Memoria histórica imprescindible:
-Fosas y dignificación desde la autogestión.
Tiraña, Asturias, 86 años en la memoria: «A mis abuelos los mataron delante de sus cinco hijos»
La Asociación de la Fosa Común lavianesa recordó el asesinato de 13 vecinos en 1938 con un homenaje y la presentación del libro «De las fosas comunes a lugares de memoria».
21 de abril de 1938: trece vecinos de Tiraña (Laviana), diez hombres y tres mujeres, fueron asesinados por las fuerzas franquistas. Algunos, delante de sus hijos.
Es el caso de la madre de Isabel García, Enesida, que ese día se quedó sin padre, Celestino García, y sin madre, Virginia García. De hecho, ella y sus cuatro hermanos fueron obligados a ver cómo mataban a su madre. Para que este tipo de crímenes sean recordados, para que no caigan en el olvido y «jamás sean repetidos», se organiza desde 1977 en Tiraña un homenaje anual a las víctimas de aquella masacre. Un acto que empezó siendo familiar y que ha ido creciendo con la creación de la Asociación de Familiares y Amigos de la Fosa Común de Tiraña.
En abril, en el Cidan de Pola de Laviana se presentó el libro «De las fosas comunes a lugares de memoria. La práctica monumental como escritura de la historia», escrito por el investigador de la UNED (Universidad a Distancia) y doctor por la Universidad de Colonia (Alemania) Daniel Palacios. El ensayo de Palacios parte desde un punto de vista poco frecuentado: al menos un centenar de fosas comunes en España se han monumentalizado, y casi todas, por la acción «autogestionada» y con el trabajo de los familiares, amigos y allegados de las personas allí asesinadas. Este es el caso de Tiraña, donde «ya desde 1977 se rinde un homenaje público». De hecho, afirma Palacios, la visión «institucionalizada» de las fosas como un lugar que depende de una ayuda pública para ser exhumado es muy reciente. «Muchos de estos espacios se recuperaron de forma autogestionada, se convirtieron en jardines, se pusieron lápidas, placas. Y lo hicieron familias, militantes, amigos». Su trabajo recoge un centenar de espacios en España donde se llevó a cabo esta «monumentalización» de las fosas, muchas de ellas ya visitadas «desde la propia posguerra, pero especialmente desde la Transición». Y que de nuevo volvió a tener lugar con el cambio de siglo, pese a no haber gozado de la misma visibilidad que las exhumaciones. Este libro pone su foco en esos desafíos al olvido, desde el año 1936 hasta la actualidad, analizando cómo se ubican en la sociedad contemporánea, y comprendiéndolos no como simples entierros dignosö, sino reconociendo en ellos genuinas expresiones populares de conciencia histórica. Una particular escritura de la historia en el territorio, que comenzó con un gesto sencillo, pero trascendente: el de llevar flores.
A la tarde un homenaje, como cada año: «tras 86 años poco hay que reivindicar. Soy nieta de dos personas aquí asesinadas. Para mis padres el 21 de abril era un día sagrado, siempre se recordó». Su madre, Enesida García, escribió un libro, «Mi infancia en el franquismo», que relata «lo que vivió cuando tenía 12 años», cuando mataron a su padre Celestino y a su madre Virginia, «delante de ellos, de sus hijos, que lo vieron todo». Afirma García que «es inevitable recordar. Mi madre, con 75 años, hasta el día que murió ya con Alzhéimer, contaba y revivía aquellas muertes todos los días. La marcó para siempre». Un sentimiento que «pensaba que no, pero se transmite, se hereda, no lo puedes evitar. Cuando oyes a alguien decir que pasó, que fueron unos abuelos que murieron… pues no, no murieron, los mataron. Uno es morir en la cama, y otra cosa es que te maten».
Ya preparan el acto autogestionado de 2025…
-Asesinos impunes
La extremada violencia de Juan Saraza y Mario César con los hombres detenidos en los barrios de Las Palmas GC y el municipio de San Lorenzo era de sobra conocida por gran parte de la población isleña.
Los falangistas se esmeraban en causar el mayor daño posible en las brutales torturas que comenzaban en el momento preciso de cada detención de la Brigada del Amanecer que dirigía José Samsó, que solía iniciar su siniestra tarea después de las doce de la noche cuando salían en los coches del Conde de la Vega Grande de los bares y casas de putas del barrio de Los Arenales.
Muy borrachos, armados hasta los dientes, con fusiles Máuser en el porta bulto y pistolas Astra al cinto conducían a gran velocidad camino de las direcciones especificadas en las listas negras de republicanos y anarquistas que tenían previsto asesinar y desaparecer.
Saraza y César eran expertos en descuartizar con hojas de afeitar, cortaban lentamente a los detenidos hasta sacarle datos absurdos más fruto del dolor y la desesperación que de confesiones concretas que pudieran utilizar en una isla donde todo el mundo se conocía y sabía las ideas de cada vecino o vecina.
De: Francisco González Tejera.
Imagen: El conocido torturador canario apodado Juan “Pintona” en el centro antes de un partido de fútbol en el Estadio Insular.
1939-1975-2024:
-Los crímenes del franquismo se topan con un muro: “Seguimos sin tener derecho a la justicia 49 años después”.
Julio Pacheco, que denunció torturas a manos de cuatro miembros de la policía política de Franco, lamenta el archivo de su causa, que le convirtió en la primera víctima en declarar en España ante un juzgado.
El caso llegó hasta donde ningún otro había llegado nunca, pero ha acabado topándose con los mismos obstáculos de siempre. La Justicia ha archivado el 10 de septiembre la única causa judicial que investigaba en España torturas policiales durante el franquismo, un caso que convirtió a Julio Pacheco –y a Rosa María García en calidad de testigo– en el primer represaliado de la dictadura en ser escuchado en sede judicial en nuestro país. La magistrada Ana María Iguacel, del Juzgado de Instrucción nº 50 de Madrid, admitió a trámite la querella del militante antifranquista por torturas contra cuatro miembros de la Brigada Político-Social, entre ellos José Manuel Villarejo, pero un año después de su declaración ha dado carpetazo al asunto.
Iguacel cierra la vía judicial al considerar que la detención y tortura que Pacheco denuncia que sufrió en la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol en 1975 “no puede encajarse” en los delitos de lesa humanidad debido al principio de legalidad y la irretroactividad de la ley. Y es que cuando ocurrieron los hechos, no existía esta figura en el ordenamiento jurídico español, que se introdujo en el año 2004. Esto hace que la alternativa, que es la tipificación como delito de torturas –también incluido en el Código Penal posteriormente– se tope con la prescripción sin que pueda apoyarse en el derecho internacional para seguir adelante, argumenta la jueza.