fuerza de Trabajo, es decir tiene que potenciar su papel de aparente árbitro.
Pero una cosa es el mundo formal y otra, muy diferente, el mundo real en donde cada capitalista intenta nadar y sobrevivir en el mar de la competencia incluso pisando a sus competidores para alzarse por encima de ellos, aprovechando cualquier resquicio legal o incluso saltándose esa legalidad. En ese mundo real y cercano lo que se impone es el principio de “ganar lo más posible hoy. Mañana… ya se verá” combinado con el “detrás de mí, el diluvio”.
Que el 25% de los accidentes laborales ocurran bajo los efectos de las drogas nos puede hacer caer en la falsa conclusión de que los trabajadores son, en su conjunto, unos depravados irresponsables, pero si nos fijamos en la calidad, cantidad y cualidad de los trabajos que estaban realizando esos obreros comprobaremos que la gran mayoría estaban sometidos a condiciones de trabajo embrutecedoras tal y como sucede en los sectores de la construcción, minería, cadenas de montaje y de producción industrial, hostelería, mecánica, etc… o a exigencias productivas estresantes como ocurre en el telemarketing, control aéreo y ferroviario, transporte en general, periodismo, banca, sector sanitario, brokers, etc.
(En 1998 la OIT estimó que las lesiones relacionadas con drogas y alcohol suponían entre un 15 y un 30 % del total de los accidentes relacionados con el trabajo).
(Aunque la adicción a drogas tiene una etiología multicausal, entre las diversas causas o factores contribuyentes, también pueden contemplarse algunos aspectos psicosociales del trabajo (altas demandas de tarea, situaciones de estrés mantenido, etc.)
Ese mundo sórdido y oculto está perfectamente reflejado en la película “Outland” que en español se la tituló como “Atmósfera Cero”. Ahí aparecen unos empresarios que proporcionan droga a sus trabajadores mineros para que produzcan más sin rechistar, provocando la muerte prematura en algunos de ellos. Esta película forma parte del genero de la ciencia ficción por estar ambientada en el futuro y localizada en un planeta ajeno a la Tierra, pero al igual que es un hecho real y evidente que la distribución de estupefacientes por distintos Estados entre sus soldados para combatir la fatiga o fomentar el ardor guerrero cuando están guerreando*, es una realidad tangible, alejada de la ciencia ficción, que el sistema capitalista provee directa o indirectamente de sustancias que inciden sobre la productividad de sus obreros.
(Durante la guerra del Vietnam al ejercito yankie se le apodó como el ejercito yonki.)
Cuando se hacen afirmaciones de este calibre la mente del lector se ve tentada a imaginar a los poderosos agazapados tras el Estado trapicheando en la esquina con sustancias ilegales como si fuesen vulgares camellos, pero la realidad no es exactamente así, salvo casos extremos tales como el de los empresarios de muchos restaurantes asiáticos que les proporcionan a sus empleados la droga conocida como Shabú (especie de Metanfetamina cristalizada que se consume fumándola.)
Por lo general los métodos utilizados son mucho más sibilinos. Frente a los ritmos e intensidades en los trabajos aumentados a niveles insoportables para los cuerpos del promedio de la clase trabajadora el Capital proporciona toda una serie de drogas llamadas “medicamentos” para paliar las noxas de esa productividad: depresores (ansiolíticos, somníferos y tranquilizantes), calmantes, nootrópicos, excitantes, euforizantes, suplementos alimenticios y un largo etcétera que consiguen o tratan de conseguir que el cuerpo aguante hasta reventar.
(Drogas como el piracetam u otros productos similares que se utilizan para aumentar el potencial de las neuronas, ayudar al aumento de la memoria, la agilidad mental y la capacidad de aprendizaje, además, mejora la capacidad de atención, concentración y enfoque. Es la que más se consume en Silicon Valley y Wall Sreet.)
Una vez que el trabajador ha reventado -si no se ha muerto- le espera la expulsión del sistema productivo, es decir, la marginalidad. Sobrevivir enganchado a sustancias que palíen las consecuencias negativas de haber estado expuestos a la máquina trituradora de la producción capitalista. De ahí que cuando uno ya ha sido o está a punto de ser excluido del sistema productivo o ni siquiera ha llegado a entrar en él, como le ocurre a muchos jóvenes, las drogas que el Sistema les tiene preparadas son las Depresoras: alcohol (ingerido en grandes cantidades), el opio y sus derivados (Morfina, Heroína, Codeína, Metadona y multitud de medicamentos como por ejemplo el popular Tramadol o el superdestructivo Fentanilo), la marihuana, benzodiazepinas, el karkubi (la llamada “Droga de los pobres”. Mezcla de Hachís y Rivotril), el pegament, (nombre común que se le da a toda una gama de sustancias que se inhalan y que suelen llevar compuestos de neopreno, aerosoles, nitritos, gases anestésicos como el eter, cloroformo, óxido nitroso etc) o, los derivados del alcaloide tropano etc (Mandrágora, beleño negro, belladona, estramonio etc).
Por el contrario -para que se vea la relación que guardan los distintos consumos en función de si se trabaja o no- cuando se está en activo las sustancias consumidas suelen ser impulsoras de la actividad laboral, es decir, Estimulantes: alcohol (en pequeñas cantidades), nicotina, cafeína, teína, taurína, las anfetaminas, metanfetaminas, el metilfinidato, cocaína y sus derivados, etc.
El llamado “Mundo desarrollado” consume cantidades industriales de psicofármacos entre los que se encuentran los antidepresivos y ansiolíticos, además de calmantes, antiinflamatorios, y toda suerte de drogas no buscando precisamente efectos lúdicos, como algunos piensan, sino para poder sobrellevar las fatigas que nos depara esta jungla social llamada capitalismo y a su vez para beneficiar a un sector de la burguesía –la industria farmacéutica o narcoindustria- cuyo fin no es el curar, sino mantenernos enfermos o inducirnos a la enfermedad para conservarnos como clientes, clientes que le producimos pingües beneficios. Ellos se llevan las ganancias y nosotros los perjuicios.
Entre unas cosas y otras vivimos en una sociedad enferma, intoxicada, supermedicalizada en beneficio de las farmacéuticas y anestesiada para que las insultantes desigualdades sociales, la manera en como se produce la riqueza y en como se distribuye, no provoque la conflictividad social o la lucha de clases necesaria para que toda esta podedumbre salte por los aires.
Es curioso como a toda esta operación de drogadicción masiva generalmente se la estudia u observa como producto de la voluntad individual de cada una de las víctimas, cuando, en realidad, es el producto de la combinación de una presión productivista enorme sobre el cuerpo y mente de los trabajadores y la facilidad de acceso e inducción al consumo de sustancias perjudiciales tanto legales, alegales e ilegales.
Toda esta operación cumple el objetivo de hacer recaer la culpa sobre los individuos, es decir, hacerles sentir culpables cuando realmente el causante es el Sistema inhumano en el que vivimos: el Capitalismo.