Estados Unidos: Así expolia y masacra
Agenda
Brasil, 1964.
La oculta participación de EEUU en el Golpe Militar.
(y II)
Viene del domingo 1 de septiembre.
…/… Para EEUU, Brasil representaba la amenaza del comunismo en su mismo continente, por lo que se dirigió a los elementos anticomunistas con más poder haciéndoles saber que tendrían su apoyo si se decidían a actuar. EEUU sabía que la caída del gobierno de turno sería obra de los militares, pues las Fuerzas Armadas de Brasil era el bastión anticomunista más fiable que tenían. No obstante, esa fidelidad ideológica iba mucho más allá que en el caso de Indonesia. Iba más allá incluso que la propia estrategia de Guerra Fría. En cierta medida, Estados Unidos no podía soñar con un aliado mejor. Esta perfecta asociación anticomunista provenía de una poderosa leyenda que se retrotraía a 1935, cuando el presidente de entonces había utilizado una revuelta popular, alentada por los comunistas, para acabar con ellos e instaurar una dictadura.
Lo que movilizó a muchos de los conspiradores en el golpe de Estado de marzo de 1964, fue la creencia de que los comunistas habían desarrollado algún tipo de plan revolucionario contra el gobierno. Siendo completamente falso, era totalmente coherente con el anticomunismo fanático brasileño del momento, y con la mitología que mantenía viva la revuelta del 35. Allá donde hubiera comunistas, por muy limitado que fuera su número y fueran cuales fueran sus declaraciones expresas, tenía que haber un complot secreto.
Cuando empezó el golpe de Estado, EEUU puso a disposición de los conspiradores tanques, munición y portaaviones. Pero nada de esto hizo falta. La mayoría del Congreso brasileño, expulsó de sus escaños a unos cuarenta de sus miembros de la izquierda, se intervino el Congreso, el poder Judicial y se nombró presidente al general Castelo Blanco. Casi todos los medios de comunicación brasileños junto a los sectores civiles anticomunistas apoyaron el golpe; la ayuda estadounidense volvió a llegar al país. El embajador de EEUU comentó entonces que el golpe había sido: “la victoria más decisiva para la libertad de mediados del siglo XX”, pues se producía en el país más importante, el más grande y con mayores recursos de la zona que proyectaban dominar.
El logro conseguido en el Brasil de 1964, no solo fue posible gracias a las nuevas tácticas que Kennedy puso en marcha para establecer alianzas con los militares. Lo más importante fue que Brasil tenía su propia y muy asentada tradición anticomunista, levantada a lo largo de cinco siglos de miedo-odio a los negros, a los pobres, a los violentos y a los marginados, una tradición que disponía de probados y efectivos mitos propios mantenidos con celebraciones rituales anuales.
Brasil no volvió a celebrar elecciones en veinticinco años. Hubo una represión generalizada del movimiento popular, de los sindicatos, de intelectuales y de los partidos políticos de izquierda. Miles de brasileños fueron arrestados, torturados, (la tortura se convirtió en la forma sistemática de interrogatorio), asesinados, exiliados y muchos de ellos fueron desaparecidos.
Gregorio Bezerra, negro, comunista, fue detenido y arrastrado por las calles de Recife atado con una soga a un Jeep. Era una forma de mostrar lo que el nuevo régimen estaba dispuesto a hacer con cualquiera que resistiera a la dictadura. El Estado brasileño fue militarizado. La ideología de la seguridad nacional, que calificó de subversiva cualquier expresión de divergencia, se convirtió en la ideología oficial de la dictadura.