Estados Unidos: Así expolia y masacra.
Agenda
Argentina – 1976
El Golpe Militar, una aplicación del Plan Cóndor
Cuando en Argentina se produjo el golpe de Estado de 1976, ya se habían dado otros cinco golpes de Estado que no habían resuelto la aguda crisis política y social, incapaces de evitar los levantamientos populares que estallaban por todo el país. Ahora el mayor peligro para las castas oligárquicas provenía del creciente movimiento de resistencia armada y popular que llevaban a cabo los grupos guerrilleros de las FAR-Montoneros (peronistas de izquierda) y el Ejército Revolucionario del Pueblo.
Los grupos oligárquicos del país, junto a la cúpula militar y la Iglesia, decidieron dar el golpe de Estado con conocimiento y apoyo de los EEUU. El golpe fue planificado y ejecutado en el marco del Plan Cóndor, un sistema clandestino de coordinación represiva entre países latinoamericanos promovido por Estados Unidos para imponer dictaduras militares a fin de sofocar cualquier intento revolucionario. En informes secretos de la CIA se afirmaba que con un gobierno militar habría “violaciones de derechos humanos por un periodo prolongado y de una severidad sin precedentes” al tiempo que los militares se ocuparían de que “…muchas de las industrias privadas que el gobierno había tomado el control volverían al control privado con el fin de alentar la inversión”.
Desde muchos meses antes, la Embajada de EEUU sabía de los planes golpistas y en los días previos al golpe se entrevistaron, en reuniones secretas, un senador republicano y un ex subdirector de la CIA con altos mandos militares argentinos.
El golpe se caracterizó por llevar a cabo un plan sistemático de terrorismo de Estado durante siete años realizado por un Ejército que actuaba enmascarado con ropa civil. En este tiempo hicieron desaparecer a 30.000 personas; los “subversivos” eran torturados y asesinados por ser comunistas o parecer que lo eran, por ateos o parecer que lo eran o simplemente por ser sindicalistas. El general Ibérico Saint Jean lo explicaba así: “Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después a sus simpatizantes y, finalmente, mataremos a los tímidos”. Los centros de exterminio fueron lugares clandestinos instalados en escuelas, fábricas, comisarias, cuarteles militares, etc. Los denominados “vuelos de la muerte” funcionaron como método de desaparición y exterminio de los presos; eran trasladados de noche hasta los aviones civiles para luego ser lanzados al Rio de la Plata; los detenidos viajaban sedados, se les ataba las manos o se les ponían sacos con rocas al lanzarlos al mar; el número aproximado de asesinados de ese modo fue de 5.000 personas. Muchos de los bebés nacidos en estos centros fueron vendidos o puestos en adopción sin nombre con la complicidad de jueces y funcionarios públicos.
Pero a pesar de esta barbarie represiva, la resistencia popular se mantuvo de otras formas: “Sin cesar se incuban, en la inagotable imaginación popular, nuevas formas de lucha, el trabajo a tristeza, el trabajo a bronca, y la solidaridad encuentra nuevos cauces para eludir al miedo. Varias huelgas unánimes se sucedieron en Argentina a lo largo de 1977, cuando el peligro de perder la vida era tan cierto como el riesgo de perder el trabajo. No se destruye de un plumazo el poder de respuesta de una clase obrera organizada y con larga tradición de pelea”. (Eduardo Galeano en ‘Las venas abiertas de América Latina’).