Memoria histórica imprescindible:
-Dolores Lavín Gómez ‘Lola’, guerrillera antifranquista.
“Mujeres de armas tomar”. Así que dicho y hecho; la primera protagonista en aparecer por estas lineas, formaba parte de la partida cántabra del “Cariñoso”, y su nombre no es otro que Dolores Lavín Gómez “Lola”. Reconozco que esto no va a ser fácil; al olvido impuesto sobre la guerrilla en general, se añade en este caso, el de centrarse en personas de ideología libertaria, o que pertenecieron a grupos mayoritariamente anarquistas. Y por supuesto, que las protas de la sección sean mujeres. Estas siempre han sido menos estudiadas, ninguneadas, o directamente ignoradas.
Dolores Lavín era natural de Rucandio, Cantabria, donde había nacido en 1913. La caída del frente norte, en otoño de 1937, cambió su vida. Muchos de los hombres del valle, que habían partido con las unidades republicanas, empezaban a volver de tierras asturianas tras la derrota. Y dada la represión desencadenada por los fascistas, una parte de los mismos se echaron la monte. La familia de “Lola” y ella misma, empezaron a colaborar con los huidos. Les facilitaban comida y otros enseres necesarios, para una mínima supervivencia; e incluso a veces, ocultaban a alguno de ellos.
El 21 de julio del 38, la suerte (a veces buena, a veces no), llamó a su puerta, y para su desgracia, fue mala, muy mala. Falangistas y civilones entraron en la casa, sabían que eran colaboradores de los del monte. Para colmo de males, durante el registro de la vivienda, dieron con Segundo Pérez Abascal “El de Tania”, huido que estaba allí temporalmente escondido y que era tío de Dolores. Este, al verse descubierto, trató de lanzarse por la ventana, pero fue abatido por los disparos antes de conseguirlo. “Lola” y su familia fueron detenidos y severamente castigados.
Los tiempos que siguieron a la detención, fueron nefastos para Dolores Lavín. En ella se fijó Manuel García “El Rey de los Campos”, un falangista del pueblo de Rubalcaba, quien destacaba en las acciones represivas contra los vencidos. “Lola”, una vez apresada, fue apaleada. También le raparon el pelo y la obligaron a tomar aceite de ricino. Pero no lo dejaron ahí… se ensañaron con ella; a parte de los golpes y escarnios, entre otras cosas, le quemaron los pechos y por supuesto, como era una mujer joven, la violaron. En todas estas tareas se destacó “El rey de los Campos”.
Cuando finalmente fue liberada, tanto ella como su hermano Marcos “El Melenas” y su primo Pedro Lavín Cobo “El Cenizo”, se echaron al monte y se unieron a la partida del “Cariñoso”.
Desconocemos la fecha exacta de cuando se unieron al grupo, lo que si sabemos es que “Lola” fue la primera y única mujer en dicha partida. Aunque unas cuantas más, colaboraban como enlaces. Cuando llegó a la cabaña donde se ocultaba la partida, “Lola” lloró de rabia, mientras comentaba: “Me han hecho marranadas, que solo de acordarme me mataría”.
De las acciones y aventuras en las que tomó parte “Lola” mientras actuó junto al “Cariñoso” no tengo noticias, lo que no quiere decir que no tomara parte en las mismas.
También en fecha desconocida, Dolores fue la protagonista involuntaria, cuando la testosterona de los hombres que había a su alrededor, comenzó a subir. Orestes Gutiérrez empezó a cortejarla, y el tío de Dolores, Amalio, el hombre más viejo de la partida, por la causa que fuera, no estaba dispuesto a tolerarlo. La situación se disparató, y Orestes acabó matando a Amalio. Tras esto, el asesino tuvo que abandonar al resto del grupo, y no mucho tiempo más tarde, fue delatado y abatido por guardias civiles y falangistas en Mirones, el 11 de agosto de 1940.
Tras el asesinato de Amalio, Dolores abandonó el grupo y se escondió en Santander, en casa de un conocido, de nombre Ramón Gutiérrez Laso. Esto sería a principios de verano de 1940.
Meses más tarde, otra parte de la partida toma también la decisión de ocultarse en la capital cántabra; entre ellos, José Lavín “Cariñoso”, o el hermano y el primo de “Lola”, Marcos y Pedro, lo que no impedirá a los mismos el seguir actuando contra derechistas y acaudalados.
En noviembre de 1940, Dolores iba a poder desquitarse en parte, de la rabia que llevaba acumulada desde su detención. En dicho mes, la partida del “Cariñoso” secuestraba a Manuel García “El Rey de los Campos”. No se le volvió a ver. Cuentan que todo lo que Dolores había llorado de rabia, se lo hizo pagar al “Rey de los Campos”.
Finalmente, la historia toca a su fin. A finales de verano de 1941, entre otros, es detenido el enlace de la partida Eugenio Escalante. Este no logra resistir la dureza de los interrogatorios y acaba cantando. Y cantó, vaya si cantó, pues entre otras cosas, dio la dirección del “Cariñoso” en Santander, en la calle Sta Lucía nº 44. No solo eso, tuvo que participar en la emboscada. Esta fue realizada el 27 de octubre de 1941; a Escalante le tocaba hacer salir al guerrillero de la buhardilla donde se encontraba. Los guardias hicieron el resto.
Y no cayó él solo. Al día siguiente, se supo que en la misma ciudad, se encontraban otros miembros de la partida y se montó un servicio especial para su captura. “Lola”, Cenizo” y “Melenas”, tras enterarse de la caída del jefe del grupo, cambiaron de emplazamiento, ocultándose en una casa de citas clandestina en Peñacastillo. Cuando salían de allí camino al monte, fueron interceptados.
Dolores, junto a sus familiares, al darse cuenta de la emboscada, sacaron sus armas y abrieron fuego. Durante el combate, se lanzaron granadas y según se cuenta, hasta llegaron a luchar cuerpo a cuerpo. ¿El resultado? Los tres guerrilleros muertos y un número de la guardia civil herido.
Dolores Lavín Gómez, la única mujer de la partida del “Cariñoso”, había muerto con las armas en la mano un 28 de octubre de 1941.
Miguel Hernández:
-Los cobardes
Hombres veo que de hombres
sólo tienen, sólo gastan
el parecer y el cigarro,
el pantalón y la barba.
En el corazón son liebres,
gallinas en las entrañas,
galgos de rápido vientre,
que en épocas de paz ladran
y en épocas de cañones
desaparecen del mapa.
Estos hombres, estas liebres,
comisarios de la alarma,
cuando escuchan a cien leguas
el estruendo de las balas,
con singular heroísmo
a la carrera se lanzan,
se les alborota el ano,
el pelo se les espanta.
Valientemente se esconden,
gallardamente se escapan
del campo de los peligros
estas fugitivas cacas,
que me duelen hace tiempo
en los cojones del alma.
¿Dónde iréis que no vayáis
a la muerte, liebres pálidas,
podencos de poca fe
y de demasiadas patas?
¿No os avergüenza mirar
en tanto lugar de España
a tanta mujer serena
bajo tantas amenazas?
Un tiro por cada diente
vuestra existencia reclama,
cobardes de piel cobarde
y de corazón de caña.
Tembláis como poseídos
de todo un siglo de escarcha
y vais del sol a la sombra
llenos de desconfianza.
Halláis los sótanos poco
defendidos por las casas.
Vuestro miedo exige al mundo
batallones de murallas,
barreras de plomo a orillas
de precipicios y zanjas
para vuestra pobre vida,
mezquina de sangre y ansias.
No os basta estar defendidos
por lluvias de sangre hidalga,
que no cesa de caer,
generosamente cálida,
un día tras otro día
a la gleba castellana.
No sentís el llamamiento
de las vidas derramadas.
Para salvar vuestra piel
las madrigueras no os bastan,
no os bastan los agujeros,
ni los retretes, ni nada.
Huís y huís, dando al pueblo,
mientras bebéis la distancia,
motivos para mataros
por las corridas espaldas.
Solos se quedan los hombres
al calor de las batallas,
y vosotros, lejos de ellas,
queréis ocultar la infamia,
pero el color de cobardes
no se os irá de la cara.
Ocupad los tristes puestos
de la triste telaraña.
Sustituid a la escoba,
y barred con vuestras nalgas
la mierda que vais dejando
donde colocáis la planta.
-Sonreídme
Vengo muy satisfecho de librarme
de la serpiente de las múltiples cúpulas,
la serpiente escamada de casullas y cálices;
su cola puso en mi boca acíbar, sus anillos verdugos
reprimieron y malaventuraron la nudosa sangre de mi corazón.
Vengo muy dolorido de aquel infierno de incensarios locos,
de aquella boba gloria: sonreídme.
Sonreídme, que voy
a donde estáis vosotros los de siempre,
los que cubrís de espigas y racimos la boca del que nos escupe,
los que conmigo en surcos, andamios, fraguas, hornos,
os arrancáis la corona del sudor a diario.
Me libré de los templos, sonreídme,
donde me consumía con tristeza de lámpara
encerrado en el poco aire de los sagrarios;
salté al monte de donde procedo,
a las viñas donde halla tanta hermana mi sangre,
a vuestra compañía de relativo barro.
Agrupo mi hambre, mis penas y estas cicatrices
que llevo de tratar piedras y hachas,
a vuestras hambres, vuestras penas y vuestra herrada carne,
porque para calmar nuestra desesperación de toros castigados,
habremos de agruparnos oceánicamente.
Nubes tempestuosas de herramientas
para un cielo de manos vengativas
no es preciso. Ya relampaguean
las hachas y las hoces con su metal crispado,
ya truenan los martillos y los mazos
sobre los pensamientos de los que nos han hecho
burros de carga y bueyes de labor.
Salta el capitalista de su cochino lujo,
huyen los arzobispos de sus mitras obscenas,
los notarios y los registradores de la propiedad
caen aplastados bajo furiosos protocolos,
los curas se deciden a ser hombres,
y abierta ya la jaula donde actúa de león
queda el oro en la más espantosa miseria.
En vuestros puños quiero ver rayos contrayéndose,
quiero ver a la cólera tirándoos de las cejas,
la cólera me nubla todas las cosas dentro del corazón
sintiendo el martillazo del hambre en el ombligo,
viendo a mi hermana helarse mientras lava la ropa,
viendo a mi madre siempre en ayuno forzoso,
viéndoos en este estado capaz de impacientar
a los mismos corderos que jamás se impacientan.
Habrá que ver la tierra estercolada
con las injustas sangres,
habrá que ver la media vuelta fiera
de la hoz ajustándose a las nucas,
habrá que verlo todo notablemente impasibles,
habrá que hacerlo todo sufriendo un poco menos de lo que ahora sufrimos bajo el hambre,
que nos hace alargar las inocentes manos animales
hacia el robo y el crimen salvadores.