La historia con mayúsculas:
Sobre “La Enajenación del Trabajo”:
-K. Marx, Manuscritos económico filosóficos, 1844.
«Ahora bien, ¿en qué consiste la enajenación del trabajo? En primer lugar, en que el trabajo es algo externo al obrero, es decir, algo que no forma parte de su esencia, en que, por tanto, el obrero no se afirma, sino que se niega en su trabajo, no se siente bien, sino a disgusto, no desarrolla sus libres energías físicas y espirituales, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por tanto, el obrero solo se siente en sí fuera del trabajo, y en este se siente fuera de sí.
Cuando trabaja no es él, y solo recobra su personalidad cuando deja de trabajar. No trabaja, por tanto, voluntariamente, sino a la fuerza, su trabajo es un trabajo forzado. No representa, por tanto, la satisfacción de una necesidad, sino que es simplemente un medio para satisfacer necesidades extrañas a él. El carácter extraño del trabajo que realiza se manifiesta en toda su pureza en el hecho de que el trabajador huye del trabajo como la peste, en cuanto cesa la coacción física o cualquiera otra que constriñe a realizarlo. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de mortificación. En definitiva, la exterioridad del trabajo para el obrero se revela en el hecho de que no es algo propio suyo, sino de otro, que no le pertenece a él y de que él mismo, en el trabajo, no se pertenece a sí mismo, sino que pertenece a otro. Los mismo que en la religión la actividad propia de la fantasía humana, del cerebro y el corazón humanos, obra con independencia del individuo y sobre él, es decir, como una actividad ajena, divina o demoniaca, la actividad del obrero no es tampoco su propia actividad. Pertenece a otro y representa la pérdida de sí mismo.»
¿Sabías qué…?:
-Federico Engels controlaba o hablaba 12 idiomas.
A partir de 1850, Engels se dedicó a mejorar su formación personal y comenzó el estudio de un sinfín de lenguas de todo el mundo, llegando a aprender latín, griego, ruso, persa, lenguas escandinavas, gaélico, frisón, escocés, rumano, búlgaro, aparte de inglés y alemán, sus lenguas maternas. En total, llegó a tener buenos conocimientos en hasta 20 idiomas.
Así, llegó a estudiar y dominar las ciencias naturales de la física, química, biología… pudiendo recurrir a sus informaciones y fuentes originales para así poder interpretar mucho mejor sus teorías de la dialéctica.
-El austero estilo de vida de Stalin.
El estilo de la ropa de Stalin era ascético y lacónico, pero, al mismo tiempo, transmitía fuerza y poder con lo que representaba.
Vestía una guerrera semi militar y las botas de cuero flexible que llevan tradicionalmente los hombres en el Cáucaso y, posteriormente, un uniforme de General: así es como evolucionó la imagen del líder soviético más famoso.
Durante los años de la Revolución y hasta mediados de la Segunda Guerra Mundial, el traje favorito de Stalin era una guerrera militar y pantalones metidos por dentro de botas de suave cuero del Cáucaso. Cuando salía, vestía un abrigo ordinario de soldado, el mismo durante años, hasta que se quedó raído.
Artiom Serguéyev, el hijo de un amigo cercano de Stalin, recordaba, en una entrevista con Yekaterina Glushik, Conversaciones sobre Stalin (publicada en el periódico Zavtra en 2006): “Un día Stalin llegó a casa y vio un abrigo nuevo en el perchero. Al verlo, preguntó: ‘¿Dónde está mi viejo abrigo?’ Le respondieron que lo habían tirado. Se enfadó muchísimo: ‘Con dinero público, bien se puede comprar un abrigo nuevo todas las semanas. Podría haber llevado el viejo un año más, me podíais haber preguntado si necesitaba otro abrigo’. Estaba realmente enfadado.”
Desde 1938, los trajes de los miembros del Partido, incluyendo muchas de las guerreras de Stalin, eran realizados en una tienda de confecciones central que diseñaba los nuevos uniformes para los soldados y generales del Ejército Rojo. Todavía existe, como sociedad limitada, con el nombre de Tienda Central de Confecciones Experimentales 43.
Cuando a Stalin se le otorgaron los títulos de Mariscal de la Unión Soviética y General de todos los ejércitos, la imaginación de los diseñadores se dio de bruces contra los gustos obreros y populares del líder soviético. La versión original del uniforme, de color aguamarina, con exquisitos bordados de hilo de oro y basado esencialmente en los uniformes de los oficiales rusos de principios del XIX, fue rechazada en su primera presentación y enviada a un museo, donde aún permanece.
En su lugar, se confeccionó una guerrera simple, color gris claro, con cuello camisa, los cuatro bolsillos tradicionales y charreteras. Los pantalones tenían bandas laterales.
Fragmento de las memorias del primer ministro soviético de la Industria Petrolífera en el gobierno de Stalin, Nikolái Baibakov: “Entré y me quedé quieto: allí estaba Stalin, el comandante supremo, de pie, aunque de espaldas a mí. Me aproximé, sin atreverme a toser. Lo miré, vi su aspecto: llevaba una guerrera gris, botas de cuero flexible, un atuendo muy modesto para un jefe de Estado…”
Cuando estaba en casa, prefería ropa sencilla, según recuerda Artiom Serguéyev: “En casa vestía pantalones de lienzo y chaqueta de lino, que a veces se quitaba, quedándose en camisa, que parecía la de un soldado. Nunca lo vi llevar ropa de civil”.
Por lo que respecta a los sombreros, Stalin prefería una gorra de forma cónica, con un ala, corta y regular, vuelta hacia arriba. Cuando una de sus gorras se desgastaba, se le hacía otra. Si Stalin, al probársela, veía que la nueva gorra no le convencía, simplemente seguía usando la vieja.
Desmontando otros dos bulos:
-El borracho Stalin, invento de la prensa anti-comunista.
Recientemente, en uno de esos documentales de imágenes recuperadas o coloreadas sobre la “URSS del dictador Stalin” que todas las cadenas de televisiones tienen, un trampantojo ya cayó en el ridículo en uno de los capítulos. Señalaba a Stalin como un degenerado borracho que montaba fiestas y orgías privadas.
*Información de investigación:
“Como a la mayoría de georgianos, a Stalin le gustaba el vino Jvanchkara, Kindzmarauli y, en los últimos años de su vida, Madzhari, un vino joven casero saturado de dióxido de carbono”.
El mariscal del aire Alexánder Golovánov recordaba cómo Stalin bebía coñac con Churchill: “Vi una botella de coñac armenio en manos del primer ministro británico. Tras examinar la etiqueta, llenó el vaso de chupito de Stalin. En respuesta, Stalin sirvió el mismo coñac a Churchill. Un brindis seguía a otro. Stalin y Churchill bebían a la par”. Cuando la reunión llegó a su fin, “Churchill abandonó la sala siendo sujetado del brazo”. Stalin le dijo después del banquete: «No temas, no traicionaré a Rusia bebiendo. Pero Churchill se enfurecerá mañana cuando le digan lo que había dicho por aquí… Cuando se resuelven los grandes asuntos de Estado, cualquier bebida tiene que parecerte agua, y siempre estarás a la altura. Que tenga un buen día”, y, como recuerda Golovánov, “abandonó la habitación con paso firme y sin prisa”.
–Stalin se dotaba de todo lujo de alimentos prohibitivos a los demás.
Mientras, entre las imágenes, varias recogían caviar.
El caviar, el gran lujo al alcance de cualquier soviético.
Solo tras el fallecimiento de Stalin los precios se dispararon, quedando al alcance de pocos.
Hoy en día considerado un manjar muy caro, el verdadero caviar de beluga o esturión –salado o prensado fresco, servido con vodka– era bastante asequible en la época soviética de Stalin, e incluso salvó numerosas vidas.
El caviar se convirtió en el décimo producto más exportado del país, después de la madera, el petróleo, las pieles, etc. Según Pável Siutkin, autor de Historias verdaderas de la cocina soviética, en 1929 la URSS exportó casi 800 toneladas de caviar negro, por el cual recibió 15 millones de dólares (casi mil millones de dólares al cambio actual). En Europa se vendía a precios desorbitados y se consumía con champán.
Sin embargo, en la URSS era un producto bastante asequible, aunque de uso reducido por su desconocimiento.
“… en los primeros días del bloqueo nazi de Leningrado, los aterrorizados residentes trataron desesperadamente de abastecerse de alimentos, comprando cualquier cosa disponible. Enormes colas de gente se formaron por todas partes… la tienda de pescado frente a su casa todavía tenía caviar negro. No se compraba simplemente porque era caro en guerra, pero es que la gente de a pie no sabía lo que era. “Compramos un frasco grande, que básicamente nos salvó la vida”, recuerda Tamara Kórshunova, que vivió de niña el asedio nazi de la ciudad.
El caviar no es una medicina, por supuesto, pero los nutricionistas creen que las proteínas que contiene son buenas para el sistema cardiovascular, la actividad cerebral y la visión, y en general mejora la inmunidad. En las décadas de 1970 y 1980, los pediatras aconsejaron alimentar con caviar a los niños que sufrían de bajos niveles de hemoglobina y hierro.
Esa moda en Europa disparó aún más los precios. Pareciera que le echan la culpa a Stalin…