Revolución, Resistencia y Memoria
Patrimonio de la Humanidad.
Xabier Peñalver. Txalaparta 2022.
Bolivia. (I de III)
-Casa de la Libertad, en Sucre
La Casa de la Libertad se encuentra en la plaza 25 de Mayo de la ciudad de Sucre; se trata de un edificio del siglo XVII levantado por los jesuitas para servir como universidad. Tras finalizar la guerra de emancipación, se reunió en su sala mayor, a partir de julio de 1825, la asamblea que tuvo en sus manos el nacimiento del nuevo país. En este lugar se proclamó la independencia de Charcas el 6 de agosto del mismo año, creándose la República de Bolivia.
En la actualidad este edificio conserva una abundante y valiosa documentación de diferentes momentos de la historia del país, destacando entre ellos el Acta de Independencia. El museo, con diferentes salas, una de ellas dedicada al libertador Simón Bolívar, se extiende por el claustro, que está rodeado de galerías bajo cubierta, apoyadas en columnas, con una sola planta. El edificio cuenta con una biblioteca especializada en historia y geografía.
El Salón de la Independencia, antes capilla jesuítica, cuenta con un coro hispano-indígena y en él tuvo lugar la proclamación de la soberanía boliviana respecto de los colonizadores españoles. Aquí se sancionó la primera constitución redactada por Simón Bolívar y las leyes fundamentales, jurando como primer presidente el mariscal Sucre.
-Museo de la Revolución Nacional, en La Paz.
El museo, inaugurado en 1964 en la plaza Villarroel, contiene materiales relativos a importantes acontecimientos históricos del país, tales como la Revolución de 1952, la nacionalización de las minas, la reforma agraria o la guerra del Chaco, Cuenta con salas temporales, además de con dos permanentes; en una de estas últimas se ubican cuatro murales de los artistas Walter Solón y Miguel Alandia, en los que se presenta el triunfo revolucionario, y la otra guarda los restos del expresidente Juan José Torres y del líder sindical Juan Lechín. Tras permanecer varios años cerrado por el Ejército golpista, fue reabierto en 1994, pasando de mausoleo a Museo de la Revolución.
La Revolución boliviana de abril de 1952, con el precedente del documento obrero conocido como “Las Tesis de Pulacayo” de 1946, fue encabezada por los mineros y resultó la más radical tras la mexicana de 1910-1917, siendo precursora de la cubana. El Ejército, protector de la oligarquía minera y terrateniente, fue derrotado, desarmado y disuelto. Se formaron milicias populares de mineros y campesinos; se otorgó el sufragio universal a mujeres, analfabetos e indígenas; se nacionalizaron las minas; se produjo la reforma agraria y se creó la Central Obrera Boliviana. Este proceso revolucionario fue interrumpido en 1964 con el golpe de estado de René Barrientos, responsable junto a la CIA del posterior asesinato del Che, si bien con anterioridad a la llegada del dictador se fue cediendo progresivamente el poder a los pequeños burgueses, para acabar siendo víctimas de una contrarrevolución.
-Hotel Copacabana, en La Paz.
El hotel se levanta en la avenidaida 16 de julio n.º 1802 (El Prado) de la capital boliviana y fue construido en 1956 por los arquitectos Luis y Alberto Iturralde. En este lugar se hospedó el Che Guevara haciéndose el famoso autorretrato.
El Che llegó a La Paz el 3 de noviembre de 1966 con un pasaporte expedido en Montevideo a nombre de Adolfo Mena González, empresario uruguayo. Llevaba con él una carta de recomendación de Gonzalo López Muñoz, jefe de la Dirección Nacional de Informaciones de la Presidencia de Bolivia, para realizar un estudio en algunas zonas del país como enviado especial de la OEA. Disfrazado para no ser reconocido, presentaba mayor altura al calzar zapatos con tacón falso, estaba calvo y llevaba unas gruesas gafas con Marco negro. Así se hospedó en la “suite 304″ del hotel (hoy visitable). Los días 4 y 5 tuvo reuniones con Iván, encargado de la red urbana, saliendo la noche del 5 junto a Jorge Vázquez el Loro hacia la finca Ñancahuazú para emprender la lucha revolucionaria en Bolivia.
El conocido autorretrato se lo hizo en su habitación, sentado en un sofá frente al espejo de la entrada a su suite, con una máquina réflex entre las rodillas y un puro habano en la boca. El Che era un gran aficionado a la fotografía y era frecuente verle con la cámara entre las manos; esta afición la heredó de su padre, lo que hizo que – quedara abundante material gráfico de los años de infancia del líder guerrillero.