Memoria histórica imprescindible:
-Orgía fascista con la quema de libros en Madrid
“El desfile de la victoria fue el 18 de mayo del 39, les preocupaba que hubiera en los escaparates algún libro contrario a las ideas del nuevo Estado, así que limpiaron librerías, almacenes, editoriales”.
“AUTO DE FE EN LA UNIVERSIDAD CENTRAL, LOS ENEMIGOS DE ESPAÑA FUERON CONDENADOS AL FUEGO.
Los enemigos de España fueron condenados al fuego. El Sindicato Español Universitario celebró el domingo la Fiesta del Libro con un simbólico y ejemplar auto de fe. En el viejo huerto de la Universidad Central huero desolado y yermo por la incuria y la barbarie de tres años de oprobio y suciedad- se alzó una humilde tribuna, custodiada por dos grandes banderas victoriosas. Frente a ella, sobre la tierra reseca y áspera, un montón de libros torpes y envenenados, de carteles agresivos, de pasquines violentos, esperaba la llama purificadora. Y en torno a aquella podredumbre, cara a las banderas y a la palabras sabia de las Jerarquías, formaron las milicias universitarias, entre grupos de muchachos cuyos rostros y mantillas prendían en el conjunto viral y austero una suave flor de belleza y simpatía. (…) se leyó el auto de fe redactada en breves y rotundos términos».
El catedrático de Derecho, Antonio Luna, en sus palabras afirmaría:
«Para edificar a España una, grande y libres, condenados al fuego los libros separatistas, los liberales, los marxistas, los de la leyenda negra, los anticatólicos, los del romanticismo enfermizo, los pesimistas, los pornográficos, los de un modernismo extravagante, los cursis, los cobardes, los seudocientíficos, los textos malos y y los periódicos chabacanos. E incluimos en nuestro índice a Sabino Arana, Juan Jacobo Rousseau, Carlos Marx, Voltaire, Lamartine, Máximo Gorki, Remarque, Freud y al Heraldo de Madrid.
Prendido el fuego al sucio montón de papeles, mientras las llamas subían al cielo con alegre y purificador chisporroteo, la juventud universitaria, brazo en alto, cantó con ardimiento y valentía el himno Cara al Sol.»
(«YA». Página 2. Madrid, 2 de mayo de 1939).
Con estas palabras el periódico católico «YA» relataba lo sucedido el 30 de abril de 1939 -hace ochenta y cinco años- en el antiguo huerto de la Universidad Central de Madrid -tiempos después la Universidad Complutense- localizada en la madrileña calle de San Bernardo. Un hecho acaecido pocos días más tarde del final de la guerra en España (1936-1939), protagonizado por el Sindicato Español Universitario (SEU) y que estaba sumergido en un clima de odio y de revanchas sobre los derrotados, a quienes acusaban de ser los culpables de los males de España.
Un «auto de fe» dirigido por el catedrático Antonio Luna García -que era delegado provincial de la FET de la JONS en Madrid y Secretario Nacional de la Jefatura de Educación- y que se convertiría en el primer responsable de la primera y cobarde depuración, tras la guerra, de profesores y maestros.
Pero comenzó esta renuncia a la cultura popular, poco después del golpe militar. El 1 de agosto de 1936 el periódico Arriba España, en su primer número, incitaba a la destrucción de libros: “Camarada, tienes obligación de perseguir al judaísmo, a la masonería, al marxismo y al separatismo. Destruye y quema sus periódicos, sus libros, sus revistas, sus propagandas”.
La limpieza en Madrid de librerías y editoriales fue exhaustiva.
“El desfile de la victoria fue el 18 de mayo del 39, les preocupaba que hubiera en los escaparates algún libro contrario a las ideas del nuevo Estado, así que limpiaron librerías, almacenes, editoriales”, cuenta Martínez Rus.
Hasta crearon un tribunal de porteros para denunciar lo que había pasado en Madrid durante los años de la guerra. Y se persiguió, con una saña fanática a las personas, para depurarlas, y destruir los libros molestos. También, en unos actos de rabia incontenida, vertieron la sangre de los maestros, bibliotecarios, editores y libreros, que fueron fusilados. Entre otros, el director de la casa Nós, Ánxel Casal, el librero Rogelio Luque, en Córdoba a la bibliotecaria Juana Capdevielle, de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, a quien mataron estando embarazada de su primer hijo, y tantas otras víctimas de esa orgía por todos los territorios…
Una quema de libros, que pretendía ser una emulación de las quemas públicas de libros organizadas por el Cardenal Cisneros en Granada con los libros andalusíes, como por aquellos años realizaban los fascistas en la Alemania nazi. Todo ello bajo la premisa de purificar a España de las ideas traidoras, subversivas e ilegítimas que habían manchado y corrompido la esencia de España.
José María Pemán, director de la Comisión de Cultura y Enseñanza, acusó a escritores y profesionales del libro de ser “envenenadores del alma popular, primero y mayores responsables de todos los crímenes y destrucciones que sobrecogen al mundo”.
Igualmente Ramiro de Maeztu, cuando era un parlamentario de la derecha conservadora en el Parlamento Republicano, pidió «que los libros ardieran, porque para ellos los libros que se repartían en esas bibliotecas públicas abiertas a todos, gratuitas, estaban sembrando el germen de la revolución”.
«Arrasaron con la biblioteca de Castelao o la del presidente Casares Quiroga en A Coruña, con la de la casa de Juan Ramón Jiménez, donde él no estaba porque se encontraba en el extranjero, o con la Max Aub en Valencia”, relata Martínez Rus, quien define las ceremonias como una especie de “ritos iniciáticos tras la toma de las localidades”.
Convirtiéndose la eliminación de los libros, que habían inoculado en las mentes españolas desvaríos y vergüenzas, en una de las primeras actividades del nuevo régimen fascista en una de las iniciativas más necesarias e imperiosas, en orden a hacer desaparecer cualquier atisbo de las ideas y los anhelos de los vencidos, de los derrotados por las armas. Todo ello bajo un ritual de fuego y desaparición.
“Se estableció una analogía. Estaban matando a personas, privaban a otras de libertad, y decidieron que con los libros había que hacer lo mismo. Ejecutaron a gente como el rector de la universidad de Valencia, el rector de la universidad de Oviedo, que era hijo de Leopoldo Alas Clarín, mataron a muchos maestros y a otros los depuraron porque consideraban que introducían ideologías perniciosas. Crearon salas de libros prohibidos, los infiernos, se llamaban, que en algunos casos perduraron hasta el final de la dictadura”, relata la historiadora Ana Martínez Rus. Si había denuncias falsas, no existía pena para el denunciante.
Al abogado Enrique Astiz Aranguren, de Izquierda Republicana, antes de asesinarlo le quemaron toda la colección de la “peligrosa” Enciclopedia Espasa. La biblioteca de Pompeu Fabra fue quemada en la calle, en Badalona.
Cuando aquél régimen tan violento no pudo alcanzar a asesinar a tantos españoles exiliados, quiso borrar la memoria después del triunfo de los aliados, hasta en el NO-DO. En agosto de 1945, poco después de la derrota nazi, se produjo un incendio metódico, en los laboratorios Cinematiraje Riera de Madrid. En el almacén albergaba las películas y negativos del No-Do producidos hasta entonces.
Aquello supuso una valiosa pérdida. Aún así existen algunos documentos gráficos que muestran quemas de libros apilados en grandes montañas antes de arder a 451 grados Fahrenheit.
Bertolt Brecht quien presenció escenas similares en la Alemania Nazi, lo dejó por escrito.
Es la cuerda del olvido, una de las premisas más asquerosas del fascismo, que impregnó la mente de generaciones…. hasta hoy. Olvido que las mentes fanatizadas por la incultura, quiso que tras la quema de libros, muchos autores perdieran la estela de los vivos.
Cuando el fascismo se instala en un territorio, con actualmente en Ucrania, la cultura, las personas, los libros, la conciencia y hasta la memoria, desean borrarlos…
Pero la cultura del pueblo, es más grande que unos regímenes tan antihumanos. Con el tiempo los pueblos se liberan de semejante trauma, volviendo a editar la mayoría de los títulos de los libros quemados. Cual ave fénix la cultura popular, a pesar de todo, sobrevive, a pesar de tantas pérdidas de letras y sangre.
–https://amistadhispanosovietica.blogspot.com/2024/05/orgia-fascista-con-la-quema-de-libros.html?m=1
-Mauthausen liberado
Entre días anteriores y el 5 de Mayo de 1945 los Antifascistas españoles secuestrados en el campo de exterminio nazi de Mauthausen organizaron y ejecutaron el levantamiento en el campo y batallas en sus alrededores que redujeron a los guardias requisándoles el armamento y Liberando el campo antes de la llegada de las tropas gringas que llegaron para apuntarse el tanto cuando los Prisioneros los esperaban fuera con la histórica pancarta de… «Los españoles Antifascistas saludan a las Fuerzas Liberadoras»
Esto lo pudimos escuchar directamente de un abuelito Combatiente Republicano que había estado preso en Mauthausen que intervino en la Liberación, cuando dio una charla en un encuentro Internacional de Pioneros Comunistas.
Casi 7.200 antifascistas españoles pasaron por Mauthausen. Dos de cada tres no regresaron, 4.761 murieron allí.
De: Presos Revolucionarios.
*Mauthausen, historia de los españoles en el campo de concentración nazi en Austria.
El 20 de agosto de 1940, 927 refugiados españoles son embarcados en un tren de ganado en la estación francesa de Angulema. El 24 de agosto de 1940 llegan por fin a su destino. Asomados por los ventanucos de ventilación, algunos refugiados ven el nombre de la estación: Mauthausen. Durante casi cinco horas, el tren permanece aparcado en una vía muerta. Hasta que por fin se abren las puertas.
En esas cinco horas, se ha decidido el destino del casi millar de españoles: las mujeres y los niños no se pueden quedar en el campo. Decenas de familias quedan rotas para siempre. Desde el andén, Franz Ziereis, el director del campo, supervisa la llegada de los españoles. Elige quién vive, quién muere.
De los 490 hombres y chavales que desembarcan del tren, 60 son mutilados de la Guerra Civil. No ingresan en el campo: los ejecutan esa misma tarde. Entre llantos, las mujeres ven cómo se llevan a sus maridos, a sus hijos, a sus hermanos. En el campo les esperan otros 392 españoles. Todos hombres adultos, que han llegado el 6 de agosto. Son ellos los que les enseñan que, si se acercan demasiado a la alambrada, la fuerza de la electricidad les atrapa. Son ellos los que les explican que el triángulo azul que prende de su traje de rayas indica que ya no tienen patria, pese a la gran S blanca que lo cruza: la S de Spanien.
El 28 de agosto de 1940, José Marfil Escabona muere en el barracón de cuarentena. Es el primero de los 4.761 españoles que fallecerán en Mauthausen. Julián Mur Sánchez, anarquista de la CNT, pide a Georg Bachmayer, el jefe de seguridad del campo, guardar un minuto de silencio. Sorprendido, Bachmayer, que usa a su perro Lord, mezcla de dóberman y gran danés, para despedazar a los prisioneros, accede. “Nadie había formulado antes una petición semejante”. No volverá a repetirse. Pronto, la muerte los rodea. Un interno llegó a contabilizar 35 maneras diferentes de morir en Mauthausen. Ninguna de ellas era tan horrible como la producida por el agotamiento transportando piedras por la cantera.
Salvo excepciones, los españoles, coinciden historiadores y supervivientes extranjeros, se ayudan entre ellos. Ningún otro colectivo colocó a tantos de los suyos en puestos alejados del trabajo mortal en la cantera: ordenanzas, zapateros, carpinteros, cocineros… Otros servirán en las oficinas, como Casimir Climent Sarrión, Josep Bailinia y Joan de Diego, empleados en la Politische Abteilung, la oficina policial del campo. Arriesgarán sus vidas para copiar las fichas de los prisioneros españoles y lograr que su identidad no desaparezca.
De todos los centros satélites que dependían del central de Mauthausen, Gusen era el más terrible. “Gusen era cien veces peor. Los de Mauthausen éramos unos Hércules comparados con los de Gusen, auténticos esqueletos”. Si en Mauthausen murieron 348 españoles, en Gusen perdieron la vida 3.893. Los primeros españoles enviados a Gusen son seleccionados el 24 de enero de 1941. Los SS eligen a los más mayores y separan a padres e hijos.