Muro de solidaridad y denuncias:
Guerra sucia:
-Mucho más que un “caso aislado”.
El ‘misterio’ de Elcano: Tras las ridículas condenas, nadie sabe quién metió 130 kilos de cocaína en el buque.
La sentencia que impone condenas ridículas de solo hasta tres años de cárcel (frente al delito cometido*) a siete tripulantes del buque escuela más emblemático de la Armada española, no resuelve el principal ‘misterio’, quién permitió la entrada de la droga y si, como dijeron algunos testimonios, el consumo y el tráfico de cocaína en el barco era algo habitual.
El Juan Sebastián Elcano no es exactamente un barco fantasma. El buque escuela de la Armada española viaja por todo el mundo mientras decenas de marineros se forman en su interior, anunciando por todo lo alto su llegada a cada puerto y permitiendo visitas gratuitas. Hace una década, el barco “más emblemático y simbólico” de las Fuerzas Armadas fue utilizado para mover más de 120 kilos de cocaína desde Colombia hasta Estados Unidos y, tal y seis militares y un cocinero han sido condenados por traficar con parte de ese alijo en Manhattan a penas ridículas. Pero a día de hoy ningún juez, tribunal o servicio de inteligencia ha descubierto quién consiguió subir los fardos de droga a bordo del buque.
El historial oficial de la goleta Juan Sebastián Elcano como almacén de cocaína arranca, de forma difusa, en algún momento de 2014. Tras pasar por el sur de Europa y por Cabo Verde, el buque escuela de la Armada llegó al muelle de Edurbe en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias y cuando salió de allí cinco días más tarde llevaba a bordo más de 120 kilos de droga. El objetivo, según ha determinado ahora un tribunal militar, era llevarlo hasta Manhattan y vender allí la mercancía. Algunos testigos e imputados, a lo largo de la investigación, afirmaron que el consumo y tráfico de drogas en el Elcano era algo habitual desde hace años.
La droga no fue descubierta ni en Colombia ni en Estados Unidos sino en España. La Guardia Civil estaba esperando a los marineros en el puerto gallego de Bueu, aunque los perros especializados de la Unidad Central Operativa no encontraron los fardos de cocaína hasta que el barco llegó a Cádiz. Kilos y kilos de droga escondidos en una zona “de muy difícil acceso”. En el pañol, donde se guardan las velas del barco.
Una lectura a los cinco tomos de diligencias judiciales que instruyó la magistrada togada dibujan no solo cómo transcurrieron esos días, sino también cómo algunos miembros de la tripulación del Juan Sebastián Elcano relataron que el consumo y tráfico de droga a bordo del buque escuela de la Armada era algo conocido. Los investigadores tomaron declaración a más de una decena de personas, muchas de ellas como testigo, y algunas de sus afirmaciones quedaron por escrito: “El consumo de droga y el tráfico por kilos estaba a la orden del día”, aseguró uno de ellos.
Lo que sucedió en Manhattan en 2014 ha quedado claro. No solo porque la mayor parte de los implicados ha reconocido los hechos, sino porque las cámaras de seguridad de distintos puntos de Nueva York grabaron momentos clave de las entregas de droga. En el Bronx, en Hell’s Kitchen y en Times Square. Y dos traficantes detenidos en Nueva Jersey, en la otra orilla del río Hudson, fueron claros al explicar que los más de 20 kilos de cocaína que llevaban encima procedían de marineros españoles.
Los cuatro marineros y dos cabos ocultaron cocaína y la repartieron por varios puntos de la ciudad: el Bronx, un McDonald’s de Times Square o una bolera de Hell’s Kitchen.
La jueza desistió en la parte de su investigación que apuntaba al gran alijo de cocaína y se centró en las tres ‘pequeñas’ operaciones de narcotráfico perpetradas por los marineros, los cabos y el cocinero.
“Se exploró y rechazó la posibilidad”, dijo uno de los acusados, de hacer transportes posteriores pero con más de 300 kilos de droga y escondidas en “camisas”.
*La ridícula sentencia que impone condenas de entre uno y tres años de cárcel a los siete acusados son las mismas, por traficar más de 22 kilos de cocaína, saber de la existencia de 130 kilos y ser militares, que les cae a algunos microtrapicheros por vender gramos en cualquier parque madrileño. Las condenas que no implican la entrada obligatoria en prisión son para los cinco que reconocieron los hechos durante el proceso. Las dos condenas de tres años de cárcel para los que apostaron por negar los hechos. El valor de la mercancía, más de 4.194.000 € en cocaína.
Cárceles = cementerios:
-Sobre la muerte de Manuel Fernández Giménez en la cárcel de Albocàsser (Castellón II), en octubre de 2017.
Más de seis años sin esclarecerse la muerte de un joven de veintiocho años en la cárcel de Albocàsser
La familia de Manuel Fernández Giménez se mantiene como acusación particular gracias al apoyo de la asociación Familias Frente en la Crueldad Carcelaria, que denuncia que hubo una negligencia médica por parte de las responsables sanitarias del centro y que el relato descrito en los informes médicos del juzgado sobre las causas que provocaron la muerte del joven resulta incongruente.
Según la versión oficial del centro penitenciario de Albocàsser (Castellón II), el cuerpo sin vida de Manuel Fernández Giménez, de veintiocho años, fue hallado en la celda de aislamiento donde cumplía una sanción disciplinaria la mañana del 22 de octubre de 2017. Sin ningún tipo de acompañamiento psicológico ni preparación para comunicar algo tan grave, la familia recibió la noticia por vía telefónica. Un trabajador del centro se ponía en contacto con Antonia Giménez, madre de Manuel, ese mismo día, para comunicarle que su hijo había muerto en prisión, pero que aún no se conocían las causas. Muestra de ello es que en el primer informe emitido por el médico forense del juzgado pocos días después del fallecimiento, constaría como «muerte súbita a estudio».
Días después de encontrar el cuerpo sin vida del joven, la funeraria que trabaja con instituciones penitenciarias envió el cadáver de Fernández desde Castellón hasta Murcia –de donde era natural y donde vivía su familia– con instrucciones de que no se mostrara todo el cuerpo, tan sólo la cabeza. “Ningún documento explicativo ni certificado de defunción, y sólo la orden verbal de que se enterrara de inmediato”, relata su madre, que a la vez detalla como la familia se opuso y se empeñaron en examinar el cuerpo de su hijo que, según explica, presentaba numerosos signos de violencia y rigidez. Nariz rota; hematomas y dos puntos en la barbilla –sospechan que de una pistola Taser–; marcas de ligaduras en muñecas, brazos y tobillos; uñas rotas; el pecho lleno de heridas; cardenales por todo el cuerpo y marcas en el cuello.
“Mi hijo estaba sano como una manzana y era más guapo que uno sol. ¿Cómo podía ser que muriera con veintiocho años de ‘muerte súbita’ estando en aislamiento, sin contacto con nadie más que los funcionarios, y con estas marcas de violencia?”, se preguntaba su madre. Según explica Antonia, su hijo se había quejado más de una vez de las palizas recibidas por los funcionarios del centro, y ya había alertado a su familia de sufrir gitanofobia por parte de algunos carceleros. Al ver esas marcas, la familia pidió una segunda autopsia, que fue denegada por el juez y, finalmente, el cuerpo de Manuel fue enterrado.
Hasta un año después del entierro del cuerpo no se emitió el informe oficial del médico forense del juzgado, donde no constaban las lesiones descritas por su familia cuando vieron el cuerpo de forma presencial. Por el contrario, el documento sí reconocía una equivocación de la auxiliar de enfermería y la médica de prisión, responsables de haberle suministrado al joven una dosis equivocada de metadona: 85 mg en lugar de los 20 mg que tenía recetados. Al darse cuenta de su error, la auxiliar habría avisado a la médica de la cárcel rápidamente, pero aseguran que ésta tardó dos horas en enviar a Manuel a enfermería para administrarle una dosis de antagonista (naloxona) por vía intramuscular.
Inmediatamente después, le habrían devuelto a su celda sin ningún tipo de control o seguimiento médico, en lugar de administrarle una dosis de antagonista cada hora y media o dos horas durante 24 horas, como hubiera sido el procedimiento médico habitual por este tipo de casos, o haberlo trasladado a un centro hospitalario como ordena el protocolo correspondiente a este tipo de situaciones. El cuerpo sin vida de Manuel lo encontraron, según el mismo informe, en el primer recuento del día siguiente.
*Autodefensa ante la violencia institucional
Con estos antecedentes y las evidencias de una posible negligencia por parte de las responsables médicas del centro, y gracias al apoyo y acompañamiento de la asociación Familias Frente en la Crueldad Carcelaria (FFACC), los familiares de Manuel pudieron llevar a cabo una denuncia por la vía penal contra la médica y el auxiliar de enfermería del centro penitenciario de Albocàsser. Tras la inhibición por parte de la Fiscalía, que finalmente no presentó acusación por basarse únicamente en los informes médicos emitidos por el juzgado y atribuir la muerte a posibles patologías médicas previas del joven. El único factor que mantiene viva la causa penal es la acusación particular de la familia con el apoyo de la asociación FFACC que, casi siete años después de la muerte sigue esperando a que se celebre el juicio y se esclarecen los hechos…
-Agonía y muerte de Luis Acedo Sáenz.
La compañera Toñi Sáenz Seco, socia fundadora de Familias frente a la crueldad carcelaria, nos cuenta lo ocurrido a su hijo Luis Manuel en 2016 en la cárcel de Picassent (Valencia), donde, sufriendo un cáncer de páncreas, fue abandonado al terrible dolor, tirado en el patio, sin diagnóstico ni tratamiento alguno, expulsado de los talleres penitenciarios sin baja ni seguridad social de ningún tipo y excarcelado, finalmente, cuando ya era demasiado tarde para cualquier tratamiento, para que muriera en la calle.
Todo ello impunemente, pues los tribunales han considerado que el comportamiento criminal de los responsables es una conducta normal.
–http://tokata.info/?s=luis+acedo
Convocatoria:
XII Jornadas por la Amnistía total:
-Sábado 25 de Mayo, CSO Atalaya Madrid.
- 14 h. Comida
- 17 h. Charlas
- 20 h. Pinchada
Con ponencias de Gabriel Pombo Da Silva, Jaldría Abubakra, Adrián Sas y el MAR de Madrid.