Estados Unidos: Así expolia y masacra
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URSS
1922 hasta hoy
Desmembrar y repartirse los inmensos y ricos territorios de Rusia: el Viejo Sueño de los imperialistas.
El país que habían conquistado los Soviets en octubre de 1917 estaba literalmente en ruinas tras ser esquilmado por los aristócratas y grandes terratenientes zaristas durante años y por los cuatro años de la I Guerra imperialista, más otros cuatro años de guerra civil y de agresión imperialista internacional.
El nuevo gobierno revolucionario tenía ya preparado un ambicioso plan que abarcaba tanto el ámbito político como el económico y social. Se preparó y llevó a cabo un plan de electrificación para toda Rusia, la modernización de la industria, la paulatina colectivización de la tierra, la alfabetización de toda la población, etc.
En 1922, un Congreso que reunía delegaciones de los soviets de las repúblicas de Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Azerbaiyán, Armenia y Georgia había aprobado un tratado por el que se planteaba la constitución de un Estado multinacional, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), tratado que finalmente fue aprobado en 1924. Posteriormente se irían adhiriendo otras repúblicas.
En los años posteriores a 1917, bajo la dirección de Lenin y la de Stalin, comenzó la construcción socialista; veinte años después, la URSS había alcanzado un alto grado de desarrollo, tanto en el terreno industrial y agrícola, como en el social y cultural.
En 1939 la Alemania nazi invadió Polonia. Inglaterra y Francia declararon la guerra a Alemania. Había comenzado la II Guerra Mundial que, como la primera, tenía un carácter imperialista y que fue extendiéndose por Europa a medida que las tropas hitlerianas avanzaban y dominaban un país tras otro. En 1940 se formó la Triple Alianza entre Alemania, Italia y Japón, lo que arrastró a EEUU a intervenir en la guerra.
En 1941 la Alemania hitleriana, apoyada por Italia, Finlandia, Hungría y Rumanía, atacó a la Unión Soviética. El carácter de la guerra cambió, no solo porque en muchos países invadidos por los nazis, los partidos comunistas y otras formaciones demócratas organizaron la resistencia armada antifascista, como en Grecia, Yugoslavia, Italia y otros muchos, sino también porque la Gran Guerra Patria de los pueblos soviéticos contra los nazis hicieron que deviniera en una guerra sin cuartel contra el fascismo. Se calcula que en la lucha contra los nazis perdieron la vida veinte millones de soviéticos.
El ejército soviético no solo liberó los vastos territorios de la URSS, sino que siguió avanzando hasta expulsar a los nazis de buena parte de los países de Europa Oriental, países en los que las fuerzas revolucionarias encabezadas por los comunistas tomaron el poder, de manera que el cálculo de los imperialistas (sobre todo de EEUU y Gran Bretaña) de que fuera el ejército hitleriano el que acabara con la existencia de la URSS, se mostró totalmente erróneo. No solo por la victoria del país de los Soviets, sino también por la aparición del campo socialista. La II Guerra Mundial había acabado, empezó la etapa de la “guerra fría”.
Normalmente se entiende como “guerra fría” la política de los países imperialistas occidentales materializada en sanciones, bloqueos, embargos, prohibiciones, etc. contra la URSS y el resto de los países del campo socialista. Pero esa “guerra fría” incluía otro elemento mucho más peligroso: la infiltración. Ésta no solo se produjo de manera directa, es decir, corrompiendo y poniendo a su servicio a altos funcionarios del Estado o del Partido Comunista, se produjo sobre todo mediante la propaganda que loaba las “virtudes” de la democracia burguesa y el sistema capitalista.
En los últimos años de vida de Stalin, este no cejaba de advertir sobre la importancia de acrecentar la vigilancia revolucionaria. Intuía que la gran victoria sobre los nazis había desplazado en buena parte la necesaria lucha de clases y que esta no desaparecería mientras buena parte del mundo estuviera regida por el sistema capitalista y su fase superior, el imperialismo, por lo que llamaba a “no embriagarse con los éxitos alcanzados”. Poco antes de su muerte planteó la necesidad de separar por completo el Partido Comunista de la administración del Estado, porque veía en esa duplicidad un latente peligro ideológico.
Desgraciadamente, su intuición resultó cierta. Que un arribista, un charlatán que no comprendía el marxismo-leninismo, ni sabía analizar las experiencias de la construcción del socialismo fuera elegido como sucesor de Stalin, explica la desorientación por la que atravesaba el PCUS. Jruschov proclamó que la etapa de construcción del socialismo había sido alcanzada, que se iniciaba la etapa comunista y que, por tanto, el Estado ya no se podía definir como de dictadura del proletariado sino “de todo el pueblo”.
Que en los primeros momentos de su mandato se dedicara a alabar la figura de Stalin para, a continuación, emprender la calumniosa campaña “anti-estalinista” muestra la catadura del personaje. Evidentemente el peligro de restauración del capitalismo no había desaparecido, no solo por el cerco exterior, sino sobre todo porque en el “Estado de todo el pueblo” comenzaron a aparecer públicamente voces de destacados políticos y economistas criticando la política de precios, la ley del valor, etc.
Jruschov se vio obligado a dimitir pocos años después. La posterior etapa brezneviana corrigió algunas de las desviaciones más clamorosas de la política revisionista jruschovista, pero otras permanecieron y sobre todo creció la callada oposición a la construcción del socialismo entre los círculos gobernantes y dentro de las filas del propio PCUS, al que se habían adherido toda suerte de arribistas y anticomunistas con el fin no solo de hacer carrera, sino de ir destruyendo desde dentro al propio Partido.
En 1985, Gorbachov fue nombrado Secretario General del PCUS. Sus primeros pasos fueron encaminados a deshacerse de los viejos comunistas que aún quedaban en la dirección del Partido y sustituirlos por elementos declaradamente anticomunistas y pro-americanos, como Yakolev, quien reconocía públicamente su intención de restaurar el capitalismo.
El campo socialista sufrió una verdadera debacle; Alemania se anexionó a la República Democrática Alemana, en los Estados que hasta entonces formaban el campo socialista fueron se formaron gobiernos procapitalistas y, peor aún, pro-otanistas.
Gorbachov fue aplaudido por los países imperialistas como “su héroe”: era el elegido para sepultar la URSS y restaurar el capitalismo.
Todo estaba preparado para que se diera un golpe contrarrevolucionario; fue Yeltsin el encargado de llevarlo a cabo. Cientos de comunistas fueron asesinados, encarcelados o murieron en los enfrentamientos con las fuerzas armadas. El PCUS se disolvió en diferentes partidos.
El nuevo Estado, la Federación Rusa, retrocedió decenas de años en todos los sentidos. Los trabajadores fueron sumidos en la miseria, las calles de las grandes ciudades se inundaron de ancianos y de niños que ya no tenían ni donde vivir ni nada para comer. Mientras, muchas de las empresas estatales pasaron a ser de propiedad privada, al tiempo que las grandes multinacionales de los países occidentales se instalaban en Rusia.
La propia burguesía nacionalista rusa, que había propiciado el retorno al capitalismo, acabó por darse cuenta de que los países imperialistas no iban a dejar que se sumara al reparto del pastel, sino que la misma Rusia formaba parte de ese pastel. Yeltsin fue obligado a dimitir y sustituido por Putin.
El resto ya lo conocemos. La Federación Rusa se ha visto obligada a enfrentarse a los otanistas en Ucrania, so pena de ver como su país es desmembrado y repartido entre las grandes potencias imperialistas.
-Lenin:
«La abolición de las clases es obra de una larga, difícil y tenaz lucha de clases, que no desaparece… después del derrocamiento del poder del capital, después de la destrucción del Estado burgués, después de la implantación de la dictadura del proletariado, sino que se limita a cambiar de forma, haciéndose en muchos aspectos todavía más encarnizada.»
Aquí termina la Agenda y el año 2024.
Mañana, Agenda 2025…