Memoria histórica imprescindible:
-El escarnio de las amantes.
-¡Caminen putas marimachas! ¡Rojas de mierda! –Bramaba el jefe requeté, Sebastián Jiménez Sánchez mientras llevaban a las dos muchachas rapadas, encadenadas por el cuello, destrozadas por la tortura y la violación múltiple al pozo de la finca de Los Betancores en Los Giles
Las sacaron a golpes de la cama esa madrugada cuando dormían abrazadas en su humilde casita de la abuela Matilde en La Milagrosa, tras el chivatazo del cura de Tenoya a los falangistas de que “vivían en pecado y eran afiliadas a la CNT”, fue un lunes muy lluvioso, olía a tierra mojada y a tabaco Virginio.
Rosa y María del Pino no imaginaron jamás que se verían en aquella situación, solo tenían el carné de un sindicato, nunca habían estado en manifestaciones o huelgas, solo se afiliaron para que defendieran sus derechos como aparceras en los tomateros de aquellos caciques, los que después del sábado 18 de julio del 36 habían puesto sus propiedades y personal al servicio de los fascistas.
Veían como iban desapareciendo a cientos de compañeros, como el rugido de los camiones se escuchaba en las horas nocturnas, el sonido de los pasos de las botas militares, los gritos de quienes eran sacados de sus casas a patadas y culatazos, por eso, por precaución, se encerraron en aquel refugio que les prestaba la anciana abuela de Pino, solo salían para tomar el sol cuando sus últimos rayos inundaban aquel paraje arbolado, perdido entre las montañas de los Altos de San Lorenzo.
Amasaban el gofio cada noche con leche de cabra o hacían queso tierno para acompañar el potaje hecho con los berros de la galería de agua que venía de Ariñez, un líquido frío que parecía aliviar las penas, remozar el alma en aquellos momentos tan tristes, donde parecía que todo el universo libertario se venía abajo, que las esperanzas de un futuro mejor se habían convertido en negros presagios de sangre y muerte.
La mañana del 15 de marzo habían fallecido de tuberculosis las dos niñas pequeñas de los Viera, por eso aparecieron subiendo la cuesta los monaguillos de Tamaraceite junto al viejo y seboso cura tenoyero, parecía un desfile del terror, olía a sahumerio y sintieron la mirada inquisidora del sacerdote con el sucio bonete en su cabeza sudorosa, la sotana negra como el color de los cuervos más siniestros, una de las viejas que atendía la ermita de la virgen del pueblo le había dicho que “estaban juntas”, que “no eran familia” y “dormían en la misma cama”.
Ante el pozo de la finca de “Las máquinas” el conocido como “Verdugo de Tenoya” las seguía golpeando con la pinga de buey, el esbirro de los terratenientes obedecía ordenes del que llamaban “Don Ezequiel”, en el centro de detención ilegal de la calle Luis Antúnez ya les habían hecho de todo, la soldadesca de falangistas, guardias civiles y requetés hicieron el trabajo sucio con aquellas casi niñas que no pasaban de 19 años, era lo habitual con las mujeres más jóvenes, la violación como instrumento de alienación y humillación.
Con las manos atadas a la espalda primero tiraron a Rosa ante los gritos de su amada, esperaron un buen rato para disfrutar de los alaridos de dolor de Pino, los fascistas brindaban con las botellas de ron de caña.
-Malditos cobardes asesinos. –Balbuceó Pino en el momento en que los hombres de azul la alzaban para lanzarla violentamente al vacío-
En lo profundo se escuchó el chasquido del agua, tardó en llegar al fondo, luego el silencio y la lenta retirada de los hombres satisfechos, a pocos kilómetros en Tenoya el cura se acababa de despertar para comenzar los preparativos de una nueva Semana Santa a mediados del 37.
*Publicado en el libro de Francisco González Tejera, “Semilla de memoria” (2017).
-Bailes, sexo y pudrideros morales: cuando las misiones católicas evitaban que los españoles pecasen.
La Iglesia envió misioneros a pueblos y aldeas para reprimir sexualmente a los jóvenes durante el franquismo.
Una, grande y pacata. Había que recristianizar a los españoles descarriados y, para ello, la Iglesia católica decidió enviar a misioneros a todos los rincones del país. La guerra civil había terminado y se imponía moralizar la vida social, que pasaba por el baile y el cine, aunque también se persiguió a los amancebados y, en general, a todo lo que oliese a laicismo.
«El objetivo principal de las misiones interiores era fomentar la recepción de los sacramentos», explica Francisco Bernal García. Las dianas eran bebés sin bautizar, niños que no habían hecho la comunión, adultos que llevaban tiempo sin comulgar —y debían pasar antes por el confesionario— y, claro, parejas que vivían juntas sin haber contraído matrimonio.
Así, en 1959 un misionero visitó un pueblo de la cuenca minera leonesa y, durante siete días, en el rosario de la aurora hizo desfilar a los parroquianos ante la casa de un gallego que compartía lecho con una mujer sin haber pasado antes por el altar. Aunque al principio no estaban por la labor, se vieron obligados a ‘aceptar’ casarse. «Calificó este hecho de edificante, presentándolo como una muestra evidente de que, a través de la misión, la gracia de Dios se había derramado sobre Naredo de Fenar», escribe Francisco Bernal en Divertirse en dictadura.
El profesor de Historia Económica en la Universidad de Sevilla analiza en el citado libro, subtitulado El ocio en la España franquista, cómo esos agentes de la inmoralidad ejercieron un férreo control eclesiástico en la España rural del franquismo. Con la colaboración, por supuesto, de los curas de las parroquias, quienes les informaban de los pecados de su rebaño, entre los que se incluía no solo el sexo, sino también otros vicios.
«Las misiones también tenían un elemento moralizador, pues querían fustigar el alcoholismo, los bailes modernos, las modas femeninas consideradas demasiado atrevidas, etcétera. No se podía recristianizar España si no se moralizaba antes», comenta Francisco Bernal, quien insiste en que no iban «a puerta fría, sino que conocían de antemano la situación religiosa y moral de cada localidad», lo que les permitía adaptar su discurso.
«Su idea de la moralidad se centraba fundamentalmente en el sexo, mientras que otro tipo de prácticas inmorales, relacionadas con las actividades económicas, quedaban muy rezagadas en las misiones, excepto alguna excepción», explica el historiador, quien recuerda que a mediados de los sesenta emprendieron una cruzada contra la píldora anticonceptiva tras percibir que habían descendido los hijos concebidos fuera del matrimonio…
Mientras tanto:
-El Constitucional mantiene su doctrina contraria a investigar los crímenes del franquismo.
El tribunal, por 9 votos a 2, rechaza conceder amparo a Francisco Ventura, que acusaba de malos tratos a la policía por una detención en Valencia en 1967.
El Tribunal Constitucional ha ratificado su doctrina contraria a abrir investigaciones sobre crímenes del franquismo, apoyándose en la ley de amnistía de 1977. El tribunal ha rechazado el recurso de amparo presentado por Francisco Ventura, un hombre que denunciaba los malos tratos y torturas sufridos, por parte de la policía del régimen en 1967 y cuya demanda había sido archivada por dos instancias judiciales. El Constitucional concluye que ese archivo no vulneró el derecho a la tutela judicial efectiva del denunciante y deniega, por tanto, el amparo.
Punto. “Democracia” le llaman…