Estados Unidos: Así expolia y masacra
Agenda
Nicaragua 1910-1979
La Revolución Sandinista conquistó la Soberanía
(Extracto del libro “Sobre la historia de las intervenciones armadas norteamericanas”- Editorial Progreso – 1984)
«Nicaragua permaneció bajo la férula de los EEUU casi ininterrumpidamente desde 1910 hasta 1979, es decir, hasta el triunfo de la revolución popular sandinista, que derribó el criminal régimen pronorteamericano del clan somocista. En estos años en el país se sucedían las sublevaciones, los complots, los motines, las “revoluciones” y las guerras civiles. Un presidente sustituía a otro, pero el poder permanecía invariablemente en manos de testaferros de los EEUU, cuyas tropas no abandonaron de hecho el país, y pasaban a operaciones militares activas cada vez que los intereses norteamericanos se veían amenazados, resolviendo los conflictos a su favor. En Managua, el embajador norteamericano, protegido por las bayonetas de los marines, fabricaba constituciones, cambiaba a los ministros, y destituía a los presidentes…
En 1934, por indicación del embajador norteamericano en Managua, Arthur Bliss Lane, y por orden de Anastasio Somoza, jefe director de la Guardia, Augusto César Sandino, su hermano Sócrates y sus compañeros más próximos fueron detenidos a traición y asesinados sin instrucción de causa…
En 1936 Somoza fue “elegido” oficialmente con el respaldo de los EEUU, presidente de Nicaragua. Este “hijo de puta nuestro”, como lo llamaban en la Casa Blanca, permaneció en el poder hasta 1956, cuando el patriota nicaragüense Rigoberto López Pérez, con un disparo, puso fin a la vida del tirano. Tras la muerte de Somoza, Nicaragua fue gobernada por sus hijos Luis y Anastasio “Junior”, quien heredó de su padre el cargo de jefe director de la Guardia Nacional.
La familia de los Somoza gobernó el país arbitrariamente más de 40 años, expoliando al pueblo, y persiguiendo implacablemente toda muestra de oposición. Los intentos de privar de poder al clan somocista no tuvieron éxito. A comienzos de los años 60, en Nicaragua surgió el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que proclamó la guerra contra el somocismo. En el país creció de modo gradual una ola de resistencia al régimen, que seguía sirviendo a los intereses de los EEUU.
El movimiento antisomocista y antiimperialista, bajo la dirección del FSLN, se ampliaba, abarcando cada vez más, nuevas capas de la población. El régimen somocista procuró detener el incremento de la lucha liberadora por medio del terror sangriento, los asesinatos masivos y feroces torturas. Los somocistas eran armados por los EEUU e Israel, y “asesorados” por la CIA, el Pentágono y el Departamento de Estado. La Guardia bombardeaba con artillería pesada y con la aviación a los insurgentes. Combatiendo contra el criminal régimen de los herederos de Somoza, murieron más de 100.000 personas de los 2 millones y medio que poblaban Nicaragua; pero el 19 de julio de 1979 el pueblo encabezado por el FSLN, triunfó; Somoza y sus allegados huyeron a los EEUU, donde guardaban en los bancos parte considerable del capital hurtado: más de mil millones de dólares.
Así, como resultado de casi 150 años de lucha contra los invasores extranjeros, la pequeña Nicaragua obtuvo al fin la verdadera independencia y la libertad.
Desde el triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua, la Casa Blanca ha hecho todo lo posible por retrotraer el país a los tiempos del somocismo. No cesa de armar, financiar y entrenar a las bandas de la escoria somocista, trasladándolas a Nicaragua para efectuar actos diversionistas. Exige al gobierno sandinista renunciar a la política de reformas sociales, y amenaza a la nueva Nicaragua con otra intervención armada, confiando aún en recuperar el poder en este país; pero sus esperanzas son vanas y estériles.
La historia de la lucha del pueblo nicaragüense por su liberación muestra que los planes de los imperialistas norteamericanos están condenados al fracaso.»
He aquí lo que dijo el senador Brown:
«Nos interesa poseer Nicaragua. Acaso se considerará extraordinario que yo hable así, y que manifieste la necesidad que tenemos de apoderarnos de la América Central; pero si tenemos esta necesidad, lo mejor que podríamos hacer es obrar como amos: ir a esa tierra como dueños. Si sus habitantes quieren tener un buen gobierno, perfecto, tanto mejor; y si no, que se larguen a otra parte. Acaso existan tratados; pero, ¿qué importa eso? Lo repito: si necesitamos la América Central, sepamos apoderarnos de ella, y si Francia e Inglaterra osan intervenir, les leeremos la doctrina Monroe.»